Revista Anarquía y Comunismo
(Chile)
Existe una relación orgánica directa y funcional
entre la policía, la democracia y el desarrollo del capitalismo. La democracia
moderna es una relación social e histórica inseparable del capital. De hecho,
la sociedad capitalista alcanza su pleno desarrollo histórico, económico (e
incluso militar) con la organización de miles de millones de seres humanos bajo
el régimen democrático. La base material del sistema democrático son las
relaciones sociales capitalistas, que tienden a disolver toda unidad entre los
individuos y la comunidad humana, es la reunión de lo separado en tanto que
separado: un aglomerado de soledades organizadas por y para la producción
mercantil. Por consiguiente, es posible afirmar que la policía es una fracción
especial del ejército permanente del Estado/Capital, cuya función es asegurar
la realización de la plusvalía, la conversión de las mercancías en dinero o,
en otras palabras, asegurar la sumisión de todas las actividades humanas a la
permanente autovalorización del capital.
Puesto que las actuales condiciones
capitalistas de existencia son la base material del sistema de organización
democrático, el resguardo policial de la sociedad no hace más que expresar de
forma visible la miseria y las contradicciones de la sociedad burguesa: este
sistema que vocifera por todos los medios de sumisión de las masas que es
perfecto, que todos vivimos felices con el actual orden de cosas, necesita una
violencia social y militar crecientes para mantener el podrido fundamento de
todo el sistema: la explotación del humano por el ser humano.
De esta forma, el papel de la policía
como fuerza de choque primaria del Estado/Capital, y por supuesto el de todas
las otras ramas del ejército burgués, está mistificado por la dinámica propia
de las relaciones sociales burguesas. La policía, que históricamente ha
asegurado la explotación humana, no patrulla las calles de las grandes ciudades
capitalistas con un letrero que advierta “Defensa violenta de la propiedad
privada”, sino que, dado el aislamiento, competencia y mutuo enfrentamiento de
las individualidades humanas subsumidas por el capital, la policía puede
aparecer como un ente protector del individuo atomizado. Esta resulta ser una
triste paradoja, una especie de síndrome de Estocolmo social, puesto que la
vida cotidiana de la sociedad burguesa encubre el hecho de que esta atomización
y aniquilación de la individualidad humana (por ej: el trabajo asalariado) es
justamente lo que protege y fortalece la existencia de la policía.
La policía moderna surge
históricamente en paralelo con el desarrollo, consolidación y expansión
mundial del modo de producción capitalista. Es evidente que al existir la
policía por y para la expansión de la propiedad privada (lo que implica a su
vez la expropiación y miseria de la mayoría de la especia humana), ésta debe
reprimir y evitar a toda costa la insurrección revolucionaria de la humanidad
contra el capital, ya que por su esencia toda insurrección proletaria es la
destrucción de la propiedad y, cuando se puede, de la clase explotadora y sus
defensores.
Son las relaciones económicas las que
hacen necesaria la existencia de la policía, ya que la sociedad capitalista
encierra dentro de sí misma la posibilidad de unificación total de la especie
humana (comunismo) y por ellos las personas esclavizadas por el capital deben
ser fijadas dentro de sus roles sociales mediante la violencia: la violencia
económica asegura que todas las personas deban trabajar para existir y existir
para trabajar, la violencia policial – militar asegura que los hambrientos y
explotados de toda índole no se rebelen contra la dictadura del capital. La
policía sabrá disparar, como ya lo ha hecho, cuando llegue el momento contra
las masas insurrectas o también golpeará y encarcelará al hambriento que se
atreva a tomar una mercancía sin pagarla para satisfacer sus necesidades
humanas. Por ello es que la seguridad es el supremo concepto de la sociedad
mercantil: la vida en la sociedad capitalista es un permanente estado de
excepción para los proletarios.
El principal argumento que la burguesía
esgrime para justificar la existencia de la policía, es el combate contra la
delincuencia. Plantear así el problema, es posicionarse de facto en el relativo
y engañoso terreno de la ideología burguesa, puesto que en el fondo se busca
salvar el estado de excepción democrático, y su correspondiente derecho
burgués, como el más adecuado a una naturaleza humana supuestamente egoísta.
Mas, la realidad social e histórica demuestra que las relaciones sociales sobre
las cuales se funda la sociedad capitalista, son en sí mismas criminales, pues
se basan en la expropiación violenta de los medios de vida de toda la
humanidad, y son el telón de fondo sobre el cual se sigue produciendo y reproduciendo
más violencia, incluso aquella que llaman “delincuencia”, pues el robo sólo
puede existir en la medida en que exista una propiedad privada que pueda ser
robada, y es justamente el robo que el Capital hace del tiempo y la creatividad
humana el verdadero fundamento del Estado, del derecho, de la democracia y
todas sus instituciones.
Por consiguiente, jamás podrá el
Estado, ni aún con toda la tecnología y financiamiento puestos a disposición de
las diferentes policías, resolver el problema de la violencia social, porque
esta sociedad existe gracias al terror generalizado que la dictadura del capital
impone sobre la especie humana: la necesidad de dinero. La policía existe por y
para esta necesidad, y a su vez contribuye a aumentarla en la medida en que
castiga y persigue cualquier atentado contra la propiedad privada. Sólo la
superación de la sociedad capitalista, es decir, la especie humana viviendo el
comunismo anárquico, podrá poner fin a todos los antagonismos de la sociedad
burguesa, porque no es la guerra de todos contra todos ni el egoísmo declarado
sino la producción social puesta al servicio de las necesidades humanas y la
expansión infinita de la creatividad. Allí donde el libre desarrollo de cada
uno es el fundamento social para el libre desarrollo de todos, se hace
imposible la existencia de la policía. Por el contrario, cuando la base de la
sociedad hace que en vez de encontrar en el otro mi confirmación como ser
humano, encuentre mi negación, un impedimento a mi desarrollo, la sociedad
está condenada ineluctablemente a la necesidad de la policía y a tender a
hacer de cada individuo un policía no sólo de los demás y de sus propias
posesiones, sino también de sí mismo.
De este modo la
crítica que apuesta por la abolición de la policía debe volverse una crítica
contra el Estado, el cual es la organización política del capital para la
explotación económica del conjunto de la humanidad: “una permanente
conspiración, una conspiración dirigida, por supuesto, contra las masas para
cuya esclavización existen todos los Estados” (Bakunin). La liquidación del
Estado, es una condición preliminar para el movimiento de superación de la
sociedad de la mercancía, ya que toda fuerza exteriorizada contribuye al fortalecimiento
permanente del viejo orden en tanto que esta esfera de la sociedad y la
esclavitud son indisociables, pues esta criatura artificial y todo su
despliegue de funciones; el profesor, el ejército, ministros, cárceles,
policía, etc… garantizan por la fuerza (física o de otra especie) las
condiciones de reproducción de las relaciones de producción (que en último
término son relaciones de explotación). Para la insurrección revolucionaria de
la humanidad esclavizada por el capital es necesaria la destrucción del
Estado; no su conquista sino su abolición como relación social. El
comunismo anarquista sólo podrá florecer en un terreno en el cual las
relaciones sociales no permitan la reestructuración del Estado/Capital, en el
que la lucha insurreccional deberá ir de la mano con una inmediata transformación
comunista del conjunto de la sociedad.
[Artículo publicado
originalmente en la revista Anarquía
& Comunismo # 8, Santiago de Chile, otoño 2017. Número completo
accesible en http://www.mediafire.com/file/9ga8ktu91fb5qt1/A%26C+N%C2%B08+carta.pdf.]
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