Capi Vidal
No puede negarse que la religión, lejos de lo que se pensaba en los orígenes de la Modernidad, sobrevive con el paso de los tiempos y halla refugio en las muchas necesidades de las personas; desde un punto de vista libertario, resulta rechazable su carácter dogmático y conservador, por no hablar de su confusión las más de las veces con la jerarquización y la dominación, pero es necesario indagar en los orígenes y causas de lo espiritual innegablemente vinculado a lo social.
No puede negarse que la religión, lejos de lo que se pensaba en los orígenes de la Modernidad, sobrevive con el paso de los tiempos y halla refugio en las muchas necesidades de las personas; desde un punto de vista libertario, resulta rechazable su carácter dogmático y conservador, por no hablar de su confusión las más de las veces con la jerarquización y la dominación, pero es necesario indagar en los orígenes y causas de lo espiritual innegablemente vinculado a lo social.
De la palabra "religión" existen dos interpretaciones etimológicas. Una viene de "religar", "vincular" o "atar", y en ella se considera como propio la subordinación y vinculación a la divinidad (estar "religado" a Dios). En la otra interpretación, ser religioso vendría a significar ser escrupuloso (en los deberes impuestos al ciudadano en el culto a los dioses del Estado-ciudad). Esta segunda acepción tendría más que ver con el concepto de "justicia" (con una interpretación muy amplia, tal y como la entendían los romanos). Interpretada exclusivamente como justicia, la religión puede acabar prestando atención únicamente a lo moral o viceversa, cuando la moral se sacrifica enteramente a la fe. La interpretación de religión como "religación", en nuestra opinión, resulta rechazable se mire por donde se mire: una dependencia que puede desembocar en "temor" o en "fascinación" (que también puede llamarse "papanatismo") o una consideración intuitiva de valores llamados supremos (la "santidad", tan abstracta y ambigua). En definitiva, se puede decir que la idea de vinculación llevaría al tipo de religión llamado "inmanente", en el que la realidad con la cual el hombre está vinculado (según una interpretación religiosa) se encuentra en el hombre mismo; no parece haber un objeto suficientemente distinto del que siente y piensa. Por el contrario, la religación lleva al tipo de religión llamado "trascendente", donde el objeto se hallaría a una distancia incalculable. Ambas interpretaciones parecen antitéticas desde un punto de vista filosófico.
No obstante, hay otros elementos considerados como propios de la religión que llevan a una oposición abierta desde un punto de vista libertario. La idea de la "revelación" o manifestación divina en un contexto histórico, ya sea a un hombre determinado o a todo un pueblo, que conduce a la "institucionalización". Se recurre constantemente, desde la laicidad, a considerar la religión como una cuestión privada (la libertad personal de cada cual), pero es complicado no comprobar históricamente que ha tenido que ver con lo social y parece haber tenido siempre esa característica de "institucionalizada" o "institucionalizable". La llamada "religión natural", constituida por una serie de verdades, principios o normas, se ha querido ver independiente de la "religión revelada", pero puede considerarse que forman parte de la misma visión religiosa. Existen más tipos y modos de religión, pero pueden considerarse "doctrina" y "revelación", dos características interrelacionadas expuestas a un análisis crítico que debe conducir a superar cualquier tentativa religiosa (que lleva al dogma y a la esclerotización).
Rudolf Rocker se atrevió a afirmar que existe una oposición interna entre religión y cultura. Toda política tiene, en última instancia, su raíz en la concepción religiosa de los hombres; no se pueden vincular los factores político y económico, ya que éste último es de naturaleza cultural, íntimamente unido con todas las fuerzas creadoras de la vida social. Existen puntos de contacto entre los fenómenos religiosos y los culturales, ya que ambos manan de la naturaleza humana, pero es necesario examinar más a fondo la relación existente entre ellos. Si religión y cultura arraigan ambas en el instinto de conservación del hombre, una vez que han cobrado vida toman caminos diferentes, al no existir entre ellas vínculos orgánicos, e incluso divergentes. Es dificultoso reducir el origen de la religión a la mera dominación, y el propio Rocker es cauto al respecto, y resulta practicamente imposible llegar al fondo de las concepciones religiosas mediante la especulación filosófica. Gracias a la ciencia, el hombre es más crítico a la hora de investigar el origen y desarrollo gradual de las religiones y tratar de comprender, así, los orígenes de la vida social y espiritual.
El animismo y el fetichismo pueden considerarse como punto de partida de las concepciones religiosas, y están presentes en la raíz misma de las religiones principales que sobreviven en la actualidad. Los ritos, con los sacrificios que también persisten hoy en día de manera más o menos simbólica, suponen un paso más en la concepción religiosa con la expresión de la alianza del hombre y del "espíritu". "La religión es primeramente el sentimiento de la dependencia del hombre ante poderes superiores desconocidos. Para congraciarse con esos poderes y preservarse contra sus influencias funestas, el instinto de conservación del hombre impulsa a la búsqueda de medios y caminos que ofrezcan la posibilidad de conseguir ese propósito". Así, la religión se va externalizando, adopta un carácter social y surgen castas sacerdotales. Se debería huir del reduccionismo y de hacer un análisis simple, para tratar de indagar en cómo nació y se desarrolló la concepción religiosa, pero Rocker sí considera que la religión estuvo confundida desde el principio con la noción del poder, de la superioridad sobrenatural, de la coacción sobre los creyentes, con la dominación.
Se llega así a la causa más profunda de todo sistema de dominio y se comprueba que toda política, en última instancia, es religiosa pretendiendo así mantener sumiso al espíritu del hombre. Pero ninguna dominación puede apoyarse, a la larga, únicamente en la fuerza bruta y en medios físicos, métodos que solo resultan inmediatos en la subyugación de los hombres; es necesario algo más, la creencia en los hombres de la inevitabilidad del poder, en su misión divina, que arraiga en lo profundo de los sentimientos religiosos del hombre y gana fuerza con la tradición. Todos los sistemas de dominio y dinastías de la antigüedad derivaron su origen de una divinidad, al comprender sus representantes que la creencia de los súbditos en el fundamento divino del amo resulta el sustento más consistente de todo poder. La religión es el principio más vigoroso a lo largo de la historia, encadena el espíritu del hombre y limita su pensamiento a determinadas formas en las que se decantará habitualmente por soluciones conservadoras y tradicionalistas rechazando toda innovación. Los grandes precursores del moderno Estado constitucional insistieron, igual que los anteriores defensores del absolutismo, en la necesidad de la religión para la prosperidad del poder estatal. El Estado se adorna con atributos divinos y se hace del culto a la nación una religión nueva, utiizando no pocas veces el peso de la tradición. La sumisión del hombre, la negación de su virtud solo reconducida mediante la ley religiosa o del Estado, toma forma en el divino "¡Tú debes!" o en el estatal "¡Estás obligado!".
[Tomado de http://reflexionesdesdeanarres.blogspot.com/2016/12/religion-politica-y-el-principio-de.html.]
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