Jacinto Ceacero
Es de todas y todos conocido el mantra “El
pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Permitidnos la
licencia discursiva de proponer transformarlo por “El pueblo que conoce su
verdadera historia podría querer repetirla” siendo plenamente conscientes de
que la historia nunca se puede repetir, ni en lo positivo ni en lo negativo,
dado que los contextos, sujetos, momentos históricos, reacciones, condiciones,
circunstancias, son siempre diferentes.
El conocimiento
de la historia es una necesidad, una obligación para aprender, para madurar,
para crecer como sociedad y como persona; debemos conocer la historia para no repetirla
pero pensando, obviamente, en aquellos procesos, hechos, acontecimientos históricos...,
que hayan sido nefastos, violentos, bélicos, represores, dictatoriales, autoritarios,
xenófobos, racistas, devastadores de los derechos humanos, esquilmadores del medio
ambiente... Pero también deberíamos conocer con rigor el pasado para aprender
la utilidad de aquellas históricas experiencias sociales que han aportado
beneficio a la mayoría de la población, que han liberado al pueblo de ataduras
mentales y penurias económicas, que han derribado los pilares de viejos
regímenes políticos caducos.
Sin
embargo, el poder y el sistema vigente se esfuerzan en ocultar
intencionadamente aquellos acontecimientos revolucionarios que han contribuido
a transformar la sociedad de su tiempo y sentar las bases de la sociedad nueva
en la que podamos ser más felices, y lo que es más grave, nos cuentan sesgadamente
una historia pasada que, siendo positiva para la mayoría social, se nos presenta
como algo perverso, a criminalizar, algo que no debemos repetir (sólo hace
falta que miremos los libros de texto que se acomodan a los planes de estudios
ministeriales para comprobar lo lejos que estamos de conocer la realidad, la
verdad) y ello con la pretensión de que al no conocerlos no los “repitamos”
(justo lo contrario del mantra comentado al inicio).
Sin
disponer de una verdadera historia rigurosa y crítica con el discurso
oficialista dictado por quienes ostentan el poder, el pueblo está condenado a
seguir repitiendo el papel que se le ha asignado desde siempre, sin análisis,
sin valorar las consecuencias, perpetuando, como si fuera su estatus natural,
su servidumbre hacia los privilegios de la clase dominante y hacia el poder.
¿A qué
hechos históricos nos referimos? Fundamentalmente, nos referimos a la amnesia
popular que existe sobre la Revolución Social que tuvo lugar en nuestro país a
partir del 19 de julio de 1936 con objeto de explorar su viabilidad en el
presente, aplicar algunas de sus fórmulas para solucionar los problemas de la
crisis sistémica que padecemos. Obviamente, no estamos aquí reivindicando la
guerra civil que provocó centenares de miles de muertes, no estamos demandando
que se repitan episodios tan traumáticos para el pueblo como una guerra y la posterior
represión dictatorial. Lo que queremos es rescatar del olvido, quitando las censuras
e interpretaciones tergiversadas del comunismo estalinista, el franquismo y el propio
proceso de la Transición, lo que para muchas personas, que se han acercado sin prejuicios
y honestidad a estas experiencias y realizaciones humanas, como Chomsky, Orwell,
Carrasquer, Mintz... ha representado el mayor esfuerzo colectivo para construir
la Utopía a través de una sociedad libertaria, un movimiento popular que protagonizó
una de las revoluciones sociales más importantes de la historia y en la que participaron
varios millones de personas. Y este rescate del pasado es preciso hacerlo con
ojos libertarios porque esos fueron los ojos de sus máximos protagonistas, los
ojos, a la postre, de quienes perdieron, primero la revolución y después la
guerra.
Lamentablemente,
la Revolución Social iniciada el 19 de julio de 1936 fundamentalmente por el
movimiento libertario (colectivizaciones; anulación de la propiedad privada; no
reconociendo el poder del Estado burgués, constituyendo estructuras civiles y militares
paralelas...) fue frontalmente abortada a partir de los trágicos hechos de Mayo
de 1937 en Barcelona al desencadenarse una contrarrevolución auspiciada por las
fuerzas republicanas defensoras de la democracia burguesa con el partido
comunista (estalinista) a la cabeza.
A partir
de este fracaso premeditado y provocado es preciso quedarnos con las realizaciones
prácticas y positivas de la Revolución, por responsabilidad y compromiso con
quienes lo hicieron y sus ideas, que nos sean de utilidad para solucionar los
problemas de hoy. En la situación actual de profunda crisis para millones de
personas en paro y precariedad (económica, cultural, educativa, personal...) la
recuperación de las conquistas sociales que se alcanzaron en la Revolución Social
pueden ser un ejemplo a seguir, aunque entre las circunstancias de cada época
es complicado establecer paralelismos.
¿Qué
supone la Revolución Social para la izquierda política fragmentada de hoy? Nada,
lo mismo que para las fuerzas políticas republicanas de la época. La izquierda actual
persiste en su obsesión por el reformismo, que sólo logra sustentar al Estado, alejándose
de los procesos transformadores y revolucionarios.
La
sociedad que tenemos hoy, en nuestro país como en el resto del mundo
occidental, es clasista, segregadora, desigual, conservadora, racista,
xenófoba, nacionalista-populista, con incremento de la extrema derecha; una
sociedad que involuciona a pasos agigantados, en la que imperan los valores del
darwinismo social, el individualismo, el consumismo, el analfabetismo
funcional; acostumbrada al enchufismo, la corrupción, el expolio de lo público.
Por su
parte, la clase trabajadora de hoy tiene un perfil desdibujado: ha integrado en
su vida diaria los valores del capitalismo y el neoliberalismo y no valora ni
conoce las potencialidades de la autogestión de las empresas recuperadas, de lo
público, de lo común.
Contamos
con una división prolongada durante años del anarcosindicalismo (esto no es
ninguna novedad en su historia); con rescoldos y focos aislados de experiencias
autogestionarias y anarquistas; con el movimiento de la sociedad civil
organizado en el 15M, las Mareas Ciudadanas, las Marchas de la Dignidad; con
los movimientos sociales que utilizan modelos de funcionamiento libertario...
Debemos
ser conscientes de que la verdadera Revolución Social precisa de un pueblo organizado,
formado, armado ideológicamente por el pensamiento libertario; un pueblo
activista, sin distracciones ni espejismos por querer conquistar el poder; que
no comparta la lógica del Estado burgués, que se sienta heredero de varios
siglos de luchas por sus derechos y emancipación; un pueblo sobre el que pivote
cualquier proceso de cambio político y transformación social.
Anastasio
Ovejero, en su reciente libro Autogestión para tiempos de crisis, insiste en
que la salida a la crisis actual pasa por la autogestión y plantea la utilidad
de recuperar el ejemplo de las colectividades libertarias que tuvieron lugar en
la Revolución Social de 1936 para ofrecerlas como alternativas reales a la
situación de crisis económica y sistémica actual.
Ahora que
se está en proceso de revertir los servicios públicos anteriormente privatizados;
ahora que comienza a existir una opinión pública favorable en defensa de lo público,
de lo común, tras ver los grandes inconvenientes que supone su privatización (pérdida
de puestos de trabajo, pérdida de calidad en el servicio, encarecimiento del mismo,
es una fuente de corrupción); ahora es un buen momento para mirar hacia los procesos
alternativos de autogestión que han existido en la historia como la Revolución
Social española, el movimiento de empresas recuperadas y autogestionadas en Argentina
y Grecia o el uso de los bienes comunales que Elinor Ostrom constata que se
llevan a cabo en muchas partes de todo el mundo, y hacerlo como alternativa al
espíritu empresarial capitalista e individualista.
Las
revoluciones tienen lugar porque se dan una serie de circunstancias sociales, políticas,
económicas, culturales que, sin duda, en este momento no se dan porque el
neoliberalismo lo invade todo, especialmente, el pensamiento, el comportamiento
y las actitudes de la población. Sin embargo, la revolución fue posible y sus
realizaciones deben ser el referente que nos llene las manos a la hora de
construirnos como pueblo en pie que quiere ser el protagonista en la sociedad
nueva que se fundamente en la libertad y la justicia social.
[Publicado
originalmente en el periódico Rojo y
Negro # 314, Madrid, julio 2017. Numero completo accesible en http://rojoynegro.info/sites/default/files/rojoynegro314julio.pdf.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.