Gustavo Grazioli
La historia siempre detrás de una narración, con los objetivos reservados para la voz de un poder dominante, ancló profundamente en el sentido común y el desarrollo de una cosmovisión destinada a la victoria del poder burgués. Las personalidades destacadas por esta Historia con mayúscula no dejaban lugar para nada que no estuviera profesando una civilización planificada por los papeles del cuento perfecto. Hasta no hace tanto tiempo osar con contrariar este abecedario era motivo de ostracismo por parte de la cultura y/o causante, muchas veces, de un exilio forzado del país para seguir con vida. Y así le pasó a Osvaldo Bayer, que por textos como La Patagonia Rebelde o Severino Di Giovanni: el idealista de la violencia, su voz comenzó a ser callada y amenazado para que dejara el país. Lo cual tuvo que hacer para ir a vivir a Alemania.
La historia siempre detrás de una narración, con los objetivos reservados para la voz de un poder dominante, ancló profundamente en el sentido común y el desarrollo de una cosmovisión destinada a la victoria del poder burgués. Las personalidades destacadas por esta Historia con mayúscula no dejaban lugar para nada que no estuviera profesando una civilización planificada por los papeles del cuento perfecto. Hasta no hace tanto tiempo osar con contrariar este abecedario era motivo de ostracismo por parte de la cultura y/o causante, muchas veces, de un exilio forzado del país para seguir con vida. Y así le pasó a Osvaldo Bayer, que por textos como La Patagonia Rebelde o Severino Di Giovanni: el idealista de la violencia, su voz comenzó a ser callada y amenazado para que dejara el país. Lo cual tuvo que hacer para ir a vivir a Alemania.
Bayer, divulgador incansable del “lado B de la historia”, realizó un trabajo sobre las partes olvidadas y desempolvó los efectos adversos de las voces uniformes que le pusieron nombre a muchas zonas de la historia argentina, llevándose consigo el poder de la hegemonía e instaurando un término, por ejemplo, muy enfrentado por este historiador libertario, que tuvo que ver con una de las masacres más sangrientas hacia nuestros pueblos originarios y que siempre fue denominada con palabras mayúsculas como “La conquista del desierto”. Y así de efectista es el discurso imperante porque, por más detalle que parezca, la historia está plagada de términos que han colocado las clases dominantes.
“Es que, sin duda alguna, la historia la escriben los que logran mantenerse en el poder. Y eso es lo que nos pasó. Se tomaron como ejemplo personajes que hicieron uso de la violencia extrema, del poder para provecho propio, y se adoptó como modelo la ‘civilización’, que provenía del pensamiento europeo, sin adaptarlo a las formas autóctonas de las tierras ‘descubiertas’, repitiendo así la trágica historia del llamado continente ‘civilizado’, el ‘primer mundo’, con sus genocidios, sus racismos, sus interminables disputas fronterizas, la explotación al máximo de sus conquistas coloniales, traicionando el denominado espíritu cristiano, que se utilizó como motivo fundamental para hacer todo lo contrario de lo que se declamaba”, escribe Bayer en una nota publicada en la revista Acción del 2010.
Todo este entramado es por el cual el historiador libertario ha luchado de forma incansable, para ponerse al servicio de otro vocabulario. En el libro sobre Severino Di Giovanni trabaja con esta figura que, a través de la acción directa, va a ir en busca de la liberación. Rescata la procedencia y la lucha de este anarquista expropiador y pone de relieve su filosofía y el origen de su odio, arrastrado desde Italia por la represión del fascismo. Este personaje, que hasta ese momento había sido relegado solamente a la sección de policiales de los diarios, es rescatado y justamente lo convierte en uno de los protagonistas de la historia del siglo XX de Argentina. Aparece una dimensión que tiene que ver con su capacidad de ideólogo y su forma de militar y expandir las ideas anarquistas en nuestro país, mostrando su capacidad para llevar sus ideas hasta las últimas consecuencias.
“Mientras tanto, la Liga Patriótica Argentina con Manuel Carlés a la cabeza está atenta. La entidad nacionalista integrada por la flor y nata de la juventud del barrio norte y los egresados de los colegios religiosos y que tuviera importante actuación en la represión obrera de la Semana Trágica y del levantamiento obrero en la Patagonia, no se ha quedado dormida en los laureles. Está lista para aplastar a los anarquistas y a todos aquellos sustenten ‘ideas antiargentinas’”, cuenta Bayer en el libro, refiriéndose a este grupo parapolicial que se había puesto a disposición de la embajada de Estados Unidos luego de la explosión de una bomba que tenía fines de reclamo frente a la ejecución que ya estaba programada en el país norteamericano para liquidar a los anarquistas Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti. “¡Demos fuego a la dinamita vindicadora!”, se lee previamente en un epígrafe del mismo Severino Di Giovanni.
Bayer reconstruye el nombre de una lucha y acerca la lupa hasta los detalles que se han pasado por alto, por el filtro de los distintos poderes que siempre reservaron los laureles para figuras que han representado los intereses netamente imperiales. Por eso no es poca cosa releer un libro de estas características, que fue retirado de circulación en 1973 por un decreto que promulgó el gobierno de Raúl Lastiri, para que luego su nombre apareciera entre la lista de los vetados que publicó el diario La Opinión. Su reedición tuvo lugar cinco años después.
El libro sobre Severino Di Giovanni deja en boga el debate sobre la utilidad de la violencia y como marco argumental relata los hechos que se ha cargado en su historial. De tal forma se puede conocer los asaltos expropiadores para poder financiar sus publicaciones con el periódico Culmine, libros anarquistas o bien para poder mantener a las familias más carenciadas de presos anarquistas. A través de estos actos que fueron directamente al hueso de la narración de la clase dominante, Di Giovanni fue condenado a muerte a través de un juicio militar durante el gobierno de Uriburu. Severino murió fusilado al grito de “¡Viva la anarquía!”.
[Tomado de https://latinta.com.ar/2017/02/osvaldo-bayer-y-la-historia-del-anarquismo-silenciado.]
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