Clavel Rangel (Correo del Caroní)
Transcurría un año de conflicto en la Siderúrgica del Orinoco (Sidor). La acalorada negociación del contrato con la transnacional Ternium, administradora entonces del 80% de las acciones de la acería, había llegado a un punto de quiebre con el Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Siderúrgica y Sus Similares (Sutiss). Los reclamos eran diversos pero el nudo estaba en la cláusula de aumento salarial. Los trabajadores, unos 7 mil en nómina hasta entonces, reclamaban a Ternium que los hacía ejercer entre dos y hasta tres oficios pero solo pagaba uno, que les pagaba un salario precario, que había una alta tasa de accidentes laborales y que, además, desviaba ganancias en un arreglo fiscal que permitía un menor reparto de utilidades entre los trabajadores.
Estamos hablando de febrero de 2008, de una acería que estaba al tope de su producción: 4.3 millones de toneladas de acero líquido anuales, y que, en ese tope, también le abundaban los problemas asociados a las industrias productivas: el reparto de las ganancias. Sidor estaba en el tope y también, de alguna manera, Hugo Chávez. Había resultado invicto en una sucesiva cadena de elecciones (salvo el referendo) y la conquista del movimiento de los trabajadores todavía era una deuda en sus planes. En Guayana, el entonces comandante vio la posibilidad de congraciarse con el movimiento siderúrgico, el más importante del país luego del petrolero, y la nacionalización de Sidor fue un comienzo.
Transcurría un año de conflicto en la Siderúrgica del Orinoco (Sidor). La acalorada negociación del contrato con la transnacional Ternium, administradora entonces del 80% de las acciones de la acería, había llegado a un punto de quiebre con el Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Siderúrgica y Sus Similares (Sutiss). Los reclamos eran diversos pero el nudo estaba en la cláusula de aumento salarial. Los trabajadores, unos 7 mil en nómina hasta entonces, reclamaban a Ternium que los hacía ejercer entre dos y hasta tres oficios pero solo pagaba uno, que les pagaba un salario precario, que había una alta tasa de accidentes laborales y que, además, desviaba ganancias en un arreglo fiscal que permitía un menor reparto de utilidades entre los trabajadores.
Estamos hablando de febrero de 2008, de una acería que estaba al tope de su producción: 4.3 millones de toneladas de acero líquido anuales, y que, en ese tope, también le abundaban los problemas asociados a las industrias productivas: el reparto de las ganancias. Sidor estaba en el tope y también, de alguna manera, Hugo Chávez. Había resultado invicto en una sucesiva cadena de elecciones (salvo el referendo) y la conquista del movimiento de los trabajadores todavía era una deuda en sus planes. En Guayana, el entonces comandante vio la posibilidad de congraciarse con el movimiento siderúrgico, el más importante del país luego del petrolero, y la nacionalización de Sidor fue un comienzo.
La madrugada del 9 de abril, en plena discusión de la convención colectiva en Macagua, y cuando la discusión estaba en un punto muerto, el entonces viceministro de la república Ramón Carrizales anuncia la estatización de Sidor. Fue el inicio de una década de complacencias políticas y luego del declive del movimiento sidorista. Aquí unas claves:
El primero y único contrato
Es cierto: la firma de la convención colectiva en Sidor marcó un hito para el movimiento siderúrgico en 2008. No solo en lo económico, también en lo político. Chávez selló el acuerdo en los patios de la estatal y aquella escena quedó inmortalizada con decenas de bobinas de acero en el escenario, bobinas que -por cierto- nunca más se produjeron. Pero en adelante, aquel contrato, sería el primero y último en esta década. Dirigentes del comité ejecutivo de Sutiss en 2008 recuerdan las bondades de aquel primer acuerdo en socialismo, cuyo retroactivo, unos 35 millones de los de entonces, permitió a los trabajadores comprar carros y hasta viviendas. Lo rememora el entonces secretario general de Sutiss y dirigente de Patria Para Todos (PPT), Nerio Fuentes, en conversación con Correo del Caroní. “Al principio nuestra idea no era la nacionalización, sino mejorar nuestra calidad de vida. Eso fue un gran esfuerzo de muchos años”.
La discusión del próximo contrato, sin embargo, fue postergada en 2010 como parte de un acuerdo político reconocido por el presidente de Sutiss, José Luis Hernández, y no fue hasta 2013 que nuevamente se comenzara a hablar del contrato. Aquel período de protestas y marchas terminó con el anuncio de la entonces ministra de Comunicación, Delcy Rodríguez, la mañana del 14 de agosto de 2014, sin que en realidad existiera tal acuerdo. "En este momento se logra acuerdo con los verdaderos trabajadores de Sidor. José Meléndez logró el acuerdo que pone fin a las acciones violentas".
Lo que siguieron fueron intensas protestas y la movilización de los trabajadores que terminó en la detención de tres trabajadores en los calabozos del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) durante nueve meses, y calificaciones de despido para trabajadores de base. Una verdadera aplanadora para el movimiento sindical. Desde entonces, el contrato colectivo de los sidoristas es un misterio. No hay ningún documento impreso ni homologado en el Ministerio del Trabajo.
Control obrero
Un hecho que quizás explica por qué el movimiento siderúrgico no reaccionó a la detención de sus compañeros, quizá puede encontrarse en el intento de control obrero. Un ensayo del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) de controlar a los trabajadores desde las bases, y a la dirigencia sindical con prebendas políticas, y en la que no pocos dirigentes cayeron.
Con la nacionalización vino la idea de que los trabajadores tendrían el poder sobre la producción. Un año después de la reestatización de la fábrica, Chávez instaló el Plan Guayana Socialista 2009-2019, cuya primera polémica fue la filtración de parte del plan era eliminar a los sindicatos porque obedecían a un sistema de privilegios capitalistas. El Plan Guayana Socialista proponía, además, una estructura horizontal para gerenciar las empresas, mesas de trabajo para designar jefes que eran electos por los trabajadores y además el relanzamiento de un encadenamiento productivo que, a posteriori, desmembró a la Corporación Venezolana de Guayana (CVG).
Sidor, y todas las empresas básicas invirtieron cientos de horas hombres en mesas de trabajo en las que participa el sindicato sin que llegara a concretarse ninguna decisión trascendental. En la práctica, y a la fuerza, las corrientes sindicales vinculadas al partido de gobierno terminaron designando a los gerentes y al presidente de la fábrica. El primero de ellos -y último- fue el ingeniero Carlos D’Oliveira. El ensayo y fracaso del control obrero concluyó con la instalación de una casta militar que persiste hasta hoy en la gerencia y militarización de todas las empresas, incluyendo Sidor.
No a la tercerización
La filiación política como carnet para acceder a la toma de decisiones en Sidor no fue el único esfuerzo del Ejecutivo por quebrar al movimiento sindical, también lo hizo desde la promesa de eliminar la tercerización una vez se concretara la nacionalización. Fue de ese acuerdo que comenzó la primera transferencia de trabajadores a la empresa, y la puerta que permitió la entrada –también- de la violencia, corrupción, venta de cupos de empleo y a personas armadas, provenientes de la delincuencia organizada, con el firme propósito de controlar al movimiento sindical. Emblemático es el caso del asesinato del Gordo Bayón saliendo de la discusión del contrato colectivo de Sutiss, en Caracas.
Rodolfo Sanz, entonces ministro de Industrias Básicas y Minería, creó y apadrinó a varios dirigentes y líderes de lo que entonces fue el Movimiento 27 que agrupaba a dirigentes tercerizados que, en su mayoría, eran ajenos a la industria siderúrgica. Entre 2008 y enero de 2012, por ejemplo, 6 mil 128 trabajadores ingresaron a Sidor fijos. De los 2 mil 807 tercerizados que entraron entre marzo y agosto de 2011, sólo el 52 por ciento era inherentes y conexos según los estándares de Sutiss y el Ministerio de Industrias Básicas y Minería. De haberse suplido las vacantes de los inherentes y conexos (3 mil 700), el 65 por ciento no hubiese cumplido con los requisitos establecidos por la comisión paritaria.
La inclusión de los contratados se hizo desafiando los propios balances financieros elaborados por el Plan Guayana Socialista 2009-2019. En la práctica el Gobierno utilizó a estos trabajadores como grupos de choque para quebrar huelgas y fragmentar a Sutiss. Sólo en el primer semestre de 2012 las pérdidas de la acería superaban a las del ejercicio fiscal de 2011. Al ya insostenible crecimiento de la nómina, se sumaron decenas de paros que acabaron con las empresas de servicios dentro de Sidor.
La intervención final
La estocada final al movimiento siderúrgico ha sido la suspensión de las elecciones sindicales desde enero de 2015. Una especie de intervención ejecutada por la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) que, tres años después, no ha sido resuelta. Horas antes de que comenzaran los comicios en el portón III de Sidor, la sentencia del TSJ dejó en vilo no solo a la comisión electoral sino a todo el comité ejecutivo de Sutiss.
El hecho, ignorado por la clase política como un hecho menor, fue la antesala de la intervención y paralización de una decena de elecciones populares en todo el país, incluyendo la de referendo revocatorio convocado por la oposición para 2016. El magistrado Malaquías Gil Rodríguez, el mismo que detuvo las elecciones sindicales en Sidor, figuró, por ejemplo, en la ponencia conjunta que declaró inadmisible el recurso contencioso electoral con medida de amparo interpuesto por la fiscal general de la República, Luisa Ortega Díaz, en 2017. Desde entonces las elecciones en Sutiss no solo están paralizadas como la industria, también se ha socavado la dignidad de los trabajadores con salarios que apenas permiten comprar dos cartones de huevos.
El portón III de Sidor es una desolada terminal de pasajeros a la que acuden, según cálculos de dirigentes, la mitad de los trabajadores porque la flota de transporte está accidentada. Algunos como el veterano dirigente sidorista, José Luis Alcocer, creen que recuperar el movimiento sindical pasa por recuperar la producción necesariamente. “¿Cómo vas a hacerlo con una gente derrotada, desalentada? Tenemos que ser orientadores. Se han hecho algunos intentos, pero hay que tener vocación”.
Según el exsecretario general de Sutiss, Nerio Fuentes, en el sindicalismo se han retrocedido por lo menos 30 años. “Volvimos a la época que la que el sindicalista le entrega el trabajador lo que quiera, porque es el único que sabe sacar cuentas. Los trabajadores están muy mal pero los sindicalistas están muy bien”. Para este lunes 9 de abril el movimiento Alianza Sindical, corriente oficialista dentro de Sidor, ha convocado a una asamblea de trabajadores para explicar el pago de un nuevo bono que pretende sustituir los ajustes en la escala salarial.
[Tomado de http://www.correodelcaroni.com/index.php/laboral/item/63444-el-ocaso-del-movimiento-siderurgico.]
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