Humberto Decarli
En
la actualidad Venezuela atraviesa una situación desesperada. Amén de los miles
de asesinatos provocados por el hampa organizada desde el mismo Estado, están
ocurriendo muertes consecuencia de la represión inhumana ejercida por los
organismos punitivos, la guardia nacional, la policía nacional y los
paramilitares encargados de hacer el juego sucio que ni siquiera el gobierno ha
podido evitar. Para el día 27 de mayo de 2017 pasa de sesenta personas
asesinadas, jóvenes la inmensa mayoría de ellas efectuadas por dichos cuerpos
violadores de los derechos humanos.
Fallecimientos històricos por razones
polìticas
Ha
sido tradición histórica nacional la tortura, la cárcel y el homicidio
perpetrado por el Estado en contra de los adversarios políticos. En el siglo
veinte Juan Vicente Gómez fue un ejemplo del ejercicio de ejecuciones y prisión
a quienes se oponían. Casos emblemáticos como Pío Tamayo, Andrés Eloy Blanco e
incluso un otrora aliado suyo, Román Delgado Chalbaud, con más de diez años en
la Rotunda, quien ulteriormente vino con el Falke a invadir por Cumaná y allí
encontró la muerte en combate. La Sagrada fue el ente policial destinado para
el exterminio de los disidentes.
La
dictadura perezjimenista transcurrió con la reiteración gomecista y la
Seguridad Nacional fue el órgano encargado de suministrar la represión en
múltiples formas. Murieron Valmore Rodríguez, Alberto Pinto Salinas y Alberto
Carnevali; en la calle mataron a Leonardo Ruiz Pineda, quien dirigía a Acción
Democrática y se jugaba la vida en el combate diario sin haber apelado a un
exilio dorado como muchos dirigentes de su partido. Al teniente Droz Blanco lo
liquidaron en la costa colombiana por los tentáculos del gobierno en el vecino
país. Guasina fue el campo de concentración más ostensible de esta dictadura.
Con
el puntofijismo se aceleró el aparato represivo porque fueron entrenados en la
Escuela de las Américas los encargados de llevar a cabo el tormento de los
detenidos. Allí se les enseñó a torturar, herir, desaparecer y quitarles la vida
a los dirigentes de los partidos insurrectos. La Digepol, luego denominada
Disip, fue la policía política del régimen surgido a la caída de Marcos Pérez
Jiménez. Fueron muchos los ejecutados, como Alberto Lovera, el Chema Saher,
Juan Pedro Rojas Mollejas, Donato Carmona, Víctor Soto Rojas, Trino Barrios,
los hermanos Pasquier y Fabricio Ojeda, quienes perdieron la vida de manera
alevosa porque no fue en enfrentamiento sino estando detenidos.
La
sede de la Disip en las Brisas en Caracas, Cachipo y Cogollar en Oriente y la
isla del Burro en el lago de Valencia, fueron los centros de torturas
utilizados por la Digepol, la Disip y el Sifa, posteriormente llamado el
D.I.M., así como por los cuerpos militares, la guardia nacional y los cazadores
del ejército.
Con
el advenimiento del socialismo del siglo veintiuno se repite la tradición
represiva venezolana acompañada de un profundo desprecio hacia los derechos
humanos. Los mismos miembros del chavismo fueron víctimas de esta vorágine
bárbara como lo demuestran los casos del fiscal Danilo Anderson, el militar
Eliécer Otaiza, el diputado Robert Serra, el ex gobernador de Apure Jesús
Aguillón y el general Wilmer Moreno. Todos fueron asesinados en circunstancias
bien confusas pero todo apunta a imputar al gobierno como el punto de partida
de esas ejecuciones extrajudiciales.
Asimismo,
el atentado mortal contra el cacique Sabino Romero y la desaparición de Alcedo
Mora junto a los hermanos Vergel en Mérida, son emblemáticos para calificar al
actual régimen. Reemplazaron los cuerpos de seguridad heredados del
puntofijismo cambiándoles el nombre pero el modus operandi se ha perfeccionado
por la asesoría del G-2, el organismo cubano formado por la Stassi, a la vez
sucesora de la Gestapo hitleriana.
La
Disip se denomina ahora Sebin, el D.I.M. con nuevas siglas, el D.G.C.I.M., hay
un cuerpo policial al nivel nacional, la Policía Nacional Bolivariana, a la
P.T.J. se le conoce como C.I.C.P.C., se creó un nuevo componente castrense, la
milicia y para completar, la Guardia Nacional Bolivariana, la misma Guardia
Nacional conocida como parte de la extinta Fuerzas Armadas de Cooperación, el
cuarto factor complementario de los tres tradicionales, el ejército, la
aviación militar y la armada. El anterior cuadro se refuerza con los tontos
macoutes de la dictadura, los paramilitares cubriendo el trabajo previo a los
entes oficiales.
Igualmente
se han formado centros de violaciones de la integridad física, moral y mental,
la “tumba” en el Sebin de la Plaza Venezuela, el Helicoide en San Agustín, Ramo
Verde masificado con la militarización de la justicia para evadir al Ministerio
Público, los centros carcelarios dirigidos por pranes a donde se envían los
presos políticos: Tocoròn, la P.G.V., Vista Hermosa y Sabaneta. Continúa la saga
de terror iniciada desde la creación del Estado venezolano contemporáneo con el
Benemérito a la cabeza. Se reproducen los abusos porque es una estructura de
poder autoritaria sin ninguna institucionalidad democrática.
Confrontaciones desiguales
La
ira generada por el hambre y las humillaciones ha ocasionado una reacción
vehemente de la gente tratando de ejercer el derecho de manifestar
pacíficamente, respondido violentamente por los policías, militares y para
militares de la manera más alevosa. Son balas, proyectiles de todos los
calibres, metras, lacrimógenas lanzadas hacia los cuerpos de los manifestantes
y gas pimienta en grandes cantidades, tal y como lo había ordenado el caudillo
de Sabaneta cuando dijo la infeliz expresión “gas del bueno”. Las personas
protestando solo se defienden con escudos rudimentarios, máscaras antigás
artesanales y otros implementos eminentemente de resistencia.
Quienes
hablan de guerra civil lo hacen partiendo de premisas falsas porque tal
condición requiere la existencia de dos o más formaciones armadas como las hay
en Siria o en Yemen. En Venezuela las armas las tienen quienes gobiernan, los
militares, y prácticamente masacran en forma selectiva a los que osan disentir.
Ese desequilibrio estatuye un enfrentamiento desigual y de allí tantos
fallecidos, con tendencia a su incremento, al igual que los torturados,
heridos, detenidos y desaparecidos.
Significado de la muerte
Carlos
Marx definió a la muerte, en sus Manuscritos Económico- Filosóficos, como el
triunfo de la especie sobre la individualidad. El ciclo vital, al menos para
los humanos, es finito y desaparecemos como organismos vivos. Pero
simultáneamente el ser como individuo o ente particular, se extingue emergiendo
el miedo a la muerte, apelándose a los mitos de la inmortalidad con el más
allá, la vida eterna, el espíritu continúa prescindiendo del cuerpo y lo
fenomenológico, la reencarnación y otras formas de darle continuidad a la vida
a través de sendas ideadas al efecto. Para los epicúreos con la muerte se
esfumaba la persona al igual que pensaba parecido el filósofo Martin Heidegger,
el brillante intelectual prestado a los nazis, considerándola como la detención
del ser aunque Jean Paul Sartre no lo veía de esa forma porque podía no negar
la libertad.
El
problema cambia cuando prevalecen intereses colectivos por encima de los
individuales y hay una cesión de estos hacia aquéllos y se pierde el temor a la
ruptura de la individualidad. Se puede ofrendar la vida en aras de un ideal, de
un valor estimado como suficiente para entregarla. Carlo Martini, el antiguo
Cardenal de Milán y ganador de la primera votación del cónclave para designar
al Papa sucesor de Juan Pablo Segundo, en intercambio epistolar con el
semiólogo Umberto Eco, confesaba que sentía un profundo respeto cuando un ateo
se inmolaba porque otorgaba todo por cuanto no creía en una vida posterior.
Cuando
la muerte produce menos angustia que la vida, como lo asevera Rollo May en su
obra El amor y la voluntad, entonces emerge el suicidio o la entrega de ella
voluntariamente por un ideal. El terrorista islámico lo efectúa por una
recompensa religiosa a recibir en otra dimensión. Los numantinos enfrentaron el
asedio de los romanos hasta fallecer. Los jóvenes cadetes mexicanos se lanzaron
al vacío cuando los americanos tomaron al castillo de Chapultepec. Los bonzos
budistas en Vietnam fueron consumidos por las llamas protestando contra la
guerra. El joven buhonero Mohamed Bouazizi se incendió en Túnez para iniciar la
Primavera Árabe. Los heroicos palestinos impertérritos ante la superioridad
militar sionista. Los precedentes son casos de heroísmo rayanos en la temeridad
ocasionados por pulsiones de vida y muerte, para emplear el lenguaje
psicoanalítico, desembocadas en un empuje incontenible.
El hambre ha sido un incentivo para la
pèrdida del miedo
El
conformismo fue alcanzado gracias a la eficacia del poder a través de sus
dispositivos de control y disciplina. Los primeros como la pasividad lograda
por los medios de difusión, el aletargamiento consecuencia del mensaje y los
contenidos gubernamentales, la falsa alegría como marca de fábrica de los
venezolanos, el fanatismo estalinista, el embaucamiento formulado por el
caudillo, los mitos de ser el mejor país del mundo, la presunta igualdad
racial, la mendicidad predicada e introyectada en la mentes por el populismo, a
la espera de un mesías justiciero. Los disciplinarios expresados por la
intimidación policial, el miedo a la pérdida del trabajo en el sector público,
el temor a no ser beneficiario de los planes asistencialistas oficiales y en
síntesis, el amedrentamiento por la bota militar.
Sin
embargo, el perímetro de la ergástula ideológica impuesta ha tenido límites. La
concentración de tantas humillaciones y pérdidas ha engendrado una suerte de
bumerán capaz de cambiar la coyuntura. Llegó al punto de inflexión, al no más
allá. Ahora la iniciativa, con los
jóvenes a la vanguardia, no hace cálculos ni previsiones. La emigración ha sido
históricamente un mecanismo de combate contra la pobreza (como lo asevera John
Kenneth Galbraith), que en el caso venezolano se ha cumplido a cabalidad. Pero
quienes aún piensan en quedarse, ora porque no pueden, ora porque no quieren,
asumen la conciencia de luchar.
No
obstante, el combate es suicida porque las armas están del lado contrario pero
nada los detiene porque no van a perder sino la pobreza, la limitación y la
degeneración. El riesgo de morir tiene escaso valor para quienes asumen una
conducta valiente y corajuda. Por esas razones se explica el cambio de actitud,
la explosividad, la creatividad para la pelea y el rescate de la dignidad.
El fin de la existencia no niega la
condiciòn humana
Definitivamente
cuando se tienen ideales sublimes se difumina cualquier sentimiento subalterno
y se asume todo incluso la probabilidad de desaparecer como ser humano. En
Venezuela no hay nada a perder a no ser el conformismo y la degradación
generados por el poder. La luz se aprecia desde las cavernas y hasta un agujero
negro puede rescatar en su horizonte de sucesos los fotones para iluminarse.
Como
lo afirmaba el existencialismo positivo, en ideas filósofo italiano Nicola
Abagnano, la muerte no es una posibilidad negadora, antes por el contrario es
una afirmación de la humanidad. Apuntalados por los valores colectivos el
fallecimiento tiene sentido porque se encuentra en la búsqueda de alcanzar una
sociedad donde valga la pena nacer y eventualmente desaparecer como individuo.
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