J.R. López Padrino
El social-fascismo bolivariano como proyecto autoritario-militarizado persigue imponer un control social absoluto, así como erradicar la conciencia crítica del individuo a fin de lograr su subordinación a los idearios del proyecto hegemónico. El Estado a través de su práctica coercitiva y autoritaria busca imponer la pasividad política, la tolerancia y hasta la admiración por su modelo político enajenante. El fachochavismo marginaliza al ciudadano común, colocándolo en el nivel más básico de subsistencia, restringiendo acceso a los alimentos, medicamentos, y servicios básicos. Mediante un control social férreo sobre los sectores populares el proyecto hegemónico bolivariano busca eternizarse en el poder. Pretende hacerlos cómplices del saqueo permanente al erario público, de la violación de los derechos humanos, de la criminalización y judicialización de las luchas populares, así como la entrega de nuestras riquezas al capital transnacional.
El social-fascismo bolivariano como proyecto autoritario-militarizado persigue imponer un control social absoluto, así como erradicar la conciencia crítica del individuo a fin de lograr su subordinación a los idearios del proyecto hegemónico. El Estado a través de su práctica coercitiva y autoritaria busca imponer la pasividad política, la tolerancia y hasta la admiración por su modelo político enajenante. El fachochavismo marginaliza al ciudadano común, colocándolo en el nivel más básico de subsistencia, restringiendo acceso a los alimentos, medicamentos, y servicios básicos. Mediante un control social férreo sobre los sectores populares el proyecto hegemónico bolivariano busca eternizarse en el poder. Pretende hacerlos cómplices del saqueo permanente al erario público, de la violación de los derechos humanos, de la criminalización y judicialización de las luchas populares, así como la entrega de nuestras riquezas al capital transnacional.
Ante la pérdida del apoyo popular "espontáneo" el régimen recurre a nuevos mecanismos de control social, para ello utiliza el hambre y el desabastecimiento como instrumentos de sometimiento y sumisión de la sociedad. El hambre es un hecho nutricional, pero también un fenómeno social y político que el régimen ha venido utilizando como estrategia de inducción y reproducción del miedo social en los venezolanos. Se ha empobrecido aceleradamente la calidad de vida de la población y han surgido nuevas iniciativas de dominación cuya naturaleza demuestra la perversidad del social-fascismo bolivariano. Miles de niños desnutridos y adultos subalimentados y enfermos, deambulan por nuestras calles en busca de un mendrugo, y muchos de ellos mueren por carencias nutricionales.
Es absolutamente cierto, que un hombre hambriento piensa primero en cómo obtener comida y luego luchar contra las causas que lo mantienen hambriento, convirtiendo el hambre en una efectiva y eficaz arma para el control de las masas. Los jerarcas bolivarianos han hecho suyas las palabras del ministro de propaganda de la Alemania nazi, Joseph Goebbels quien llegó afirmar "obligar a la población a luchar por la supervivencia permite un control severo de la libertad personal, cuando la gente se ve obligada a buscar cómo sobrevivir se animaliza, pierde la capacidad de pensar".
Propiciar la depauperización y la precariedad de la población le ha permitido al régimen profundizar su control social, y con ello condicionar el voto del ciudadano a cambio de una bolsa de comida. Lejos de fomentar políticas de reactivación económica que permitan romper con el círculo de la pobreza, el iletrado de Miraflores incrementa el control ciudadano con el apoyo de la pestilente bota militar. Estos maleantes ideológicos han politizado hasta el estómago vacío del venezolano a fin de perpetuarse en el poder.
Pero más lamentable aún es que ante la pobreza y el hambre creciente que padecen los venezolanos, el régimen a través de su vicepresidente del Área Económica, Wilmar Castro Soteldo, anunció eufóricamente que uno de los principales proyectos entre Rusia y Venezuela era la construcción de una fábrica de armas para producir el fusil de asalto Kalashnikov. Es decir, ante una situación tan grave y lamentable de hambre, desnutrición y muerte, el socialfascismo bolivariano tiene como principal proyecto la producción de armas de guerra.
Los jerarcas del pranato fachobolivariano son fieles seguidores del pensamiento de Richard Glücks, inspector general de los campos de concentración de la Alemania de Hitler, quien llegó afirmar debemos "colocar a los enemigos del Führer en el límite mínimo de sus condiciones de vida, de modo que no puedan pensar en sublevarse", convirtiéndolos en ratas sin dientes, animalejos de laboratorio, que sólo piensan en comer, incluso comiéndose entre ellos mismos". El populismo-militarista bolivariano pretende mediante el hambre y la escasez doblegar la voluntad del ciudadano destruyendo su libertad, integridad y dignidad.
Es evidente que nuestro país sufre una profunda crisis económica-política y social después de 19 años de "desgobierno" del pranato milico-bolivariano que ha llevado a nuestra sociedad a un proceso de "marginalización y depauperización" sin precedentes en nuestra historia en nombre del mal llamado socialismo del siglo XXI.
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