José Quintero Weir
Antes de ayer, ayer, hoy, en Venezuela, algún joven va a morir a manos de las Fuerzas Armadas Bolivarianas de Venezuela. El Ministro del Interior dirá de inmediato que su muerte ha sido prácticamente un suicidio; el Defensor del Pueblo, casi sin que el Ministro termine su discurso, corrobora su palabra y abunda en ejemplos históricos de suicidios parecidos y aprovecha las cámaras para acusar a estos jóvenes “suicidas” de cualquier acción que ponga en riesgo su vida y la de sus familiares.
Antes de ayer, ayer, hoy, en Venezuela, algún joven va a morir a manos de las Fuerzas Armadas Bolivarianas de Venezuela. El Ministro del Interior dirá de inmediato que su muerte ha sido prácticamente un suicidio; el Defensor del Pueblo, casi sin que el Ministro termine su discurso, corrobora su palabra y abunda en ejemplos históricos de suicidios parecidos y aprovecha las cámaras para acusar a estos jóvenes “suicidas” de cualquier acción que ponga en riesgo su vida y la de sus familiares.
Apenas antes de ayer, ayer, y, hoy mismo, los miembros del Tribunal Supremo de Justicia, presidido por un elemento que siendo efectivo de la policía política del Estado fue juzgado por el asesinato de una persona en su poder policial, y que ahora es acompañado en sus funciones criminalmente legales por un antiguo miembro de las bandas armadas del Partido de la Democracia Cristiana en sus tiempos de estudiante de la Facultad de Derecho de La Universidad del Zulia pero que, hoy ha resultado ser un consumado “revolucionario” de “izquierda”, pero que gusta de jugar a los naipes en Casinos de Las Vegas pagados con dineros del pueblo; o por elementos que ni siquiera mostraron títulos como abogados pero que apoyan al gobierno en todo lo que el gobierno crea necesario que decidan; de tal manera que, ayer, hoy, orita mismo, estos sátrapas deciden que cualquier rebeldía de cualquier joven en las calles, debe ser juzgada por tribunales militares, o ser lanzados a enloquecer o morir en las “tumbas”: celdas construidas tres metros bajo tierra en los cuarteles de la policía política en Venezuela.
Escasamente antes de ayer, ayer, hoy mismo, a la Ministra de Prisiones se le acusa de sacar de la cárcel elementos criminales de la delincuencia común que, uniformados por la Guardia Nacional sean quienes hagan el trabajo de matar a mansalva a nuestros jóvenes rebeldes disparándoles desde la azotea del edificio del propio Tribunal Supremo de Justicia, no importa que sea frente a las cámaras de televisión, porque, a su parecer, quienes en las calles resisten no son gente, no son humanos, pues, se trata de niños de 17 a 22 años “miembros de una derecha internacional que busca que el imperialismo norteamericano venga a invadir a Venezuela” en una especie de deseo y petición desesperada de una posible Bahía Cochinos que pueda justificar sus crueles y sanguinarios crímenes.
Oritamente, antes de ayer, ayer, mero mero hoy, la empresa petrolera venezolana PDVSA parece haber descubierto nuevos pozos no precisamente de petroleo, sino de cocaína; por eso, por lo menos dos barcos de la petrolera venezolana han sido atrapados por la Armada española en las inmediaciones de Islas Canarias y un camión cisterna que debía cargar gasolina, ha sido atrapado por el propio Ejército venezolano transportando toneladas de la misma droga. Todos aquí, en Colombia y en Europa saben a quien pertenecen los cargamentos y nadie lo dice, pero mero mero hoy, sin cámaras de televisión de por medio, sus propietarios han supuestamente entregado las armas en Colombia pero no así el negocio que, a fin de cuentas, siguen realizando desde Venezuela con el apoyo logístico de la principal empresa del estado venezolano y de las Fuerzas Armadas Bolivarianas de Venezuela. (Jamás pensó el Libertador que su nombre serviría como nominación de un cartel de drogas en nombre de la libertad).
Finalmente, apenitas oriticamente mismo, las madres de este país, esas que tienen que hacer la fila para ver qué encuentran en el mercado, conversaban acerca de lo que la OEA podía decidir en beneficio de parar esta masacre de niños en las calles de Venezuela. Puro sueño de opio de nuestras mamacitas, pues, ellas nada saben de política internacional, ellas nada entienden como un gobernante en Bahamas, Haití o cualquier isla del Caribe desconocida por ellas, jamás entenderá su sufrimiento de vivir en una fila para ver qué puede comprar, pues, ese gobernante sólo espera que el gobierno que diariamente asesina algún niño hijo de alguna de sus compañeras de fila, le envíe petróleo a cambio de su voto en la OEA; ellas piensan así porque, ciertamente, ellas siempre andan sin piedras en la mochila y no entienden que a los gobiernos representados en la OEA les vale madres si Maduro nos declara la guerra con su ejército, sus tanques, sus fusiles y sus sukoi, que bien puede matar a todos nuestros jóvenes de 17 años en nombre del “internacionalismo proletario”, por demás aplaudido por el Caricom, la UNASUR, Atilio Borón, Enrique Dussell o Ana Esther Ceceña afanada en buscar firmas en apoyo a tal crimen. Así, matar día a día a toda una generación y a ellas mismas, es decir, a un pueblo desarmado sin que nadie se de por enterado o escuche sus gritos de muerte, es el principio fundamental de eso que llaman “diplomacia de los de arriba”; porque ni ellas ni los muchachos rebeldes que pelean palmo a palmo en una intifada de piedras contra fusiles no son de “izquierda” (ergo, merecen ser asesinados), ni cuentan con ideólogos y filósofos harto reconocidos como de “izquierda”, que les piensen siquiera como seres humanos, o manque sea se pregunten, en verdad, qué está pasando en Venezuela.
Por eso es que hoy, oritica mismo, es que he logrado entender lo que el Paisano decía en su lección que nos dio ese día. No hay nada más pesado que la mochila que cargamos con las piedras de aquello que creemos explica la realidad que pretendemos ver mirándola a través de la sólida estructura de las piedras con las que cargamos nuestra mochila. Es por eso que, entiendo que, a lo sumo, todos los que antes nos hablaban de “humanidad” y de “derechos humanos”, con respecto a la matanza de jóvenes en Venezuela, el hambre de Venezuela, la muerte por falta de medicinas en Venezuela, quieren mostrarse, por lo menos, como neutrales, o se abstienen de opinar, de decir, aunque sea mañana, tras mañana o el año que viene que van casi los 100 muchachos de 17 a 22 años muertos por el gobierno, ¡vergación! Algo pasa en Venezuela y, ciertamente, lo que pasa no puede ser visto a través de las piedras que cargan en sus respectivas mochilas ideológicas.
[Párrafos extraidos de post que, en versión completa, es accesible en http://laguarura.net.ve/2017/07/07/sin-viejas-piedras-en-la-mochila.]
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