Maria Salazar (Mongabay)
Vivimos hoy en la era más explosiva del desarrollo de infraestructura en la historia humana. Para mitad del siglo, la tasa sin precedentes de construcción de autopistas, presas, minas y plantas de energía; junto con el crecimiento de las ciudades, tejerá el mundo de hormigón. Supuestamente, esa ráfaga de actividad mejorará las vidas de millones de personas. Sin embargo, todo esto está llegando a expensas de un precio terrible para el mundo natural, en tanto perdemos selvas, estuarios, humedales, fauna e indígenas. A lo largo de las pasadas décadas, una tremenda ola de de desarrollo en infraestructura —y daño ambiental— que alguna vez dominó primordialmente los paisajes europeos y estadounidenses, ha arrasado a través de África, Asia y Latinoamérica. Y junto a ella han llegado campañas ambientales transnacionales con la determinación de minimizar el daño, proteger el hábitat y apoyar a los indígenas. Estos campañistas ambientales —típicamente superados tanto en artillería como en fondos por los desarrolladores corporativos— han trabajado diligentemente para eliminar proyectos potencialmente riesgosos o mitigar sus efectos negativos.
Vivimos hoy en la era más explosiva del desarrollo de infraestructura en la historia humana. Para mitad del siglo, la tasa sin precedentes de construcción de autopistas, presas, minas y plantas de energía; junto con el crecimiento de las ciudades, tejerá el mundo de hormigón. Supuestamente, esa ráfaga de actividad mejorará las vidas de millones de personas. Sin embargo, todo esto está llegando a expensas de un precio terrible para el mundo natural, en tanto perdemos selvas, estuarios, humedales, fauna e indígenas. A lo largo de las pasadas décadas, una tremenda ola de de desarrollo en infraestructura —y daño ambiental— que alguna vez dominó primordialmente los paisajes europeos y estadounidenses, ha arrasado a través de África, Asia y Latinoamérica. Y junto a ella han llegado campañas ambientales transnacionales con la determinación de minimizar el daño, proteger el hábitat y apoyar a los indígenas. Estos campañistas ambientales —típicamente superados tanto en artillería como en fondos por los desarrolladores corporativos— han trabajado diligentemente para eliminar proyectos potencialmente riesgosos o mitigar sus efectos negativos.
Una estrecha relación con los medios de comunicación ha sido capital para las campañas más exitosas de defensa ambiental. ¿Pero qué tan importante ha sido el rol de estos medios? “Los medios de comunicación son esenciales para ‘correr la voz’ en cuanto a la infraestructura mal considerada —son la conexión clave entre los científicos que estudian estas cuestiones, quienes toman las decisiones y el público en general”, le dijo a Mongabay Bill Laurance, un distinguido profesor de investigación de la Universidad de James Cook, en Australia. “Con muchísima frecuencia los científicos esencialmente son ignorados por quienes proponen los proyectos y toman las decisiones, pero es mucho más difícil para ellos hacer algo, así que los medios pueden poner el reflector sobre un proyecto y mostrar por qué ambiental, económica y socialmente es una mala idea.
El megáfono mediático en acción
Laurance habla de su experiencia: ofreció cientos de entrevistas a medios de comunicación para ayudar a hacer públicos los potenciales costos ambientales en la Amazonía brasileña del proyecto Avança Brasil —una inversión propuesta por el gobierno de 40 mil millones de dólares entre el 2000 y el 2020 en una “avalancha” de nuevas carreteras, presas, líneas de energía, de gas y más infraestructura que habría entrecruzado la Amazonía brasileña y la habría abierto para ulterior explotación y urbanización. “Esto se volvió una enorme controversia tanto en Brasil como internacionalmente, y finalmente el gobierno se vio forzado a llevar a cabo una gran revisión interministerial que recomendó la cancelación de algunos de los proyectos más peligrosos”, dijo Laurance. Señaló otros proyectos recientemente cancelados, como la red de carreteras Ladia Galaska, en Sumatra, y la autopista Serengueti, en Tanzania —proyectos ambientalmente dañinos en los que cree que los medios jugaron un papel crucial en la educación del público.
John Reid, fundador del Conservation Strategy Fund, está de acuerdo en que los periodistas están en una posición única que los vuelve “claves” en las campañas exitosas contra los proyectos defectuosos de infraestructura. “Ni los defensores del medio ambiente, ni los científicos independientes ni los analistas tienen los millones de dólares que pueden desplegar los desarrolladores de los proyectos para sustentar sus proyectos con estudios. Sacarle la verdad a un amplio espectro de contribuyentes, consumidores de electricidad, legisladores y gente potencialmente impactada, es algo que solo los medios de comunicación pueden hacer”. La evidencia de tal éxito, señaló, se ha visto clara en relación a cierto número de proyectos, incluyendo la expansión del Canal de Panamá, la carretera BR-319, en Brasil, y la presa Bala en Bolivia. “Los medios de comunicación con frecuencia alertan al público de que estos proyectos están sucediendo. Y más allá de eso, hacen que los científicos, economistas y activistas independientes sean escuchados”, dijo Reid.
La fuerza imparable de la infraestructura
La necesidad de una mayor conciencia del público respecto a grandes proyectos de infraestructura ambientalmente riesgosos nunca ha sido tan grande. Más de 25 millones de kilómetros de carreteras nuevas han sido proyectadas a lo ancho y largo del planeta para el 2050, lo suficiente para darle la vuelta al mundo más de 600 veces. Nueve de diez serán construidas en países en desarrollo, y muchas en regiones con biodiversidad excepcional y ecosistemas protegidos. Es igualmente pasmosa la proliferación de los proyectos de presas propuestos en sitios claves de biodiversidad global. Por ejemplo, los planes actuales llaman a rebalsar cinco de los seis más grandes afluentes andinos que alimentan el río Amazonas, con más de 150 proyectos hidroeléctricos nuevos anunciados para su construcción en los próximos 20 años. Al otro lado del mundo, al menos 27 represas están planeadas para el afluente principal del río Mekong. Muchas de estas presas propuestas están siendo construidas para producir electricidad para proyectos mineros gigantescos. El hambre insaciable de los países más desarrollados por oro, escasos elementos terrestres, diamantes, zinc, acero y bronce han resultado en una carrera para minar los últimos lugares salvajes del mundo. La propuesta Arco Minero del Orinoco, en Venezuela, por ejemplo, impactaría casi 112 000 kilómetros cuadrados de territorio salvaje, gran parte del cual está constituido por selva.
Como en el pasado, esta marejada de construcción está siendo respaldada fuertemente por los gobiernos nacionales, beneficiando la industria y a los inversionistas extranjeros, frecuentemente al costo de los indígenas, las comunidades rurales y el hábitat. Pero muchos conservacionistas esperan ser capaces de mitigar el daño de los proyectos desacertados, o incluso de verlos cancelados —y los medios serán importantes para esos objetivos. De hecho, existen precedentes para tales esperanzas: históricamente la cobertura mediática ha jugado una parte clave para frenar algunos de los proyectos internacionales de megainfraestructura más ambiciosos.
A mediados de 1980, por primera vez el Banco Mundial detuvo los pagos de un préstamo debido a cuestiones ambientales y amenazas a poblaciones indígenas. El proyecto Polonoreste, de 1.5 mil millones de dólares, con inversionistas financiando una gran campaña de publicidad proautopistas para que la gente subiera a bordo del proyecto, había previsto pavimentar 1500 kilómetros de camino a través del corazón de la cuenca amazónica. Sin embargo, con la exposición de los medios agregándole poder a las protestas y realzando los riesgos que suponía el proyecto, esa campaña se encontró frente a una barrera de intensas críticas internacionales y locales de los grupos ambientales e indígenas. En marzo de 1985 el banco suspendió la financiación. “En la mayoría de los casos, la atención de los medios es lo que amplifica la consternación ciudadana respecto al proyecto”, le dijo Susan Park a Mongabay. Park, profesora asociada de Relaciones Internacionales de la Universidad de Sídney, autora de un libro acerca de las interacciones del Banco Mundial con los ambientalistas, señala particularmente unos reportajes de investigación en el New York Times y en 60 Minutes que mostraban cómo el banco estaba financiando la destrucción del Amazonas. Ella destaca la mala publicidad como un factor de gran importancia en el retiro de los fondos.
El programa 60 Minutes “fue el evento determinante en los Estados Unidos. Esto condujo directamente a la creación del Departamento Ambiental en el Banco Mundial. En Europa, fueron críticos los documentales de [el contemporáneo cineasta británico] Adrian Cowell, más que la cobertura de la prensa”, dijo Philip Fearnside, profesor de investigación del Instituto Nacional de Pesquisas da Amazônia (INPA). Fearnside señaló que a pesar del freno en el préstamo, el proyecto Polonoreste continuó hasta “el final de su vida prevista”, con muchas millas de pavimento terminadas. El proyecto fue seguido después por otro, Planaflora, el cual fue diseñado para reducir algunos de los impactos socioambientales causados por la previa construcción de autopistas. El deseo del Banco Mundial de financiar Panaflora como un proyecto de reemplazo más aceptable le “debió mucho a la prensa”, por la exposición que esta hizo de los impactos negativos de Polonoreste, dijo Fearnside.
El Banco Mundial, sin embargo, cuenta una historia de otro modo. Reduce la importancia del rol de los medios en el cese de los pagos del banco al proyecto Polonoreste, y dice que son otras razones las que gobiernan las decisiones que toma respecto al financiamiento de proyectos de infraestructura en general. “El Banco Mundial canceló proyectos cuando vimos que podrían de algún modo afectar negativamente el desarrollo de un país. Es el impacto del desarrollo y no la cobertura mediática lo que constituye nuestra preocupación general.” Después de un proceso de revisión de cuatro años, el Banco Mundial aprobó en agosto un nuevo Marco de Referencia Ambiental y Social. “Este marco de referencia impulsará las protecciones para el ambiente y para la gente más pobre y vulnerable; conduce el desarrollo sustentable mediante la capacitación institucional y la propiedad del país; e incrementa la eficiencia tanto para el Prestatario como para el Banco”.
El rol de los medios locales y el Internet
No son solo los medios internacionales los que juegan un papel en frenar los abusos en infraestructura ambiental. Annina Aeberli, del Bruno Manser Fund, relata cómo la indignación en las redes sociales y el reportaje en los periódicos locales combinados resultó el año pasado en el arrinconamiento del proyecto de la megapresa Baram, en el estado Sarawak, Malasia. La presa, una entre la docena de las que el gobierno estatal borneo había propuesto, se planificó construir a lo largo del río Baram —el más largo en Malasia— e iba a producir algunos 1200 megavatios de energía.
Mientras los oficiales de gobierno declaraban que el proyecto hidroeléctrico incrementaría las oportunidades de inversión en Sarawak, disminuyeron la importancia del hecho de que también desplazaría a miles de nativos Dayak y degradaría la biodiversidad a lo largo del río de 400 kilómetros. En Malasia, donde muchos de los medios principales son controlados por el gobierno, las redes sociales en línea son con frecuencia una “herramienta muy importante” para darle voz y difusión a opiniones críticas respecto a proyectos potencialmente peligrosos, de acuerdo a Aeberli. En el caso de la presa Baram, un oleaje de cobertura mediática a través de Internet y las redes sociales, crítico de las políticas de desarrollo del gobierno malayo, fue amplificado luego por los medios de comunicación más tradicionales. Por ejemplo, un periódico del país, el Borneo Post, el cual usualmente no es crítico al gobierno, eligió la historia. Su reportaje probablemente tuvo la mayor de las influencias respecto a la muerte del proyecto el año pasado. “A través del Borneo Post”, una nueva audiencia que todavía no era crítica de [las] políticas y a los grandes proyectos de infraestructura del gobierno Sarawak, pudo ser alcanzada. De pronto, un mayor público escuchó declaraciones críticas por primera vez a través los medios principales”, explicó Aeberli.
Informando e influyendo
Cynthia Ong, directora ejecutiva de la ONG ambiental Forever Sabah, habló de otra “participación estratégica” con los medios que probó ser altamente efectivo en Malasia. En 2011, en el ecológicamente rico estado de Sabah, al norte de Borneo, fueron desechados los planes para una polémica central energética alimentada de carbón; esto como resultado de la oposición de una coalición ambiental local cuyo mensaje fue amplificado a nivel local y más allá de las fronteras del país gracias al reportaje periodístico. Una coalición de ONG, incluyendo Forever Sabah (cuyo enfoque es el desarrollo sustentable), empezó por elaborar un exitoso argumento de relaciones públicas: las organizaciones lucharon para que las autoridades desplazaran su concentración y financiación de los proyectos de combustibles fósiles a los proyectos de energías renovables, para así cubrir las necesidades eléctricas del estado al mismo tiempo que se protegía el ambiente. La coalición reunió cobertura regional, nacional e internacional para que el mensaje llegara a la sociedad. “Los medios de comunicación fueron fundamentales en la campaña contra la planta de carbón. Fueron el medio primario para que [nuestro] movimiento informara, educara, construyera conciencia, movilizara, politizara, construyera apoyo y eventualmente ganara la batalla”, recordó Ong. “Las varias formas de los medios proveyeron una plataforma de múltiples capas que volvió nuestro mensaje de campaña y las historias accesibles a un rango amplio del público, al gobierno y a quienes hacen las políticas”, dijo. Los medios, en otras palabras, generaron una invaluable publicidad gratuita, reuniendo alcance local y global para una coalición sin fines de lucro que carecía de acceso a las costosas relaciones públicas empleadas por la industria y el gobierno. En esta “campaña histórica”, el movimiento local utilizó grandes noticieros internacionales para atraer la atención de los medios regionales alineados al gobierno. En el 2010, la revista Time sacó un artículo respecto a la propuesta planta de carbón, el cual fue ampliamente rescatado por los medios de comunicación malayos.
Ong comentó a Mongabay que uno de los periódicos locales influyentes —conocido por ser estrechamente alineado al gobierno— transmitió una historia que exhibía el interés de Time en la planta de carbón, preguntando: “¿Cómo fue que una revista internacional de esa talla escuchó respecto a esta cuestión? Si obtuvo su atención, quizás deberíamos estar poniendo atención [también]”. Ong agregó que la cobertura mediática internacional también provee algo de protección a noticieros locales, los cuales de otro modo enfrentarían sanciones gubernamentales por hacer reportajes de cuestiones sensibles. La cobertura de los medios internacionales tuvo otro impacto: una coalición de activistas con raíces locales, de súbito fue vista por el público en general como poseedora de una influencia significativa y como parte de un “poderoso movimiento ambiental”.
Jennifer Pinkowski, periodista detrás de la historia de Time, cree que las publicaciones en medios internacionales pueden jugar un papel importante al elevar el perfil de proyectos potencialmente dañinos, como el de Sabah. “Si los medios locales tienen una voz, las grandes publicaciones internacionales tienen un megáfono”, dijo. Sin embargo, señaló, puede ser difícil lograr que las publicaciones más grandes se interesen en dar cobertura a proyectos que suponen amenazas locales. “Ha habido muchas ocasiones en que he sabido de a historias que necesitan ser contadas, pero no pude colocarlas en los grandes medios porque existía la preocupación por parte del editor de que, francamente, nadie lo leyera o a nadie le importara. Así que puede ser una batalla desalentadora”, dijo Pinkowski. En el caso de la planta de Sabah, señaló que fue el rol de los activistas locales lo que finalmente trajo la cancelación del proyecto. “Todo lo que hice fue alumbrar un faro sobre el trabajo hecho por activistas locales. Su trabajo canceló la planta, no el mío”. El impulso de prohibir la planta de carbón en Sabah tuvo otro efecto en los medios locales. “De algún modo, la campaña necesitaba del despertar del periodismo de investigación [ambiental] en Sabah”, recordó Ong. La campaña también demandaba sofisticación de los medios y sagacidad de los activistas: “Entender el paisaje de energía, los actores políticos, gubernamentales y de negocios, las dinámicas, los sistemas cerrados, las aberturas, ser capaces de posicionar las historias correctas en los momentos correctos, eso fue crítico para nuestro éxito”, dijo Ong.
Las trampas de los medios
Fearnside, del INPA, señaló que a pesar del rol positivo que los medios han jugado en que los desarrolladores de infraestructura tengan en cuenta sus déficits ambientales, no sucede así de forma sistemática. “Históricamente, la cobertura mediática ha sido, de hecho, crucial… [pero] debería señalarse que el interés de los medios es veleidoso y temporal”, explicó, citando el reportaje periodístico de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, de las Naciones Unidas de 1992 (ECO-92) como evidencia de que el interés de los medios en cuestiones ambientales es a corto plazo. “Posterior a la cobertura masiva antes y durante el evento, el medioambiente simplemente desapareció de la cobertura mediática por mucho tiempo, tiempo que empezó inmediatamente al final del evento”, dijo Fearnside.
El líder de campaña de Global Witness, Billy Kyte, señaló que mientras que la capacidad de presentar “historias humanas” en el corazón del impedimento de proyectos de infraestructura es cuestión exclusiva de los medios de comunicación, también hay “costos reales” para los defensores del medioambiente que buscan cobertura mediática. “Por un lado [el de los ambientalistas] la causa puede ser tomada más en serio por las autoridades, pero por el otro, pueden enfrentar una reacción del estado o de los intereses corporativos cuyo objetivo es silenciarlos”, dijo Kyte. Una y otra vez el activismo ambiental —amplificado por la cobertura de los grandes medios— ha probado ser un juego peligroso para los ciudadanos que intentan bloquear proyectos de megainfraestructura como las presas y las autopistas. Dispararon a la casa de Máxima Chaupe, activista antiminería indígena del Perú, quien ganara el Premio Ambiental Goldman el año pasado, apenas días después de ser premiada. En Honduras, Berta Cáceres, quien fuera otra galardonada del mismo premio, activista antipresas e indígena lenca, fue asesinada a disparos en marzo después de ser colocada en una lista de golpes militares. En el 2015 Global Witness documentó 185 asesinatos de defensores ambientales a través de 16 países —la mortalidad anual más alta de esta clase en la historia. “Los defensores [del medio ambiente] tienen que ser conscientes de los riesgos potenciales de buscar la cobertura de los medios internacionales”, enunció Kyte con franqueza.
Cambiando el paisaje
Mientras que los medios tradicionales han ido declinando en importancia desde hace mucho en el mundo en vías de desarrollo, la circulación de periódicos y los ingresos por publicidad continúan incrementando en él, especialmente en países con una creciente clase media y baja penetración de banda ancha. Nuevos modelos para financiar el tipo de periodismo en el mundo en desarrollo que puede hacer que los poderosos presenten cuentas, junto al uso extendido de las redes sociales para la diseminación de la información, ha conducido a un profundo cambio en el balance del poder comunicativo entre los desarrolladores de la infraestructura, con acceso adinerado a los medios principales, y los lugareños que se ven impactados por los proyectos de infraestructura. “En términos generales, creo que los medios se han vuelto más especializados”, dijo Laurence, de la Universidad James Cook. “Esto es muy necesario porque ya pocos periódicos y medios de comunicación tienen periodistas devotos a cuestiones ambientales. Para periodistas no especializados y muy ocupados, es un desafío pasar mucho tiempo intentando entender los detalles técnicos de las preocupaciones ambientales y todas las cuestiones que rodean megaproyectos en específico”. Para atender este déficit, algunos grupos no gubernamentales como Greenpeace han lanzado sus propias unidades de periodismo investigativo. Pero esto puede ser problemático: con frecuencia el público ve estas publicaciones, financiadas por las ONG, como menos imparciales que aquellas producidas por los medios independientes, dijo Aeberli, [campañista] del BMF. “Es por esto que el periodismo de investigación se necesita más que nunca. La tendencia en el periodismo, desafortunadamente, va más dirigida al contenido proveído o financiado por compañías, en lugar de al reportaje independiente”, dijo.
El ascenso de nuevas plataformas tecnológicas para el periodismo, como Twitter, Facebook, los blogs y Youtube, sin embargo, significa que hay más maneras que nunca de que las ONG y los ambientalistas diseminen la información respecto a los fallos de los proyectos de infraestructura. “El cambio en la forma de los medios puede tanto debilitar el reportaje en los problemas de los proyectos de infraestructura como reforzarlo”, dijo Park, de la Universidad de Sídney, citando la erosión que los medios de comunicación social tienen sobre el modelo de financiación de los medios tradicionales, y a la inversa, su poder para llevar asuntos a la atención de los periodistas.
A pesar de la rápida y en ocasiones caótica transformación tecnológica que ahora ocurre a través del paisaje mediático, los periodistas probablemente siempre jugarán un rol clave en hacer públicos los pros y los contras de los nuevos proyectos de infraestructura, así como en reportar respecto a las campañas lanzadas por los ambientalistas, las comunidades locales y los grupos indígenas determinados a resistir los peores impactos de estos proyectos. “Los medios populares aman la controversia, y muchos de los proyectos de infraestructura son inherentemente controvertidos”, concluyó Laurance. Los campañistas ambientales “sacan ventaja de ese [interés mediático] para alumbrar una luz en lugares oscuros donde se toman decisiones pobres, a veces [revelando] una mancha clara de corrupción”.
[Tomado de https://es.mongabay.com/2017/03/megafono-mediatico-ayuda-frenar-los-malos-proyectos-infraestructura.]
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