J. Caro
En estos tiempos difíciles que tenemos que soportar se nos están negando e incluso limitando los derechos que tantos sacrificios y esfuerzos ha costado obtener, y que se nos deberían reconocer por el mero hecho de nacer como personas.
En este mundo nuestro donde unos pocos, que se creen merecedores título de salvadores de la patria, son los que acaban imponiendo las leyes y normas que rigen en la sociedad, a pesar de ir contra la ética más elemental y básica, la misma que nos define como seres humanos y dicta nuestra condición de seres vivos racionales. Me refiero a una ética basada en el respeto a los demás, a su integridad física y a su libertad y dignidad individual. Una consideración que debería hacerse extensiva a cualquier forma de vida natural. Pero, como bien sabemos, estos personajes ricos, influyentes y poderosos que encarnan el poder, son los mismos que nos manejan a su antojo, como títeres en un escenario.
En estos tiempos difíciles que tenemos que soportar se nos están negando e incluso limitando los derechos que tantos sacrificios y esfuerzos ha costado obtener, y que se nos deberían reconocer por el mero hecho de nacer como personas.
En este mundo nuestro donde unos pocos, que se creen merecedores título de salvadores de la patria, son los que acaban imponiendo las leyes y normas que rigen en la sociedad, a pesar de ir contra la ética más elemental y básica, la misma que nos define como seres humanos y dicta nuestra condición de seres vivos racionales. Me refiero a una ética basada en el respeto a los demás, a su integridad física y a su libertad y dignidad individual. Una consideración que debería hacerse extensiva a cualquier forma de vida natural. Pero, como bien sabemos, estos personajes ricos, influyentes y poderosos que encarnan el poder, son los mismos que nos manejan a su antojo, como títeres en un escenario.
En esta dura época estamos viendo como mucha gente se ha cansado de los caprichos, opiniones y censuras de los que mandan. Aquí si que podemos hablar también de una total globalización, en la que multitud de personas salen día a día a la calle en todo el mundo para protestar por la pérdida de sus puestos de trabajo, de sus casas, de su bienestar social, de sus derechos humanos, en suma. Y los que mandan quieren justificar la causa de todo estos males con una simple palabra: CRISIS, cuando la realidad es que ha sido provocada por los mismos que nos quieren hacer participes e incluso responsables de ella.
Son estos mismos personajillos los que con su escasa honestidad, por no decir nula moral, se han convertido en corruptos devorados por su propia codicia, arrastrándonos a un sinfín de injusticias que tenemos que soportar sobre nuestras espaldas, escudándose con el gastado y falso pretexto de que para salir de esta situación, en la que ellos nos han metido, tenemos que arrimar el hombro y apretarnos el cinturón. O dicho de otra manera, más trabajo por menos dinero. Qué bonito es decirlo cuando cada vez hay más personas en el paro, cuando ha subido el umbral de la pobreza, cuando hay mucha más desigualdad entre ricos y pobres, cuando hay más familias con todos sus miembros sin trabajo ni recursos, y cuando cada vez hay más gente que no recibe ninguna clase de prestación social. No se trata tan solo de recortes económicos, políticos y civiles, sino que nos están recortando el derecho a la vida. Es innecesario describir algo que cualquiera puede ver por si mismo, porque está en la calle, porque lo palpamos en el ambiente de pueblos y ciudades, porque incluso lo vivimos en carne propia.
No obstante, en este momento yo quisiera sacar la cuestión del ámbito humano y llevarla hacia los que no pueden hablar por sí mismos, pero sienten el sufrimiento y el dolor como cualquier otro ser vivo. Quiero decir que la CRISIS también llegó y se ha quedado como una cicatriz en el mundo animal, doméstico o salvaje, influyendo en la naturaleza, a la que está afectando con una gravedad difícil de estimar y predecir. Y su golpe más atronador, más profundo y más ignorado es la incapacidad para defenderse que tienen los animales.
S oy socio de APADAT, una pequeña protectora de animales toledana, y a través de dicha asociación he conocido casos reales de personas que, debido principalmente a problemas económicos o laborales, no han podido seguir cuidando de sus mascotas, viéndose obligados a entregarlas en la protectora, casi siempre saturada, antes que abandonarlos a su suerte en la calle, cuyo final, desgraciada y habitualmente, suele suponer la muerte.
Me gustaría entender a estas personas y no convertirme en un inquisidor, pero mi propio ser, mi persona entera se rebela sin llegar a comprender cómo es posible que alguien que ha tenido el honor de compartir la vida con un animal, durante años a veces, -porque para mí estar disfrutar de su compañía no es un deber ni un capricho, sino una especie de distinción y privilegio que me concede-, decide en última instancia deshacerse de ellos. Trato de meterme en su piel, en su cerebro, pero me resulta imposible averiguar el porqué de esta actuación. El perro o el gato no pueden expresar con palabras cómo les afecta tal decisión, pero, sin duda, lo siente y lo sufre, en ocasiones con un intenso padecimiento. ¿Entonces por qué hay gente dispuesta a abandonarlos?
Sé que la situación que describo es muy delicada de tratar, en especial para aquellas personas que lo han perdido todo, casa, trabajo, o forman parte de familias con hijos a los que alimentar, y tienen que afrontar gastos veterinarios, un sacrificio que en ocasiones no pueden atender, por mucho que les pese.
Si ya antes, en tiempos de bonanza, se abandonaba a las mascotas, ahora esta cruda realidad nos golpea con mayor virulencia, sobre todo a las protectoras. Según un estudio de la Fundación Affinity, en España, durante el año 2012, se produjo un aumento del 25% en el número de abandono de mascotas, o lo que es lo mismo, en los seis primeros meses de ese año las asociaciones protectoras de animales recogieron casi el mismo número de animales que durante el año pasado, colapsando a dichas protectoras ante el incremento de abandonos y el descenso de las adopciones.
Estos fríos números, que poco cuentan sobre el sufrimiento que conllevan para tantos seres vivos, sitúan a España como uno de los países de Europa con mayor tasa de abandonos de animales de compañía, una situación que no puede justificarse solamente por la crisis. La crisis está golpeando con fuerza a la economía de muchos países de nuestro entorno y, sin embargo, los índices de abandono de animales de compañía no son tan altos como los que se dan en España. El respeto hacia las mascotas es mayor en otros países europeos, en los que además las leyes de protección a los animales son más estrictas, a diferencia de lo que ocurre en nuestro país, donde no faltan leyes, pero si ánimo social y político para cumplirlas, debido entre otras razones a nuestra tradicional incultura animal, de las que la fiesta de los toros es el más vergonzoso exponente.
Conozco casos de protectoras de animales, gestionadas por la administración pública, en las que el presupuesto se ha reducido drásticamente, o incluso no les ha sido entregado, llevando a situaciones dramáticas de las que a veces se han hecho eco los medios de comunicación.
Tampoco quiero olvidar que este daño afecta también a la fauna y flora silvestre, sin olvidar a los centros de recuperación pertenecientes a la administración o gestionados por asociaciones privadas en su nombre. Existen centros de este tipo en los que el personal ha sido reducido al mínimo, al igual que la ayuda económica que recibían.
El diario Público.es, con fecha 26 de diciembre del 2011, publicó que la presidenta de la Comunidad de Castilla-La Macha, María Dolores de Cospedal, dejaba sin veterinarios, biólogos y ayudantes a los centros de fauna amenazada, incluyendo el Centro de Estudios de Rapaces Ibéricas de Sevilleja de la Jara en (Toledo), el más antiguo de España, con la excusa de la crisis económica. Dicha red de centros atiende cada año alrededor de 2.500 ejemplares heridos, enfermos o muertos de especies en peligro de extinción, como águilas imperiales, buitres negros, linces ibéricos, alimoches y búhos reales. Ante dichos recortes, la Consejería de Agricultura de la que depende la red no da explicaciones sólidas y convincentes, y se remite tan solo a la manida crisis económica. La Sociedad Albacetense de Ornitología cree que la eliminación de los veterinarios especializados de los centros de recuperación "atenta directamente" contra la Ley de Conservación de la Naturaleza, pidiendo que se dé marcha atrás.
El refugio malagueño de caballos de la Asociación CYD Santa María ha denunciado que el número de animales abandonados se ha triplicado en el último año y medio. Cuando hablamos de mascotas solemos pensar en perros y gatos, pero la crisis ha convertido ahora más que nunca en victimas a burros y caballos, que también están sufriendo el abandono de sus dueños por no poder hacer frente a los gastos de mantenimiento. Según sus responsables, a la asociación llegan denuncias de toda España, y no se trata tan sólo de casos aislados, a veces son grupos de hasta un centenar de caballos.
Esto es sólo la punta del iceberg de un problema endémico en España, un mal que viene sucediendo desde hace mucho tiempo y que, por desgracia, con la crisis va en aumento.
Por último, me gustaría recordar que todos los seres vivos: humanos, fauna y flora, mantenemos un vinculo común, que no somos ajenos los unos a los otros, ya que todo en la naturaleza forma un conjunto interrelacionado, y que no debemos ignorar que destruir lo que forma parte de la belleza y la dinámica del mundo en base a una presunta superioridad humana es un error fatal que resta sentido a nuestras vidas.
[Tomado de http://www.jcaro.es/la-crisis-llega-al-reino-animal.]
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