Zuleika Matamoros
Hacer largas filas para adquirir algún producto de la canasta alimentaria al precio que corresponde, cambiar el patrón de alimentación, excluir el consumo de proteínas, pensar qué comprar con un salario que está por debajo del precio de un pollo, cocinar sin condimentos ni aliños, comer de manera monótona, no tener posibilidad de adquirir leche para los niños de la familia, esperar la venta de carbohidratos a través de los CLAP (además insuficientes para alimentar a una familia por más de una semana), medir las porciones de comida y quedar siempre con la sensación de hambre, son solo algunas de las vivencias del ciudadano común a diario, y es que la llamada "soberanía alimentaria" es simplemente un recurso propagandístico del gobierno para intentar disimular la grave situación que aqueja a los venezolanos.
La asimétrica e insuficiente distribución de los alimentos a través de los CLAP
"A nosotros no nos llega la bolsa ni la caja del CLAP, simplemente porque al PSUV le parece que somos una comunidad de "escuálidos y opositores". Estas fueron las palabras con las que Maribel Carrasco de 52 años, habitante de Los Frailes de Catia, en Caracas, expresó su malestar sobre los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). "La caja nos llega cada cuatro o cinco meses, es una retaliación política porque al PSUV de la parroquia Sucre le parece que esa es una manera de tratar al que no está con ellos. La verdad es que juegan con la comida del pueblo".
Hacer largas filas para adquirir algún producto de la canasta alimentaria al precio que corresponde, cambiar el patrón de alimentación, excluir el consumo de proteínas, pensar qué comprar con un salario que está por debajo del precio de un pollo, cocinar sin condimentos ni aliños, comer de manera monótona, no tener posibilidad de adquirir leche para los niños de la familia, esperar la venta de carbohidratos a través de los CLAP (además insuficientes para alimentar a una familia por más de una semana), medir las porciones de comida y quedar siempre con la sensación de hambre, son solo algunas de las vivencias del ciudadano común a diario, y es que la llamada "soberanía alimentaria" es simplemente un recurso propagandístico del gobierno para intentar disimular la grave situación que aqueja a los venezolanos.
La asimétrica e insuficiente distribución de los alimentos a través de los CLAP
"A nosotros no nos llega la bolsa ni la caja del CLAP, simplemente porque al PSUV le parece que somos una comunidad de "escuálidos y opositores". Estas fueron las palabras con las que Maribel Carrasco de 52 años, habitante de Los Frailes de Catia, en Caracas, expresó su malestar sobre los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). "La caja nos llega cada cuatro o cinco meses, es una retaliación política porque al PSUV de la parroquia Sucre le parece que esa es una manera de tratar al que no está con ellos. La verdad es que juegan con la comida del pueblo".
Maribel Carrero de 37 años, vocera de un consejo comunal del sector Los Hornitos de la parroquia La Pastora, recibe la caja del CLAP cada mes aproximadamente. Sin embargo, dice que la entrega de dichas cajas debería hacerse semanalmente porque considera que es insuficiente para los seis miembros de su familia. Los artículos no le alcanzan para una semana, por lo que debe recurrir a los bachaqueros y comercios que venden productos importados para adquirir, cada vez con mayor dificultad, los alimentos necesarios para su familia. Acota que el sueldo ya no alcanza para comprar comida.
"No sé en otros lugares, pero en mi comunidad los del CLAP son una pequeña mafia, expresa Elvin Mendoza, de 29 años, al referirse a las presuntas irregularidades que cometen en su comunidad ubicada en Macarao, Caracas. "Quitan y asignan cajas a su antojo. Es un desastre y, además, te montan el ojo si no estás con el gobierno y lo expresas abiertamente. Son una especie de informantes del gobierno dentro de la misma comunidad".
"En mi comunidad no llega el CLAP porque somos una urbanización de clase media. ¡Es tan patético! Nosotros también sufrimos la escasez de alimentos y además el alto costo de los mismos. En Venezuela ya nada significa dinero". Relata Maricarmen Reyes, habitante de un edificio ubicado en la urbanización El Márquez en Caracas, sin embargo expresa que "en mi edificio llegan unas pocas bolsas del CLAP para los que siempre han estado enchufados con el gobierno, para lo que nosotros llamamos comunistas de salón, a ellos les llega de manera clandestina, pero nosotros nos hemos dado cuenta y, aunque a uno no le haga falta la bolsa del hambre, molesta la discriminación y la exclusión, porque mientras nosotros tenemos que comprar un arroz en 300 mil bolívares, ellos con menos de la cuarta parte de eso compran diversidad de productos, solo por ser cómplices de un gobierno que destruyó la producción y al país"
Violencia alimentaria
En Venezuela, en los últimos años se ha usado mucho el término violencia alimentaria, entendida como una forma de distribución de alimentos a discrecionalidad del gobierno, así muchos consideran es lo que se ejerce a través de las bolsas del CLAP.
Para Martin Castañeda, de 47 años de la parroquia Altagracia, los CLAP no le dan fuerza al poder popular ni arrima en dirección al estado Comunal porque "quienes deciden y manejan los recursos económicos en esta forma de distribución de alimentos son los militares con su Estado Mayor de los CLAP". Las comunidades, que son los que finalmente consumen el producto no deciden qué productos debería traer la bolsa, ni deciden en la frecuencia de distribución.
Pero por otro lado, está el manejo del mercado negro. Los productos que no se consiguen en los almacenes y, los que solo y exclusivamente se pueden adquirir a través de los CLAP, se pueden conseguir ampliamente en el mercado negro o del bachaqueo. Tal es el caso del Mercado de Catia donde productos escasos y de distribución exclusiva de los CLAP, están en manos de bachaqueros y mal llamados colectivos. La pregunta de rigor ¿Cómo llegan esos alimentos a las manos de los colectivos? ¿Por qué tienen la libertad y la impunidad de venderlos al aire libre? ¿Es una política de Estado alimentar el mercado negro en medio de la escasez y la crisis que se vive en Venezuela?.
Otra forma de violencia alimentaria es la que vive el ciudadano cuando va a comprar algún producto regulado en algún comercio o automercado. Aunado a las largas filas de horas bajo el sol, está el trato desposta de policías, guardia nacional o de miembros de los mal llamados colectivos. "Ya es tristemente normal que usted compre un producto con gente armada en las puertas del local, sea de un organismo del Estado o sea ese hibrido extraño entre paramilitares y policía que son los colectivos"
La violencia alimentaria también se pone de manifiesto cuando no se puede elegir lo que nos gusta o queremos comer. Lo dice Jennifer Martínez (42 años), habitante del Municipio Baruta de Caracas: "arepa de yuca en lugar de arepa de maíz, ya no hay comidas sabrosas en las mesas de los venezolanos. Lo que ahora conocemos como "sabroso" es poder darle a nuestras familias un plato de comida después de tanta angustia, después de tanto invento, después de tanta desesperanza. Solo el que mantiene una familia sabe cuál es el costo de llevar un plato de comida a la mesa… y no me refiero al económico, sino al emocional".
El hambre como leitmotiv del gobierno de Maduro
Desde el año 2013 se fue profundizando la crisis que tiene muchas aristas. Una de ellas es la destrucción del aparato productivo, tristemente con PDVSA encabezando la lista, seguida por las empresas básicas del estado. Se puede concluir que no existió en Venezuela un verdadero control obrero de las empresas nacionalizadas, sino una estatización que supuso la incorporación de militares y burócratas a las gerencias de esas empresas que hoy tienen su producción prácticamente paralizada. Asimismo sucedió con la asignación de tierras, excluyendo y, en muchos casos hasta atacando a los campesinos que sí las podían producir, aunado al desfalco a la nación y a la destinación de dólares a pagar una deuda a todos visos ilegitima. Carmen Ovalles, trabajadora de una empresa nacionalizada de 38 años, dice: "Vemos con preocupación la destrucción del aparato productivo nacional. Que no empezó hoy, sino hace algunos años con la incorporación de militares a las gerencias de las empresas, así como de familiares y amigos de personas del gobierno que lo menos que les interesaba era empujar ese aparato productivo. La verdad es que el gran negocio que ha hecho millonarios a muchos no estuvo nunca en producir, sino en importar. Hoy todo ello se traduce en no poder ni siquiera llevar los tres platos de comida a nuestras mesas con tranquilidad. Comer hoy ya no es compartir en familia o entre amigos, comer hoy significa angustia, dolor y chantaje"
Mayerling Berroeta, de 32 años, habitante del sector Monte Piedad de la parroquia 23 de Enero en Caracas manifiesta: "Es humillante tener que adquirir los alimentos a través del CLAP, es indignante que el gobierno no haga nada ante la situación que estamos pasando. A mí me da vergüenza decir que en muchas oportunidades no he tenido nada para comer o que lo que hemos comido no es tan agradable al paladar. Es terrible que nos pidan voto a cambio de las bolsas del CLAP, de los bonos de miseria y de los supuestos "beneficios": El colmo es que el gobierno nos tiene pasando trabajo y además dice que son "beneficios" ¡Vayan pa´l carajo Maduro y sus compinches!"
[Versión resumida de texto accesible en http://rupturaorg.blogspot.com/2018/05/el-hambre-como-leitmotiv-del-gobierno.html.]
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