Emilio Ortiz G.
Quiero
en este momento, y con todo el respeto que merecen los jóvenes que arriesgan
sus vidas en las calles de Venezuela enfrentando a la dictadura madurista,
hacer un breve paréntesis para reflexionar sobre uno de los más agobiantes
problemas que condenan a la economía venezolana. Su traducción política
desmiente el nacionalismo de que hacen gala los líderes chavistas y su
gobierno. Comencemos con la pregunta: ¿Es Venezuela más independiente y
soberana que hace 30 años? ¿Qué hay de toda esa alharaca de Maduro y los
oficiosos representantes del chavismo-madurismo, acerca del “imperio” y la
soberanía popular?
Arpa, cuatro, maracas y Bolívar
Los
regímenes nacionalistas, no son nacionalistas per se, es decir, no los motiva
una fibra patriótica que les lleva a enarbolar las bondades de la llamada
“patria”. Su nacionalismo va estrechamente ligado a una circunstancia
político-social que les mueve a utilizar todo el arsenal vernáculo, para llevar
a cabo sus objetivos. En algunas ocasiones pueden jugar un papel progresivo
para el desarrollo de un pueblo, pero sus límites son cortos y siempre acaban
por traicionar sus propias huestes.
La
historia ha demostrado cuan perverso puede ser el uso del nacionalismo. Hitler
y Mussolini fueron un claro ejemplo de dictadores, al frente de poderosos
movimientos políticos y sociales, que usaron los atributos y glorias pasadas de
sus regiones para cohesionar a sus pueblos tras de sí. Los símbolos patrios se
volvieron una obligación, al igual que hacer de las tradiciones una religión y
auto-proclamarse herederos y continuadores de las mejores épocas de sus
terruños. En Italia, por ejemplo, Mussolini apeló a las muy viejas glorias del
imperio.
En
el caso de las naciones latinoamericanas hay una diferencia importante: el
nacionalismo puede estar directamente relacionado con la soberanía de los
países, su independencia económica frente a los grandes centros de poder
político y económico mundiales, en especial respecto a los Estados Unidos de
América. No es mi intención y escapa a mis posibilidades actuales, cavilar
acerca de cómo las respectivas burguesías latinoamericanas surgieron, en mayor
o menor grado, a la sombra de los grandes poderes económicos mundiales, Gran
Bretaña a principios del siglo XX por ejemplo, o EEUU. Una parte importante de
esa burguesía nació íntimamente ligada a los intereses de esas potencias y se
enriquecieron jugando el rol de “facilitadores” de la explotación extranjera de
recursos en sus naciones o asociados a negocios en los que las jóvenes
repúblicas quedaban siempre en desventaja. De tal manera que el nacionalismo en
Latinoamérica tiene una connotación de soberanía, de reafirmación de la nación
frente a los poderes mundiales.
Dicho
esto, permítanme recordar la pregunta inicial: ¿Es Venezuela hoy en día más
soberana que hace 30 años? Desde que Chávez asumió el poder, la proliferación
de la “venezolanidad” identificada con la música criolla, los símbolos patrios,
y la exaltación de su héroe sempiterno – Bolívar- no ha parado. Su difusión
sobrepasa a las ejecutorias del fallecido presidente Luis Herrera Campíns que
nos hizo escuchar el himno cada seis horas por radio y televisión, entre otras
cosas. Pero esto es alimento para las grandes masas, en especial cuando se
tienen las arcas del Estado repletas de dinero. Se puede repartir y dispensar,
incluso llevar a cabo obras impensadas en los gobiernos anteriores, todo bajo
un fondo de música llanera, o tambor barloventeño o tal vez un polo oriental o
un vals andino. Pero nada de eso representa soberanía, independencia o avance
económico.
La
clave de la dependencia venezolana está en la maldición de sus recursos
naturales, o más bien, la maldición de los que han administrado esos recursos.
No digo nada nuevo cuando pongo sobre el tapete el hecho de que mientras se dependiera
de la venta del petróleo, Venezuela estaría condenada, tarde o temprano, al
marasmo y el desastre económico. Siendo una nación rica en tan diversos
renglones, desde la fuerza de sus ríos, tierras fértiles, sabanas extensas,
amplia costa marítima, recursos minerales, Venezuela tenía todo para progresar
ininterrumpidamente. Pero obtener ingentes cantidades de dinero por vender un
recurso codiciado por el mundo le hizo una nación de burgueses haraganes y
parásitos del Estado, siendo este último un enorme aparato de clientes, ávidos
de recibir una tajada del ingreso de la gran tienda de venta de petróleo. Ahora
preguntemos: ¿Qué hizo Chávez para cambiar esto?
Si
examinamos las grandes medidas del gobierno y sus planes de desarrollo: NADA.
Por el contrario, se desmanteló todo aquello que podía significar un piso para
la diversificación y desarrollo de otras áreas de la economía. El centro de
toda su orientación se basó en vender y recibir. Y se embriagó tanto de
riquezas, por la coyuntura favorable que le tocó vivir en su primera etapa, que
se dio el lujo de comprar apoyo político con petróleo. Pero más que eso y esto
es lo importante: no sólo no hizo nada por independizar a Venezuela de la venta
de su recurso natural por excelencia sino que hipotecó más aún a la nación
venezolana, escuchando los cantos de sirena de otras potencias, también
imperiales: China y Rusia.
Una estatua y una medalla
En
una nota, publicada por el diario El Nacional, del 7 de octubre de 2016 podemos
leer:
“En
una ceremonia celebrada en Sabaneta, el presidente Nicolás Maduro develó un
monumento del fallecido presidente Hugo Chávez Frías, una estatua de
aproximadamente 6 metros de altura. La efigie, construida por el gobierno ruso
en la plaza Hugo Chávez en la capital del estado natal del difunto mandatario
venezolano, está hecha de bronce y granito. […] En Moscú, Rusia, se encuentra
una igual.”
A
simple vista suena como un tributo ruso a las buenas relaciones con el gobierno
chavista-madurista, pero si investigamos un poco encontramos ciertas claves
para la comprensión del futuro.
“El
enorme monumento de bronce y granito, que muestra a Chávez (1954-2013) de pie
con el puño izquierdo en alto, es obra del escultor Sergey Kazantzev y fue
financiada por la empresa petrolera Rosneft por encargo del presidente ruso,
Vladimir Putin.” (El Nuevo Herald)
Durante
la ceremonia para develar el monumento a Chávez, el presidente Maduro aprovechó
la oportunidad para informar acerca de “… la creación del premio ‘Hugo Chávez
de la Paz y la Soberanía de los Pueblos’, en honor a su antecesor fallecido, y
propuso al presidente ruso, Vladimir Putin, para ser el primer galardonado.”
(El mundo.es)
Una
estatua y una medalla, ambos expresión de unas relaciones particulares con
Rusia y especialmente con Putin, a quien Maduro consideró merecedor obvio de la
entrega del primer galardón “Hugo Chávez a la paz y soberanía”.
“Yo
creo desde ya que este premio hay que entregárselo (…) a un líder que creo es
el líder más destacado que hay en el mundo de hoy, luchador por la paz,
luchador por el equilibrio del mundo, constructor del mundo pluripolar,
multicéntrico”
Pocas
horas antes, ambos gobiernos firmaban un acuerdo en el que Rusia invertiría
unos 20 mil millones de dólares en Venezuela, antes de finalizar el año 2020.
Se trataba de una financiación para adelantar proyectos petrolíferos y de gas
en Venezuela.
La
“donación” del monumento a Chávez provino de la gigante petrolera Rosneft,
controlada por el estado ruso (Putin). Hacia finales del otoño de 2016 la
empresa de petróleos del Estado venezolano, PDVSA, renegociaba una deuda de dos
mil ochocientos millones de dólares y daba como garantía el 50.1% de las
acciones de Citgo (la filial de PDVSA en los Estados Unidos). Además de esto,
el gobierno madurista pidió a Rusia (Rosneft) un nuevo préstamo de mil
quinientos millones de dólares, dando como garantía el 49.9% restante de las
acciones de Citgo.
Las
consecuencias políticas de estos movimientos son suficientes para despejar
cualquier duda acerca de la “soberanía” de Venezuela bajo el gobierno
“revolucionario” de Maduro-Cabello-Padrino. Pongamos el vivo ejemplo de la
elección de Trump como presidente de los Estados Unidos. Cualquiera puede notar
que los alaridos anti-imperialistas de Maduro tuvieron un bajo perfil respecto
a las elecciones norteamericanas y especialmente respecto al candidato Donald
Trump. Pero pocos podrían imaginar que PDVSA donaría a través de su filial
Citgo, 500 mil dólares al acto de inauguración presidencial de Donald Trump,
sobrepasando las sumas de Coca Cola ($300 mil), Ford ($250 mil), Amazon (57
mil), e igualando las cantidades donadas por Exxon y British Petroleum. Ello,
mientras la nación venezolana sucumbe por falta de alimentos y medicinas. La
lista de donantes fue revelada al público por la Comisión Federal de
Elecciones.
Al
interior del país, Maduro y Cabello pueden proferir cuantas afirmaciones
quieran contra el “imperialismo” y acusar a la oposición de planear un golpe
auspiciado por Estados Unidos, al que, eso sí, se le vende religiosamente el
petróleo. Usando su monopolio de la información, usando la extorsión a los
medios de comunicación, y auto-censura o abierta censura, el gobierno puede
decir lo que le venga en gana a través del canal del Estado – Venezolana de
Televisión, como lo hacen hoy en día al acusar de terroristas a los estudiantes
que le enfrentan en la calle. Lo propio hace su mediocre y estalinista canal
internacional – teleSur -, pero los hechos son los hechos: no existe la menor
excusa para justificar la donación al acto inaugural de Donald Trump, como
tampoco existe la menor justificación para otorgar un premio de la “Paz y
soberanía” a uno de los asesinos más siniestros en lo que va del siglo:
Vladimir Putin, quien se anexionó Crimea, quien ha ordenado la liquidación
física de periodistas opositores, quien está íntimamente relacionado a los
crímenes de guerra en Siria y cuya política internacional “bajo cuerdas” es
menoscabar el poder competitivo de China o los Estados Unidos, para ubicarse
privilegiadamente, accediendo a nuevos mercados y ayudando a los movimientos de
derecha o ultra-derecha en los naciones europeas o EEUU. Enemigo de la
soberanía de los pueblos y promotor de la guerra, ese es el depositario del
premio que Maduro otorgó, y con esto Maduro ha mostrado su condición de lacayo,
su servilismo a quien le ha suministrado los miles de millones de dólares que
ha necesitado para subsistir como Estado y para seguir robando.
Pero
antes de Rusia estuvo China… Cuando las arcas se encontraban llenas por los altos
precios del crudo en el mercado mundial, el propio Hugo Chávez comprometió a
Venezuela en numerosos acuerdos con China. Estas negociaciones iban desde el
suministro de línea blanca (cocinas y electro domésticos), armamento (que
Venezuela también compró de Rusia), hasta … exploración petrolera. Lo primero
ayudaba a crear la sensación de que, a pesar de vivir en una vivienda
miserable, los pobres podían adquirir una cocina nueva. El populismo chavista
se vestía de insumos para el hogar para disfrute de los sectores populares, así
como alardeaba de un ejército fortalecido (por las armas y tanques rusos y
chinos) para defender la soberanía nacional. Pero por el otro lado, obtenía
préstamos de China y se le otorgaba acceso a los recursos naturales de la nación
(especialmente petróleo). Algunos de los acuerdos fueron confidenciales y mucho
se auguró que China sería el gran socio comercial de la Venezuela chavista, con
un gobierno que presumía que pronto el país consolidaría un parque industrial
ayudado por la tecnología y la asesoría de la nación asiática. Como todo
dependía de la bonanza petrolera, cuando ésta se desvaneció y el ingreso de
divisas disminuyó drásticamente, Venezuela ya se encontraba endeudada hasta el
cogote y pronto comenzaron los “rumores” de las dificultades de pago de los
compromisos contraídos. La deuda con China asciende a 50 mil millones de
dólares y por ahora PDVSA envía 500 mil barriles de petróleo diarios a ese país
como pagos de deuda. Los augurios de grandes hazañas comerciales se evaporaron.
La dirigencia china ve ahora a Venezuela con el ceño fruncido y sabe que han
sido desplazados por Moscú.
El
chavismo no sembró el petróleo, no desarrolló la industria nacional, no creó
bases para reducir la dependencia del crudo. Por el contrario, confiado en una
riqueza inagotable, abrió las puertas a otras potencias imperiales para el
desarrollo de la explotación petrolera y se endeudó con una seguridad falsa en
que siempre tendría capacidad de pago. Ahora, bajo Maduro-Cabello-Padrino, la
bancarrota es inocultable. Las reservas internacionales han llegado a su nivel
más bajo en la historia. La inflación es la más alta del mundo. La recesión
campea y los únicos que se alimentan bien son los miembros de la boliburguesía
y los petimetres del gobierno y especialmente los militares, cuya cúpula goza
de escandalosos privilegios, entre ellos el de ser libres de hacer negocios con
el narcotráfico. El cuadro del joropo, el liqui liqui, Bolívar y la bandera
tricolor, quedan como una mueca cínica y patética, carentes de contenido real
de soberanía o independencia. Una estatua y una medalla muestran al que quiera
ver la verdad, la impúdica entrega de una nación a las potencias extranjeras en
nombre de una revolución que no es tal.
A
la pregunta: ¿Es Venezuela hoy en día más soberana que hace 30 años? La
respuesta, clara y directa es NO. Por el contrario, Venezuela nunca había
estado tan sometida como ahora directamente a los dictados del mercado
petrolero. Su economía está deshecha, la sociedad entera se encuentra en
penurias, excepto la capa de burócratas, militares y los nuevos burgueses
chavistas. Y no he ahondado en la corrupción o el narcotráfico. No he hablado
de los presos políticos y la represión. Sólo he querido mostrar la falsedad de
su supuesto basamento ideológico y su fanfarronería.
Mientras
escribo esto los jóvenes luchan en las calles por la libertad y por echar abajo
a este régimen corrupto de mercaderes y vagos de toda estirpe. Ha corrido la
sangre de al menos 37 venezolanos. Mi homenaje a todos los que luchan y
arriesgan sus vidas para acabar con la lacra de la dictadura de
Maduro-Cabello-Padrino. El destino de las estatuas de Chávez, si el pueblo
triunfa y en ello confío, es su derribo, por parte de unas masas que ven en
ellas el símbolo del abuso, el oprobio y el dominio de los sinvergüenzas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.