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42 especies animales y vegetales son citadas como exóticas en el Sistema Venezolano de Información sobre Diversidad Biológica (SVIDB) que depende del Ministerio de Ecosocialismo y Aguas (MINEA). La lista incluye especies de arraigado consumo y distribución en Venezuela como el aguacate, el tamarindo, el mango, el café o la paloma casera (Columbia livia). Pero también el caracol africano, el pez león y la rana toro, especies invasoras que también han ingresado en territorio colombiano. Estas últimas son la segunda causa de pérdida de biodiversidad, la primera es la destrucción del hábitat, según Francisco Nava, biólogo del Centro de Ecología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) para el programa de control de la rana toro en Venezuela.
Sin embargo, hablar de exóticas en vez de invasoras es un error de concepto que se repite en el marco jurídico y en el entramado institucional venezolano, según explica el ictiólogo e investigador del Museo de Historia Natural de la Fundación La Salle, Óscar Lasso-Alcalá, para quien este error dificulta el manejo apropiado de estas especies. “Cuando se introduce una especie de un hábitat natural a un espacio nuevo, casi siempre por el hombre de forma intencional o incidental, no consigue tener éxito si el ecosistema está sano. Pero si hay un desequilibrio en este, aprovechará para colonizar rápidamente, superando la barrera ambiental, por lo que pasa de la etapa de latencia a la de dispersión”, dijo.
42 especies animales y vegetales son citadas como exóticas en el Sistema Venezolano de Información sobre Diversidad Biológica (SVIDB) que depende del Ministerio de Ecosocialismo y Aguas (MINEA). La lista incluye especies de arraigado consumo y distribución en Venezuela como el aguacate, el tamarindo, el mango, el café o la paloma casera (Columbia livia). Pero también el caracol africano, el pez león y la rana toro, especies invasoras que también han ingresado en territorio colombiano. Estas últimas son la segunda causa de pérdida de biodiversidad, la primera es la destrucción del hábitat, según Francisco Nava, biólogo del Centro de Ecología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) para el programa de control de la rana toro en Venezuela.
Sin embargo, hablar de exóticas en vez de invasoras es un error de concepto que se repite en el marco jurídico y en el entramado institucional venezolano, según explica el ictiólogo e investigador del Museo de Historia Natural de la Fundación La Salle, Óscar Lasso-Alcalá, para quien este error dificulta el manejo apropiado de estas especies. “Cuando se introduce una especie de un hábitat natural a un espacio nuevo, casi siempre por el hombre de forma intencional o incidental, no consigue tener éxito si el ecosistema está sano. Pero si hay un desequilibrio en este, aprovechará para colonizar rápidamente, superando la barrera ambiental, por lo que pasa de la etapa de latencia a la de dispersión”, dijo.
Por eso para Lasso-Alcalá debe hablarse de especies introducidas, porque pueden ser transplantadas para entonces transformarse en invasoras sin ser exóticas, es decir, pueden ser especies que habitan el mismo territorio pero que simplemente han sido introducidas en un nuevo ecosistema. Eso precisamente sucedió con el pavón (Cichlidae), que fue llevado desde el Orinoco al Lago de Maracaibo para su pesca deportiva, pero hoy se cree que la voracidad natural de este pez estaría afectando la impactada biodiversidad del estuario. Hasta octubre de 2016 se seguían haciendo estudios junto al Instituto Socialista de la Pesca y la Acuicultura (Insopesca) para permitir la captura y comercialización regional de las especies Cichla orinocensis y Cichla temensis del pavón para regular sus poblaciones introducidas. Al cierre de este trabajo, la resolución legal que debe autorizar la pesca del pavón aún no ha sido publicada. “Desde la llegada de los españoles ha habido especies introducidas, como las abejas italianas que se trajeron en panales y desplazaron por completo a las nativas, hasta mascotas como pájaros que se han encontrado en los andes venezolanos y que fueron traídos por migrantes europeos para recordar sus tierras”, explica el entomólogo José Clavijo del Museo del Instituto de Zoología Agrícola de la Universidad Central de Venezuela en Maracay e investigador asociado del Departamento de Agricultura de Florida. Estas prácticas continuaron con especies invasivas que se han establecido como la voraz trucha, hoy un platillo ofrecido como autóctono en los Andes venezolanos y también en un pueblito venezolano-alemán de La Colonia Tovar en el centro-costero estado Aragua.
Un caso similar sucedió con el crecimiento exponencial de la acuicultura en Venezuela. Algunas variedades de tilapia (Oreochromis niloticus, O. aureus, O. hornorum y Sarotherodon galileus), una de las 100 especies exóticas invasoras más peligrosas según el Programa Global de Especies Invasoras (GISD), fueron traídas del vecino Trinidad y Tobago y luego introducidas en el Lago de Valencia en 1959. El ingreso descontrolado e ilegal de esta especie desde los ochenta ha traído como resultado que existan poblaciones en 22 de los 24 estados del país. Un estudio de 2001 determinó que las normas reguladoras elaboradas para el manejo de tilapias se realizaron “sin considerar debidamente o siquiera tomar en cuenta” aspectos biológicos fundamentales, lo que demostraba “el desconocimiento de los entes gubernamentales nacionales acerca del impacto de especies introducidas, la falta de sistemas de alerta y la carencia de personal capacitado para realizar las evaluaciones de riesgo”. En apenas 12 años las tilapias introducidas arrasaron con la biodiversidad de La Laguna de Los Patos, en Cumaná, donde de 23 especies de peces solo quedan 10. Ni la tilapia ni la trucha, ya establecidas, están en la lista del Sistema Venezolano de Información sobre Diversidad Biológica. Tampoco figuran especies que han sido reseñadas o investigadas por el equipo de Costas de Venezuela como el capín melao (Melinis minutiflora), usado como forraje para animales y presente en la GISD; el alga exótica (Kappaphycus alvarezii), que fue introducida para cultivo pero terminó afectando a los corales de Cubagua; y el coral blando xenia (Alcionacea xeniidae), que ha reducido la diversidad marina al desplazar a corales nativos en el Parque Nacional Mochima. “Debe haber más de 400 especies invasoras en Venezuela”, establece Clavijo.
Pez león a la carta
En el restaurante D.O.C. en Los Palos Grandes, Caracas, solo se usan “ingredientes nobles venezolanos” como explica su gerente, Verónica Nouel. Junto al ron y al cacao con denominación de origen certificado, hay exóticos frutos amazónicos, quesos artesanales y varios platos de pez león invasor (Pterois volitans), un vistoso y voraz depredador marino que fue identificado en las costas venezolanas en el 2009. Los comensales pueden pedirlo en ceviche, sushi o tirados (pescado fresco sin cocción), así como en versiones más elaboradas como con costra de casabe y pasta de ají margariteño, mientras en el menú se especifican los riesgos ecológicos de su presencia en el país. El platillo llegó a la carta porque se ajustaba a la filosofía de trabajo del restaurante: servir productos que estén presentes en el país. Por eso cuando Nouel les habló a los dueños del D.O.C. en Los Palos Grandes del pez león, estos aceptaron de inmediato. Ella ya había capturado y consumido el pez león junto al biólogo y buzo profesional Carlos Soucre en varias de sus incursiones submarinas. Sabía que funcionaría.
Hoy el restaurante no solo compra más de 25 kilos semanales de pez león, también realizan charlas informativas para explicar la versatilidad culinaria de la especie, la conveniencia ecológica de su consumo y aclarar mitos sobre el veneno de las espinas y la idea errónea de que estas afectan la carne del pez. Sin embargo, la oferta de este restaurante capitalino es una celebrada rareza a pesar de la oportunidad de explotación. Carlos Soucre señala que hace falta un programa de formación de pescadores artesanales, así como realizar un seguimiento a sus prácticas, porque muchas veces no existen sanciones a aquellos que incumplen las vedas de especies como la sardina o el pulpo. El biólogo venezolano ha participado en la mayoría de los eventos que se han organizado entre el 2011 y el 2014 en La Tortuga y Bahía de Cata para promover la captura y consumo del pez león.
La primera alerta
El ictiólogo e investigador Óscar Lasso-Alcalá, de la Fundación La Salle de Ciencias Naturales, junto al profesor Juan Posada de la USB, dio la alerta en el 2008 cuando el pez león ya había llegado a Colombia. Meses más tarde, el experto documentaría en noviembre de 2009 el primer avistamiento en Venezuela. Este sería el punto de partida para la creación, a finales de 2010 y junto al investigador Eduardo Klein, del Centro de Avistamiento en Línea de la Universidad Simón Bolívar. Desde entonces ha brindado más de 100 charlas en Venezuela y varios países caribeños sobre los peligros ambientales de esta especie. El pez león fue introducido en las costas de Florida por medio de liberaciones de acuaristas, pero es originario del Índico oriental y del Pacífico occidental. Es ampliamente comercializado en el mundo con fines ornamentales. Desde 1985 está presente en las costas del sur de Estados Unidos, pero hubo una dispersión explosiva a partir de 1999, explica Lasso-Alcalá en entrevista para Mongabay Latam. Para el investigador, EE.UU. debería dar fondos para investigar porque continúa introduciendo el pez león.
“Es una especie supervoraz que se reproduce muchísimo y las corrientes marinas lo ayudan porque sus huevos fecundados flotan, lo que le ha permitido poblar el Caribe en un período entre 10 y 15 años”, detalla el ictiólogo. Su reproducción es especialmente veloz: una madre puede poner hasta 30 000 huevos en cada evento reproductivo, lo que sucede al menos siete veces al mes durante todo el año. Esta capacidad de multiplicarse le ayudó a apoderarse en tan solo 14 meses de los 4000 kilómetros de costa venezolana, como ocurrió en el Parque Nacional Mochima, y las 300 islas ubicadas en 14 archipiélagos en Venezuela, como el de Los Roques. Se cree que aún no ha logrado entrar al Golfo de Venezuela. El gran problema es que el pez león arrasa con todas las especies nativas, lo que afecta la pirámide alimenticia. “Puede comer juveniles de langosta, crustáceos, pulpos, calamares y otras especies de importancia económica. También jureles, sardinas y hasta barracudas, lo que impacta la pesquería, pero además, si se comen a los herbívoros de los corales, el exceso de algas puede matar a los arrecifes”, precisó Lasso-Alcalá. Un estudio de 2012 reveló que en Venezuela se encontraron 19 familias de peces y siete grupos de crustáceos en los estómagos de 216 ejemplares de pez león.
Solo siete trabajos de investigación se han hecho en Venezuela sobre esta especie, pero faltan muchos más, lamenta el científico. Uno de ellos determinó que el tejido tenía una calidad proteíca similar a la sardina, con una alta cantidad de fósforo, pero solo en una localidad. “Los de la costa central se pueden comer, no tienen contaminantes” –como los que captura la empresa de Carlos Soucre en Farallón Centinela– pero advierte de que los que nadan cerca de plantas petroquímicas, en Carabobo y el oriente del país, podrían tener metales pesados. Tampoco se han realizado estudios exhaustivos. Por su abundancia, algunos juveniles pequeños de pez león están cayendo en redes de pescadores, quienes los dejan morir en la arena o los devuelven al mar, como ha atestiguado Soucre en el estado Miranda y Clavijo en Aragua. La preocupación de Lasso-Alcalá tiene que ver con el impacto a corto plazo: “acabará con los crustáceos y luego comerá solo peces, si no se actúa habrá un colapso ecológico en diez años”. “Todavía no sabes cuánto, cómo y dónde hay que pescarlo para su manejo, no hay una ley al respecto y el Ministerio de Pesca le pasó por encima, publicando solo al respecto una resolución sobre la pesca con arpón”, denunció el ictiólogo. Oficialmente no hay un documento que regule su introducción y manejo. El SVIDB alude a la Ley de Gestión de la Diversidad Biológica de 2008 (que Lasso-Alcalá señala como equívoca al ignorar sus especificaciones sobre las especies invasoras y exóticas), así como a las normas para Regular la Introducción y Propagación de especies Exóticas de la Flora y Fauna Silvestres y Acuáticas de 1992 y la Estrategia Nacional para la Conservación de la Diversidad Biológica.
¿Caracol dormido?
Salvador Boher-Bentti es experto en manejo y conservación de fauna silvestre, especialmente en las relaciones planta-animal. Fue jefe del Jardín Botánico de la Universidad Central de Venezuela (UCV) en Caracas entre 2010 y 2016. Llegó a este centro de investigación para controlar al caracol gigante africano (Achatina fulica) que había colonizado el Jardín Botánico de la UCV, así como había sucedido en el país después que fue introducido con presuntos fines cosméticos en 1997 . “Tuvimos el reporte de que se vendía la baba del caracol para mejorar la piel de la mujer, era una farsa pero era muy popular”, explica Boher. Oficialmente el caracol africano está distribuido en cinco biorregiones de Venezuela, desde el Orinoco hasta la Isla de Margarita. Es la segunda especie invasora más peligrosa del mundo, considerada como una plaga establecida en Venezuela. Los riesgos asociados a su introducción en los ecosistemas se basan en su dieta amplia: es una herbívora generalista y puede comer excremento, pero además puede poner hasta 500 huevos por año como hermafrodita que se autofertiliza, por lo que su reproducción no requiere de una pareja.
El caracol africano es especialmente dañino para cultivos de cacao, café, caraota, yuca, lechuga, repollo, maní, lechosa, pimentón, naranja, maíz, cambur, pepino, tomate y zanahoria, plantas ornamentales, pastizales y alimento concentrado para mascotas. Además es un riesgo para la salud porque puede ser un vehículo de transmisión de patógenos como lo son las ratas, las cucarachas y las moscas, que se transmiten al contacto con ojos, nariz o boca. También puede ser peligroso su consumo, pues es comestible, sin una preparación adecuada, como indagó una investigación hecha en el núcleo de Maracay en la UCV, campus donde también están presentes. En cuatro años consecutivos de fuertes lluvias (2010-2014), sus poblaciones crecieron apresuradamente, mientras que su actual disminución podría explicarse por los períodos de sequía debido a El Niño y al Cambio Climático.
Boher espera el regreso de los caracoles africanos con las lluvias de mayo, mientras Clavijo lo considera “ampliamente distribuido y abundante”, tanto así que advierte el impacto que está generando en el Parque Nacional Henri Pittier, tomando en cuenta que se ha medido que es capaz de comer cientos de especies vegetales. A pesar de la sequía, el caracol sigue afectando cultivos y no ha desaparecido. En 2016 el Ministerio de Ecosocialismo retiró 10 kilos en cultivos urbanos de maíz y plátano en Cojedes (Llanos Centrales) y 16 kilos más en Mérida (Andes), mientras que el Instituto Nacional de Salud Agrícola Integral (INSAI) brindó un taller sobre manejo y control del caracol africano en el céntrico estado Miranda en febrero de 2017. “Solo se puede mitigar porque ya no se puede eliminar”, dijo Boher, quien comandó operaciones que aniquilaron hasta 30 000 individuos durante 2012 en el Jardín Botánico de Caracas, “si no estarían caminando por la Ciudad Universitaria”. Sin embargo, sabe que esto puede despertar sentimientos encontrados por posibles acusaciones de crueldad animal. Pero esto no impidió que en el 2012 se emprendiera una campaña oficial que explicaba cómo eliminar al molusco con sal, lo que causa una reacción violenta en el animal, que luego debe ser enterrado en por lo menos medio metro de profundidad añadiendo cal a los caparazones. “Los ensayos científicos que hicimos encontraron que desarrollan caparazones de hasta 4 milímetros, eso hace que ni siquiera el gavilán chiriguare lo pueda cazar”, detalló Boher, para explicar cuán complicado puede ser controlarlo.
La amenaza de la rana toro
Ubicada entre las 100 especies invasoras más peligrosas, la rana toro tiene una capacidad reproductiva y una voracidad asombrosas, características similares a las del caracol africano gigante y el pez león. Puede depositar entre 7 000 y 13 000 huevos en cada nidada, y puede depredar serpientes, tortugas, peces, murciélagos, crustáceos, lombrices, ratones y otras ranas, con las que también compite y desplaza por alimento, espacio y refugio. Además, es portadora del hongo Batrachochytrium dendrobatidis, que produce quitridiomicosis cutánea, enfermedad responsable de la extinción de tres especies. La investigadora Margarita Lampo encontró que más del 85 % de los adultos poseen este patógeno, lo que dañaría especialmente a la endémica ranita merideña (Dendropsophus meridensis) especialmente afectada por está enfermedad transmitida, así como por la depredación y competencia con la rana toro.
Proveniente del este de los Estados Unidos puede pesar entre 60 a 900 gramos y medir entre 10 a 20 centímetros. Fue introducida ilícitamente en lagunas de Mérida en el 2001, presuntamente para su cría y aprovechamiento para el consumo humano. La investigadora e ingeniero forestal Yolanda Herrera presentó una ponencia en el V Congreso de Diversidad Biológica (2015) en la que aseguró que tras una campaña de dos años, que empezó en el 2008 y se desarrolló en la Laguna La Rosa, lograron controlar la población de rana toro. En esa oportunidad emplearon rifles, trampas y arpones para cazar a los individuos, y además aplicaron una estrategia para la extracción de huevos y el exterminio de especímenes de todas las edades. Los reportes de entonces indicaban que no se volvió a registrar la presencia de esta especie invasora. Sin embargo, en entrevista con Mongabay Latam, Herrera reveló que las protestas políticas de 2014 y la ausencia total de apoyo institucional desde el Ministerio de Ecosocialismo –así como el cierre del Ministerio de Ambiente, fusión con Ministerio de Vivienda y regreso con nuevo nombre– a partir de 2015 impidieron que la estrategia, que incluía desmalezar y limpiar toda la periferia de la Laguna donde se encontraron los nidos, prosiguiera, por lo que desconoce si la especie logró ser confinada o volvió a expandirse. Herrera también apeló, como Lasso-Alcalá, a las dificultades del trabajo en solitario y sin fondos que impidió que continuara su labor científica.
Abandono oficial
El Ministerio de Ambiente de Venezuela publicó en el 2012 la primera Estrategia Nacional de Conservación de la Diversidad Biológica para el período 2010-2020. El documento incluía entre las cuatro amenazas que urgía atender la “introducción, establecimiento e invasión de especies exóticas”, asegurando que estas habrían ingresado al país por medio del tráfico o comercio —para su posible uso agrícola o como control biológico—, también por la descarga de aguas de lastre en las costas, lo que sería producto de la llegada frecuente de tanqueros petroleros. Entre las líneas claves de la estrategia nacional está la creación de un Programa Nacional para la Prevención, Control y Erradicación de Especies Exóticas, así como la creación y publicación de una lista actualizada de las invasoras o las que potencialmente podrían ser.
Hasta diciembre de 2105, la lista oficial de especies invasoras estaba avanzada al 90 %, aunque el V Informe de Diversidad Biológica de la República Bolivariana de Venezuela establece como fecha tope para su finalización el 2020, año en el que se deberá haber terminado con la identificación y priorización de las especies invasoras, así como con determinar sus vías de introducción para prohibir la importación mediante un decreto oficial. Según la Memoria 2015 del Ministerio de Ecosocialismo, el listado preliminar incluye 94 vertebrados exóticos, así como un programa de control, prevención y erradicación. Además, se considera la aplicación de normas sanitarias y agrícolas para el manejo del caracol africano, y el control y erradicación del pez león y la rana toro.
Para los expertos consultados estas especies llegaron para quedarse. Se sabe que no pueden ser erradicadas sino controladas, por eso demandan el diseño de normas para el control de esta problemática y señalan la necesidad de educar a las comunidades para disminuir las liberaciones irresponsables y el tráfico de especies potencialmente dañinas.
[Tomado de https://es.mongabay.com/2017/02/enemigo-la-vista-la-amenaza-las-especies-invasoras-venezuela.]
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