Revista
Fenrir
[Nota previa de El Libertario: Cuando se comienza a sufrir en Venezuela el saqueo
del coltán, y eventualmente de otros “minerales estratégicos”, por obra y
gracia de la barbarie extractivista del
Arco Minero del Orinoco impulsado por la dictadura chavomadurista, es
importante conocer cuál ha sido el balance de similar explotación en otras
partes del planeta, por lo que reproducimos este esclarecedor reporte que
anuncia lo que cabe esperar y ya se asoma –según se evidencia en diversos posts
que hemos difundido acá- en las comarcas guayanesas, una desgraciada
perspectiva a la que debemos oponernos y combatir resueltamente.]
El sistema productivo de las mercancías entrama hoy
toda una serie de pasajes deslocalizados en diferentes puntos del planeta, tan
distantes de nuestra percepción y conocimiento que difícilmente podemos lograr
imaginar qué se esconde tras los objetos de uso común que nos rodean.
Con la expansión del sistema industrial-capitalista
a nivel global, la producción ocurre hoy gracias a una enorme red de conexión,
expandida por todo el mundo, a través de los diferentes centros de extracción,
elaboración y ensamblaje de las materias primas y de sus respectivos
componentes. El producto final, será sucesivamente transportado en millones de
ejemplares en los puntos de venta de todo el mundo.
Los lugares de extracción de materias primas y de
elaboración son elegidos no solo en base a la disponibilidad en el terreno del
recurso necesario, sino también y sobre todo en base a cuanto el recurso humano
es explotable y chantajeable. En estas regiones el trabajo en fábricas o minas
es la única posibilidad de supervivencia para millones de personas que han sido
desposeídas del modo de vida que llevaban antes (a menudo basado en la
agricultura, pesca, etc.), a causa de la neocolonización económica que sufren
por parte de los países industrialmente desarrollados.
El mercado de la tecnología electrónica es hoy uno
de los más prolíferos para la economía de los países industrialmente avanzados,
y también para los de industrialización más reciente. La amplia disponibilidad
y el bajo precio de los innumerables aparatos electrónicos presentes en las
sociedades actuales de los países más privilegiados depende de formas de
explotación intensa perpetradas en diferentes lugares situados en el este y en
el sur del mundo, a partir de los territorios de donde se extraen las materias
primas necesarias para la fabricación, pasando por las fábricas de ensamblaje
de los diferentes componentes para terminar en los lugares donde toda la basura
restante de nuestra voracidad tecnológica es eliminada o abandonada. Localizar
e identificar los diferentes pasajes de la cadena de la industria electrónica, y la explotación que
se oculta tras ellos, pone en evidencia, una vez más, que la tecnología no es
neutral y que el discurso no se puede reducir únicamente al uso que se hace de
los diferentes aparatos electrónicos, sino que, más bien, una sociedad
tecnológicamente avanzada no puede existir sin el dominio de otros seres vivos
y la devastación de amplios territorios.
Extracción
de minerales, esclavitud y guerra
Un teléfono cualquiera contiene, en diferentes
proporciones, decenas de minerales como plomo, cadmio, oro, berilio, hierro,
cloro, argento, magnesio, bromo, fósforo, galio, antimonio, bismuto, litio,
cobalto, aluminio, estaño, zinc, cobre, níquel, paladio, tantalio, cromo,
platino, silicio, arsénico, itrio, lantano, terbio, neodimio, gadolinio,
europio, disprosio, praseodimio, además de, evidentemente, mucho petróleo para
el plástico y carburante para toda la cadena. Estos innumerables materiales
provienen de diferentes lugares esparcidos por los cinco continentes del
planeta.
El 16 de agosto del 2012, en Marikana, Sudáfrica, treinta
y cuatro mineros dependientes de la multinacional británica Lonmin, que extrae
platino de los riquísimos yacimientos sudafricanos, fueron asesinados por la
policía a disparos mientras se manifestaban por una subida salarial. Este es
solo uno do los tantísimos ejemplos del nivel de chantaje y explotación que
hay en las minas en las que estos minerales son extraídos, especialmente en
África. El caso del tantalio es el más conocido incluso por la opinión pública internacional
por su dramatismo, aunque la situación en las minas de cobalto u otros
minerales no es diferente. El tantalio es un mineral indispensable para la industria
hi-tech actual, porque los
condensadores de tantalio consienten un gran ahorro energético y por lo tanto
una mayor duración de carga de las baterías, y además resiste temperaturas muy
altas. Así que se utiliza en dispositivos como teléfonos, móviles, ordenadores,
cámaras de vídeo, GPS etc. pero también donde sea necesaria una altísima resistencia
al calor como en la industria aeroespacial para la construcción de turbinas, y
en muchas otras aplicaciones militares.
Este material, en la naturaleza, muy raramente se
encuentra puro, generalmente está unido a otros óxidos. Existen yacimientos en
diferentes partes del mundo entre los que hay China, Brasil, Australia, Ruanda
y Rusia, pero el 80% de las reservas mundiales de tantalio se encuentran en la
región del Kivu, en el noreste de la República Democrática del Congo (RDG), unido
a otro material llamado columbita, en una mezcla llamada coltán. La columbita también
es un material importante, utilizado normalmente en aleaciones especiales de
alta resistencia como las que se utilizan para fabricar tubos para los
oleoductos y material para la industria aeroespacial.
La República Democrática del Congo tiene una larga
historia de explotación de los propios recursos naturales. Desde principios del
siglo XX, cuando aún era una colonia de Bélgica, las compañías belgas empezaron
a extraer oro, diamantes y metales raros del subsuelo congoleño, entre los que
estaba el cobalto, del que la República Democrática del Congo posee el 50% de
las reservas mundiales.
La realidad de este país es un ejemplo de lo que
significa la explotación de los recursos naturales, que solo beneficia a los
países ricos occidentales. De hecho, el país es riquísimo desde el punto de vista
geológico y minero, y goza del segundo bosque tropical más grande en el mundo, con
espacios inmensos de terreno fértil, además de infinitos recursos hídricos. En
él estaría presente todo lo necesario para alimentar a las poblaciones que
viven ahí manteniendo un equilibrio con la naturaleza. Sin embargo, los
principales cultivos como el cacao, el café, el algodón, el aceite de palma, el
té, el caucho, el azúcar, el maíz, el arroz, las patatas y los anacardos, que
se extienden por hectáreas y hectáreas de monocultivos, son propiedad de
empresas comerciales extranjeras y destinadas a la exportación. La República Democrática
del Congo también es el tercer productor mundial de diamantes, exporta grandes cantidades
de petroleo y de cobre, cobalto, oro, zinc y coltán, y sin embargo su población
es de las más pobres del mundo, y sus territorios cada vez están más devastados
y empobrecidos.
Hoy en el país hay al menos 500 minas, casi todas
ilegales, y se ha estimado que los mineros son 500.000 individuos, con una
esperanza de vida por debajo de los 50 años. Apenas cobran 0’18 euros por cada kilogramo
de coltán extraído, cuando en el mercado el precio del coltán llega a 600
dólares al kilo.
Desde el punto de vista ambiental, la extracción de
coltán y otros minerales es devastadora. Las grandes reservas naturales de
bosque son explotadas intensamente, de forma directa o indirecta, por las
multinacionales que proceden a la deforestación sistemática para extraer madera
y abrir nuevas minas de diamantes y de oro, estaño, tantalio (coltán), tungsteno.
La llegada masiva de mineros en las zonas de extracción de coltán ha llevado a
la explotación intensiva de amplios territorios, para satisfacer la necesidad de
comida y de madera.
La destrucción de los hábitats ha llevado a la muerte
y a la extinción de innumerables especies de animales salvajes, mientras que
miles de elefantes y gorilas han sido asesinados para alimentar a la creciente
población de la zona.
Con el aumento de la demanda mundial de tantalio, se
ha enardecido particularmente la lucha entre grupos paramilitares y
guerrilleros por el control de los territorios congoleños de extracción. Las zonas
de extracción de los minerales están ocupadas por ejércitos irregulares de
milicianos y mercenarios (se habla de alrededor de 8.000 individuos) en
rivalidad entre ellos y con el ejército gubernamental, que obligan a las poblaciones
locales a abandonar la zona, a trabajar en condiciones de esclavitud y a ceder
parte del material extraído como soborno, además de utilizar la violación contra
las mujeres como instrumento de guerra y de control del territorio. Más de
10.000 agricultores de la zona han visto destruir sus territorios y han sido obligados
a empezar a trabajar en las minas. Se estima en 1’3 mil millones de dólares al
año el volumen de negocios de los grupos criminales internacionales militarizados
implicados en el tráfico de minerales, oro, madera, carbón y marfil y que
financian desde los 25 hasta los 49 grupos armados tanto del Congo como extranjeros.
Esta red criminal opera desde los países fronterizos como Uganda, Ruanda, Burundi
y Tanzania. Otras minas no están bajo el control de las milicias sino del
ejército nacional, que a su vez extorsiona a los mineros parte de su trabajo.
Dos de los países fronterizos, Ruanda y Uganda,
incluso teniendo poquísimas reservas naturales de tantalio, figuran entre los
mayores exportadores mundiales, ya que financian y arman a las milicias que por
medio de la violencia trafican con éste y otros minerales a través de las dos
naciones africanas. Después estos minerales son vendidos desde Ruanda y Uganda a
multinacionales occidentales de telefonía y de electrónica como Nokia, Ericsson,
Siemens, Sony, Bayer, Intel, Hitachi, IBM y muchas otras, que con su dinero financian
esta guerra sanguinaria. El tráfico y la transformación del mineral ocurre a
través de decenas de compañías, pero es una subsidiaria de la alemana Bayer, la
H.C. Starck, la que se ocupa de la refinación del 50% del tantalio.
Miles de niños son arrancados de sus familias en
Ruanda, Uganda o en la misma República Democrática del Congo por estos grupos armados,
en los que entran a formar parte si demuestran coraje y sangre fría, de lo
contrario serán puestos a trabajar como esclavos en las minas. Niños que son
parte de las víctimas principales del coltán, obligados a trabajar hasta 72
horas seguidas en las minas y que, por sus pequeñas dimensiones, los hacen inmiscuirse
en los estrechísimos agujeros cavados en el terreno para extraer las grandes
piedras que, una vez fracturadas, darán el precioso material.
El coltán se extrae con palas y picos de los
cauces, de los depósitos pluviales y de las rocas frágiles, incluso de colinas
escarpadas que a menudo tienden a romperse, a menudo provocando
desprendimientos. El material recogido en sacos de hasta 50 kg es transportado en
las espaldas de niños y adultos hasta el centro de intercambio más cercano, que
a veces se encuentra a dos días de camino. El índice de muerte entre los
mineros es altísimo a causa de desprendimientos, asfixia, trabajo forzado y
violencia de los paramilitares. Su salud está expuesta a duras pruebas por los
durísimos ritmos de trabajo, además el tantalio también es radioactivo ya que
contiene una parte de uranio, y en consecuencia, a menudo provoca tumores u
otras enfermedades que llevan a una muerte prematura. Siendo minas “ilegales”
todas las operaciones se hacen a mano, y así, después de las operaciones de
filtración en los ríos, las materias residuales son abandonadas directamente en
la orilla y siendo muy contaminantes, además de radioactivas, contaminan
muchísimo el agua.
Se estima que son más de 6 millones las personas
congoleñas muertas a causa de la guerra civil por el control de minerales, en
particular del coltán, seguido de asesinatos o por hambre o enfermedades. Es el
conflicto que ha causado más muertes en el mundo desde la segunda guerra mundial.
Una guerra espantosa vinculada con la enorme sed de estos minerales considerados
estratégicos para la industria electrónica y militar de los países
occidentales.
Como si no bastara, la República Democrática del
Congo está ocupada militarmente por los Estados Unidos desde 1999, con la
“misión de paz” más cara de la ONU (1’38 mil millones de dólares al año, casi
un cuarto del presupuesto total de la ONU) denominada “Monusco”, que incluye la
presencia sobre el territorio de 462 observadores militares, 1.090 miembros del
personal de policía y 18.232 miembros del personal militar, o mejor dicho un
total de 19.784 miembros en uniforme. El mayor inversor de la operación son los
Estados Unidos, que en 2011 han firmado un acuerdo bilateral de 1’8 mil
millones de dólares con la República Democrática del Congo que anula su deuda hacia
los EEUU, asegurándose así un válido socio para las importaciones de coltán,
que actualmente amontonan a 272’8 millones de dólares al año, y de otros
materiales.
La capacidad del tantalio de soportar temperaturas
altísimas generadas por los procesadores de última generación, está demostrando
ser estratégica para muchas nuevas aplicaciones militares, que hoy utilizan
condensadores a base de tantalio: por ejemplo los sistemas de guía para las smart
bombs, los drones, los robots y toda una variedad de aparatos de guerra. Estos
avances en la tecnología militar hacen aumentar la demanda de coltán por parte de
los países militarmente más avanzados.
Para países como los Estados Unidos esto significa depender totalmente de las importaciones, ya que no tienen ninguna reserva de coltán en su propio territorio. La Defence Logistics Agency de los Estados Unidos (USDLA) conserva reservas de los principales minerales y metales raros estratégicos en su Depósito de Defensa Nacional (NDS). Este depósito fue fundado en el 1939 para reducir la posibilidad de “una peligrosa y cara dependencia de los Estados Unidos de recursos extranjeros para el abastecimiento de estos materiales en periodo de emergencia nacional”. No obstante, las reservas de tantalio en el depósito están disminuyendo. Por eso, un informe del Pentágono de hace un año hace referencia a la dependencia de Estados Unidos del mineral, y el departamento de defensa recomendaba acumular reservas de tantalio y otros ocho minerales estratégicos.
La misión Monusco, que es presentada como un
intento de devolver la estabilidad a la República Democrática del Congo, esconde
en realidad, ni siquiera demasiado encubiertamente, los objetivos imperialistas
de los Estados Unidos, aliados, recordémoslo, con Ruanda, Uguanda y con el
propio régimen de Josep Kabila, presidente de la República Democrática del
Congo que asesina y encarcela sistemáticamente a civiles para conservar su
poder. No es la primera vez en la historia de la República Democrática del
Congo que las fuerzas de las Naciones Unidas han sido utilizadas como
instrumentos para las ambiciones imperialistas occidentales. En el 2009, las
Naciones Unidas colaboraron con las fuerzas paramilitares de Ruanda y con el
ejército congoleño durante la Operación Kimia II y Umoja Wetu, en las que las milicias
congoleñas y los paramilitares de Ruanda violaron y asesinaron al menos 700
civiles congoleños. Los habitantes locales denuncian numerosos casos de
violación y explotación sexual hacia mujeres y niños/as, falta de asistencia de
civiles en peligro, relaciones con bandas armadas y grupos terroristas, contrabando
de oro, diamantes y coltán por parte de las tropas de la ONU. El 31 de marzo
del 2017 el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas decidió renovar la
misión Monusco en la República Democrática del Congo, con leves recortes en la
financiación y en el personal a causa de las presiones de Trump. Italia, aún
siendo el octavo inversor de las misiones de la ONU en el planeta, tiene poca
influencia en esta región de África: las empresas italianas en la República Democrática
del Congo son pocas, y el gobierno italiano ha reducido al mínimo las ayudas humanitarias
y la colaboración con el gobierno del Congo.
Los conflictos y la violencia relacionados con el
coltán no son una exclusiva de África central. Recientemente se han descubierto
reservas significativas de coltán en la selva amazónica, en la frontera entre
Venezuela y Colombia. Esto está llevando al nacimiento de un emergente mercado negro,
gestionado por los señores de la droga colombianos y por otros grupos
criminales.
[Nota final de El
Libertario: Es de suponer que por desconocimiento, en esta breve referencia
de cierre a la explotación de coltán que empieza a ocurrir al sur de Venezuela,
el artículo no menciona la implicación que en ella tiene la guerrilla
colombiana y la complicidad de militares venezolanos, de la cual hay testimonio
en http://periodicoellibertario.blogspot.com/search?q=colt%C3%A1n&max-results=11.]
[Tomado de un artículo más extenso, que en versión
íntegra está incluido en la revista Fenrir
# 8, 2017 Número completo accesible en https://es-contrainfo.espiv.net/files/2018/04/Fenrir-8-ESP-1.pdf.]
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