La Neurosis o las Barricadas Ediciones
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Lo que sigue es la Introducción con la cual esta editorial presenta la breve
compilación de igual título y varios autores, que en versión completa está
disponible en https://mega.nz/#!fkRBgIIL!Rt5GQ1gTPHo1iBojLJr-Q0xAf-7Qp2HO-e7E6rWVFec.
Mayo
del 68 ha sido tomada muy a menudo como fecha simbólica por marcar en este
sentido un antes y un después en las luchas sociales. Para muchos significó la
puesta en escena de la nueva izquierda, esa que convirtió en ejes centrales de
su identidad el feminismo o el ecologismo frente a la denominada vieja
izquierda que había tenido en la emancipación de la clase obrera la base de sus
principios.
Lo
cierto es que sería injusto pensar que la conciencia ecológica nació así de
golpe y porrazo y en ese sentido es imposible creer que esa sensibilidad habría
llegado de forma reciente, por ejemplo, al movimiento anarquista. Es posible
que la visibilización más evidente que nunca de la destrucción irremisible del
planeta sea ahora mayor entre la población occidental que en otras épocas y esa
visibilización conlleva una cierta sensibilización (aparente que no real), y
eso puede generar la errónea idea de que las preocupaciones ecologistas tengan
tan sólo 3 ó 4 décadas de antigüedad. Esa idea sería completamente errónea. Una
cosa es que el movimiento ecologista sea joven y otra cosa es que las
preocupaciones y las ideas ecologistas también lo sean. Lo cierto es que no es
así, al menos para las anarquistas, como podrán leer un poco más adelante l@s
lector@s de este cuadernillo.
Como
podréis comprobar en las siguientes páginas las preocupaciones ecologistas han
tenido una dimensión muy diferente en los muy diversos proyectos y
sensibilidades libertarias. Por ello han existido anarquistas que han mostrado
una enorme preocupación por la necesidad del equilibrio entre el ser humano y
el medio natural y otros que han percibido este problema como algo
completamente secundario. Es posible que en las últimas décadas el conjunto del
movimiento anarquista haya adquirido una conciencia ecologista más homogénea y
evidente que, por ejemplo, a inicios del siglo XX, en el sentido de que nadie
hoy en el mundo libertario se atrevería a dudar de la necesidad de un cambio de
modelo social que lleve de forma inmediata un nuevo modelo de relación con el
entorno natural. Algo que si en otros momentos podía parecer implícito para un
sector del movimiento libertario, ahora es completamente explícito para todo
él. Sí es cierto que hay diferentes sensibilidades al respecto y, por ello, hay
visiones que integran las preocupaciones medioambientales dentro de proyectos
que suelen participar en luchas sociales heterogéneas frente a otros colectivos
y proyectos anarquistas cuya actividad está centrada principalmente alrededor
de las luchas que tradicionalmente se suelen encuadrar dentro del mundo
ecologista.
El giro ecocentrista
No
estamos muy seguras de que el movimiento ecologista haya influido de forma
cuantitivamente importante en el ideario libertario. Es complicado dilucidar si
las preocupaciones medio ambientales que han arraigado entre las anarquistas
son fruto de la influencia de las ideas del mundo ecologista o si simplemente
ha sido el paso natural de un movimiento que ya tenía una fuerte tradición de
ideas ecologistas que han cobrado una fuerza mayor ante la aplastante cotidianeidad
de las catástrofes ambientales, la contaminación, la deforestación, la
hipertrofia urbana e industrial, el consumismo, etc. vinculadas al modelo de
vida burgués.
Lo
que sí consideramos indiscutible es que las ideas ecologistas de la segunda
mitad del siglo XX han supuesto desde el punto de vista cualitativo un punto de
inflexión para una parte difícilmente cuantificable del movimiento anarquista.
Esta influencia ha propiciado la curiosa convivencia de dos corrientes en el
ideario libertario que no son siempre fácilmente identificables y delimitables.
La corriente que probablemente sea cuantitativamente más significativa del
movimiento libertario ha tratado de compatibilizar las ideas anarquistas
humanistas con los valores ecologistas anticapitalistas o radicales (por
contraposición a los valores del ecologismo institucional o reformista) si bien
ha surgido una corriente que ha supuesto un giro con respecto a algunos de los
principios más arraigados en el pensamiento libertario, poniendo en entredicho
su identidad humanista.
Es
interesante analizar la importancia de esta última corriente porque buena parte
de sus principios nos pueden servir para profundizar en la tensión teórica
entre los colectivos y proyectos anarquistas que beben de las fuentes clásicas
y aquellos que se ven más influidos por el pensamiento crítico contemporáneo.
En primer lugar decir que allá por los años 80 del pasado siglo estas diferentes
concepciones del ecologismo generó un debate en el mundo libertario anglosajón
entre los defensores del denominado ecologismo
social frente a los partidarios del
denominado ecologismo profundo.
Ese debate ha tenido una repercusión muy limitada en la Península Ibérica y de
hecho creo que las diferentes posiciones que se dieron en ese debate no son
extrapolables a nuestro contexto por las particularidades culturales, geográficas,
históricas de unos y otros.
Que
los valores del ecologismo profundo significasen una ruptura con el
antropocentrismo característico del humanismo anarquista (y, en realidad, de
cualquier humanismo) es interesante por cuanto mostró cómo se ha ido visibilizando
que el heredero más radical del proyecto ilustrado nacido allá en el siglo
XVIII empezaba a renegar de él. Es por eso que una parte del movimiento
libertario ha comenzado a sentir la idea de progreso como ajena y así se ha ido
mostrando un progresivo apartamiento con respecto a muchos valores propios de
la sociedad moderna que en otros tiempos podían asumirse de forma crítica
(radicalmente crítica nos atreveríamos a decir en la mayoría de los casos). Así
quien indague en la prensa o la bibliografía anarquista reciente encontrará que
en nuestro entorno no es difícil encontrar colectivos muchos de ellos
animalistas que se declaran antiespecistas. El especismo es aquel sistema de valores que jerarquiza
unas especies animales sobre otras poniendo en la cúspide al homo sapiens.
Parece
indudable que los principios anarquistas sean, por ejemplo, intrínsecamente
feministas y por eso el principio libertario que señala que la base del
anarquismo es la lucha contra toda forma de dominación incorpora en sí mismo
las reivindicaciones radicales del feminismo y por ello esto no supone ningún
conflicto teórico, sino más bien lo contrario. No sabemos si se puede decir
esto mismo de las ideas ecologistas. Hay que tener en cuenta que el movimiento
anarquista siempre ha valorado como un principio indiscutible la igualdad y
dado ese carácter antijerárquico se ha asumido como algo fundamental la lucha
contra la opresión del hombre por el hombre. El problema surge cuando se
problematiza esta idea al entender que la dominación no se ejerce sólo contra
las personas sino contra cualquier ser vivo o mejor dicho
contra
cualquier ser sufriente. Conjugar otros aspectos es sencillo cuando
se dan unos determinados valores anticapitalistas, a saber: usar la tierra y
sus recursos como una simple mercancía no sólo destruye el planeta sino que
degrada al ser humano no por las consecuencias de sus acciones sino por sus
acciones en sí. Los valores antiespecistas van más allá. Creemos que el
problema no se reduce a la mercantilización de los seres vivos para explotarlos
de forma inhumana como simple mercancía, sino que la esencia antiespecista
reside en la certeza de la igualdad en la dignidad de los seres sintientes (o
al menos implícitamente eso se deduce del cuestionamiento del antropocentrismo).
No
es nuestra pretensión juzgar el acierto o no de las teorías antiespecistas, sino
hablar de cómo ciertas nuevas sensibilidades ecologistas que se han venido
dando en las últimas décadas en una parte no muy amplia (sin que eso tenga connotaciones
positivas o negativas) del movimiento anarquista han coincidido con otras
corrientes en su seno en ciertas críticas construyendo un conjunto de ideas que
rompen con algunos principios fundamentales del anarquismo clásico.
Más
allá de los debates más teóricos, las nuevas sensibilidades van acompañadas por
nuevas preocupaciones y eso implica nuevas formas de estar en la sociedad,
prioridades distintas a las tradicionales y, por consiguiente, luchas diferentes.
Las críticas desde posicionamientos más clásicos señalan que frente a los que
advierten que el anarquismo clásico tenía una influencia evidente del
cientificismo positivista (nacido del vientre de la intelectualidad burguesa)
típico del siglo XIX, ahora el anarquismo contemporáneo hace esas críticas desde
posicionamientos que demuestran la influencia del pensamiento posmoderno
(igualmente burgués). No sabemos hasta qué punto esos debates teóricos tienen
un peso realmente relevante en la acción social o cultural de eso que llamamos
movimiento libertario, pero nos interesa por cuanto tiene de importancia
cualitativa antes que cuantitativa. Si no nos hemos centrado en otros aspectos
quizás más cercanos es porque hay que tener en cuenta que los elementos
fundamentales del ecologismo anarquista aparecen (creemos) adecuadamente
apuntados en los textos que a continuación podréis leer y que, al fin y al
cabo, son sólo una incitación a seguir leyendo sobre este tema y todos aquellos
que nos ayuden a ser más conscientes, solidarios y autónomos para sembrar la
más necesaria que nunca semilla que haga crecer un mundo radicalmente nuevo.
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