Redacción
[Nota previa de El Libertario: Este post toma datos esenciales y está claramente inspirado del texto de igual título escrito por Miguel Méndez (ver http://www.envenezuela1.com/content/blog/nd-miguel-m%C3%A9ndez-rodulfo-los-suizos-y-el-oro-sucio), pero estimamos que para el enfoque sobre estos temas que promovemos desde nuestro blog había que hacerle diversos añadidos y modificaciones, con lo que en la práctica resultaba un escrito diferente, así que reconociendo el origen y dando la correspondiente aclaratoria presentamos lo que sigue a consideración de los lectores.]
Gonzalo Barrios, un político zamarro de la era puntofijista, muy afrancesado él, decía para justificar las repetidas prácticas corruptas que se cometían en los gobiernos desde 1958, que “no somos suizos”. Con ello significaba que nos faltaba mucho camino por recorrer en lo humano e institucional para llegar a ser una sociedad modélica como supuestamente lo es la helvética. Entonces, y ahora, Suiza se caracterizaba por su prosperidad capitalista (con lo que esto trae tanto en exhibición de oropeles consumistas como en capacidad para disimular los males anexos) y por tener un sistema de gobierno que se precia de consulta constantemente a sus ciudadanos. Ese pequeño país, que se ha beneficiado tanto de su recurrente invocación a la neutralidad en los conflictos de Europa, ubicado en el centro de ese continente, con relativamente escasa población (que procura mantenerse así con mediante política migratoria clasista y racista), siempre ha tenido alta calidad de vida para sus ciudadanos y potentes sectores económicos: relojería, joyería, lácteos, chocolates, acero, industria química, farmacéutica, turismo, banca, etc. Sus normas de regulación sobre los sectores productivos en provecho de la calidad ambiental y de las condiciones de vida de sus ciudadanos, son de las más adelantadas del planeta; sin embargo, esto no es así fuera de sus fronteras. Desde el manejo y operación del oro nazi, pasando por la venta de diesel a los países de África Occidental, así como la extracción del oro en el altiplano del Perú, hablan elocuentemente de una doble moral por parte de ese capitalismo helvético que tanto se vanagloria de su honorabilidad.
[Nota previa de El Libertario: Este post toma datos esenciales y está claramente inspirado del texto de igual título escrito por Miguel Méndez (ver http://www.envenezuela1.com/content/blog/nd-miguel-m%C3%A9ndez-rodulfo-los-suizos-y-el-oro-sucio), pero estimamos que para el enfoque sobre estos temas que promovemos desde nuestro blog había que hacerle diversos añadidos y modificaciones, con lo que en la práctica resultaba un escrito diferente, así que reconociendo el origen y dando la correspondiente aclaratoria presentamos lo que sigue a consideración de los lectores.]
Gonzalo Barrios, un político zamarro de la era puntofijista, muy afrancesado él, decía para justificar las repetidas prácticas corruptas que se cometían en los gobiernos desde 1958, que “no somos suizos”. Con ello significaba que nos faltaba mucho camino por recorrer en lo humano e institucional para llegar a ser una sociedad modélica como supuestamente lo es la helvética. Entonces, y ahora, Suiza se caracterizaba por su prosperidad capitalista (con lo que esto trae tanto en exhibición de oropeles consumistas como en capacidad para disimular los males anexos) y por tener un sistema de gobierno que se precia de consulta constantemente a sus ciudadanos. Ese pequeño país, que se ha beneficiado tanto de su recurrente invocación a la neutralidad en los conflictos de Europa, ubicado en el centro de ese continente, con relativamente escasa población (que procura mantenerse así con mediante política migratoria clasista y racista), siempre ha tenido alta calidad de vida para sus ciudadanos y potentes sectores económicos: relojería, joyería, lácteos, chocolates, acero, industria química, farmacéutica, turismo, banca, etc. Sus normas de regulación sobre los sectores productivos en provecho de la calidad ambiental y de las condiciones de vida de sus ciudadanos, son de las más adelantadas del planeta; sin embargo, esto no es así fuera de sus fronteras. Desde el manejo y operación del oro nazi, pasando por la venta de diesel a los países de África Occidental, así como la extracción del oro en el altiplano del Perú, hablan elocuentemente de una doble moral por parte de ese capitalismo helvético que tanto se vanagloria de su honorabilidad.
Empresas suizas como Trafigura y Vitol, compran diesel de diferentes calidades en Amberes, Roterdam y Amsterdam, los mezclan y lo venden en Nigeria Ghana y otros países limítrofes. El tema es que mientras en Europa el diesel que se comercializa para fines de transporte debe tener como máximo 10 ppm de azufre, en África, producto de la “mezcla africana” el combustible tiene 3.000 ppm. Por supuesto que la incidencia de asma, cáncer de pulmón y enfermedades cardiovasculares es muy alta en esos países, pero lo importante es la ganancia que le produce el negocio a los arteros negociantes suizos, la cual se genera por la colusión con las autoridades africanas que permiten la venta de este veneno para sus pobladores.
En el Perú operan con mucha fuerza MKS Finance y Metalor Technologies de Suiza; compañías, ubicadas en Ginebra y Neuchatel, que integran el exclusivo London Bullion Market Association (LBMA), que fija el precio del metal en el mundo. Estas compañías compran oro, mucho del cual es de procedencia de minería ilegal sobre todo del área de Madre de Dios, y lo revenden en el mercado internacional. En la reserva forestal de Tambopata, en la región Madre de Dios, se ubica el área de La Pampa, en la cual han sido arrasadas 50.000 hectáreas de bosque virgen por las hordas de minería ilegal, y lo que quedó de esa hecatombe es tierra arrasada, como si los 173 bombardeos de Bremen hubiesen ocurrido allí, con la diferencia que la tierra quedó altamente contaminada y ningún desarrollo humano será posible los próximos 100 años. Madre de Dios produce 40 toneladas de oro al año, pero para amalgamar el metal se requieren 80 toneladas de mercurio; éste es altamente tóxico para el ser humano produciendo daños al sistema nervioso, lesiones al cerebro, afectaciones al riñón y generando cáncer.
La mitad del oro peruano aterriza en Suiza; sólo KLM transportó al año aproximadamente US$ 5.000 MM de ese metal. El país helvético importa al año 2.500 toneladas de oro del mundo entero y es el mayor importador de oro del planeta. Incluso durante la guerra civil del Congo en los 80, los desaprensivos capitalistas con base en Suiza burlaron las restricciones internacionales y lavaron oro de procedencia congoleña. La estrategia para lavar el oro consiste en hacerlo pasar por varias manos: Metalor lo compra en Perú pero se lo vende a un mayorista suizo; éste se lo vende a un banco suizo; éste lo vende a un joyero y éste de nuevo a un mayorista, para volver a otro joyero. Se dice que 90% del oro que circula en el mundo es sucio.
En resumen, si está claro que ni siquiera los tan ensalzados suizos son ejemplo para nadie en el manejo limpio del oro, como es que los gobernantes venezolanos, que resulta evidente que ni ayer ni hoy han sido suizos, van a promover y propiciar la producción de oro "verde y ecológica" en el Arco Minero del Orinoco. Igual que en el caso helvético aquí un gobierno en funciones se hará la vista gorda y el resultado serán unas transnacionales más todopoderosas, burócratas y militares más opulentos, en tanto que el ambiente, los trabajadores del sector, los pueblos indígenas y el país estarán pagando el precio prohibitivo del despojo, la destrucción y el saqueo.
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