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sábado, 7 de abril de 2018

Pensamiento anarquista y crítica de la vida cotidiana


Marcelo Sandoval

* El pensamiento crítico y la práctica política radical que está situado dentro de la tradición rebelde de los oprimidos, tiene al anarquismo como un pensar-hacer crítico y radical más, pero que ha sido despreciado y ocultado, su historia olvidada y silenciadas sus prácticas, con todo y que ha sido parte instituyente del conflicto social, de los momentos insurreccionales y revolucionarios de los últimos 170 años. Bajo esta premisa, se trata de poner a discusión el horizonte anarquista y sus prácticas políticas en la actualidad como parte de una crítica anticapitalista, antiestatista, antipatriarcal y anticolonial de la vida cotidiana.

Concebir una idea es comenzar a realizarla […] ponerla en práctica, realizarlo toda ocasión y momento de la vida, es obrar de acuerdo con lo que se dice y predica. Pensar y accionar a un mismo tiempo.
                         Praxedis G. Guerrero

No hay futuro: las ilusiones nada revelan, sólo destruyen [...] sólo se puede pasar a través del espejo con la imaginación. Quizá sea necesario imaginar tan violentamente hasta romper la cáscara de la mirada. ¿Qué podemos hacer nosotros [...]? Podemos hacer política: es decir, podemos destruir.
                         Christian Ferrer

¿El anarquismo cómo pensamiento crítico?

Bajo qué sentido es vigente hablar en torno al pensamiento crítico en la actualidad. En un presente de guerra total contra la humanidad. Y en esa perspectiva, desde qué parámetros es posible considerar al horizonte ético-político libertario como pensamiento crítico. Sobre todo cuando habitualmente el anarquismo es considerado “como el pariente pobre del marxismo, teóricamente un poco cojo pero compensando ideológicamente, quizás, con pasión y sinceridad” [1], y sumando a esto, las referencias a propósito de su devenir (…) asumen que es básicamente parecido al marxismo: el anarquismo se presenta como la invención de ciertos pensadores del siglo xix (Proudhon, Bakunin, Kropotkin...) que sirvió entonces para inspirar a organizaciones de clase obrera, se vio envuelta en luchas políticas, se dividió en corrientes… [2].
 
Por pensamiento crítico entiendo, en primer lugar, uno que existe solo como crisis y negación, es decir, una elucidación que conjura en todo momento las posibilidades de institucionalizarse, de ser recuperado por el capital, que rechaza desviar su fuerza destructora hacia los espacios-tiempos de la sociedad del espectáculo. En segundo, únicamente emerge como parte de una práctica existencial y política radical: anticapitalista, antiestatal, antipatriarcal y anticolonial. Y en tercero, es pensar histórico, al tener como punto de partida “el sujeto existente que se autoproduce, haciéndose dueño y señor de su mundo, que es la historia, y sólo puede existir como conciencia de su actividad” [3].

Cualquier teorización que se aboque a la defensa de los ideales liberales que por otro nuevo, bajo un argumento que se presenta como izquierdista y revolucionario, no son más que expresiones distintas de un mismo pensamiento débil [4], uno donde la práctica radical, aquella donde los medios y el fin no están separados, está ausente. Como sabemos: (…) la praxis revolucionaria existe y podemos traer a colación ejemplos como la autoorganización de barrios en Grecia, la conducta de los kurdos sirios en la guerra contra diversas autoridades, las luchas de los indígenas y pobladores mexicanos, el movimiento Pase Libre en Brasil, la revuelta mapuche en Chile... En cambio, no podemos afirmar con igual rotundidad que la teoría revolucionaria existe, pero en fin, si bien no hay una teoría unitaria presente que sirva para la comprensión de la época actual y la explique con contundencia, tampoco su campo es un desierto, pues hay indicios de sobra de la existencia de un pensamiento libre, manifestándose en revistas, libros, radios libres, charlas, etc. Por suerte, el pensamiento débil todavía no es la norma [5].

Por tanto, el anarquismo como “forma de existencia contra la dominación” [6], donde se funde en un mismo proceder la idea y el hacer, es pensamiento crítico. Es una tentativa de ruptura con toda teoría estática y atemporal, puesto que se sitúa como una deriva reflexiva que se resignifica desde cada ahora-tiempo, desde los sujetos y su actividad de auto-creación, donde “construir el presente es corregir el pasado, cambiar los signos del paisaje, liberar de su ganga los sueños y los deseos insaciados” [7].

Así, la pertinencia de una elucidación crítica reside en “la importancia de la negación, del no-conformismo. El mayor obstáculo al libre examen es la sumisión a la épistéme de una época” [8]. Lo que lo vuelve crítico es permanecer en confrontación con la realidad, es decir, desde el conflicto entre la dominación y la irrupción de posibilidades emancipatorias, además que consigo mismo. Sólo eso lo puede salvar de convertirse en dogma.

El anarquismo, como horizonte ético-político, se posiciona dentro de la tradición de los oprimidos [9], de esa constelación rebelde que se instituye desde prácticas y proyectos radicales. En tanto una elucidación crítica y reflexiva que pone en cuestión lo instituido, trata de descubrir las fantasmagorías que encubren la sociedad heterónoma en su forma capitalista: el trabajo, la patria, el gobierno, la familia burguesa, la religión…

A pesar de que el movimiento libertario ha sido despreciado y ha sido ocultada su participación en una diversidad de experiencias revolucionarias, de revuelta y organización; no obstante que se ha silenciado que el horizonte libertario es parte instituyente de las constelaciones revolucionarias de por lo menos los últimos 170 años, las formas anarquistas de hacer política se dirigen a deshacer la dominación en todas sus formas y manifestaciones; el movimiento libertario no sólo se posiciona contra el capitalismo y el Estado, sino contra el patriarcado, el autoritarismo, las formas de poder coercitivo, la explotación y uso mercantil de la naturaleza.

La potencialidad de un pensar crítico está, entonces, en hacer crisis de lo existente, en la negatividad que significa un devenir, una existencia que se configura como rechazo unitario de lo existente. No se reduce a una crítica chata de lo dado: discurso pseudo-crítico que se queda en lo aparente (por ser una mirada alienada) y superficial, naturalizándolo, con lo que termina forjando una empatía con los vencedores, con los opresores. Por el contrario es una rebelión que irrumpe simultáneamente como hacer y pensar, encaminada a crear formas de vida intensas, apasionantes, en el aquí y ahora. Lo que se evoca es una revolución de la vida cotidiana, entendida como destrucción de todo lo que nos aliena, lo que nos separa10 e impide construir una vida unitaria.

El anarquismo frente a la política del olvido

La tradición libertaria en la actualidad ha tenido que enfrentar una política de silenciamiento, que es una política del olvido, ya que se oculta (…) por omisión, desechando los numerosos indicios que señalaban la realidad de un pasado […] para no poner en cuestión esquemas de interpretación preestablecidos, basados en determinados intereses ideológicos y políticos. Pero también se silenciaba por desfiguramiento, cuando resultaba imposible negar la realidad de ese pasado [11].

Romper con el silenciamiento político, sacar del olvido al horizonte y a las prácticas libertarias, necesita de una mirada a contrapelo del antagonismo social. Una historia a contrapelo del anarquismo no es tratar de descubrir sus grandes hazañas del pasado, no es hacer biografía de los militantes más entregados a la causa libertaria, no es un esfuerzo por encontrar en el pensamiento anarquista de la segunda mitad del Siglo XIX y las primeras décadas del Siglo xx, sino las respuestas para enfrentar la dominación y la explotación en el presente.

El ocultamiento de las prácticas libertarias y sus posicionamientos no es casualidad, pues sus nociones, la irreductibilidad ética que mostró el movimiento en cada momento de lucha, increpa, descubre que parte de los discursos que se presentan como radicales, revolucionarios y contestatarios “en realidad no son más que liberales: están interesados en el ensanchamiento de las libertades individuales y en la consecución de la justicia social”. [12]

Una historia a contrapelo del anarquismo es fijar la mirada en lo que está siendo hoy el horizonte libertario y a partir de esa imagen crear una constelación con las experiencias, sujetos e ideas del pasado; labor centrada en darle vitalidad, actualidad y movimiento a los tiempos vividos de lucha e insubordinación, al convertir estos momentos de ruptura y conflicto en astillas que se incrusten en la memoria rebelde de los movimientos anticapitalistas del tiempo del ahora, en sus formas de hacer política y en sus proyectos de creación de mundos otros.

De este modo, lo que irrumpe en el hoy es aquello que es parte de sus nociones prácticas, resignificadas y situadas de acuerdo al contexto de conflicto de cada sujeto social la congruencia entre medios y fines, algo sobre lo que el movimiento anarquista siempre se ha mantenido irreductible; en lo organizativo se ha contrapuesto la afinidad, la confianza y la solidaridad a las formas instrumentales y verticales; así como la recurrencia a la acción directa y a proyectos basados en la perspectiva de la autogestión de la vida, como cuestionamiento de la representación y la heteronomía.

La emergencia del anarquismo en la actualidad, está en la irrupción multiforme de formas de hacer política y de organización, así como de posicionamientos ético-políticos afines o situados dentro del horizonte libertario en una pluralidad de movimientos anticapitalistas. La presencia de los posicionamientos y de la elucidación crítica y cuestionadora, que históricamente se le ha atribuido al anarquismo, en el antagonismo social del tiempo del ahora pone en crisis las certezas desde las que se afianzaba el propio movimiento y el pensamiento anarquista entre la década de 1870 y buena parte del Siglo XX. En este sentido, las preguntas relativas a (…) la pregunta por la actualidad de algo pone siempre en relación a un pasadocon un presente, esto es, relaciona posibilidades de hoy con la memoria de un ayer. En la pregunta por la actualidad del anarquismo, la memoria del «anarquismo» que está en juego es un saber social y político, constituido por una diversidad de prácticas sociales que ha surgido en la historia como respuesta a determinados problemas: la opresión social e individual, la violencia política y religiosa, la guerra, la explotación, el desempleo, la miseria, la masificación de los sujetos, etc. Las posibilidades de hoy, por su parte, se refieren a una multiplicidad de iniciativas, movimientos y experiencias sociales y culturales que han venido surgiendo en las sociedades contemporáneas [13].

El anarquismo ha adquirido un papel protagonista en las luchas y resistencias contra el capitalismo del presente; y ese protagonismo, en tanto proceso de actualización e innovación que ha implicado el tener que recrear su hacer y su pensar desde la cotidianidad del conflicto social, ha supuesto también que se trastoquen y pongan en duda parte de las certidumbres que en cierto momento se consideraron válidas. Se han incorporado nuevos saberes y prácticas, pero también, se han reafirmado y fortalecido posturas ético-políticas, formas de organización y cuestionamientos que han sido instituyentes del anarquismo desde sus orígenes [14]. Por lo que las (…) preguntas relativas a la actualidad del anarquismo, entendida como actualización de la memoria anarquista, exige confrontar lo común de las múltiples memorias de la anarquía con los problemas, necesidades y posibilidades de hoy y en esta confrontación, entrecruzar lo común de esas múltiples memorias [15].

Pensar la emergencia del anarquismo conlleva reconocer las actualizaciones y los cambios, la irrupción del anarquismo representa una ruptura de la repetición, partiendo de la concepción de Sergio Tischler “se puede decir que existe un surgir de, pero no una continuidad, porque la continuidad es continuidad de una estructura temporal. El surgir se propone algo nuevo, un salto, que es un cambio de la estructura de la temporalidad” [16].

Los saberes que aporta el anarquismo, a partir de sus historias y del trabajo reflexivo de los militantes [17], es una crítica radical a la dominación, los cuestionamientos que desarrolla contra el capitalismo y el Estado, contra la explotación, la democracia representativa, la idea de patria, el patriarcado y la crítica de los modos de vida parten de la negación de la división social entre unos que mandan y otros que obedecen; desde la crítica de la dominación se pone en duda toda forma extra-social, cualquier sujeto, cosa o idea que se ponga por encima de la sociedad, además, se trata de “auscultar —y eventualmente tensar— el malestar de una época” [18], se pretende una lucha “en el interior de la totalidad de las relaciones constitutivas” [19].

Para pensar el horizonte ético-político anarquista desde los que está siendo en el tiempo del ahora, hay que partir de que “no es un sistema ideológico cerrado y bien delimitado, sino un conjunto abierto y en permanente cambio de ideas y, sobre todo, de prácticas cuyo objeto es erradicar o limitar al máximo posible las relaciones de dominación” [20]. Aunque exista el supuesto riesgo señalado por Aníbal D´Auria, de que el anarquismo pueda “desdibujarse como un collage de ideas inconexas”21, es pertinente reconocer que si históricamente ha significado “más una forma de ser que un discurso teórico, que consistía en unas vivencias y en un compromiso existencial y ético más que en una doctrina sabiamente construida” [22].

Una primera aproximación al horizonte libertario actual es que las pretensiones no están en construir una Gran Teoría, sino en elucidar cualidades “para confrontar los problemas reales e inmediatos que emergen de todo proyecto de transformación” [23], Se trata de un hacer instituyente cualitativo [24] que va hacia la creación de una subjetividad radical, hacia la “construcción voluntaria de nuevas subjetividades” [25], ya que “una característica histórica del anarquismo ha sido su preocupación por la cuestión de los modos de vida y, a través de esta cuestión, por el problema de las condiciones de constitución de una subjetividad libre y plena” [26].

El compromiso ético-político del movimiento anarquista con la germinación de una subjetividad otra, nos esclarece que “el ideal libertario es el único que no pretende obligar a nadie a aceptar sus presupuestos, es el único que no pretende, para alcanzar tal o cual objetivo, incluir [a] los individuos en su seno, recurriendo a la fuerza si es necesario” [27]; un mundo no-capitalista y no-estatal, la anarquía en palabras de Eduardo Colombo “será posible solamente si los hombres la desean, y ponen en acción una voluntad revolucionaria” [28]. La postura ético-política libertaria exigen ante todo congruencia entre fines y medios; una sociedad libre y autogestionaria no se puede imponer.

La práctica libertaria como existencia contra la dominación

La impugnación de la dominación se acompaña de una serie de nociones-práctica que sobre todo están dirigidas a trastocar e increpar la vida cotidiana, son nociones-prácticas que constituyen formas de hacer política y de organización, que configuran relaciones sociales y significaciones no-estatales y no capitalistas; son nociones-prácticas porque al mismo tiempo se instituyen como un hacer y un pensar, simultáneamente son una ruptura de la dominación y una “política prefigurativa (es decir, modos de organización que conscientemente se asemejan al mundo que queremos crear)” [29].

En términos generales, podemos entender que para el movimiento anarquista la crítica de la dominación expresa “la negación central de la filosofía anarquista […] y por tanto la afirmación central de su valor fundante: la libertad” [30]. De ello podemos inferir que el horizonte libertario abarca la (…) rebeldía visceral […] rechazo de la democracia burguesa (representativa) […] una concepción de la historia diferente […] la indisociabilidad entre individualismo y solidaridad […] federalismo y autogestión […] educación integral […] revolución integral […] ética vitalista sin sanciones […] coherencia entre los medios y los fines [31].

La crítica anarquista contra la dominación tiene como punto de partida el reconocimiento de que la contradicción básica de la sociedad, de la cual se deprenden todas las demás, es la división social entre gobernantes y gobernados, entre unos que mandan y otros que obedecen: la dominación. Para los sujetos sociales que se instituyen desde el anarquismo, las significaciones imaginarias y las relaciones sociales de dominación, en tanto “desposesión del hombre de su capacidad simbólico-instituyente” [32], provoca la pérdida de la humanidad de las personas, “el hombre desnaturalizado existe en la degradación porque perdió su libertad, existe en la alienación porque debe obedecer” [33].

Cabe aclarar que los militantes anarquistas que han desplegado parte de la crítica a la dominación lo hacen desde el conflicto social, no se suponen meta-observadores de la sociedad, ni las mentes esclarecidas del movimiento revolucionario; la negación de toda forma de dominio irrumpe desde el extrañamiento de que la coerción y la jerarquía “sea la tónica invariable de todas las sociedades, de la mía […] [Y, además] porque imagino el contrario de esa sociedad, porque imagino la posibilidad lógica de una sociedad que ignorara la servidumbre voluntaria” [34].

El sostén de la crítica y de la posibilidad de imaginar algo otro, procede de la memoria, de una memoria negada y subversiva, que está enraizada “en un denso fondo de experiencias multiseculares y de saberes más o menos soterrados que constituyen el legado depositado por infinitas luchas contra la dominación y contra la explotación” [35], es “el recuerdo de la libertad y, por consiguiente, el deseo de volver a conquistarla” [36].

Bajo esta perspectiva, el anarquismo es “un método de vida y de lucha y debe ser practicado hoy y siempre” [37]; se puede entender como un “proyecto común para una multitud de situaciones, para una infinidad de maneras de sentir, de percibir y de actuar”38, pues significa “un instrumento para conocer y comprender y subvertir lo existente” [39]. El horizonte libertario, en tanto hacer pensante, al implicar nociones-prácticas que irrumpen simultáneamente, debe existir (…) subvirtiendo todo etnocentrismo y dogmatismo, la anarquía sólo puede darse como perpetua recreación y resignificación de ese fondo, en cada cultura. Se recrea desde lo creado, y se re-significa desde lo significado: la anarquía, como la utopía de Gustav Landauer, es el “recuerdo de todas las utopías anteriores [40].

La crítica libertaria rara vez acude a abstracciones para explicar el mundo social, su pensar deviene de la reflexión sobre lo histórico-social. Con respecto al análisis del capitalismo, el sentido de la elucidación va hacia el reconocimiento de que (…) la explotación se hace presente en el conjunto de la existencia al estar cada una de nuestras interacciones canalizadas hacia una forma de relacionarse que ya ha sido determinada en función de las necesidades del orden dominante, con el fin de garantizar la reproducción continuada de una sociedad en la que un@s poc@s controlan las condiciones de la existencia de tod@s, y por tanto poseen nuestras vidas [41].

En el mundo capitalista de la actualidad, “el proyecto social anarquista […] es producto de las condiciones reales de explotación y de la dominación de clase, de la forma del poder político y de las luchas sociales asociadas con él” [42]. En este cuestionamiento de la sociedad capitalista, de la institución del domino racional del presente, también, “la lucha contra el trabajo siempre ha sido central en la organización anarquista. Por ella se entiende no la lucha por una mejora en las condiciones de trabajo o por mejores salarios, sino por abolir totalmente el trabajo en tanto relación de dominio” [43].

La lucha contra el trabajo en el movimiento libertario, que no es una lucha contra el hacer creador de la sociedad ni contra la producción de aquello que satisfaga las necesidades de la propia sociedad, busca hacer manifiesto que “el ser humano moderno, occidental, vive en un mundo que funciona de acuerdo a los símbolos mecánicos y matemáticos del tiempo del reloj. Este le dicta sus movimientos e inhibe sus acciones” [44]. El disciplinamiento y la concepción de una vida que se basa en la repetición, donde no hay posibilidad de vivir múltiples vidas posibles, se cristaliza en el tiempo-reloj.

En este sentido, la crítica libertaria del capital no se contenta con una descripción de las relaciones sociales capitalistas, tampoco reduce sus cuestionamientos al ámbito de quién posee los medios de producción, propone como condición la abolición de la explotación y la alienación que instituye la mercantilización y privatización de la vida.

Lo que se debe reconocer es que la postura anticapitalista y, también, antiestatal que ha desplegado el anarquismo en sus elucidaciones, pero sobre todo, en sus formas de hacer política están enmarcadas en la ruptura de la dominación; por tanto, es pertinente comprender que el rechazo de la sociedad dividida entre dirigentes y ejecutantes —de la heteronomía— al ser la relación social de poder coercitivo y jerárquica que posibilita la explotación, es al mismo tiempo el rechazo del capitalismo y su Estado, del patriarcado y el racismo, de la relaciones desiguales entre jóvenes y adultos.

En esta tónica, la crítica al Estado no se reduce al cuestionamiento de quién ocupa y controla el gobierno, ni bajo qué régimen está organizado un país, ni se trata de sustituir un gobierno por otro. La base desde donde el movimiento anarquista niega las formas estatales de organización está en la ruptura y la superación de las formas de representación, de la división de la sociedad entre unos que mandan y otros que obedecen –entre gobernados y gobernantes–, en la lucha contra la fragmentación social de la sociedad para convertir al pueblo en ciudadanos.

El cuestionamiento al Estado va en la perspectiva de ese horizonte ético-político que busca desterrar “toda forma institucionalizada de coerción y, en consecuencia, toda forma instituida de poder político (o de dominación)” [45]. Dentro de la reflexión libertaria contra la dominación, no hay una mirada superficial y vulgarizada del Estado, no se considera como un mero instrumento de clase o grupo que lo detenta, no es una instancia neutral; históricamente ha sido un conjunto de relaciones sociales que han servido para reproducir la división de la sociedad entre dirigentes y ejecutantes, en la actualidad además de seguir garantizando la existencia una sociedad jerárquica y organizada mediante una forma de poder político coercitivo, es un Estado capitalista, pues sus relaciones sociales están instituida para permitir la reproducción de las relaciones de explotación, alienación y trabajo abstracto; (…) el Estado es, fundamentalmente, un paradigma de estructuración jerárquica de la sociedad, necesario e irreductible en el espacio del poder político o dominación […] es construido a partir de la expropiación que efectúa una parte de la sociedad sobre la capacidad global que tiene todo grupo humano de definir modos de relación, normas, costumbres, códigos, instituciones, capacidad que hemos llamado simbólico-instituyente [46].

Es evidente, entonces, que cualquier intento de transformación que pase por el Estado, está destinado a seguir creando formas de dominación, como señala Pierre Clastres, “toda sociedad dividida es una sociedad en servidumbre […] no opera distinción alguna interior del conjunto constituido por las sociedades divididas” [47], el mismo autor, reconoce que (…) no hay deslizamiento progresivo de la libertad hacia la servidumbre, no hay intermediarios, no hay la figura de un social equidistante de la libertad y de la servidumbre, sino la brutal desventura que provoca el derrumbamiento de la libertad de antes en la sumisión que le sigue [48].

Incluso, el tipo de gobierno que se nos presenta, por la sociedad del espectáculo, como la mejor forma de organización de la vida posible: la democracia, no puede ocultar el hecho de que también significa dominación, también se instituye como poder político coercitivo, también implica jerarquía, alienación y expoliación de la capacidad creativa de la sociedad, de la capacidad para decidir sobre lo que le compete directamente. La democracia sigue siendo parte de los “sistemas sociales en los cuales la función de regulación no está ejercida por la colectividad sobre sí misma, sino por una parte de la colectividad […] sobre otra” [49].

Lo que podemos percibir es que históricamente el movimiento libertario al no dejarse cautivar con el discurso liberal de la democracia, ha sabido reconocer y ha colocado en un mismo lugar al totalitarismo, al socialismo burocrático, al fascismo, al colonialismo, a la democracia liberal y representativa, al socialismo del siglo XXI, a cualquier forma de gobierno progresista y a las infiltraciones autoritarias que se lanzan a través de odas al poder popular.

La actualidad del anarquismo y la garantía de que siga existiendo y recreándose desde el antagonismo social, depende de que el horizonte libertario se mantenga todavía en una postura que se instituye como práctica y pensamiento “sin centro, sin dogma, combatiendo sin descanso a todo grupo que en su nombre pretenda definir una ortodoxia” [50]. Para dar lugar a un movimiento libertario y a un “anarquismo [que] es múltiple, diverso y abigarrado [51], que puede diluirse, irrumpir, actualizarse, increpar y aportar a las colectividades en ruptura, a los movimientos anticapitalistas en los instantes de conflicto social de cada ahora-tiempo.

El proyecto anarquista para autogestión integral de la vida

Los dos aspectos en lo que se pueden enmarcar los principales esfuerzos del movimiento anarquista, donde el horizonte ético-político libertario ha podido trastocar relaciones sociales de dominio, mediante sus formas de hacer política desplegadas desde los barrios, el mundo del trabajo, las comunidades en lucha y la clandestinidad de la vida cotidiana, es en la construcción de una subjetividad radical e insumisa, así como en la puesta en práctica de proyectos de autogestión, orientados a la generalización de ésta.

Para el movimiento libertario “la emancipación debe darse en la manera concreta de vivir y de relacionarse con los otros” [52], de ahí la necesidad de construir “una subjetividad autónoma y solidaria” [53], además, de la necesidad de la generalización de la autogestión, pues ésta (...) otorga un contenido de socialización llevado hasta el límite de la racionalización; por consiguiente, un contenido de lucha contra el centralismo y contra toda planificación constituida por la propiedad privada de una casta de profesionales de la economía y de la política [54].

La subjetividad que está en germen en la praxis anarquista “no implica descuidar la sociedad” [55], todo lo contrario, “la subjetivación no se hace al margen de los otros, sino con los otros y contra los otros, en la construcción de nuevas relaciones humanas en todas las esferas de la actividad social” [56]. La creación de una subjetividad reflexiva y autónoma se encuentra con el proyecto de autogestión, (…) en tanto que modo de regulación situado en la base, en las unidades más moleculares de la producción y de la vida diaria, exige, al nivel más global, un trastorno de la política instituida, de la noción sacrosanta de centro tal y como sólo el pensamiento libertario ha intentado concebirla [57].

Para el movimiento libertario una sociedad en libertad se construye en el aquí y ahora, destruyendo la dominación y creando autogestión al mismo tiempo; a partir de instantes vividos de ruptura y antagonismo se elucidan relaciones sociales y significaciones imaginarias otras, que van proyectando un nuevo sentido de la vida, antiestatal y anticapitalista.

Supone instantes revolucionarios, porque desde el horizonte ético-político libertario la revolución social es una revolución de la vida cotidiana, ya que involucra la extensión de la acción directa como medio de lucha, la generalización de la autogestión y la creación de una subjetividad insumisa. La revolución social es “la instauración de nuevas instituciones y modos de vivir al interior de la sociedad impugnada” [58], es decir, una “voluntad de revolucionar cultural y políticamente a la sociedad” [59].

El horizonte anarquista no recurre a un sujeto revolucionario en abstracto o preestablecido por una teoría desarrollada por alguna persona, sólo los sujetos en lucha, capaces de generar instantes que interrumpan la dominación, son durante ese momento el sujeto revolucionario, en este sentido, cada sujeto social está desgarrado por la contradicción entre la ruptura y la repetición, en el día a día cada sujeto social vive instantes de insubordinación e instantes de dominación; “no existe el pueblo homogéneo, sino gentes diversas, categorías. No existe la voluntad revolucionaria de las masas, sino momentos revolucionarios” [60].

Esta revolución social descentralizada y discontinua es, al mismo tiempo, la defensa de formas de vida y relaciones sociales que siguen resistiendo desde hace cientos de años al capitalismo —como la cultura y las formas comunales de vida de los pueblos indígenas—, y la creación de nuevas significaciones, prácticas y relaciones sociales que vayan más allá del capitalismo y el Estado, es decir, que interrumpan el continuum de la dominación. Así pues, no existe nada más lejos que pensar que la era de las revoluciones ha finalizado con la imposición del neoliberalismo como único modo de vida posible o con el fracaso de los socialismos reales.

Para el anarquismo lo que prima es una revolución integral, que trastoque cada aspecto de la vida, no basta con disolver el Estado o socializar los medios de producción, es necesario deshacer el patriarcado, el racismo, el autoritarismo, la jerarquía. Lo único sobre lo que se puede tener cierta claridad en el horizonte ético-político libertario, como propuesta de vida, es que “no se puede posponer para después de una eventual revolución la puesta en práctica de los principios de vida socio-antagónicos y que no se puede supeditar el presente a las promesas ubicadas en el futuro” [61]. La posibilidad de dar rienda suelta a una tentativa de vida anárquica está en lo que hoy seamos capaces de prefigurar, en los territorios donde existimos y desde los que luchas y nos organizamos. En cada gesto, acción, palabra, silencio que hagan nacer a cada instante una colectividad libre.

Por más que callen
por más vueltas que de el mundo
por más que nieguen los acontecimientos
por más represión que el Estado instaure;
por más que se laven la cara con la democracia burguesa […]
por más guerras y represión que impongan;
por más que intenten negar la historia y la memoria de nuestra clase;
Más alto diremos:
asesinos de pueblos
miseria de hambre y libertad
negociadores de vidas ajenas
más alto que nunca, en grito o en silencio,
recordaremos vuestros asesinatos
de gentes, vidas, pueblos y naturaleza.
De labio en labio, paso a paso, poco a poco.”
                         Salvador Puig Antich

Notas:

[1] GRAEBER, D & GRUBACIC, A (2012). “El anarquismo, o el movimiento revolucionario del siglo XXI”, en: ZCommunications. Disponible: http://zinternational.zcommunications.org/Spanish/1204graeber.htm, (02 julio/2012).
[2] Ibídem.
[3] DEBORD, G (2002). La sociedad del espectáculo. Pre-Textos, Valencia, p. 76.
[4] AMORÓS, M (2016). “Las utopías forman parte del combate”. Entrevista a Miquel Amorós”, In: Diagonal. Disponible en: https://www.diagonalperiodico.net/blogs/aitor-jimenez-y-pedro-jose-mariblanca/entrevistamiquel-amoros-teorico-y-militante-anarquista, (15/marzo/2016).
[5] Ibídem.
[6] FERRER, Ch (2006). Cabezas de tormenta. Terramar, Buenos Aires, p. 19.
[7] VANEIGEM, R (1988). Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones. Anagrama, Barcelona, p. 245.
[8] COLOMBO, E (2006). La voluntad del pueblo. Democracia y anarquía. Terramar, Buenos Aires, p. 91.
[9] BENJAMIN, W (2008). Tesis sobre la historia y otros fragmentos. Itaca-unam, Ciudad de México.
[10] DEBORD, G (2002). Op. cit.
[11] GÓMEZ MULLER, A (2009). Anarquismo y anarcosindicalismo en América Latina. Colombia, Brasil, Argentina y México. La Carreta, Medellín, p. 10.
[12] GRAEBER, D (2002). “Los nuevos anarquistas”. New Left Review. nº.13, marzo-abril, pp. 139-151.
[13] Ibídem, pp. 16-17.
[14] Como la pertinencia de la acción directa, la horizontalidad y la afinidad, junto con la crítica de la representación, la jerarquía y la coerción para desplegar formas de autogestión de la vida.
[15] GRAEBER, D (2002). Op. cit., pp. 20-21.
[16] TISCHLER, S (2009). Imagen y dialéctica. Mario Payeras y los interiores de una constelación revolucionaria, f&g-buap-icsh-flacso, Ciudad de Guatemala, p. 79.
[17] Es importante destacar que en el anarquismo no ha existido la figura del intelectual profesional, cuya función seria dar la línea política correcta y pretender ser la vanguardia de los movimientos revolucionarios, si bien, ello no significa que en el movimiento libertario esté ausente el pensamiento crítico y la reflexión, estos han sido creación de los propios militantes, son el resultado de una elucidación desde la propia práctica política y su visión sobre el contexto histórico-social.
[18] FERRER, Ch (2006). Op. cit., pp. 11-12.
[19] COLSON, D (2003). Pequeño léxico filosófico del anarquismo. De Proudhon a Deleuze. Nueva Visión, Buenos Aires, p. 33.
[20] ROCA MARTÍNEZ, B (2008). Anarquismo y antropología. Relaciones e influencia entre la antropología social y el pensamiento libertario. La Malatesta, Madrid, p. 11.
[21] D´AURIA, A (2007). “Introducción al ideario anarquista”, In: El anarquismo frente al derecho. Lecturas sobre propiedad, familia, Estado y justicia. Grupo de Estudios sobre el anarquismo. Terramar, Buenos Aires, p. 11.
[22] IBÁÑEZ, T (2006). ¿Por qué A? Fragmentos dispersos para un anarquismo sin dogmas. Anthropos, Barcelona, p. 176.
[23] GRAEBER, D (2011). Fragmentos de antropología anarquista. Virus, Bilbao, p. 15.
[24] Entiendo lo cualitativo como “un resumen, una condensación, una comunicación directa”. VANEIGEM, R (1988). Op. cit., p. 207. Esos gestos, palabras, actitudes, pensamientos y prácticas radicales que manifiestan “de manera innegable la presencia de la posibilidad abierta a la poesía, es decir, a la construcción total de la vida cotidiana, a la inversión global de perspectiva, a la revolución”. Ibídem.
[25] COLSON, D (2003). Op. cit., p. 30.
[26] GÓMEZ MULLER, A (2009). Op. cit., p. 21.
[27] IBÁÑEZ, T (2006). Op. cit., p. 11.
[28] COLOMBO, E (2006). Op. cit., p. 36.
[29] GRAEBER, D & GRUBACIC, A (2012). Op. cit.
[30] BERTOLO, A (2005). “Poder, autoridad, dominio: una propuesta de definición”, in: FERRER, Ch (Comp.) (2005). El lenguaje libertario. Antología del pensamiento anarquista contemporáneo. Terramar, Buenos Aires, p. 96.
[31] D´AURIA, A (2007). Op. cit., p. 31.
[32] COLOMBO, E (1994). “El anarquismo ante la crisis de las ideologías”, in: Ateneu Eciclopèdic Popular, Ateneu Llibertari “Poble Sec”, Fundación d´Etudis Llibertaris i Anarcosindicalistes, Fundación Anselmo Lorenzo.
Anarquisme: exposició internacional. Fundación d´Etudis Llibertaris i Anarcosindicalistes-Ateneu Eciclopèdic Popular- Ateneu Llibertari “Poble Sec”, Barcelona, p. 44.
[33] CLASTRES, P (2005). “Libertad, desventura, innombrable”, in: FERRER, Ch (Comp.) (2005). Op. cit., p. 39.
[34] Ibídem, p. 33.
[35] IBÁÑEZ, T (2006). Op. cit., p. 184.
[36] CLASTRES, P (2005). Op. cit., p. 47.
[37] COLOMBO, E (2006). Op. cit., p. 38.
[38] COLSON, D (2003). Op. cit., p. 31.
[39] BERTOLO, A (2005). Op. cit., p. 83.
[40] GÓMEZ MULLER, A (2009). ). Op. cit., p. 54.
[41] WILLFUL D (2006). “Desarrollar relaciones de afinidad”, in: WILLFUL, D (2006). Ni intelectualismo ni estupidez y otros textos. Mariposas del Caos, Buenos Aires, p. 7.
[42] COLOMBO, E (2006). Op. cit., p. 37.
[43] GRAEBER, D (2011). Op. cit., p. 91.
[44] WOODCOCK, G (1995). “La dictadura del reloj”, in: BAIGORRIA, E (Comp.) (1995). Argumentos para la
sociedad del ocio. La Marca, Buenos Aires, p. 34.
[45] COLOMBO, E (2006). Op. cit., p. 34.
[46] COLOMBO, E (2005). “El Estado como paradigma de poder”, en: FERRER, Ch (Comp.) (2005). Op. cit., p. 59.
[47] CLASTRES, P (2005). Op. cit., p. 35.
[48] Ibídem.
[49] BERTOLO, A (2005). Op. cit., p. 89.
[50] COLOMBO, E (2006). Op. cit., p. 38.
[51] Ibídem.
[52] GÓMEZ MULLER, A (2009). Op. cit., p. 22.
[53] Ibídem., p. 15.
[54] LOURAU, R (1980). El Estado y el inconsciente. Ensayo de sociología política. Kairos, Barcelona, p. 201.
[55] GÓMEZ MIULLER, A (2009). Op. cit., p. 21.
[56] Ibídem., p. 23.
[57] LOURAU, R (1980). Op. cit., p. 201.
[58] FERRER, Ch (Comp.) (2006). Op. cit., p. 11.
[59] Ibídem., p. 13.
[60] BERNERI, C (1998). Humanismo y anarquismo. Los Libros de la Catarata, Madrid, p. 84.
[61] IBÁÑEZ, T (2006). Op. cit., p. 184.



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