Raúl Zibechi
[Nota
previa de El Libertario: Recordamos
que R.Z. pertenece a esa élite de la izquierda intelectual latinoamericana y
mundial que por muchos años se negaba a aceptar -y obviamente a expresar-
cualquier cuestionamiento o crítica con respecto a lo que pasaba en Venezuela,
donde veían la gran esperanza del siglo XXI. Ahora, con su característica
brillantez de pensamiento y lúcida exposición, glosan la misma argumentación
que hace pocos años rechazaban y combatían con vigor. No es el único ni será el
último, pero en todo caso vale la pena ver lo que ahora dice con la voz del
converso que quiere hacer olvidar sus pasados entusiasmos.]
*
Estamos ante una lucha entre una burguesía conservadora venezolana que fue
apartada del control del aparato estatal y una burguesía emergente que utiliza
el Estado como palanca de acumulación.
Lo
que está sucediendo en Venezuela no tiene la menor relación con una
"revolución" o con el "socialismo", ni con la "defensa
de la democracia", ni siquiera con la manida "reducción de la
pobreza", por desgranar los argumentos que se manejan a diestra y
siniestra. Podría mentarse "petróleo", y estaríamos más cerca. Pero
los hechos indican otras inflexiones.
Estamos
ante una lucha sin cuartel entre una burguesía conservadora que fue apartada
del control del aparato estatal, aunque mantiene lazos con el Estado actual, y
una burguesía emergente que utiliza el Estado como palanca de "acumulación
originaria".
No
es la primera vez que esto sucede en nuestras breves historias. Las guerras de
independencia fueron eso: la lucha entre los decadentes "godos"
(peninsulares monárquicos) y la emergente oligarquía "criolla" que
utilizó el control del aparato estatal para legalizar la usurpación de tierras
de los pueblos originarios. Los segundos se apoyaban en las potencias
coloniales británica y francesa que competían con la decadente España por el
control de las colonias independizadas, con la misma lógica de los progresismos
que se apoyan en China, incluyendo conservadores como Macri, frente a la imparable
decadencia estadounidense.
La
débil burguesía criolla se montó en la movilización de los pueblos (indios,
negros y sectores populares) para derrotar a los poderosos peninsulares.
Concedió la emancipación de los esclavos con los mismos objetivos que hoy la
nueva burguesía aplica políticas sociales que reducen la pobreza: en ambos
casos los de abajo siguen estando en el sótano como mano de obra barata, sin
haberse movido un ápice del lugar estructural que ocupan.
Nuevas élites
Las
nuevas elites venezolanas, lo que popularmente se denomina
"boliburguesía", son una mixtura de altos funcionarios de empresas
públicas y del aparato estatal, militares de alta graduación y algunos
empresarios enriquecidos a la sombra de las instituciones. Gestores incrustados
en el aparato estatal. Por eso se resisten a perder poder, ya que todo el
entramado se les vendría abajo.mm
Algunos
ya consiguieron transformar la renta apropiada en propiedad privada. Pero una
buena parte está aún en ese proceso. Por eso el sociólogo brasileño Ruy Braga
denomina a los gestores sindicales de los fondos de pensiones de su país, la
nueva clase emergente, como parte de una "hegemonía frágil".
Roland
Denis sostiene que en su país gobiernan las mafias: "Maduro podrá tener la
mejor voluntad pero se ha impuesto un lobby muy fuerte de mafias internas del
gobierno" (La Razón, 27-XII-17). El filósofo y ex viceministro de
Planificación y Desarrollo (2002-2003) asegura que varias de estas mafias son
banqueras y otras vienen de viejos grupos de "chupa-renta petrolera"
instalados desde hace muchos años.
Le
pega duro a los "intelectuales" que encubren las matufias del poder.
"Con un lenguaje de izquierda justifican una política que sólo ha
favorecido a banqueros, grandes importadores, cadenas monopólicas y
trasnacionales. A su vez, es una política que mediante la imposición de precios
y corporaciones ha destruido al pequeño productor de azúcar y café para
beneficiar a los importadores. Mientras tanto, los paquetes de Café Venezuela
que vienen en las bolsas de los comités locales de abastecimiento y producción
(Clap) sólo sirven para confundir a incautos."
La
otra mirada, la chavista-madurista que culpa de todo a otros, es la que esboza
Marta Harnecker: "El tiempo histórico está a nuestro favor. Lo que nos
ayuda en esta lucha contra las fuerzas conservadoras es que el tipo de sociedad
que proponemos, y que estamos empezando a construir, responde objetivamente al
interés de la inmensa mayoría de la población, en contraste con las fuerzas
conservadoras que sólo benefician a las elites" (Rebelión, 4-IV-17).
Misma urdimbre
A
la luz de lo sucedido en la región en las dos últimas décadas podemos arribar a
una redefinición del concepto de izquierda: es la fuerza política que lucha por
el poder, apoyándose en los sectores populares, para incrustar sus cuadros en
las instituciones que, con los años y el control de los mecanismos de decisión,
se convierten en una nueva elite que puede desplazar a las anteriores, negociar
con ellas o fusionarse. O combinaciones de las tres.
La
izquierda es parte del problema, ya no la solución. Porque, en rigor, aunque
ahora empiecen los deslindes, los progresismos son hechuras de la misma
urdimbre. Miremos al PT de Lula. Niegan la corrupción que es evidente desde
hace una década, cuando Frei Betto escribió La mosca azul luego de renunciar a
su cargo en el primer gobierno Lula, cuando se destapó el escándalo del
mensalao: "La picada de la mosca azul inocula en las personas dosis
concentradas de ambición por el poder. Las personas, entonces, son más
receptoras al veneno de la mosca cuando viven situaciones en las cuales
disponen, de hecho, de posibilidades más concretas de ejercer un poder mayor.
Esto es, cuando las condiciones objetivas son favorables a los impulsos que
están siendo estimulados en el plano subjetivo".
¿Qué
tipo de personas (militantes, activistas, dirigentes) surgirían en un proyecto
político que no se proponga tomar el poder? Esta pregunta se la formularon,
palabras más o menos, los zapatistas hace ya cierto tiempo. ¿Cómo le llamaríamos
a una fuerza que se proponga, "apenas", transformar la sociedad desde
la vida cotidiana?
No
lo sabemos porque el imaginario construido durante dos siglos apunta en
dirección al poder estatal. Como si lo que hubiera que transformar fuera algo
externo y no pasara, en primerísimo lugar, por las mismas personas que se dicen
militantes. Lo que sí sabemos es que la izquierda realmente existente se ha
convertido en un obstáculo para que las mayorías se hagan cargo de sus vidas.
La polarización derecha-izquierda es falsa, no explica casi nada de lo que
viene sucediendo en el mundo. Pero lo peor es que laizquierda se ha vuelto
simétrica de la derecha en un punto clave: la obsesión por el poder.
[Tomado
de http://www.vientosur.info/spip.php?article12458.]
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