Humberto
Decarli
La eficacia del poder no se fundamenta en la simetría. La
lógica deductiva no responde a los fenómenos sociales porque vivimos en la era
de la incertidumbre y a una causa no la sucede un efecto sino la complejidad como
el vector de respuesta a las interrogantes.
La productividad del hacerse obedecer se traduce en
alcanzar la sumisión y el conformismo de la manera más corta y abreviada. Por
supuesto, el tiempo y el espacio son dimensiones capaces de colorear la
coyuntura. Lo importante no es la gente, los seres humanos, sino la permanencia
en la estructura de dominio sin soltarla jamás.
Adolfo Hitler hablaba de milenio como medida de duración
del Tercer Reich. Chávez decía que la revolución llegó para quedarse y extendía
cada vez el tiempo de su mandato. Pero Fidel Castro, al igual que Juan Vicente Gómez
y Francisco Franco, fallecieron en la cúspide del Estado, de lo contrario
estarían mandando.
Razones del
èxito autoritario
Cuando la impronta del autoritarismo se ubica en los
genes de la venezolanidad la tarea está cumplida. Esa suerte de inconsciente
colectivo o de subjetividad arraigada genera expectativas de coercibilidad. La
fuerza es el leitmotiv de la óptica
nacional, la rigidez impide salir de las cavernas y apreciar la luz. Con un
pueblo así se facilita la durabilidad de la opresión.
Venezuela, desde inicios del pasado siglo, fue una
montonera destruida por la guerra de independencia y la guerra federal, desde
la severidad del mantuanaje y su visión miope, racista y eurocéntrica del
mundo. Caudillos locales sin asomo de la más elemental institucionalidad y
dueños del botín entraron en conflicto pero llegó el Benemérito para pacificarlos
y los venció. Fueron los prolegómenos del nacimiento de un Estado monstruoso que
se vio apuntalado por la bonanza del año 1918 cuando los precios del café y el
cacao se dispararon gracias a la hecatombe significada por la primera guerra.
Después apareció el excremento del diablo y de nuevo hubo el festín de Baltazar
pero fueron episodios efímeros dilapidados por una élite política irresponsable
en grado superlativo.
Ulterior al fallecimiento del hombre de La Mulera se
produjo una adecuación a tiempos nuevos porque hubo necesidad de un liderazgo
no cubierto por sus herederos, Eleazar López Contreras e Isaías Medina
Angarita. Les sucedió una alianza diabólica de un partido de raigambre popular,
Acción Democrática, con militares fascistas cuya resultante fue el golpe de
Estado en el año 1945. Esa coalición permitió a una organización política
iniciática sembrarse, durante el trienio de gobierno, en el alma nacional.
El contubernio fue breve y en 1948 los administradores de
la violencia del Estado decidieron apropiarse totalmente de Miraflores y
comenzó un período oscuro conocido como el perezjimenismo cuyos añorantes
tienen nostalgia de su línea desarrollista matizando un régimen cruel y
sanguinario.
Marcos Pérez Jiménez es depuesto por la división
castrense que ocasionó la huída del dictador ante la desobediencia in crescendo de los altos mandos.
Prefirió abandonar el país y vivir un exilio dorado antes que entrar en combate
con la rebelión ineluctable de los generales.
La fragilidad
del puntofijismo
La democracia representativa venezolana fue un proyecto
de gobernanza fundamentado en cinco factores de poder y a partir de allí
estatuir un modelo de gobierno estable para demostrarle a Washington, en plena
guerra fría, que un esquema civil servía, no tan solo los uniformados
garantizaban seguridad en la pugna Este-Oeste. No en balde fue diseñado en
Nueva York e incluía en su estructura a las fuerzas armadas como un agente
relevante. El dominio de la sociedad se elaboraba desde arriba, consultando a
la pentarquía dominante y no a la gente, con una legitimidad otorgada por los
eventos comiciales preconcebidos desde las alturas.
Nació en el contexto de una crisis económica continuada
desde el gobierno dictatorial el cual no pudo resolver. Las tesis
insurreccionalistas promovidas por los adecos fueron derrotadas como lo
evidenció el asesinato de Leonardo Ruiz Pineda, la represión sostenida por el
aparato del Estado, la Seguridad Nacional, y la prisión y muerte de muchos
resistentes a la dictadura.
La caída del general de Michelena tuvo la particularidad
de amalgamar a todo el cuadro político organizado en torno al cartabón
naciente. Episodios como el “hombre de la chaqueta negra”, Diógenes Caballero,
en el complejo urbanístico denominado 23 de enero, fue significativo. Este
movilizador popular fue aplastado literalmente por todos los partidos impidiendo
el desarrollo de un liderazgo auténtico. Asimismo, el llamado del Partido
Comunista a aplacar los ánimos en aras de salvaguardar el modelo
representativo, fue una muestra de la conducta conciliadora de unos marxistas
aplicadores del esquema bolchevique: hay que agotar la democracia burguesa como
lo hicieron con Kerenski antes de la toma del Palacio de Invierno.
El caudillo guatireño tenía una tarea ciclópea ante sí.
Debía domesticar a unas fuerzas armadas imbuidas de la mentalidad putchista y
un acontecimiento le vino como anillo al dedo. Fue la insurrección de
izquierda, trasplantada mecánicamente por unas organizaciones sin ideas apenas
con iniciativas emocionales de emular la bajada de los barbudos de la Sierra
Maestra.
La derrota de las guerrillas le permitió a Betancourt que
los militares cerraran filas alrededor de su figura. No podemos olvidar que los
uniformados fueron formados en la Escuela de las Américas, donde los enseñaron
a matar, torturar y desaparecer. El macartismo visceral del creador del Plan de
Barranquilla era propio de los conversos y al poseer el apoyo de los milicos se
estabilizó a pesar de valer muy poco el barril en una economía rentista y
monoproductora.
La guerra del Yom kippur en 1973 vino en auxilio de un
modelo político endeble y al multiplicarse considerablemente el precio del
crudo Venezuela se vio indigestada financieramente. Ese incremento exacerbado
dio oxígeno a una gobernabilidad sin fundamento institucional. Fue
despilfarrada la bonanza, como ante los hizo Gómez con las del café-cacao y
petróleo, pero la guerra de Irak e Irán premió al desastroso período de Luis
Herrera Campins. Esas oscilaciones, en este caso a la alza, del valor de los
hidrocarburos concedió al modelo puntofijista la tranquilidad no alcanzada en
los gobiernos del cono sur quienes se vieron cundidos por crueles dictaduras.
Sin embargo, la incapacidad de manejar la renta petrolera
definió el desplome de la alianza adeco-copeyana. El viernes negro de 1983, la
insurrección social del caracazo en 1989 y las fallidas asonadas del año 1992,
expresaron la ineptitud del populismo y se vino a pique. Despilfarraron dos
excedentes financieros de la manera más irresponsable, construyeron una
estructura de corrupción y el nivel de vida de los venezolanos decayó. Solo la
ilusión de unas entradas excedentarias permitió matizar una ilusión de
progreso, insostenible en el tiempo porque no había educación, inversión ni
sentido de la historia. La docencia fue mal pagada y se abrió la inclusión pero
orientada hacia profesiones no prioritarias como abogados, psicólogos,
administradores y contadores.
El proyecto iniciado a la caída de la dictadura
perezjimenista demostró su ineficacia y dejó el terreno abonado para cualquier
aventura. Se parecía al fracaso de la socialdemocracia alemana con la República
de Weimar, terminada en una hiperinflación, una de las causales del
advenimiento del nazismo en Alemania. La frustración de la coalición populista
venezolana devino en el rescate de uno de los valores venezolanos, el culto al
militar.
El militarismo
como tabla de salvación
Descompuesto el clientelismo los factores de poder
sacrifican a C.A. Pérez a quien lanzan al ostracismo y escogen a un caudillo
castrense pésimo conspirador como símbolo de la salvación nacional y lo
ungieron como el nuevo gestor de la dominación. Se reivindica la naturaleza
bonapartista del modelo político nacional encabezado por un mesías acompañado
de uniformados que forman la vanguardia de la nación.
El proyecto instaurado es totalitario pero al menos
comenzando fue atenuado por dos razones: el carisma del presidente capaz de
encantar serpientes y luego la bonanza petrolera que le dio posibilidad de
resolver los conflictos sociales con dinero. Estas dos circunstancias le dieron
una amplia capacidad de maniobra.
No obstante, el mundo se vino abajo porque el presidente
falleció y el precio del crudo jugó a la baja. El chavismo, al igual que el
puntofijismo, fue incapaz de alterar el esquema rentista instalado en la mente
del Estado desde que el petróleo comenzó a ser el eje de la economía. La
cultura de la enfermedad holandesa se afincó con la experiencia castrense. El
mito de Pérez de hablar de la “gran Venezuela” así como el de Chávez de poseer
las reservas petroleras más altas del mundo, apuntalaron toda una mentalidad
falsa y prepotente. Los rigores del nacionalismo, del patrioterismo y de la
“Venezuela potencia”, están presentes como escudos para distraer a las
mayorías.
La probabilidad de eternizar la dictadura chavomadurista
reside en varios factores: 1. Unas fuerzas armadas dueñas del poder lo cual
permite que no haya sentido de cambio porque hay un espíritu de cuerpo, bien
consolidado en Venezuela desde la creación del ejército por parte de Juan
Vicente Gómez; 2. Un pueblo domesticado, intimidado y hambriento, ocupado sólo
de conseguir comida; 3. La ausencia de organización social organizada con
gremios, sindicatos y vecinos venidos a menos; 4. El apoyo internacional
recibido por los enviados de Obama y el Vaticano; 5. El lobby a su favor de las
transnacionales energéticas y mineras favorecidas por las directrices
gubernamentales; 6. Una oposición maniobrera, vacilante, sin piso social
pendiente de futuras elecciones y negociando permanentemente con Maduro; 7. Una
organización estatal de terror, militar, paramilitar y policial, constituida
por los guaridas nacionales, las policías, los delincuentes, los pranes y los
mal llamados colectivos; 8. La dependencia de la población del Estado para
obtener los escasos alimentos, medicinas, trabajo y viviendas, convirtiendo a
la gente en parásitos; 9. Los poderes formales, excepto la Asamblea Nacional,
están asociados para respaldar al régimen; 10. La asesoría cubana en materia de
seguridad, represión y disciplina de la gente es inconmensurable con su amplia
experiencia en esos menesteres desde la guerra fría y el exitoso en esta
materia como es el nieto de la Gestapo, el G-2.
Mirada hacia
adelante
La coyuntura vivida por Venezuela es deprimente. El país
impregnado de hambre, necesidad, carestía, hiperinflación, escasez, recesión
desabastecimiento y desmoralización, marcha hacia el precipicio y sin embargo,
hay una estabilidad expresada en la poca resistencia organizada y una paz
social relativa. Mientras tanto, el lumpen es quien dirige el Estado. La élite
más incapacitada e inmoral ocupa la cúpula gubernamental.
Asimismo, el empleo del Tribunal Supremo de Justicia para
asfixiar a la Asamblea Nacional ha sido intermitente. La última sentencia de la
Sala Constitucional deroga la inmunidad parlamentaria y destina a esa sección
del alto tribunal las atribuciones del órgano legislativo nacional, en una
suerte de autogolpe que nos hacer recordar a Juan María Bordaberry en Uruguay y
Alberto Fujimori en Perú.
Hay cierta presión internacional sobre Venezuela, específicamente
en la O.E.A., para aplicar la Carta Democrática pero es harto difícil su
ejercicio por la diversidad de opiniones. Incluso, Estados Unidos ya ha
manifestado su desacuerdo para llevarla a efecto. A todo evento puede el
gobierno nacional retirarse del sistema interamericano como hace décadas lo
hizo Cuba. Sería un aislamiento y se elevaría el riesgo país para incrementar
los intereses de la ingente deuda externa pero es el costo para no soltar el
poder. La cúpula del gobierno nacional no va a elecciones por la seguridad de
perderlas y para lograr el impedimento provocaría hasta incidentes fronterizos
o cualquier otro subterfugio para invocar un estado de conmoción nacional y
continuar gobernando a la fuerza.
Cuál será el desenlace de la crisis. Es una pregunta sin
respuesta inmediata pero pudiese imaginarse escenarios para una aproximación.
Una primera hipótesis sería una negociación, destinada como hasta ahora algo
infructuoso porque el gobierno gana tiempo. Otra es la insurgencia social por
tantas calamidades que se sofocaría a sangre y fuego como el caracazo (más de 3
mil muertos según organismos internacionales) pero sería un motivo para
sentarse a dialogar por el impacto de tal hecho. También podría pensarse en un
desenlace fuera del guión, vale decir, la emergencia de una fuerza alterna apta
de conducir la voluntad popular. Empero, es la menos probable por la
destrucción del movimiento social.
En síntesis, estamos en presencia de un laberinto con
pocas perspectivas de resolverlo. En el peor de los casos una transacción con
la élite gobernante sería un arreglo donde se impondría la impunidad y la
conservación del establecimiento como sucedió con Pinochet en Chile cuando
aceptó el referéndum pero impuso unas condiciones terribles que todavía perduran
en el país austral. También puede darse una eternización de la dictadura como
lo han alcanzado Cuba, Kazajistán, Myanmar y Zimbaue. Además de esta opción está
la de un Cisne Negro rompiendo todos los esquemas mediante un acontecimiento de
tal contundencia no previsto que dé al traste con todo. Apostamos por la teoría
de Nassim Nicholas Taleb para incursionar en el terreno de las respuestas
completas ante la inmensa crisis padecida por Venezuela.
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