J. R. López Padrino
El panorama político nacional es francamente alarmante. El país está en manos de un pranato cívico-militar que con el apoyo de las bayonetas ha impuesto una política de Estado caracterizada por la escasez de alimentos y medicinas, una hiperinflación que podría alcanzar el 1.642% (2017), la violación de los derechos humanos y donde un 51% de la población está en pobreza extrema. Alternativamente tenemos un liderazgo opositor nucleado en la MUD que no ha logrado articular una estrategia política coherente que permita derrotar al totalitarismo bolivariano y así superar esta espantosa crisis económica, política, y social.
El panorama político nacional es francamente alarmante. El país está en manos de un pranato cívico-militar que con el apoyo de las bayonetas ha impuesto una política de Estado caracterizada por la escasez de alimentos y medicinas, una hiperinflación que podría alcanzar el 1.642% (2017), la violación de los derechos humanos y donde un 51% de la población está en pobreza extrema. Alternativamente tenemos un liderazgo opositor nucleado en la MUD que no ha logrado articular una estrategia política coherente que permita derrotar al totalitarismo bolivariano y así superar esta espantosa crisis económica, política, y social.
A pesar de los éxitos electorales de esta alianza política opositora (tarjeta única y candidaturas unitarias para los procesos electorales, triunfo arrasador en las legislativas del 16/12/2015), estratégicamente se ha visto incursa en una serie de desaciertos políticos los cuales cuestionan su liderazgo en la conducción de los cambios políticos que reclama el país. La MUD definitivamente se equivocó al concentrar todos sus esfuerzos en un inviable referendo revocatorio (poco talante democrático del régimen e impopularidad de Maduro). Igualmente fue desacertada su decisión de ir en condiciones muy desfavorables a una fraudulenta mesa de diálogo promovida por Maduro, Rodríguez Zapatero, y UNASUR, la cual fue suspicazmente apoyada por la Casa Blanca y el Vaticano. La MUD suspendió las acciones de calle, desincorporó a los tres diputados de Amazonas, aceptando la decisión del TSJ y buscó ilusamente en esas conversaciones la libertad de los presos políticos, una reactivación del referendo revocatorio o un adelanto de las elecciones presidenciales del 2018; todas sus propuestas fueron negadas por parte del régimen. Lamentablemente la concepción electoralista de la MUD terminó imponiéndose y de allí los desaciertos e inconsecuencias en la conducción de la lucha.
La MUD ha sido incapaz de capitalizar el vasto descontento popular, y persiste en su política de palos de ciego (juicio político, abandono de cargo, elecciones generales, Carta Democrática, etc.) como posibles salidas ante la crisis. No ha logrado entender que la complejidad de la situación política reclama algo más que una alianza electoral. Que dado el carácter dictatorial del régimen (desconocimiento de la voluntad y del voto popular) se hace necesario su reemplazo por un Frente de Unidad Nacional (FUN) que aglutine a las fuerzas democráticas del país frente al régimen fachobolivariano. Un FUN que no solamente agrupe a los partidos políticos opositores (afines o no a la MUD), sino a los trabajadores y sus sindicatos, a los profesionales y sus gremios, a los combativos y abnegados estudiantes, a los ignorados campesinos, a los pequeños y medianos comerciantes; inclusive a los sectores disidentes del chavismo. Vivimos tiempos de dictadura donde la lucha no puede reducirse exclusivamente a los partidos políticos, sino debe ser extensiva a todas las fuerzas sociales que luchan por el rescate de los espacios democráticos del país.
Se equivoca la dirigencia política opositora al pensar que cambiando el G4 por el G8, sustituyendo los voceros de la MUD o creando nuevas estructuras burocráticas van a poder enfrentar exitosamente al hamponato bolivariano. La remozada MUD sigue dando muestra de una gran orfandad política y de desconexión social frente a un régimen fallido que cada día profundiza más la pobreza, el hambre, la represión y el control social.
La alianza opositora esta entrampada en su propio laberinto, en un inmovilismo angustiante mientras el país avanza al despeñadero y la rabia, la desesperanza y la impotencia se apoderan progresivamente ciudadano común.
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