Simón Rodríguez P.
Sin
apoyo popular y con crecientes divisiones en el chavismo, el gobierno de Maduro
se apoya en los militares para atacar con gran violencia a la ola de
movilizaciones populares que comenzó el 4 de abril. El saldo represivo es de
nueve muertos y centenares de detenidos y heridos. Pero las movilizaciones no
han dejado de crecer y el 19 de abril centenares de miles coparon las calles de
las principales ciudades, rechazando la deriva dictatorial de Maduro. La noche
del 20 hubo un estallido generalizado en el barrio popular de El Valle en el
oeste de Caracas.
El
chavismo perdió el amplio apoyo popular del que gozó durante largos años y
ahora el 85% de la población repudia a Maduro. El gobierno dice ser víctima de
un golpe, pero en realidad los militares, que controlan varios ministerios, han
cerrado filas en su defensa. El repudio de la mayoría de los trabajadores a
Maduro no va de la mano de consignas golpistas o del programa liberal de la
coalición opositora de centroderecha, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD),
sino que expresa el descontento de millones de personas que atraviesan una de
las peores crisis económicas y sociales en la historia de Venezuela.
Mientras
se presenta ante el mundo como “socialista”, el chavismo aplica un gran ajuste
inflacionario. Para poder pagar más de 70 mil millones de dólares en servicios
de deuda externa en los últimos tres años, se han recortado a un tercio las
importaciones, lo que ha generado escasez de alimentos y medicinas. Al imprimir
dinero inorgánico para cubrir el déficit fiscal, Maduro ha reducido el salario
real drásticamente. La inflación alcanzó el 600% en 2016 y el salario mínimo se
redujo a 30 dólares mensuales. Esta furia ajustadora ha llevado a comentaristas
yanquis a hablar de “La revolución socialista favorita de Wall Street”
(Washington Post, 12/4). En otras palabras, detrás de las banderas de un falso
socialismo se desarrolla un capitalismo salvaje que ha destruido las conquistas
sociales de los primeros años del gobierno chavista.
Un gobierno cada vez más autoritario
Luego
de perder las elecciones parlamentarias en 2015, el gobierno ha optado por
suspender indefinidamente todas las elecciones y retiró la legalidad electoral
a la mayoría de los partidos políticos. Desde 2014 el gobierno también impide
la realización de elecciones sindicales, como en la Federación Unitaria de
Trabajadores Petroleros de Venezuela (Futpv), cuyo secretario general es José
Bodas del Partido Socialismo y Libertad (PSL). A fines de marzo, el Tribunal
Supremo de Justicia (TSJ) autorizó al presidente a reformar la ley
antiterrorista, la ley contra la corrupción, el código penal, el código de
justicia militar, la ley de hidrocarburos y a constituir empresas mixtas con
transnacionales petroleras sin aprobación parlamentaria. La fiscal general,
Luisa Ortega Díaz, denunció los fallos del TSJ como inconstitucionales,
evidenciando una división en el gobierno.Maduro ordenó al TSJ modificar sus
sentencias, lo que ocurrió a las pocas horas, pero ya la maniobra había
generado un inmenso repudio en la población. La MUD, que venía favoreciendo una
línea de negociación con Maduro, con la mediación de El Vaticano, se reubicó
ante la enorme presión social. Salió a denunciar que Maduro había dado un
“golpe de Estado” y convocó movilizaciones para exigir la realización de
elecciones.
¿Son
las movilizaciones una maniobra del imperialismo? Para justificar la represión,
Maduro tilda de “mercenarios del imperialismo” a centenares de miles que se
movilizan. Es un síntoma de la desesperación del gobierno. Si bien EEUU ha
tenido roces diplomáticos con Maduro, sobre todo en la OEA donde presiona por
la realización de elecciones, hasta el momento no ha estado a favor de que se
suspenda a Venezuela de ese organismo multilateral. Maduro por su parte ha
tendido puentes a Trump, llamándolo “amigo” y “camarada”. La petrolera estatal
venezolana, Pdvsa [a traves de su filial Citgo], donó 500 mil dólares para la
ceremonia de toma de posesión de Trump. Repudiamos tanto la injerencia yanqui
como el servilismo de Maduro.
En
su política exterior, el chavismo ha favorecido lazos con China y Rusia, ha
apoyado a regímenes como el de Assad en Siria y Al Sisi en Egipto, incluso ha
felicitado al presidente turco, Erdogan, por el resultado del referendo
constitucional. Pero estas alianzas no han alterado la condición de Venezuela
como semicolonia yanqui: Chevron es la principal transnacional enclavada en la
industria petrolera, el 12% del territorio nacional se ha entregado en
concesión a megamineras como Barrick Gold, mientras que Procter&Gamble,
Halliburton, Schlumberger y Coca cola siguen haciendo negocios y aprovechando
una de las manos de obra más baratas del mundo.
La oposición de izquierda
Con
el movimiento obrero disgregado y debilitado luego de años de represión y
cooptación chavista, la clase trabajadora no ha podido jugar un rol
independiente en la actual crisis. Sin embargo existe un incipiente
reagrupamiento de oposición de izquierda en la Plataforma del Pueblo en Lucha,
de la que participan tanto sectores chavistas de izquierda como organizaciones
de la izquierda no chavista, como el PSL, que denuncia las políticas
antiobreras del gobierno desde hace años. Esta coalición viene exigiendo que
cese el pago de la deuda externa y que se destinen esos recursos a realizar urgentes
importaciones de alimentos y medicinas para atender la crisis social. También
plantea la necesidad de nacionalizar la industria petrolera en un 100%, y que
la renta del petróleo se invierta en la industrialización del país y la reforma
agraria. En los próximos días se realizarán plenarios sindicales en los que se
discutirá impulsar acciones independientes contra el gobierno.
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