martes, 30 de mayo de 2017
El Tercero excluido y el cambio político en Venezuela
José Angel Quintero Weir
Dedicado con todo respeto y cariño a Raúl Zibechi
“Así fue de por sí, también en los pueblos hubo y hay quien Sol y Luna se cree, y grande y poderosa luz se presume. Tal son el oro, el dinero y el poder político que con él como
paso y camino se levanta. Su luz ciega y transforma, hace creer como cierto lo falso y esconde la verdad detrás de caras dobles”.
Sub-comandante Insurgente Marcos.
Relatos del Viejo Antonio.
La historia de la falsa luz, la piedra y el maíz.
I. La palabra de los hechos.
Sé que algunos amigos verdaderos se han destanteado por el rigor y la fuerza que en algunos de mis más recientes escritos nunca habían sentido, pues, nunca me habían visto perder la paciencia; pero, sólo soy lo que soy: un corazón latiente, criado en la honestidad del hacer y, por ello, esperanzado en que el hacer del otro sea correspondiente. Más, sin embargo, no es la correspondencia lo que anima el hacer de los detentadores del poder en nuestros días en Venezuela, América Latina y el Mundo. Por el contrario, se trata de un hacer dirigido por la falsa luz del dinero y el poder, siempre engañosos. Así, el asesinato a mansalva de jóvenes de 17 a 22 años, sólo por protestar en contra del poder establecido es, para nosotros, injustificable desde cualquier punto de vista. He allí la razón de nuestra digna rabia, pues, no conocemos a ninguno de ellos y ninguna relación filial o política nos une; sin embargo, se trata de jóvenes a los que las fuerzas del régimen les quitan lo que tienen (su juventud), y, por esa vía, les despojan de todo lo que pudieran tener, lo que resulta siempre, como quiera que ideológicamente busque justificarse, una acción totalmente abominable, y, sobre todo, porque es en lo que podemos decir concordamos con el Che Guevara en su decir que: “sentir en lo más hondo, cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo, es la cualidad más linda de todo revolucionario”.
Por otro lado, internamente, no sólo tenemos que atestiguar diariamente estas abominaciones, sino que además, se nos somete a la diaria humillación de tener que mendigar poder comprar los alimentos básicos o depender de la caridad para la obtención de medicamentos. Nadie ha presentado una estadística sobre todos los que han fallecido por falta de medicamentos para atender enfermedades que van desde las ya exterminadas durante la Cuarta República pero que han regresado por falta de vacunas para el mantenimiento de los programas de prevención; hasta aquellos que mueren por no conseguir el medicamento para la epilepsia, la diábetes, la hipertensión arterial, etc., etc.
No hay familia en Venezuela que no de cuenta de algún caso que toque su núcleo familiar. La misma consideración es posible decirla en relación a la realidad de la delincuencia y sus acciones contra la población; es decir, no hay familia en Venezuela que no haya sido tocada, aunque sea tangencialmente por la delincuencia y esto va, desde ser asaltado para quitarle al sujeto un par de tenis o un teléfono celular hasta quitarle la vida por un vehículo y, lo peor y más recientemente, ser asesinado por defender la pequeña compra de comida.
Pero además, la población civil se enfrenta a un Estado-gobierno que cuenta no sólo con la Fuerza Armada regular expresada en todos sus componentes, sino que además cuenta con factores del lumpen proletariado que en Venezuela se manifiestan a través de “Colectivos” y los llamados “pranes” que, ciertamente, nacieron en el contexto de gobiernos anteriores como expresión de la organización del Tercero Excluido (los primeros), y como parte del proceso de conversión del Estado-gobierno en aparato eminentemente delincuencial con Ministra Ad Hoc incluída (los segundos), pero que en la actualidad, buena parte de ellos luego de ser cooptados por el Estado-gobierno y en virtud de la impunidad otorgada por el mismo, muchos de sus elementos actúan criminalmente como fuerzas paramilitares con la protección de las Fuerzas Armadas regulares. Por si fuera poco, el Estado-gobierno amenaza, además, con entregar unos 500 mil fusiles AK-47 al mismo número de elementos de la llamada Fuerza Miliciana que, en cualquier caso, actuará como fuerza militar regular, siempre, en defensa del status quo de quienes ejercen el poder; porque si a ver vamos, la mayoría de estos supuestos milicianos son gentes que dependen de su afiliación al estamento gubernamental para tener menudos privilegios como bolsas de comida.
Finalmente, resulta necesario señalar que esta palabra de los hechos que actualmente vivimos no nacieron por generación espontánea, sino que son el resultado de un proceso que se ha venido cocinando a fuego lento desde hace muchos años atrás en los que debemos incluir los casi 18 años de “revolución bolivariana”. Así, durante los últimos 17 años todos los crímenes cometidos fueron de alguna manera soslayados y hasta justificados, no sólo por sectores populares sino por lo “máximo” del pensamiento crítico latinoamericano en el campo de la Academia; pero también, desde todos los gobiernos (de izquierda o derecha) de América Latina y el mundo (y hay que sumar a Wall Street), desde Ban Ki Moon en la ONU y José Miguel Inzulsa en la OEA, y, con ellos, todas las fuerzas políticas (de izquierda o derecha) en todo el continente y el mundo. De tal manera que nuestra soledad frente a la muerte se hace enorme.
Hoy, países como Brasil, Colombia, Chile, Argentina o República Dominicana, por sólo mencionar algunos, comienzan a cambiar de posición frente a la palabra de los hechos y, por supuesto, porque internamente en ellos ha cambiado la correlación política de fuerzas. Es bueno decir, que si lo hacen no es porque en verdad nos quieran ayudar, sino porque también, comenzamos a ser un problema social para ellos, pues, en medio del desmadre, buena parte de la población asume como la más inmediata resolución huir y sacudir sus chinelas al momento de dejar atrás al país y arrancar.
Por ello, hoy son muchos los venezolanos que inundan el norte del Brasil, durmiendo en parques y plazas de Boa Vista o Manaus; ni hablar de Maicao, Río Hacha, Uribia, Cali, Medellín, Cartagena y Bogotá en Colombia; por lo que ya los Alcaldes de estas ciudades comienzan a exigir al gobierno central decisiones en contra de esta migración de venezolanos que ya les aturde. Pero lo mismo escuchamos decir de Chile, Argentina, Costa Rica y, por supuesto, de los Estados Unidos.
Así, pues, los hechos gritan todo lo que hemos dicho, y aún resuenan mucho más, pero no queremos llover sobre mojado, porque sólo esperamos que los amigos y conocidos que han cuestionado nuestro tono en escritos anteriores, ya hasta nos han colocado como “correos spam”, tengan una idea del contexto de nuestra digna rabia. Porque es un hecho cierto que, ninguna necesidad había de esto que hoy vivimos, que por encima de cualquier ideología o sectarismo, pensamos, era posible reconducir nuestro país, pues, todo el poder político fue otorgado por la población para impulsar otro proyecto de nación.
Sin embargo, Venezuela se convirtió en una merienda de criollos , y sus posibilidades y cuerpo fue convertido en festín en el que todos saciaron su voracidad comercial y política. Nuestro cuerpo fue despedazado por todos (amigos y enemigos), pues, tal festín resultaba beneficioso a los intereses de los dueños del poder del Estado-gobierno que, por esa vía, podía contabilizar aliados, chantajear bondades, obtener falsos y momentáneos apoyos que, de acuerdo a su pensar, estaban por encima de la construcción de un verdadero proyecto de nación y para lo cual, no necesitábamos otra cosa que idear el camino de nosotros y no el ya establecido por esas falsas fuerzas que hoy, luego de saciarse con la carne de nuestro pueblo, nos ven ahora como problema y, por ello, imponen a todos los que han decidido buscar otro camino, exactamente lo que Donald Trump quiere imponerle a todo el mundo.
Esta es la palabra de los hechos. He aquí la razón de nuestra digna rabia. Sin embargo, no tengo temor a pedir disculpas a los que por el tono de mi voz se hayan sentido ofendidos. Sólo espero que nunca les toque ver morir a un hermano porque no les es posible encontrar la medicina que, existiendo, no es posible encontrarla en su país porque el Estado-gobierno les impida, incluso, traerla de un país vecino porque cierra la frontera, pues, de alguna manera, se trata de una nueva “Operación Cóndor” que sólo nosotros vivimos y a la que debemos enfrentar, ya por las acciones de las fuerzas de derecha y en contra de sus justificadores de izquierda, porque lo que está en juego no es un partido, no es un Estado-gobierno, sino que, lo que en verdad está en juego es la persistencia de la vida de todos los que somos el Tercero Excluido en este país, en América Latina y el Mundo.
Sabemos que esta idea es difícil de entender y digerir, sobre todo, porque la colonialidad del poder y del saber nos ha enseñado a comprender el mundo desde las teorías y perspectivas de su propio pensamiento, sea este el liberal-capitalismo o el marxismo-leninismo; en todo caso, nosotros, los latinoamericanos en general y los miembros del tercero excluido (indios o no indios) nada tienen que ver con la “natural” lucha entre las fuerzas del liberal-capitalismo de “derecha” y las fuerzas “progresistas” del marxismo de la “izquierda”. Vale decir, a las muy mayorías sólo nos toca esperar a que estos dos factores decidan como turnarse su poder sobre nosotros, el tercero excluido sin poder, porque en verdad no aspira a ese poder, sino a poder construirse como una muy otra sociedad.
II. La crisis económica y política de hoy.
Diculpen si me extendí un tanto en lo que, para mí, debía ser una mera contextualización. Reconozco que soy torpe en eso de decir todo en una sola página. En eso envidio a todos los que escriben en el diario La Jornada o en Página 12, ellos son realmente sabios, pues, de todo saben y lo ponen clarito de acuerdo a las aspiraciones de su pensamiento. Yo no puedo hacer eso porque, en verdad, no tengo esa capacidad; porque como todo indio creo en el relato completo de las cosas como forma de que quien escucha, pueda comprender lo que nuestra narración explica.
Digo esto porque, exactamente a mi llegada a ciudad de México (año 2002), para iniciar mis estudios en la Maestría en Estudios Latinoamericanos, se estaba produciendo un levantamiento popular que obligó a Hugo Chávez a renunciar (cosa que, luego que el General Baduel lo restituyera en su poder, negó), pues, quien logra la renuncia de Chávez es el tercero excluido movilizado y masacrado por las fuerzas armadas de ambos bandos en Puente Llaguno. Pero que, igualmente demostró que una cosa es la lucha del tercero excluido y otra la aspiración de aquellos que, en ese momento, no eran sino el poder desplazado (el gobierno y su oposición). De tal manera que, una cosa pensaba la gente que el 11 de abril se movilizó exigiendo la renuncia de Chávez, y otra muy distinta pensaban los factores de poder económico y político que, a espaldas del tercero, tenían muy bien calculado su propio golpe de Estado.
Si Chávez lloró o pidió perdón y hasta se confesó ante Baltazar Porras, todo quedará en secreto de confesión; lo cierto es que hubo una inmensa movilización popular que se dirigió al palacio de gobierno, que elementos vinculados al gobierno dispararon sobre la multitud y elementos de la multitud, supuestamente, dispararon sobre los defensores del gobierno, quienes, a su vez, en posición de francotiradores ubicados en el llamado Puente Llaguno, hasta ahora, no se sabe a cuántos terminaron liquidando, pues, disparaban a patos en el agua. La supuesta victoria de Chávez y de los disparadores en Puente Llaguno, mereció incluso un monumento-mural elaborado en azulejos por un artista plástico que ahora se ha dedicado a crear pequeños altares con el muñeco de Chávez. Pero, este no es el punto. Lo que en verdad queremos dejar bien claro es que todo ha podido ser otra cosa; sobre todo, porque en ese momento el precio de un barril de petróleo se cotizaba, ya en alza, en unos 12 a 15 dólares el barril, pues, en 1999, cuando Chávez recibe la banda presidencial de Rafael Caldera el barril de petróleo apenas se cotizaba en unos 8 dólares el barril, y Venezuela, estaba probado, producía cerca de unos 3 millones de barriles diarios de petróleo. Pero, a partir de ese fatídico año de 2002, el precio del barril petrolero venezolano se disparó de 15 a 25 y de allí en adelante la espiral del precio del crudo parecía no alcanzar su altura, pues, llegó a cotizarse en unos 140 dólares el barril hasta el año de 2012 que comenzó su descenso.
Vale decir, las arcas del Estado-gobierno se derramaron en dólares en la misma medida en que se derramó la sangre en Puente Llaguno; pero también, luego de su victoria, la ambición y la corrupción de quienes detentaban el poder. Así, el proyecto de transformación social del país terminó convirtiéndose en la dosificación de recursos a través de “programas sociales” que estaban más destinados a generar la dependencia de los “supuestos favorecidos” por los mismos que impulsar la posibilidad de autonomía económica de las comunidades beneficiarias. Regla esencialmente creada por los factores de poder a los que la presunta “revolución bolivariana”, supuestamente, radicalmente buscaba sustituir.
Así, pues, todos los vicios de corrupción y despropósito en función del poder no sólo fueron mantenidos por los nuevos factores sino que, además, fueron potenciados, sobre todo, luego de los acuerdos entre el gobierno venezolano y las FARC, quienes, durante más de dos décadas venían funcionando financieramente a partir de la lógica (muy cubana), de que el negocio de las drogas hacia los Estados Unidos no sólo permitía obtener grandes volúmenes de recursos, sino que, éticamente, podía ser muy bien justificada a partir de que quienes recibían la cocaína para su consumo eran unos pinches jóvenes gringos que, por esa vía, se autoliquidaban ante una posible revolución mundial.
Para nada las FARC cuantificaron o cualificaron este perverso proceso por el que campesinos dejaban de cultivar su propia autonomía en función de dinero en efectivo casi inmediato, pero que terminaba siendo gastado en comprar todo aquello que antes sembraban en sus milpas o conucos. Testimonios sobre este proceso abundan en Colombia, pero también en Venezuela, sobre todo, durante el periodo de Chávez.
Ahora que, si Chávez fue o no partícipe del narcotráfico no es nuestro punto. Lo cierto es que toda la población de Choroní sabía que los hijastros de Maduro (sobrinos de Cilia Flores), efectivamente lo estaban, que el Presidente y su esposa se hagan los weyes es otra cosa; pero, lo cierto es que un cargamento de unas 200 maletas cargadas de cocaína salieron de la rampa presidencial y terminaron siendo atrapadas en México. Por cierto, no era el Chapo o nadie del Cartel de Sinaloa quien gobernaba a Venezuela y, mucho menos, controlaba la rampa exclusiva del Presidente de la República; por lo que, o Chávez era tremendo wey como gobernante, o definitivamente bien sabía lo que sucedía en su propia rampa. Algún día se sabrá la verdad de este asunto.
Lo cierto es que por más de una década el gobierno venezolano recibía por concepto de venta de petróleo a los Estados Unidos un presupuesto que superaba, por lo menos, la suma total de los presupuestos nacionales de buena parte de Centroamérica. Por sólo poner un ejemplo, el presupuesto de una Universidad nacional en Venezuela superaba al presupuesto general de países como Guatemala, Haití, Jamaica, e Islas Vírgenes; por solo mencionar algunos. De tal manera que, el presupuesto nacional total en esa coyuntura, llegó a superar al presupuesto sumado de buena parte de los países de Centroamérica y, con creces, a la mayoría de las islas del caribe.
De tal manera que, podemos decir, el dinero nunca será la base de una transformación social verdadera. He allí la falsedad del principio económico que sustenta el bienestar del pueblo en el supuesto crecimiento económico, pues, en el caso venezolano y en tiempos de una revolución “socialista”, “humanitaria” o “humanista”, el gran caudal de dinero o crecimiento económico producto de la explosión a la alza de los precios petroleros, fue capaz de sustentar la orgía más descomunal jamás conocida en la historia republicana de nuestro muy pobre país. De hecho, es posible seguir la guía de calabaza y contabilizar una a una todas las tramas de corrupción que la desproporcionada recepción de dólares por venta de petróleo el Estado-gobierno revolucionario recibió durante toda un década.
Así, sólo por mencionar dos de los casos más emblemáticos, el desmadre comenzó cuando contando con todo el poder político, Chávez, autorizado por la Asamblea Nacional totalmente genuflexa a sus designios, le entrega al General Cruz Wefer el control total de lo que se llamó la “Operación Bolívar 2000”, por lo que este General podía portar en un maletín todo el dinero en efectivo con el que podía pagar de manera directa y sin control alguno, gastos por obras de infraestructura, pago de bolsas de comida, honorarios profesionales a supuestos asesores, la mayoría de ellos cubanos enviados por el gobierno de la isla,, etc., etc. Al final, Cruz Wefer terminó muy rico, acusado de corrupción, pero muy bien protegido por Chávez, al punto que, hasta el día de hoy, el General Cruz Wefer jamás ha entregado cuentas de todo lo gastado y/o embolsado durante el libertinaje de la Operación que, supuestamente, se desarrolló en beneficio de los más pobres y que llevó a Chávez prometer cambiarse el nombre si en los primeros cien días de su gobierno con una Operación como la que el General Cruz Wefer dirigía, los niños de la calle no desaparecían, pues, de acuerdo a su planteamiento, los niños de la calle sólo necesitaban dinero en efectivo para mitigar sus penas.
Hoy día, no sólo los niños de la calle se han multiplicado por diez, sino que la pobreza extrema en general se ha multiplicado unas 50 veces, al punto de que no mienten los registros fotográficos que dan cuenta de filas de pobres esperando para rebuscar en la basura de restaurantes algún mendrugo que comer.
El otro caso insignia de la corrupción generada por el inconmensurable ingreso en dólares que hizo suponer a los “revolucionarios chavistas” que se trataba del momento en que una nueva “burguesía era posible” y, a través de ella, generar un proceso de “Capitalismo de Estado” supuestamente nacionalista, pero efectivamente centralizado y bajo el dominio absoluto del “líder”. Nos referimos a la construcción del Central procesador de caña de azúcar que Chávez entregó al control y dirección de la burocracia cubana y que, en más de una de sus inacabables peroratas televisivas nunca dudó en considerar seria el Central de producción de azúcar más grande del mundo.
Efectivamente, Venezuela, hasta antes de Chávez era un país que sólo requería suplir entre un 10 y un máximo del 15 % de su producción de azúcar, lo que efectivamente se hacía a través de Colombia de manera expedita, casi inmediata, de tal manera que el mercado nacional antes y durante los 40 años de la llamada Cuarta República de la Democracia representativa jamás vivió nunca una falta de azúcar para los consumidores.
La Construcción del Central “Ezequiel Zamora”, ubicado justamente en las proximidades del pueblo natal del “líder” absoluto, no solo obligaba a una reformulación de los desplazamientos de la producción de caña, sino que terminó con la expropiación de todas las tierras productoras que, a partir de ese momento, pasaron a formar parte del mismo proyecto de Central como un todo. La cuestión es que, hasta el día de hoy, es decir, en este justo momento que ahora escribo (10 de mayo de 2017, 02:36 pm), el más grande Central para la producción de azúcar “Ezequiel Zamora”, luego de casi 16 años de construcción (ya definitivamente abandonada), no ha procesado ni siquiera un kilogramo de azúcar; por lo que hoy día, un kilo de azúcar que antes del proyecto de Central Cubano “Ezequiel Zamora” costaba unos 10 o 12 bolívares, cueste hoy unos 12 mil bolívares por kilo, es decir, la inteligencia cubana multiplicó unas 10 mil veces el costo de un producto que antes nosotros mismos producíamos.
La respuesta del gobierno a esta incongruencia económica elemental siempre ha sido la de que todo se debe a la intervención norteamericana; sin embargo, y sin dejar de lado esta teoría de la conspiración, el hecho es que quienes tuvieron todo el poder para el desarrollo de toda la infraestructura del Central así como todo el poder sobre las tierras productoras de caña y, sobre todo, todo el poder político y apoyo popular para hacer lo que se debía hacer, fue el gobierno y sus representantes cubanos. Al final de cuentas, la camarilla cubana se retiró del proyecto; nadie sabe cuánto cobraron por sus supuestas asesorías, todo el dinero que año tras año era presupuestado nacionalmente para la culminación de ese proyecto jamás ha sido contabilizado, apenas un General que ya debe encontrarse en su casa, disfrutando las noticias por la televisión, fue acusado por la debacle del proyecto.
Pudiéramos agregar a este descomunal desfalco los “regalos” que el “líder” se daba el gusto de otorgar televisivamente como si de su propia bolsa sacara el dinero que entregaba a Daniel Ortega en Nicaragua, o en raciones de petróleo a Jessie Jackson en Nueva York, ni siquiera mencionamos lo que diariamente se otorga al gobierno cubano, quienes, ni cortos ni perezosos, armaron una empresa que vende Off Shore buena parte de los 250 mil barriles diarios de petróleo venezolano, para lo que han contado con la participación apátrida de elementos como Alí Rodríguez y de Rafael Ramírez.
En fin, la actual crisis económica por la que las muy grandes mayorías de la población venezolana hoy mueren de hambre, no se debe exactamente a la baja del precio del petróleo, ese es un pobre argumento del que todo imbécil comentarista (como el tipo del parche en Dossier o de Telesur), echa mano por mera ignorancia, haraganería intelectual o simple fanatismo, pues, siempre es más fácil repetir lo que todos dicen que intentar forjar una palabra propia: he allí, pues, la razón de la inconfiabilidad que, sin querer queriendo, genera todo periodista televisivo.
Porque nunca se ha tratado de esto que, por más de cien años (100 años) los diferentes Estados-gobiernos venezolanos han experimentado y todo el pueblo ha sufrido; de tal manera que, decirnos que el gobierno norteamericano o Araba Saudita ha manipulado los precios del petróleo porque intentan chingarse a Rusia o a Irán no nos dice nada nuevo, pero sí nos deja claro que el interés de nuestro propio gobierno nunca ha sido su propia población sino su poder y su permanencia en el poder.
Esto lo decimos desde la perspectiva del poder mismo, pues, desde la perspectiva del Tercero Excluido que somos, consideramos que ningún gobierno tuvo en sus manos tantas posibilidades económicas y políticas como para potenciar otra forma de organizarnos, respetarnos y vivir. Pero el enriquecimiento fácil y el sometimiento de los otros es algo más que tentador para quienes han creído sufrir sin sufrir, pero que se asumen como depositarios de todo el sufrimiento de los otros y, cuando pueden, cobran por ello de manera siniestra y total.
Por mejor decir, si los cubanos que formaron parte del más grande asalto a las arcas públicas venezolanas se fueron con todo el dinero nunca gastado en el Central “Ezequiel Zamora” nunca concluido, yo les exculpo, pues, ellos siempre cumplieron el papel de cobrar por lo que muy de antemano sabían iba a suceder; de tal manera que, en tiempos del Libertador Simón Bolívar, sólo Alí Rodríguez y el mismo Chávez debían ser pasados por las armas. Pero, hoy en Venezuela sólo Bolívar cree en la pena de muerte a quienes se enriquecen con el futuro de su propio pueblo (Advierto que por herencia de mis tías indias, lo que menos soy es bolivariano).
El hecho es que, ya por acción calculada del gobierno norteamericano y sus proyectos de fracking petrolero, ya por la geopolítica de Arabia Saudita o, en fin, de la apropiación gringa del petróleo de Irak y Libia y su utilización para el deterioro de la fuerza Rusa en el mercado petrolero, el hecho cierto es que por más de una década Chávez contó con un absolutismo económico-político aprobado por las mas grandes mayorías; que durante esa misma década, aún y a pesar de la confrontación que la oposición política tradicional pudiera plantearle, contaba con el suficiente apoyo popular como para encauzar un otro destino para todos; pero ese nunca fue su propósito y, por supuesto, nunca fue el propósito de sus sobrevivientes, pues, todo el que por venganza actúa, lo que menos piensa es en los daños colaterales de su venganza.
Esto es, tal vez, lo que más profundamente toca el escrito del poeta Armando Rojas Guardia que, dicho sea de paso, es el que ha motivado nuestro presente escrito; porque, ciertamente ninguna comunidad social, ningún país puede construirse sobre la base de la imposición de unas mayorías sobre las minorías y por supuesto, mucho menos, por la imposición de unas minorías (aunque muy bien armadas militarmente y, además, con las finanzas extraídas de las mayorías), por sobre las mayorías. Tal idea sólo puede ser impulsada desde una visión que pretende imponer su “fracaso” (en esto acordamos con Rojas Guardia), sólo por la fuerza de las armas, el paramilitarismo y la complicidad de una intelectualidad que, en su colonialidad, no le es posible ver ni entender que el desmadre que hoy vivimos nunca se ha tratado de una confrontación entre “derecha” e “izquierda”, pues, como quiera que sea, ambos factores convergen en el mismo camino: el de la imposición de una modernidad que, desde la conquista europea hasta nuestros días, conquistadores, liberal-capitalistas y marxistas-leninistas, nos ha impuesto como único camino para nuestra existencia y en cuyo debate o guerra a muerte, sólo el Tercero Excluido pone los muertos.
De tal manera que, nuestra actual crisis económica y política no puede ser entendida de un plumazo, tal como lo hacen todos los telediarios, desde las bastardas opiniones del hombre del parche en Dossier, la gringa muy cotizada por el gobierno nacional y que habla desde un canal Ruso, pero también, los chilenos que hablan desde CNN, no menciono a Wladimir Villegas y Globovisión porque, como diría torpemente Manuel Rosales: “no es posible pedirle peras al horno”.
En todo caso, la realidad venezolana tampoco es tan compleja, sino que requiere de una más honesta sinceridad y compromiso de quienes se aproximan a ella, pues, es en este sentido que hasta la llamada Santidad del Papa termina entrampada en su propio discurso, pues, aquí los jóvenes estudiantes, las muchachas, las madres, son las que día a día se están jugando la vida. Vaya, puede que intelectuales de izquierda o de derecha tengan la teoría filosófica que explique la terquedad de estas mujeres y estos jóvenes que, para explicar su presencia y lucha de resistencia, lo más fácil es seguirle el juego a Tarek El Aissami y decir desde el poder que son sólo apátridas pro-imperialistas ; pero, esto dicen justo en el momento en que firman la entrega de unos 112 mil kilómetros cuadrados de territorio nacional pertenecientes a unos ocho pueblos indígenas que les vale madres si desaparecen o no, pues, desde hace rato rusos, bielorusos y chinos, conjuntamente con delincuentes mineros furtivos, hace años que los están matando; mientras, la Ministra “Indígena” que no habla ninguna lengua indígena pero que si es beneficiaria del poder de representación de la enarbolada manta wayuu que usa, secunda tales crímenes en los que sus propios hermanos wayuu son asesinados o condenados por tribunales militares.
El asunto es que los jóvenes siguen en las calles, y, como diría el Che: Nosotros debemos
apostarle siempre a los indefensos; porque a pesar de que los jóvenes, ancianos y mujeres que hoy se baten en las calles de Venezuela no hayan aún entendido que forman parte del Tercero Excluido, que su fuerza no debe ser medida porque bajen de los cerros para aterrorizar a nadie, a pesar de que la mayoría, muy probablemente esté convencido que sólo se trata de cambiar la cabeza de la bestia que nos gobierna, que muy probablemente la llamada “derecha” y la llamada “izquierda” del gobierno sólo impulsa la capacidad de violencia de ellos como masa sin pensar, estamos convencidos, que en verdad son dueños de un pensar y un hacer capaz de transformar nuestro país; por eso, es con ellos que está nuestro espíritu, pues, ningún humano verdadero puede apoyar los crímenes de quien actúa a mansalva.
III. Hacia dónde vamos o, qué hacemos para dirigirnos hacia un muy otro destino.
Antes de exponer y exponernos en nuestro pensar sobre lo que arriba anunciamos, creemos necesario citar de memoria dos frases de dos hermanos muy distintos, muy diferentes en pensar y hacer, pues, el primero de ellos se llama Gabriel; tal vez, el estudiante wayuu que más afecto ha inspirado en un viejo como yo. No porque tenga grandes calificaciones (que ciertamente las merece aunque no las tenga), sino porque Gabriel es capaz de levantarse a las dos (2 am) de la madrugada, ordeñar las vacas de un hacendado, y luego tomar el camión que lo traé desde la rural población de La Paz hasta la ciudad de Maracaibo, donde luego debe tomar otro camión para poder llegar a mis clases de Literatura y Cultura Indígena en la Escuela de Letras a las 7 de la mañana. El esfuerzo es extraordinario, pero además, Gabriel es capaz de sumarse a la lucha por la Educación propia y autónoma sin abandonar sus responsabilidades clánicas en la sociedad wayuu. En verdad, he aprendido más de Gabriel de lo que yo he pretendido enseñarle, sobre todo, porque él me ha enseñado lo que es en verdad, la dignidad de ser humano.
Sin embargo, un día, Gabriel me dijo que había estado hablando con su mamá acerca de mí, porque un sujeto como yo siempre resulta extraño, pues, nunca pido votos, no promuevo candidaturas para nada, no pertenezco a ningún grupo académico o político de la Universidad, y, por eso soy odiado por todos los profesores de la Escuela de Letras donde trabajo; entonces, yo le pregunté:
¿y vos qué pensáis Gabriel? Con la calma de un anciano, Gabriel me dijo:
- Profe, yo le dije a mamá que yo confiaba en usted porque ya yo sé qué es lo que usted en verdad quiere.
- Y, ¿qué creéis vos que quiero yo?
- Usted lo que quiere es que todo vuelva a comenzar.
La segunda frase a la que quiero referirme es a la que en un mensaje de texto me ha hecho llegar el hermano Raúl Zibechi, pues, a mi entender, él ha logrado entender que todos, la “derecha” y la “izquierda” en América Latina nos empujan a ver nuestros conflictos bajo la óptica de si eres de “derecha” o de “izquierda” y nunca la palabra de gente como Gabriel puede ofrecer una otra interpretación y un otro destino. En fin, Zibechi me dijo algo como:
- Ya sabemos el diagnóstico, pero qué sigue, o mejor, ¿cómo le hacemos?
Como la respuesta no es fácil, y como la solución no lo es menos, me he tardado un tanto para responderle a Zibechi, y, sobre todo, a Gabriel, a quien nunca dije cómo puede ser esto de volver a comenzar.
Sin embargo, antes de cualquier cosa que pueda decir, necesito confesar que no soy nada especial y, por ello, más de una vez en medio de nuestras actuales circunstancias he sentido el peso de la depresión y eso es bueno que lo sepan, pues, eso me incapacita como líder de nadie (Gabriel lo sabe, pero igual debe saberlo Zibechi y todos los amigos como Zibechi), es decir, si me atrevo a cuestionar la vida que se nos impone no lo hago desde la condición de un jefe político, un líder social, ni siquiera como un investigador académico con “autoridad científica”, por lo que su palabra ha de ser considerada. No. Siempre lo he hecho a partir de mi condición de ser humano que aprendió a ser solo una mano y que para su completud siempre ha de requerir la mano del otro.
Por tanto, lo que en este aparte diremos no lo hacemos en virtud de “tirar líneas” para que “los militantes la sigan de manera estricta”, pues, no tengo, no quiero, no pretendo ni aspiro a tener militantes que me sigan, sólo espero que quien me escuche entienda, y, de acuerdo a su entendido, sea capaz de actuar no por lo que he dicho sino por lo que en verdad su corazón ha entendido, así se equivoque. Por tanto, soy, en definitiva, lo más alejado a cualquier líder político de derecha o de izquierda que pueda existir, lo más alejado de cualquier profesor de la Escuela de Letras y sus apetencias académico-formales.
Así, pues, Gabriel tiene absoluta razón, yo quiero, aspiro y lucho, sin imponer nada a nadie sino haciendo lo que corresponde al proceso que pueda hacer posible que todos podamos volver a comenzar a partir de lo que en verdad somos. En este sentido, lo primero que debemos entender, si en verdad queremos volver a comenzar, es que debemos despejar nuestro camino de ideas como la dualidad: atraso/progreso, pues, ambas se conforman como la marca del hierro que nos ubica como bestias pertenecientes a determinada propiedad; vale decir, se trata de un camino ya decidido por fuera de lo que somos o, mejor, un camino decidido en el que nosotros sólo somos conducidos, arreados, y además, muy lejos de nuestro propio caminar.
Para que me entiendan y en términos de la ciencia lingüística, para los wayuu como Gabriel, se define como Sükuaipa, Wakuaipa, que a los lingüistas criollos gusta traducir como: modo de ser, tradición, costumbre, forma de actuar, etc. Sin embargo, un verdadero wayuu sabe que todo eso que puede estar implícito no es lo que define esa palabra clave de su pueblo, pues, Sükuaipa-Wakuaipa deviene de -aku- que ciertamente se refiere a un caminar; y de -aipa- que, igualmente se refiere a un camino; más sin embargo, no se trata de un modo o manera de caminar sino que se trata de un caminar que sigue el camino que el mundo sigue en su propio caminar, vale decir, un wayuu verdadero es aquel que camina de acuerdo a como camina la tierra, el mundo; por eso, el wayuu camina no mirando la tierra sino las estrellas, pues, son las constelaciones las que le indican el rumbo del caminar del mundo.
En cuanto a mi pueblo añuu, primos de los wayuu, la palabra se especifica aún más, pues, vivimos sobre el agua y, por eso, no hablamos de Wakuaipa, sino de Wakuaipawa, esto es, se trata de nuestro andar de acuerdo a lo que el mundo nos señala por sí mismo. Es por eso que las casas de nuestras familias se construyen de acuerdo al movimiento de las constelaciones, pues, la expansión poblacional de nuestro pueblo se hace siguiendo el reflejo de cada estrella que en el espejo del agua se refleja. Por supuesto, esta unión entre comunidad humana y comunidad estelar es lo que mi maestro Carlos Lenkersdorf llamaba cosmovivencia como expresión concreta de una cosmovisión particular de cada pueblo indígena no occidental.
Por tanto, nuestro desarraigo de esta relación es histórica, es decir, no se trata de un hecho propio de la naturaleza y, es esta la falacia que tanto el positivismo (liberal-capitalista), como el materialismo histórico (marxista-leninista-socialista) nos han intentado implantar como un proceso natural de todas las sociedades, es decir, como teoría de “evolución” natural, universalmente aplicable a todos los pueblos y culturas que en el mundo existen.
Entonces, que todo pueda volver a comenzar es posible, sólo a partir del momento en que entendemos que esta imposición histórica la reconocemos como falsa y, por tanto, la mandamos a la papelera como palabra terriblemente inútil y nefasta a las posibilidades creadoras de nuestro propio espíritu de cada uno de nuestros pueblos y comunidades. Así, comenzar de a de veras supone que los pueblos y comunidades (indígenas, negros, campesinos, y todos los pobres excluidos) sean capaces de entender que su supuesto “atraso” no se debe a una condición natural sino a una imposición histórica tanto de la modernidad liberal-capitalista; pero también de su supuesto contrario, el marxismo-socialismo, pues, ambos imponen la búsqueda de “progreso” como meta, y que ambos sustentan sobre la base no de caminar como camina la tierra sino, precisamente, de su separación y desarraigo de la tierra, la naturaleza y el mundo.
Si Gabriel, yo quiero que nos propongamos volver a comenzar, pues, antes de la llegada de los conquistadores europeos a nuestras tierras de Abya Yala todo pueblo era autónomo, esto es, era capaz de producir dignamente y de acuerdo a sus propios territorios, producir sus alimentos, sus viviendas, su vestimenta, sus medicamentos, en fin, tenían pleno conocimiento del mundo habitado y, por eso mismo, habían generado un sentipensar con su propia tierra y un hacer con el que expresaban, de hecho, tal sentipensar manifiesto en su lengua, su organización social, en fin, toda su vida siempre dirigida hacia un horizonte ético que nunca supuso un “contrato social” donde balancear castigos o premios; sino que tal horizonte ético se conformaba como la aspiración superior de la comunidad sólo alcanzable en el esfuerzo de cada uno de sus miembros en seguir el camino que el mismo mundo señala en su caminar.
IV. El camino y el caminar del Tercero Excluido.
En este punto necesitamos aclarar de inmediato que cuando hablamos del Tercero excluido no hablamos de manera exclusiva de los pueblos indígenas, aunque ciertamente sean los pueblos originarios de toda Abya Yala la más radical y contundente evidencia a la que las dualidades impuestas por la modernidad desde la conquista europea hasta la colonialidad actual (de derecha o izquierda) que mediante ideas como atraso/progreso; civilización/barbarie; ciencia/tradición; desarrollo/ subdesarrollo; etc., hasta ahora, se han impuesto como dualidades naturales o, como naturalmente dadas. Pero, el hecho de que la cosmovisión de cualquier pueblo indígena cuestiona el corazón del planteamiento de la modernidad (desde la derecha o la izquierda), no necesariamente convierte a la cosmovisión indígena en “guía de calabaza” del proceso de transformación que Gabriel decidió llamar como: “volver a comenzar”, pero si le otorga un lugar de abismo (abismal, diría Boaventura), pues, sacude de por sí, el cimiento de una dualidad impuesta históricamente desde el poder colonial que, aún hoy, sobre todo en Venezuela como espacio en disputa de la “derecha” y la “izquierda”, nos pone al Tercero Excluido en el disparadero ya que, para nosotros, no puede tratarse de cual de los factores cae en su lucha por el poder, sino cómo nosotros como Tercero, construimos un camino propio. Pero, he allí que los caminos no vienen dados naturalmente, los caminos son construidos socialmente en el hacer de las propias comunidades; por eso, nunca existirá la fórmula universal para construir un camino para todos, sino que cada pueblo, cada comunidad construye su camino en su hacer y desde su pensar.
En este momento, en Venezuela y en toda Abya Yala no hay nadie que dude que un cambio político va a ocurrir en Venezuela, pues, el único camino que al actual Estado-gobierno le queda es el crimen abierto, el asesinato en masa y no por prurito por la sangre derramada, tanto la intelectualidad de izquierda como de la derecha, y aún los militares destinados a ejecutarla, terminan por asquearse y buscar una salida conveniente. Y este sí es el punto de lo que debe ser nuestro hacer en este momento:
1.- El hacer de la conciencia y no de la conveniencia.
El Tercero excluido ha de sentipensar y actuar de acuerdo a la conciencia de que el tiempo de nuestros dominadores se ha agotado, que en más de una oportunidad y por décadas en ellos confiamos, dudando incluso de nuestras propias manos. Por tanto, es hora de que miremos nuestras manos y reconozcamos en nosotros mismos, nuestra capacidad de hacer, sólo así, un otro mundo será posible surgir desde nuestros propios corazones.
2.- El hacer desde la conciencia no actúa por la emergencia sino por el horizonte ético aspirado.
El acontecer político, siempre violento, pareciera imponer al hacer la inmediatez de la coyuntura, por lo que todo horizonte es concebido como utopía apartable (bonita pero por ahora no). Volver a comenzar implica entonces que ninguna acción política, por muy urgente que sea, no puede pensarse y ejecutarse sino en virtud y en función del horizonte ético asumido por todos. Por tanto, lo urgente ha de ceder su lugar al horizonte aspirado. He allí el camino del fin de todo oportunismo.
3.- Sólo somos una mano y es la complementariedad la que nos completa con el mundo.
Pensar que el Tercero Excluido sólo son los pueblos indígenas es tan equivocado como pensar que no considerar el pensar de los pueblos indígenas para el cambio político verdadero sea el camino; por tanto, volver a empezar es mirar pa’trás sin volver pa’trás; esto es, no es posible construir un camino propio sin la mano del pensar de los pueblos originarios de Abya Yala, pero ellos sólo son una mano y su complementariedad requiere de la mano de los otros: negros, pobres de las ciudades, y todos los decididos a construir un otro mundo posible.
Traducir estos tres principios fundamentales en acción política concreta, es lo que no tengo idea cómo hacer ni me atrevería a señalar, pues, eso es precisamente, la manifestación de la unión de las manos diferentes en el hacer. Pero es posible, y en estos momentos en Venezuela, es el momento de intentarlo.
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