Federación Local de Sindicatos de Madrid - CNT
L@s anarquistas siempre hemos considerado que el Ejército y el Estado han ido de la mano desde los inicios de la historia. La explotación de las personas por las personas no ha existido siempre, como pretenden hacernos creer en estos momentos. En los principios de la humanidad existían tribus, clanes, que se organizaban de forma que nadie explotaba ni económica ni políticamente a nadie. Es decir, no existían los estados.
L@s anarquistas siempre hemos considerado que el Ejército y el Estado han ido de la mano desde los inicios de la historia. La explotación de las personas por las personas no ha existido siempre, como pretenden hacernos creer en estos momentos. En los principios de la humanidad existían tribus, clanes, que se organizaban de forma que nadie explotaba ni económica ni políticamente a nadie. Es decir, no existían los estados.
A medida que la producción social fue aumentando, ésta alcanzó un punto en el que empezó a haber excedentes: es a partir de este momento cuando determinadas personas son liberadas del trabajo productivo, y también a partir de aquí comenzaron a darse competencias religiosas, militares, judiciales, etc. Los bienes de consumo y los medios de producción, que hasta entonces eran patrimonio colectivo, pasaron a estar en manos de una élite gobernante. Ello constituiría el embrión de los estados.
Desde sus orígenes, el Estado siempre se ha identificado con la organización militar. Inmediatamente se sustituyó lo que el anarquismo denomina «el pueblo en armas», lo que siempre ha defendido como alternativa para la defensa de los pueblos (por ser la forma más idónea de organizar las comunidades en las que no hay clases sociales). El pueblo en armas sólo se servía a sí mismo, por lo que no interesaba a esta élite de gobernantes, que formaron un grupo de personas, a las cuales se les proporcionó armas, destinado a servir únicamente los intereses de esta nueva clase dominante.
Sin embargo, en cierto modo algun@s anarquistas desmontan esta teoría, como Cappelletti, quien mantiene que el origen de la existencia del poder y la autoridad fue debido a un problema cultural. Según Cappelletti, cuestiones que en su momento no podían explicarse, como por ejemplo la muerte, dieron lugar a la aparición de chamanes, quienes fueron les que empezaron a tener el control, iniciándose así el desarrollo de estructuras de poder, jerárquicas. Sea como sea, lo que está claro es que Estado y Ejército siempre han ido de la mano.
* * *
En 1907 se celebró un congreso anarquista internacional en Ámsterdam de enorme importancia en la historia del anarquismo, ya que se produjo un intenso debate sobre anarquismo y organización, en tiempos en los que el individualismo anarquista estaba muy presente. Paralelamente a éste, se celebró otro congreso antimilitarista internacional donde todas las propuestas aprobadas fueron precisamente las propuestas anarquistas:
° Lucha contra las instituciones militares
° Intensificación de la propaganda antimilitarista
° Coordinación internacional
° Creación de grupos que busquen la deserción de los soldados
El estallido de la Primera Guerra Mundial –aunque no tuvo gran relevancia a nivel de acciones antimilitaristas–, sí dio lugar a un debate interno dentro del seno del movimiento anarquista. Surgieron ante la Gran Guerra dos propuestas: una fue la antimilitarista a ultranza (cuyos máximos representantes eran les anarquistas españols, les úniques que no habían cometido el error de alejarse de la organización obrera), que se posicionaba contra los dos bandos, en definitiva, contra la guerra. La otra postura (encabezada por figuras destacadas como Kropotkin) era la de dar apoyo a les aliades al interpretar la guerra como una batalla contra la reacción autoritaria.
Finalizada la I Guerra Mundial, hay que destacar un congreso de obreres de la industria armamentística en Alemania, donde Rudolph Rocker pronunció una conferencia en la que hacía hincapié en la acción directa de la producción: se oponía así a una tendencia que solía darse dentro del movimiento obrero en la sólo se reclamaban incrementos de sueldo, y animaba a luchar por mejoras sociales. Usando como ejemplo dos huelgas solidarias que se dieron en España (la de los albañiles de Barcelona y la de los molineros de Alcoy), Rocker mantuvo que ésa debía ser la línea a seguir. En este mismo congreso fue donde Rocker pronunció una frase que ha pasado a los anales de la historia: «Ni un hombre, ni un arma para el Estado». Aunque el congreso acabó pronunciándose a favor de Rocker, hubo un gran debate, ya que se le acusó de hacer propuestas propias de la burguesía, pues algunes interpretaron su mensaje como un «abajo las armas». A esto Rocker contestó que lo que en realidad quería decir no era «abajo las armas», sino «abajo los martillos que forjan las armas».
En los sucesivos congresos de las organizaciones anarcosindicalistas o sindicalistas revolucionarias y de las organizaciones anarquistas, se ve claramente la posición antimilitarista. En el congreso de refundación de la AIT de 1922 en Berlín se estableció lo siguiente:
"Luchamos contra los militarismos y consideramos la propaganda antimilitarista como uno de los deberes más importantes en la lucha contra el sistema actual. La línea a seguir es el rechazo individual y el boicot organizado de los trabajadores contra la fabricación de material de guerra."
Es decir, la forma de presión ante una guerra es la huelga general preventiva y revolucionaria. Respecto a la violencia, el congreso se posiciona contra toda violencia militarista, pero sí reconoce la violencia como medio de defensa contra las clases dominantes.
En 1936, la CNT celebró un importante congreso, tal vez el más importante dentro del movimiento obrero revolucionario, donde se decidió y se ratificó llevar a cabo una lucha por la amnistía de los prófugos del servicio militar obligatorio y fomentar entre les jóvenes la aversión a la guerra, la negación a incorporarse a filas y la creación de comités antimilitaristas coordinados con la AIT. El lema: «Ante la guerra, huelga general».
* * *
El servicio militar obligatorio le resultó muy interesante al Estado por dos cuestiones: su bajo coste (no se pagaba a los soldados) y la inculcación de los valores militares, muy suculentos en todo puesto de trabajo. En realidad la profesionalización era irremediable, lo único que hizo el movimiento de insumisión fue adelantar el proceso. Al fin y al cabo, la profesionalización resultaba muy interesante para conseguir una mayor eficacia militar, y porque las funciones de los ejércitos también habían cambiado. De esta manera se consiguió crear unas fuerzas armadas que defendían sin problemas los intereses transnacionales (a día de hoy los ejércitos están más fuera de las fronteras que dentro de éstas).
El anarquismo jamás ha considerado el antimilitarismo como un «ismo» más, sino que lo entiende como una parte de la lucha integral antiestatal y antiautoritaria. Sin esto el antimilitarismo no tiene ningún sentido, ya que podemos vivir sin ejércitos y estar igual de jodides. Sobre el aparato militar recae todo el monopolio de la violencia del Estado; éste tiene el monopolio de la violencia para defender los intereses de la clase capitalista. El miedo, la amenaza, el uso de la violencia de una forma sistemática, es monopolio del Estado, por lo que no podemos quedarnos de brazos cruzados. Gracias a una masa sumisa, el Estado garantiza que no haya rebeliones. Por ello, respecto al debate sobre la violencia, es absurdo tratar de eliminar la violencia en esta sociedad mientras existan personas que están sometidas a otras personas. Como dijo Malatesta:
"La violencia es justificable sólo cuando es necesaria para defenderse así misme o a les demás. El esclavo, la esclava, están siempre en estado de legítima defensa, por lo tanto su violencia contra el amo, contra el opresor, es siempre moralmente justificable y debe estar sólo regulada por el criterio de utilidad y de economía de esfuerzo y sufrimiento humano."
Desde el anarquismo consideramos que el militarismo no tiene que ver únicamente con el Ejército, sino que lo militar va más allá. Como anarquistas siempre debemos ir a la raíz de los problemas y por lo tanto creemos que lo militar, aparte de sus instituciones, son los valores que tienen dichas instituciones. La sociedad actual está impregnada de estos valores: la obediencia, la jerarquía, el machismo, el patriotismo, el control social, etc. Los valores militares son menos directos que el Ejército mismo, pero son mucho más eficaces porque de ellos derivan el autoritarismo y la jerarquización, la competitividad que deriva en insolidaridad, el patriarcado, la sumisión, la xenofobia, el racismo, etc. Nosotres como anarquistas proponemos principios diametralmente opuestos: la solidaridad y el apoyo mutuo, la autogestión y el federalismo, la libertad y la igualdad, la justicia social y la vida en armonía con el entorno, etcétera.
* * *
Entonces, ¿qué podemos hacer contra el militarismo? Se pueden hacer cosas concretas: objeción fiscal a gastos militares, acudir a los centros de enseñanza cuando cuenten con la colaboración de militares, a los desfiles, a los campos de tiro, etc. También se puede luchar por la abolición de las fronteras, algo que desde el anarquismo y el anarcosindicalismo se ha hecho siempre, y luchar por la libre circulación de las personas, ya que consideramos que el concepto de fronteras y Estado van ligados.
Pero todo esto por sí solo no serviría de nada ya que, sin una lucha integral en un movimiento organizado de clase donde primen las ideas antiautoritarias, la lucha antimilitarista no tiene sentido. Es importante aportar otro dato esclarecedor, y es que podemos acabar con los ejércitos y no acabar con la autoridad. El ejemplo lo encontramos en países como Costa Rica, un país que no tiene Ejército pero en el que sin embargo sigue habiendo desigualdades sociales, clases sociales, explotades y explotadors y, en definitiva, los valores que tiene cualquier otro estado.
Para terminar, debemos recordar que el militarismo a través de la historia ha demostrado ser el mayor símbolo de masacre que ha habido contra los pueblos. Por ello acabo con la siguiente frase:
"Ls anarquistas no queremos las guerras, pero tampoco queremos la paz de los cementerios".
[versión resumida de un texto más extenso disponible en http://madrid.cnt.es/noticia/antimilitarismo-una-vision-anarquista.]
El estallido de la Primera Guerra Mundial –aunque no tuvo gran relevancia a nivel de acciones antimilitaristas–, sí dio lugar a un debate interno dentro del seno del movimiento anarquista. Surgieron ante la Gran Guerra dos propuestas: una fue la antimilitarista a ultranza (cuyos máximos representantes eran les anarquistas españols, les úniques que no habían cometido el error de alejarse de la organización obrera), que se posicionaba contra los dos bandos, en definitiva, contra la guerra. La otra postura (encabezada por figuras destacadas como Kropotkin) era la de dar apoyo a les aliades al interpretar la guerra como una batalla contra la reacción autoritaria.
Finalizada la I Guerra Mundial, hay que destacar un congreso de obreres de la industria armamentística en Alemania, donde Rudolph Rocker pronunció una conferencia en la que hacía hincapié en la acción directa de la producción: se oponía así a una tendencia que solía darse dentro del movimiento obrero en la sólo se reclamaban incrementos de sueldo, y animaba a luchar por mejoras sociales. Usando como ejemplo dos huelgas solidarias que se dieron en España (la de los albañiles de Barcelona y la de los molineros de Alcoy), Rocker mantuvo que ésa debía ser la línea a seguir. En este mismo congreso fue donde Rocker pronunció una frase que ha pasado a los anales de la historia: «Ni un hombre, ni un arma para el Estado». Aunque el congreso acabó pronunciándose a favor de Rocker, hubo un gran debate, ya que se le acusó de hacer propuestas propias de la burguesía, pues algunes interpretaron su mensaje como un «abajo las armas». A esto Rocker contestó que lo que en realidad quería decir no era «abajo las armas», sino «abajo los martillos que forjan las armas».
En los sucesivos congresos de las organizaciones anarcosindicalistas o sindicalistas revolucionarias y de las organizaciones anarquistas, se ve claramente la posición antimilitarista. En el congreso de refundación de la AIT de 1922 en Berlín se estableció lo siguiente:
"Luchamos contra los militarismos y consideramos la propaganda antimilitarista como uno de los deberes más importantes en la lucha contra el sistema actual. La línea a seguir es el rechazo individual y el boicot organizado de los trabajadores contra la fabricación de material de guerra."
Es decir, la forma de presión ante una guerra es la huelga general preventiva y revolucionaria. Respecto a la violencia, el congreso se posiciona contra toda violencia militarista, pero sí reconoce la violencia como medio de defensa contra las clases dominantes.
En 1936, la CNT celebró un importante congreso, tal vez el más importante dentro del movimiento obrero revolucionario, donde se decidió y se ratificó llevar a cabo una lucha por la amnistía de los prófugos del servicio militar obligatorio y fomentar entre les jóvenes la aversión a la guerra, la negación a incorporarse a filas y la creación de comités antimilitaristas coordinados con la AIT. El lema: «Ante la guerra, huelga general».
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El servicio militar obligatorio le resultó muy interesante al Estado por dos cuestiones: su bajo coste (no se pagaba a los soldados) y la inculcación de los valores militares, muy suculentos en todo puesto de trabajo. En realidad la profesionalización era irremediable, lo único que hizo el movimiento de insumisión fue adelantar el proceso. Al fin y al cabo, la profesionalización resultaba muy interesante para conseguir una mayor eficacia militar, y porque las funciones de los ejércitos también habían cambiado. De esta manera se consiguió crear unas fuerzas armadas que defendían sin problemas los intereses transnacionales (a día de hoy los ejércitos están más fuera de las fronteras que dentro de éstas).
El anarquismo jamás ha considerado el antimilitarismo como un «ismo» más, sino que lo entiende como una parte de la lucha integral antiestatal y antiautoritaria. Sin esto el antimilitarismo no tiene ningún sentido, ya que podemos vivir sin ejércitos y estar igual de jodides. Sobre el aparato militar recae todo el monopolio de la violencia del Estado; éste tiene el monopolio de la violencia para defender los intereses de la clase capitalista. El miedo, la amenaza, el uso de la violencia de una forma sistemática, es monopolio del Estado, por lo que no podemos quedarnos de brazos cruzados. Gracias a una masa sumisa, el Estado garantiza que no haya rebeliones. Por ello, respecto al debate sobre la violencia, es absurdo tratar de eliminar la violencia en esta sociedad mientras existan personas que están sometidas a otras personas. Como dijo Malatesta:
"La violencia es justificable sólo cuando es necesaria para defenderse así misme o a les demás. El esclavo, la esclava, están siempre en estado de legítima defensa, por lo tanto su violencia contra el amo, contra el opresor, es siempre moralmente justificable y debe estar sólo regulada por el criterio de utilidad y de economía de esfuerzo y sufrimiento humano."
Desde el anarquismo consideramos que el militarismo no tiene que ver únicamente con el Ejército, sino que lo militar va más allá. Como anarquistas siempre debemos ir a la raíz de los problemas y por lo tanto creemos que lo militar, aparte de sus instituciones, son los valores que tienen dichas instituciones. La sociedad actual está impregnada de estos valores: la obediencia, la jerarquía, el machismo, el patriotismo, el control social, etc. Los valores militares son menos directos que el Ejército mismo, pero son mucho más eficaces porque de ellos derivan el autoritarismo y la jerarquización, la competitividad que deriva en insolidaridad, el patriarcado, la sumisión, la xenofobia, el racismo, etc. Nosotres como anarquistas proponemos principios diametralmente opuestos: la solidaridad y el apoyo mutuo, la autogestión y el federalismo, la libertad y la igualdad, la justicia social y la vida en armonía con el entorno, etcétera.
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Entonces, ¿qué podemos hacer contra el militarismo? Se pueden hacer cosas concretas: objeción fiscal a gastos militares, acudir a los centros de enseñanza cuando cuenten con la colaboración de militares, a los desfiles, a los campos de tiro, etc. También se puede luchar por la abolición de las fronteras, algo que desde el anarquismo y el anarcosindicalismo se ha hecho siempre, y luchar por la libre circulación de las personas, ya que consideramos que el concepto de fronteras y Estado van ligados.
Pero todo esto por sí solo no serviría de nada ya que, sin una lucha integral en un movimiento organizado de clase donde primen las ideas antiautoritarias, la lucha antimilitarista no tiene sentido. Es importante aportar otro dato esclarecedor, y es que podemos acabar con los ejércitos y no acabar con la autoridad. El ejemplo lo encontramos en países como Costa Rica, un país que no tiene Ejército pero en el que sin embargo sigue habiendo desigualdades sociales, clases sociales, explotades y explotadors y, en definitiva, los valores que tiene cualquier otro estado.
Para terminar, debemos recordar que el militarismo a través de la historia ha demostrado ser el mayor símbolo de masacre que ha habido contra los pueblos. Por ello acabo con la siguiente frase:
"Ls anarquistas no queremos las guerras, pero tampoco queremos la paz de los cementerios".
[versión resumida de un texto más extenso disponible en http://madrid.cnt.es/noticia/antimilitarismo-una-vision-anarquista.]
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