Frank Fernández
En
el otoño de 1992, la revista anarquista Guángara
Libertaria publicó su último número. Durante los trece años anteriores a
esa fecha, se publicaron en Miami, de modo continuo, sus 52 números. Todo lo
cual sugiere, además de la sincronía, que es hora de hacer un recuento y narrar
de la forma más objetiva posible aquella aventura, o mejor, el viaje por mares
ignotos y profundos con vientos de borrasca. No fue ciertamente una navegación
fácil sacar una cantidad de revistas trimestralmente, de forma consecutiva, por
más de un década, teniendo en cuenta las dificultades y hasta el mal tiempo que
encontramos en nuestra ruta, tales como la indiferencia o la franca hostilidad
de un lugar tan poco apropiado como el Miami de aquellos años, y en un país en
medio de una inflación económica.
Pero
fue debido principalmente a la tenacidad y la perseverancia de unos pocos, que
se hizo posible su continuidad y su creatividad. Esa fue, sin duda, una marca
difícil de igualar si tenemos en cuenta el ambiente reaccionario y violento que
nos rodeaba en aquellos años: la presión y el hostigamiento de nuestros
enemigos, tanto en Miami como en La Habana, y el no poder contar con más fondos
que los aportados de forma autogestionaria por los componentes de Movimiento
Libertario Cubano (MLC) y por lectores y simpatizantes. Pero, lo más complicado
era producir una publicación de corte socialista libertario con la inevitable
etiqueta de anarquista, dirigida principalmente al exilio cubano y al resto del
mundo ácrata.
En
este largo bojeo, como en toda gestión literaria y humana de discurso social y
político, tuvimos aciertos y cometimos errores.
Ante
todo, es necesario explicar el ambiente de violencia e intolerancia que
permeaba a Miami durante las décadas 80-90. Homicidios, robos, violaciones,
motines raciales, tráfico de drogas, incendios, uso de explosivos, corrupción,
atentados, en fin, «la ciudad modelo del sueño americano», y, por primera vez
en su historia, los turistas de Miami eran espías, pandilleros, asesinos y
narcotraficantes. Por supuesto, toda esta criminalidad no era de carácter
político, pero resultaba que coexistían sectores legítimos y combativos de
cubanos anticastristas con grupos dedicados a la extorsión, al atentado con
balazos y bombas, y al asesinato. Proliferaban estos elementos, escudados en su
anticomunismo visceral, intimidando, extorsionando y, finalmente, atentando
contra la vida de sus víctimas, con bastante éxito en su trabajo. Y, como
inexorablemente acontece, estos grupos se mezclaban con el narcotráfico,
exitoso negocio de esos tiempos para banqueros lavadores de dinero y para los
importadores y vendedores de cocaína. Para agravar más el panorama, se produce
el éxodo de más de 125.000 cubanos por el puerto del Mariel, creándose en Miami
una crisis de proporciones cósmicas.
Exactamente
en noviembre de l979 en una reunión del MLC, preocupados por algunas alusiones
acusatorias contra los anarquistas en torno a la violencia diaria, por los
medios de prensa y radiales que, aterrorizados o pagados por sectores reaccionarios,
insinuaban que los ácratas eran los culpables, los libertarios reunidos,
después de llegar a la conclusión de «que en Miami había más fascistas que en
España», acordamos salir a la palestra con una publicación libertaria que
tendría como objeto aclarar primero, y establecer después, nuestros
pensamientos e ideas, y nos comprometimos económicamente a donar o a buscar los
fondos necesarios para iniciar la publicación de un vocero en forma de una
revista trimestral, según las estaciones del año. Coincidieron estos acuerdos
con la invitación que le hicieron los compañeros españoles al MLC para el V
Congreso de la Confederación Nacional del Trabajo y la Asociación Internacional
de Trabajadores, entre el 8 y el 16 de diciembre de l979, en Madrid, como un
gesto de reconocimiento a los anarquistas cubanos después de veinte años de
olvido. El recibimiento al delegado cubano fue solidario y se restablecieron
antiguos contactos con el Movimiento Libertario Español y el resto de los
representantes anarquistas internacionales que asistieron al Congreso. Esta
actitud amistosa entusiasmó a los anarquistas cubanos, que pusieron un interés
especial en la publicación de algo más sólido que las antiguas publicaciones
libertarias, El Gastronómico y el Boletín de Información Libertaria, que
habían cubierto las etapas anteriores, desde 1961, con una propaganda para
consumo interior. Y fue en enero de l980 cuando levamos anclas, saliendo con el
primer número, un trimestral de 32 páginas titulado Guángara Libertaria, invierno, 1980, con el subtítulo de «Revista
del pensamiento ecléctico libertario». A pesar de los pocos recursos con que se
contaba para este proyecto ideológico y propagandístico, se hicieron todos los
esfuerzos posibles, pues el MLC estaba interesado no solamente en responder y
criticar la dirección y la propaganda anticastrista que habían sumido al exilio
de Miami en una verdadera sentina, carente de dirección, torpe y romo, siempre
defendiendo sus intereses y siguiendo la política exterior que dictaba el
Potomac, sino, también, reclamar un puesto entre los medios de propaganda
anarquistas del exterior que, a veces mal intencionados, defendían a la
dictadura cubana en contradicción con sus propios principios libertarios. Era
una vieja y larga batalla que estaba por terminarse y Guángara decidió darle fin.
Pero
se sentía la necesidad y la dificultad de penetrar unos medios de comunicación
con una sólida tradición conservadora y retrógrada. Para esa tarea había que
producir una publicación diferente y creativa, y, en verdad, se contaba con muy
poca experiencia en ese campo. Aparte de Abelardo Iglesias, Casto Moscú y Luis
Dulzaides, que murió en los inicios de Guángara,
los demás comprometidos no pasábamos de un grupo de novatos en cuanto a
publicar una revista. Guángara, de
acuerdo con la definición de Iglesias, autor de ese apelativo, quiere decir
«...para los cubanos bulla y también bronca… En definitiva, bulla, bronca y
guángara pueden ser sinónimos de caos y desorden…». Se creó el primer
Colectivo, un término usado entre los medios anarquistas de la época,
eliminando al jefe de redacción o director, como una forma libertaria de
trabajar en conjunto. Aprovecho aquí para aclarar que, a pesar de otras
versiones incorrectas, nunca nadie fue «director» de Guángara Libertaria y mucho menos el autor de este trabajo.
Constaban en su Colectivo original Santiago Cobo, Omar Diegues, Luis Dulzaides,
Frank Fernández, Abelardo Iglesias y Casto Moscú. Colaboraban en esa primera
etapa Manuel Ferro, Agustín Souchy y algunos otros anarquistas del extranjero.
El cuadro administrativo, autónomo de la redacción, lo componían J. R. Álvarez,
Agustín Castro, Manuel González y Arístides Vázquez.
En
esta primera fase de tanteo, los artículos publicados eran los de sus
redactores, trabajos enviados por colaboradores comprometidos en el exterior, y
trabajos de otras publicaciones ácratas procedentes de España, México y
Argentina. Se hicieron reseñas históricas de anarquistas del pasado, se opinaba
sobre libros y también se comentaba la actualidad fuera y dentro de Cuba. Los
editoriales de Guángara fueron la voz
del MLC en cada uno de sus 52 números. Todos estábamos conscientes de que no se
podía hacer una revista completamente anarquista, pues nunca sería recibida con
beneplácito, por muy anticomunista que fuera, en los medios de Miami, por las
razones ya explicadas; de ese modo, la primera etapa trató de contemporizar con
el ambiente envenenado y la polución ideológica existentes.
Hasta
el verano de l981, Guángara fue una
revista de modesta presentación, con una tirada de 1.000 ejemplares cada tres
meses, con distribución gratis y sin anuncios pagados. La tarea más difícil fue
su distribución en distintos lugares de la ciudad, con la excepción de unos 80
números que se enviaban al extranjero. Ya para el otoño de l981, se entró en la
segunda etapa, la revista empezó a torcer la ruta en otra dirección: comenzó
una nueva diagramación, se aumentó la tirada a 1.500 números y se cambiaron
algunos nombres en el Colectivo por otros que no eran necesariamente
anarquistas. El subtítulo era, ahora, «Un grito de libertad en blanco y negro».
Ayudó mucho el hecho de que muchos escritores que habían llegado por el éxodo
del Mariel, comenzaron a colaborar con sus artículos, poemas y experiencias de
Cuba. Algunos de estos nuevos exiliados se incorporaron al colectivo, como
Benjamín Ferrera y Miguel A. Sánchez, y otros escritores que residían en Miami
hicieron lo mismo, entre ellos Benito García, que diagramaba con éxito Guángara, y Ricardo Pareja y Sergio Magarolas.
Los artículos de Guángara Libertaria
comenzaron a ser más polémicos y la revista se encuadró en secciones de
diferentes temas: editoriales, historia, economía, libros, cuentos, poesías y
comentarios en general sobre Cuba. Se le concedió a la portada una importancia
principal.
Se
atacaba principalmente al Estado cubano de corte marxista, pero fuimos los
primeros en separar el epíteto erróneo de «comunista» al referirnos al Gobierno
cubano; creíamos más dialéctico y apropiado usar el término «castrista», pues,
en realidad, Cuba no era comunista, ni siquiera socialista, pero sí una
dictadura totalitaria dirigida por un solo hombre. Esta semántica, que a la
larga ha perdurado, nos ganó la atención de algunos elementos marxistas, fuera
y dentro de Cuba, que empezaron a tomarnos en serio. La distribución se hacía
ya dentro de todo EE. UU., usando como medio el correo; se recibía sin falta en
Los Ángeles, Chicago, Nueva York, Nueva Jersey, San Juan, etc., y se enviaban
más de 200 ejemplares a casi todos los estados del país. También se aumentó el
envío al extranjero, sobre todo con colaboradores, publicaciones afines y
simpatizantes en Asia, Australia, América Latina y Europa. Como cosa natural,
la tirada de Guángara aumentó a 2.500 ejemplares.
Para
el verano de 1983, ya contábamos con la colaboración de poetas como Luis
Esteban Cárdenas y Alfredo Leiseca, escritores de ficción como Enrique Labrador
Ruiz y Celedonio González, ensayistas como Carlos M. Luis, Miguel Correa,
Roberto Valero y hasta Reinaldo Arenas. Periodistas como Daniel Morcate, Miguel
Sales y Pedro Leyva. Leví Marrero, desde Puerto Rico, nos enviaba saludos
amistosos. Se iniciaron traducciones de artículos y ensayos del inglés, francés
e italiano, gracias al esfuerzo y la dedicación de María Teresa Fernández;
nombramos corresponsal en Hawai a Stephan Baciu; en Chile, a Cosme Paulés; en
México, a Ricardo Mestre; Abraham Guillén, en España; Alfredo Jiménez, en
Australia, y Víctor García, en Venezuela. En enero de 1984, se inauguró en la
oficina de Benito García, con el patrocinio del Colectivo de Arte y Cultura,
una de las primeras galerías en Miami para exponer cuadros de pintores cubanos,
titulada Xanas y Meigas, donde tuvieron oportunidad de presentar sus obras
pintores de la nueva hornada: Ricardo Viera, Carmen Díaz Oñate, Gilberto Ruiz,
Valerio, Balmaseda, Hortensia Gronlier, Gaínza, Katie y Humberto Figueras, y
Luis Vega, entre muchos otros. La última exhibición fue de arte erótico, muy
concurrida. En cuanto a José María Mijares, famoso como pintor y poco conocido
como libertario, donó a la revista varios grabados que fueron usados como
portada en el número de otoño de l983. En abril de ese mismo año, el Colectivo
de Arte y Cultura ofreció en el Kouvec Center un Simposium a Salinas, para recordar
la memoria de Marcelo Salinas, escritor, poeta y dramaturgo anarquista.
Nuestros
propios compañeros nos criticaban por hacer una Guángara «literaria» en vez de libertaria, con una buena dosis de
razón. Esta crítica fue tomada muy en serio. Al mismo tiempo y sin darnos casi
cuenta, estábamos propiciando e iniciando ante las mismas narices de nuestros
enemigos en ambos lados del Estrecho, un arte y una cultura en Miami. Por
supuesto, y esto era esperado, nadie nos dio nunca el crédito o la publicidad que
merecíamos; au contraire, una buena
dosis de insultos, calumnias y ataques verbales y escritos por radio, prensa y
en forma de anónimos. Como nuestra posición seguía siendo anarquista, ideas que
la mayoría del exilio no entendía o confundía, nos empezaron a atacar los
sectores más reaccionarios y derechistas, unidos, casualmente, a los agentes
castristas que pululaban en Miami. Pero a todos supimos darle la respuesta
necesaria; para ello se utilizó una página escrita con ese propósito, primero
por Abel, titulada «Gotas de Acíbar»; después, Benenito, con su «Horroróscopo»;
más adelante fue Guangarito con «Esto no tiene nombre» y, finalmente, E.L.
Fermo, con «Cianuro Frío». La crítica era certera y con el estilo que el mismo
nombre de Guángara significaba.
Para
1985 celebramos nuestro quinto aniversario, que para muchos era un milagro y
para nosotros una navegación turbulenta que supimos maniobrar. Se organizó un
desayuno para reunir al Colectivo, los miembros del mlc y los simpatizantes de
la revista. Acordamos sacar un número especial de 40 páginas, portada a color y
una tirada récord de 4.000 ejemplares. Esta actividad nos dejó exhaustos
económicamente y tuvimos que regresar a una tirada de 2.500. Asistimos por más
de una década a la Feria del Libro, en un quiosco alquilado donde exhibíamos y
vendíamos libros anarquistas procedentes de México, Argentina y España. Las
ganancias eran magras, pero servían para seguir cubriendo los gastos de la
revista que continuaba su ruta regularmente, a pesar de la «bancarrota
permanente». Se recogían los fondos necesarios para la publicación, se pagaba
el costo de la revista y el envío por correo, y cuando iba a salir la próxima
hacíamos lo mismo; ninguno de los componentes del Colectivo recibía un solo
centavo por su trabajo.
Pero,
como inevitablemente sucede, motivado por la esencia misma del ser humano,
tenía que haber diferencias de criterio dentro del Colectivo, de tipo
intelectual o personal. El hecho de no haber podido mantener unidos por largo
tiempo al Colectivo original, ni, de hecho, a ninguno de los que lo siguieron,
fue una de las causas por la cual algunos se contrariaron y desembarcaron en
otros puertos. Las actitudes irreconciliables entre algunos de nosotros, de
tipo personalista, paternalista y a veces irracionales o egocéntricas, causaron
rupturas, aunque no desgarramientos, y se produjeron separaciones; existían,
además, diferencias de tipo político o retórico que trajeron como consecuencia
escisiones y renuncias. Las más de las veces, la reunión del Colectivo frente a
la mesa de ruta, las discusiones y los discursos se hacían interminables y no
terminaban amigablemente. Pero, a pesar de todos estos problemas, Guángara siguió navegando sin detenerse
y siempre hubo marinos responsables para continuar el trabajo.
Entre
1986 y 1989, al comenzar la tercera etapa o, mejor dicho, después de sobrevivir
otro mal tiempo, conmemoramos en la revista el primer centenario del Primero de
Mayo, la Guerra y revolución española de l936 y tres trabajos consecutivos a la
memoria del centenario del periódico anarquista El Productor y de Enrique Roig de San Martín. Continuamos con el
mismo montaje y diagramación, con la colaboración entusiasta de Enrique G.
Morató, Lucy Ibrahimi y algún que otro comentarista político que estuviera vetado
por los medios de este pueblo, como el caso de Luis Ortega. Los tiempos habían
cambiado bastante en Miami, había más tolerancia y paciencia; la violencia
había disminuido notablemente. Por esa época, defendimos a los presos políticos
de Cuba y al entonces embrión de la disidencia dentro de Cuba, los que, como
nosotros, compartían una Cuba futura con una sociedad civil y libre. Guángara era bien distribuida y mejor
recibida; la librería Universal, de Manuel Salvat, consumía 200 ejemplares de
cada tirada y se continuaba con el envío por correo dentro y fuera del país. A
Cuba llegaba esporádicamente por manos amigas o, simplemente, por la
espontaneidad de algunos lectores que las llevaban en el bolsillo, aprovechando
la apertura que existía y el trasiego de cubanos entre ambos lados del
Estrecho, y algún compañero español o mexicano que viajaba de turista.
Regularmente, desde París, Bruselas, Londres o Madrid, los compañeros
anarquistas se la hacían llegar por correo a las embajadas cubanas en esas
ciudades. La Oficina Cubana de Intereses, en Washington, también estaba en la
lista de correos. Con relación al material publicado, es cierto que hacíamos
énfasis en el tema histórico- social, pero se debe recordar que todo no podía
ser crítica y, consecuentes con nuestros pensamientos, también apuntábamos
hacia el futuro en tres campos fundamentales: lo económico, lo político y lo
social. En el primero, insistimos en las tesis autogestionarias; los medios de
producción en manos de los trabajadores; fábricas y talleres deberían dejar de
pertenecer al Estado y convertirse en propiedad de los obreros. En lo político,
recomendamos la descentralización total de una administración, y un sistema
electoral a nivel de base, municipal y provincial, con una asamblea que representase
a todos los cubanos. Y en el campo social, establecer todas las libertades
inherentes a nuestro pueblo y un sistema equitativo de justicia.
Queríamos
ir más allá de la democracia. El sistema marxista-leninista que imperaba en la
URSS se desplomó después de una larga agonía y fue a parar «al basurero de la
historia», lugar de donde nunca debió haber salido. Guángara, subtitulada «A la libertad por la libertad», entraba en
su última fase. Recibimos la noticia de la implosión soviética con júbilo y, de
paso, pronosticamos erróneamente, en un editorial, la próxima desaparición del
sistema castrista. Nuestros augurios no se cumplieron. Celebramos modestamente
el décimo aniversario y logramos llegar hasta el otoño de l992, con su número
52, año XIII, pero ya el cansancio, las crisis internas, y sobre todo la
desaparición física de muchos de sus componentes, como Dulzaides, Cobo, Ferro,
Pareja, Castro y González, compañeros que no sólo colaboraban físicamente en la
redacción y edición de la revista, sino que respondían económicamente, dejaron
espacios abiertos que nunca pudieron llenarse.
En
este largo viaje, también se cometieron errores que pudieron evitarse, se
publicaron artículos que nunca debieron haber visto la luz, se enemistaron
cubanos liberales y anarquistas y se perdieron amigos. Pero Guángara pasó a la historia de las
letras cubanas con el orgullo de haber establecido una opinión diferente en un
medio hostil, que dejó sentada una tolerancia en contra del derechismo
reaccionario predominante y abrió una brecha en estas trincheras del
anticomunismo pagado y zafio, por la cual han podido reclamar más tarde el
derecho a ser contestatarios de esta sociedad de consumo muchas otras
publicaciones y programas radiales con otras opiniones y discursos que, de no
haber existido Guángara, hubiesen
permanecido en las catacumbas. Decir que Guángara
convenció a medio mundo de su verdad anticastrista y de sus pronunciamientos
libertarios, sería exagerar. Dejar constancia de que esta publicación ácrata
orientó acertadamente al exilio disperso, no sería cierto. Añadir que desde sus
páginas destruyó la base social o ideológica del castrismo, sería una falacia.
Pero de lo que estamos seguros es de que Guángara
Libertaria tuvo un impacto en las mentes pensantes que sostenían conceptos
erróneos procastristas, conservadores o de la derecha dura; invitó a
reflexionar a los mismos anarquistas del mundo, y que los argumentos de nuestro
discurso le hicieron ver a muchos, fuera y dentro de Cuba, la verdadera
situación de terror y horror de nuestro pueblo.
Guángara siempre respondió a los ideales de la libertad.
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