Periódico Fragua Social
El testimonio histórico es claro al respecto. Aquellos que trataron de hacer compatible el logro de una sociedad sin Estado y sin clases, con la conquista revolucionaria del poder político y la creación de un Estado provisional o transitorio, derivaron finalmente hacia el Estado totalitario que ayer y hoy oprime a los pueblos.
Por otra parte, los que, reclamándose de iguales principios y fines, pusieron toda su confianza en la conquista de ese mismo poder político mediante el sufragio universal, acabaron siendo absorbidos por la democracia parlamentaria, de la que se constituyeron en fieles partidarios para alcanzar sus mismos fines. De este modo, tanto los partidarios de la dictadura del proletariado y los que se hicieron partidarios de la socialdemocracia, solo alcanzaron a perderse en un laberinto sin salida que se alejaba cada vez más del fin al que supuestamente aspiraban. Desde esos días, las aspiraciones revolucionarias de la clase trabajadora han sufrido un importante infortunio. Los trabajadores han perdido, en gran parte, sus objetivos como consecuencia de las manipulaciones de partidos y sindicatos que, en la mayoría de los casos, apuntan a una reforma parcial de la sociedad capitalista y a la perpetuación indefinida del sistema de explotación fundado sobre el asalariado y la propiedad privada.
El testimonio histórico es claro al respecto. Aquellos que trataron de hacer compatible el logro de una sociedad sin Estado y sin clases, con la conquista revolucionaria del poder político y la creación de un Estado provisional o transitorio, derivaron finalmente hacia el Estado totalitario que ayer y hoy oprime a los pueblos.
Por otra parte, los que, reclamándose de iguales principios y fines, pusieron toda su confianza en la conquista de ese mismo poder político mediante el sufragio universal, acabaron siendo absorbidos por la democracia parlamentaria, de la que se constituyeron en fieles partidarios para alcanzar sus mismos fines. De este modo, tanto los partidarios de la dictadura del proletariado y los que se hicieron partidarios de la socialdemocracia, solo alcanzaron a perderse en un laberinto sin salida que se alejaba cada vez más del fin al que supuestamente aspiraban. Desde esos días, las aspiraciones revolucionarias de la clase trabajadora han sufrido un importante infortunio. Los trabajadores han perdido, en gran parte, sus objetivos como consecuencia de las manipulaciones de partidos y sindicatos que, en la mayoría de los casos, apuntan a una reforma parcial de la sociedad capitalista y a la perpetuación indefinida del sistema de explotación fundado sobre el asalariado y la propiedad privada.
Frente a estas dos corrientes del pensamiento socialista, el anarquismo y el anarcosindicalismo opusieron y siguen planteando la necesidad de la acción directa, como una táctica y como una forma de lucha específica de la clase trabajadora. Sin embargo, la acción directa supone también un individuo nuevo en tanto que presupone una ética de la responsabilidad personal e intransferible y ofreciendo a la persona humana la posibilidad de determinar su destino. Tales ideas nos llevan a rechazar cualquier forma de delegación que suponga una renuncia de la libertad y de la iniciativa individual y colectiva en segundos o terceros, no importa quiénes sean dejando en sus manos todo el poder de decisión. Esta renuncia es el hecho clave, la pendiente por la que se deslizan hacia su ruina las diversas escuelas del socialismo que exigen la dependencia del ser humano.
Pero queremos dejar bien sentado que la acción directa no presupone la acción individual y aislada de la persona, sino la actuación colectiva y solidaria de todos los trabajadores y trabajadoras para resolver sus problemas en el momento histórico que vivimos, frente a los individuos que detentan el poder o sus intermediarios. Sin embargo, al hablar de la acción directa en el terreno de las luchas sociales y económicas, solo podemos decir que la acción directa es una manifestación de la conciencia y la voluntad de la clase trabajadora; que puede tener tanto manifestaciones benévolas, como expresiones muy pacíficas; pero también ímpetus vigorosos y violentos, dependiendo de las circunstancias en la que ésta se lleve a cabo.
La acción directa se opone, así, a la acción política parlamentaria y a la conquista del poder del Estado. El antagonismo que existe entre políticos -para quienes la conquista de los Poderes públicos es la suprema panacea- y los anarcosindicalistas, partidarios de una transformación de la sociedad y que preconizan como medio “la huelga general” -que no es en realidad sino una forma nueva de la revolución muy en relación con el régimen industrial moderno- nos muestra todo el beneficio que podemos obtener para nuestras ideas del movimiento puramente obrero de los sindicatos; se encuentra en esto. Esta frase lapidaria, resuena en los oídos de todos los políticos socialistas como el zumbido molesto de un insecto, ya que cuestiona, en su sentido más amplio, la actividad política de sus partidos, especialmente de los partidos de izquierda.
Al contrario de la lucha electoral y política remotamente periódica, la lucha contra la avidez patronal y a represión estatal es de todos los días, mantiene continuamente en tensión a los sindicatos y a la clase obrera, les impide hundirse en una flojedad perniciosa, y como necesita una acción permanente y sin tregua produce y fomenta entre la militancia un espíritu de iniciativa, un esfuerzo, una perseverancia que la habitúa a la acción y a la combatividad; y cosa muy importante, no necesita de jefes ni diputados para realizar la obra de todos, pues todos son invitados a tomar parte de ella activamente, mientras que en la lucha política electoral, el Estado queriéndose organizar mediante nuevas elecciones, exige del individuo un sacrificio personal cada cuatro años, sin más perspectiva que la de confiar de mala o buena gana en sus elegidos. De este modo, la acción directa debe ser una manifestación cotidiana de nuestros esfuerzos. Tenemos, por consiguiente, ante nuestros ojos, una práctica diaria, que va creciendo por momentos, hasta el instante en que, habiendo alcanzado un grado de potencia superior, se transforme en una conflagración que denominemos huelga general revolucionaria, y que pondrá sobre la mesa la posibilidad de satisfacer nuestras aspiraciones no solamente políticas y económicas, sino incluso existenciales.
De esta manera, son claras, evidentes, e innegables las ventajas del movimiento económico sobre el político, pues en aquél el individuo toma parte activa, sin necesidad de intermediarios. El ejercicio de la acción directa se presenta como una acción que prepara psicológica y físicamente a la clase trabajadora para la conquista de mejoras inmediatas, no para soñar con un camino infinito de mejoras circunstanciales, sino para alcanzar todo un conjunto de elementos concretos y definidos, propios de una cultura revolucionaria que le otorguen la capacidad de emprender metas que no solo desborden la legalidad, sino los mismísimos principios en los que se sustenta la actual sociedad capitalista.
[Tomado del periódico Fragua Social # 2, vocero de la CNT-AIT Levante. marzo 2017. Número completo accesible en https://levantecntait.wordpress.com/fragua-social.]
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