Moisés Velázquez-Manoff
Durante décadas, Wunsiedel, una ciudad alemana cerca de la frontera checa, ha luchado con un desfile de visitantes no deseados. Solía ser el lugar de enterramiento original de uno de los oficiales de Adolf Hitler, un hombre llamado Rudolf Hess. Y todos los años, para desalentar a los residentes, los neonazis marchaban hasta su tumba. La ciudad había organizado contra demostraciones para disuadir a estos peregrinos. En 2011, había exhumado el cuerpo de Hess e incluso había quitado su piedra sepulcral. Pero los neonazis regresaron. Así que en 2014, la ciudad intentó una táctica diferente: la subversión humorística.
Durante décadas, Wunsiedel, una ciudad alemana cerca de la frontera checa, ha luchado con un desfile de visitantes no deseados. Solía ser el lugar de enterramiento original de uno de los oficiales de Adolf Hitler, un hombre llamado Rudolf Hess. Y todos los años, para desalentar a los residentes, los neonazis marchaban hasta su tumba. La ciudad había organizado contra demostraciones para disuadir a estos peregrinos. En 2011, había exhumado el cuerpo de Hess e incluso había quitado su piedra sepulcral. Pero los neonazis regresaron. Así que en 2014, la ciudad intentó una táctica diferente: la subversión humorística.
La campaña, llamada Rechts Gegen Rechts – la derecha contra la derecha – convirtió la marcha en la "caminata más involuntaria" de Alemania. Por cada metro que los neonazis marcharon, los residentes locales y las empresas se comprometieron a donar 10 euros (entonces equivalente a unos 12.50 dólares) a un programa que ayuda a las personas a abandonar grupos derechistas extremistas, llamados EXIT Deutschland.
Ellos convirtieron la marcha en un simulacro de eventos deportivos. Alguien marcó en la calle "inicio", a medio camino y una línea de meta, como si se tratara de una carrera. Las señales coloridas con lemas tontos adornaron la ruta. "¡Si sólo el Führer supiera!", se lee en uno de estos mensajes. "Mein Mampf!" (Mi machaca), se lee en otro letrero que colgaba sobre una mesa de plátanos. Un cartel al final de la ruta dio las gracias a los manifestantes por su contribución a la causa antinazi – 10 mil euros, (cerca de 12 mil dólares)–. Y alguien dio una lluvia confeti de arcoiris a los manifestantes cuando estos estaban en la línea de meta.
La estrategia se ha extendido a varias otras ciudades alemanas y una en Suecia (donde lleva por nombre Nazis contra los Nazis).
Esta semana, tras la violencia registrada en Charlottesville, Virginia, Wunsiedel ha vuelto a ser noticia. Expertos en protestas no violentas dicen que podría servir de modelo para los estadounidenses alarmados por el resurgente movimiento de la supremacía blanca que buscan una manera efectiva de responder (y que de otra manera podrían estar tentados a enfrentarse a la violencia con violencia). Esos con los que hablé apreciaron el sentimiento de los manifestantes antifas o antifascistas que se presentaron en Charlottesville, miembros de un grupo antirracista de raíces militantes y anarquistas, dispuestos a luchar contra personas que consideran fascistas. "Yo también querría golpear a un Nazi en la nariz", me dijo María Stephan, directora de programas del Instituto de Paz de los Estados Unidos. "Pero hay una diferencia entre una respuesta terapéutica y estratégica".
El problema, dijo, es que la violencia es simplemente mala estrategia.
La violencia dirigida contra los nacionalistas blancos sólo alimenta su narrativa de la victimización, de una minoría perseguida, pronta a ser una que no puede ejercer sus derechos a la libertad de expresión sin ser golpeados. También probablemente les ayuda a reclutar. Y más ampliamente, si la violencia contra las minorías es lo que encuentras repugnante en la retórica neonazi, entonces "estás usando la misma fuerza que estás tratando de superar", dijo Michael Nagler, fundador del programa de Estudios de Paz y Conflicto en la Universidad De California, Berkeley, me dijo.
Más importante quizás, la violencia no es tan efectiva como la no violencia. En su libro de 2011, "Why Civil Resistance Works" (Por qué la resistencia civil resulta), el doctor Stephan y Erica Chenoweth examinaron cómo se ganan las luchas. Encontraron que en más de 320 conflictos entre 1900 y 2006, la resistencia no violenta fue más de dos veces más efectiva que la resistencia violenta para lograr el cambio. Y las luchas no violentas se resolvieron mucho antes que las violentas.
La razón principal, me explicó el doctor Stephan, fue que las luchas no violentas atrajeron más aliados más rápidamente. Las luchas violentas, por otra parte, a menudo repelieron a la gente y se arrastraron por años.
Sus hallazgos ponen de relieve lo que probablemente ya intuimos sobre la protesta: es una actuación no sólo para las personas que pueden estar protestando, sino también para todos los demás que pueden ser persuadidos a unirse a ellos.
[Tomado de http://mobile.diario.mx/Opinion_El_Paso/2017-08-18_6172afc9/como-burlarse-de-los-nazis.]
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