Alfonso Salvador
El parlamentarismo, historicamente, fue una conquista de la burguesía frente al poder del monarca. Por lo que el desarrollo de éste, en algunas ocasiones, supuso un fuerte elemento de contrapeso contra las instituciones de la monarquía. Sin embargo, su principal interés fue el de preservar al Estado frente a los atributos y poderes que, en ocasiones, había conseguido conservar el rey. Este tipo de regímenes fueron llamados incluso por algunos autores como sistemas republicanos, diferenciándolos de la democracia que caracterizaban como directa.
El parlamentarismo, historicamente, fue una conquista de la burguesía frente al poder del monarca. Por lo que el desarrollo de éste, en algunas ocasiones, supuso un fuerte elemento de contrapeso contra las instituciones de la monarquía. Sin embargo, su principal interés fue el de preservar al Estado frente a los atributos y poderes que, en ocasiones, había conseguido conservar el rey. Este tipo de regímenes fueron llamados incluso por algunos autores como sistemas republicanos, diferenciándolos de la democracia que caracterizaban como directa.
Uno de los aspectos más importantes del parlamentarismo es que, el sistema representativo como actualmente lo conocemos, surge por primera vez en Inglaterra, antes incluso del desarrollo y consolidación del movimiento obrero. Mientras que en Europa, por sus diferencias políticas y económicas, lo hizo paralelamente y casi al mismo tiempo que la formación del movimiento obrero; por lo que algunas corrientes del socialismo burgués, partidarias de la conquista del Estado, creyeron posible la vía de su conquista electoral.
De esta manera, el orígen del parlamentarismo se presentó como una institución burguesa, que se articulaba incialmente mediante el sufragio restringido o censitario, por lo que solamente podían votar o ser votados un conjunto de personas que cumplían una serie de características económicas y sociales concretas. De esta manera, el sistema representativo surgió como una forma de Estado de las clases propietarias, al mismo tiempo que como una forma de exclusión de la clase trabajadora.
El desarrollo del parlamentarismo, supuso el triunfo del mandato representativo frente al mandato imperativo. La diferencia fundamental entre los dos consiste en que el mandato imperativo es designado para realizar una serie de cuestiones concretas, siendo su contenido definido anteriormente, al mismo tiempo que puntual y revocable; mientras que el mandato representativo era designado sin precisión o definición alguna y sin ser revocable en cualquier en cualquier momento.
Los partidarios del parlamentarismo no aspiraban ni aspiran a superar las instituciones del Estado, sino a mejorar el control mismo del aparato estatal en defensa de sus intereses económicos y sociales. Por lo que, por este hecho, se le podría considerar como una institución de consolidación y perfeccionamiento del aparato estatal; y no como una institución de mejora sustancial de las clases trabajadoras, ya que defiende las causas por las cuales la clase trabajadora es oprimida, en sus muy diversas formas, pero sobre todo, garantizando el desarrollo económico capitalista que es fundamental, también, para el desarrollo del aparato estatal (sobre todo con un aumento de la producción de guerra, en la industria química, en la fabricación de maquinaria pesada: terrestre, naval, aeronáutica y actualmente aeroespacial, informática, robótica, biológica y farmacéutica, etc.).
El parlamentarismo constituye una forma de delegación que podríamos caracterizar como una de las mejores formas de opresión, porque consigue arrebatar al pueblo la voluntad expresa de querer ser dirigido y gobernado. Por lo que el parlamentarismo podríamos definirlo como la institución de la servidumbre voluntaria y del culto a la autoridad. Lo que finalmente ha resultado ser una exclusión sistemática del pueblo en la toma de las decisiones, así como un importante elemento de desestructuración social y política, y un importante elemento de individualización de la clase trabajadora.
El desarrollo del parlamentarismo, supuso el triunfo del mandato representativo frente al mandato imperativo. La diferencia fundamental entre los dos consiste en que el mandato imperativo es designado para realizar una serie de cuestiones concretas, siendo su contenido definido anteriormente, al mismo tiempo que puntual y revocable; mientras que el mandato representativo era designado sin precisión o definición alguna y sin ser revocable en cualquier en cualquier momento.
Los partidarios del parlamentarismo no aspiraban ni aspiran a superar las instituciones del Estado, sino a mejorar el control mismo del aparato estatal en defensa de sus intereses económicos y sociales. Por lo que, por este hecho, se le podría considerar como una institución de consolidación y perfeccionamiento del aparato estatal; y no como una institución de mejora sustancial de las clases trabajadoras, ya que defiende las causas por las cuales la clase trabajadora es oprimida, en sus muy diversas formas, pero sobre todo, garantizando el desarrollo económico capitalista que es fundamental, también, para el desarrollo del aparato estatal (sobre todo con un aumento de la producción de guerra, en la industria química, en la fabricación de maquinaria pesada: terrestre, naval, aeronáutica y actualmente aeroespacial, informática, robótica, biológica y farmacéutica, etc.).
El parlamentarismo constituye una forma de delegación que podríamos caracterizar como una de las mejores formas de opresión, porque consigue arrebatar al pueblo la voluntad expresa de querer ser dirigido y gobernado. Por lo que el parlamentarismo podríamos definirlo como la institución de la servidumbre voluntaria y del culto a la autoridad. Lo que finalmente ha resultado ser una exclusión sistemática del pueblo en la toma de las decisiones, así como un importante elemento de desestructuración social y política, y un importante elemento de individualización de la clase trabajadora.
La aparición del sufragio universal, a diferencia de lo que el socialismo burgues defendía, no supuso nada más que la generalización de este proceso de aceptación voluntaria y general de la necesidad de que el pueblo sea gobernado y dirigido por sus gobernantes. Además, entre los partidarios del parlamentarismo no eran escasos los que lo defendían el reformismo burgués, como el único medio posible para la transformación social, denigrando y denostando la misma idea de la revolución, como la única y posible vía hacia la transformación sustancial de la sociedad.
A día de hoy, el sistema parlamentario no es sino otra institución más del Estado, a diferencia de lo que piensan los partidarios de la participación electoral, el Estado se encuentra constituído por diferentes poderes que se encuentran en constante tensión (administración del Estado, poder judicial, poder ejecutivo, parlamentos, aparato militar, policial, los servicios secretos, etc). La historia del siglo XX en España es una buena muestra de eso, ya que el golpe de Estado de 1936 prueba justamente la capacidad de acción e independencia del aparato militar frente al parlamento, entre otros muchos ejemplos.
La democracia participativa, no supone nada más que una modificación accesoria de la democracia parlamentaria que busca aumentar los cauces de participación ciudadana, sin romper con el sistema estatal-capitalista, por lo que supondría otra forma de afirmación de éste. Además, el propio movimiento obrero reconocía que el Estado era, sin ninguna duda, el primer explotador de las clases trabajadoras, por lo que el sindicalismo revolucionario como expresión de la clase obrera consciente, reconocía que el principal enemigo de la clase trabajadora era el Estado y que la pretensión de alcanzar la integración de las masas trabajadoras en las instituciones burguesas no supondría nada más que pasar a ser parte de la clase explotadora, entre otras cosas, por heredar el conjunto de las relaciones laborales que mantiene el Estado con la clase obrera.
La clase trabajadora, durante los mejores momentos de su historia, reconoció que su acción política no debía estar orientada hacia participación en las instituciones del Estado, sino presentando batalla en, aquel aspecto que el propio ordenamiento social le adjudicaba, su condición económica y social, y su acción política fundada en la acción directa revolucionaria como intervención desde fuera de las instituciones del Estado.
Por este motivo, los trabajadores y las trabajadoras deben de rechazar cualquier participación política en el Estado, autoorganizándose asambleariamente desde la acción directa y el apoyo mutuo, con el fin de presentar batalla al Estado y al capitalismo y abrir un horizonte revolucionario de transformación social.
[Publicado originalmente en el periódico Fragua Social # 5, Madrid, primavera 2015. Número completo del periódico accesible en http://metalmadrid.cnt.es/archivo/documentos/Fragua_Social_05.pdf.]
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