Solidaridad
Obrera
Un año
nuevo ha empezado, pero la iglesia católica, por mucho Papa marketing que nos
presenten, continúa siendo la misma. Los prelados más rancios siguen pregonando
a sus anchas qué debemos hacer con nuestras vidas sin ningún respeto ni tapujo.
Así es que ante su maltrato moral, no pondremos la otra mejilla, al contrario.
El obispo
de Vic, Romà Casanova, se ha despachado a gusto. Ha proclamado estar en contra
del «individualismo y hedonismo» social porque reduce el número de nacimientos.
Sobre los que nacen, también ha criticado el retraso de los padres en
bautizarles porque ellos «y la comunidad cristiana son los responsables de
iniciar a los niños en la fe recibida». El colofón lo ha puesto con la habitual
denuncia de tildar como genocidio los abortos. Habrá que recordarle quién
bendecía los asesinatos fascistas o preguntarle cuantos posibles obispitos ha
dejado correr por los desagües. Quizá su preocupación se deba a que cada vez
encuentra menos carne tierna en su menú o a que ya no tenga canónigos que
tragarse.
Por su
parte, un habitual, el arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, ha tildado de
“colonización” el proyecto de ley integral del reconocimiento del derecho a la
identidad y expresión de género del Gobierno valenciano. Según él, educar a los
niños bajo una sociedad con ideología de género es “una maldad” porque es
“adoctrinar”. Aunque considera “auténticos demócratas” a quienes la promueven,
advierte de que no le gustaría que “se convirtiesen en dictadores o tiranos”.
En medio de ese alarmismo malintencionado ha pedido a la comunidad eclesiástica
una “lectura fiel del magisterio de la Iglesia, sobre el hombre y la familia”
para aplicar su propia doctrina “en su extensión y hondura”. A saber si detrás
de la colonización, extensión y hondura hay un mensaje oculto de sus deseos y
los lanza subliminalmente para no caer en perjurio.
Para
finalizar, otro arzobispo, Héctor Aguer, de La Plata (Argentina), esta vez
paisano del Papa, no se ha quedado corto. Ante la oleada de asesinatos machistas
ha declarado que «la racha de los nuevos feminicidios tiene que ver con la
desaparición del matrimonio» porque «dignificaba a la mujer y la ponía en un
lugar de igualdad con el hombre», señalando que el grado de violencia hace unos
años «no era como el de hoy». Sobre los abusos sexuales a los niños ha
manifestado que es por culpa de «la disolución del vínculo familiar».
Cuestionado sobre el caso de un sacerdote compatriota suyo, Julio César Grassi,
promotor de la Fundación Felices los Niños, involucrado en abusos infantiles y
corrupción de menores, ha declarado que «aunque sea un demonio en su conducta,
es miembro de la Iglesia». Afortunadamente, ha sido condenado a 15 años de prisión.
Seguro que no habrá gritado «¡Aleluya!».
[Publicado
originalmente en el periódico Solidaridad
Obrera # 366, Barcelona, febrero 2017. Número completo accesible en www.nodo50.org/cntcatalunya.]
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