Sergio Andreu
Simón Radowitzky, el anarquista judío que hizo de su vida un campo de batalla contra los totalitarismos, también en las trincheras de la guerra civil española, pasó 21 años en la cárcel argentina de Ushuaia, donde fue el preso 155, número que da nombre a la novela gráfica que ha publicado Agustín Comotto.
Radowitzky (1891-1956) es todo un mito de la lucha libertaria de las convulsas primeras décadas del siglo XX, cuando ya desde niño tomó conciencia de las humillaciones con las que el yugo de los zares sometía a las clases más humildes, especialmente a las comunidades judías, víctimas favoritas de los cosacos que arrasaron su aldea en Galitzia (hoy Ucrania).
Es precisamente en ese punto donde Comotto (Buenos Aires, 1969), hijo de exiliados de la dictadura argentina, arranca la historia de "155" (Nordicacómic), que se despliega y recoge como una matrioska de recuerdos del pasado -'flashbacks'- y ensoñaciones del protagonista, una obra ampliamente documentada a la que el autor ha dedicado seis años, explica a Efe.
Comotto, que se define también como anarquista, utiliza el presidio de Ushuaia, -"la cárcel del fin del mundo" donde Radowitzky fue recluido en 1909 tras atentar contra Ramón Falcón, jefe de policía y sanguinario represor de los movimiento obreros- como símbolo de la resistencia de un hombre que logró salir de aquella jaula gracias a campañas públicas de apoyo en América y Europa, convertido así en un mito incómodo para cualquier gobierno.
"La novela es un corte en diagonal y desordenado del siglo XX, nace en una revolución fallida como fue la rusa de 1905, se traslada a los movimientos sociales en Argentina, habla de la contralucha de los afectados por el progreso, habla del encierro de Simón, que, tras 21 años de cárcel siente la llamada de la solidaridad de un pueblo que está luchando contra el fascismo, agarra otro barco y se viene a España a pelear para que la libertad no se hunda", comenta el autor.
Comotto ha sido muy riguroso con la documentación sobre este terco anarquista obtenida en archivos a la hora de componer la novela, y de hecho muchos de los momentos de "155" están basados en cartas del propio Radowitzky.
"La única licencia que me he tomado es la necesaria para que la historia no sea un tostón", argumenta, en especial sobre los pasajes en torno a Lyudmyla, un amor de juventud cuyas brasas le mantienen lúcido en los peores momentos del encierro, y personaje creado tan sólo a partir de unas citas.
"Fue un hombre coherente y consecuente con sus ideales, que luchó siempre por ser una persona de a pie, como cualquiera; me interesaba ese lado humano, más que cualquier otra cosa, entender por qué alguien se traga tantos años de cautividad por una idea", recalca el autor acerca de este anarquista nacido, como muchos revolucionarios, en un entorno judío.
"La Torá tiene un principio básico de cuidar al prójimo y de la pureza del ideal, ese instinto revolucionario tiene que ver con un pueblo terriblemente culto, inteligente y que duda todo el tiempo", afirma el escritor y dibujante de "155".
Comotto, que lleva 17 años viviendo en Barcelona, señala que el trabajo de investigación de los movimientos obreros, que incluye la revisión también de numeroso material gráfico, fue una caja de sorpresas.
"Me encontré con testigos directos de todo esos procesos, y con un mundo enorme, inmenso, invisible para el sistema, que luchó por un montón de cosas que a la gente ahora le parecen absolutamente normales, como las ocho horas laborales; estos son mis héroes, personas sufridas y luchadoras que pelearon a lo largo del siglo XX para que el mundo sea un poquito mejor", resume.
Entre las fuentes consultadas, el historietista habló con Octavio Alberola, un exiliado antifranquista que a sus 88 años reside en Perpinyà y una de las pocas personas vivas que se sabe conocieron directamente a Radowitzky en su exilio final en México, donde murió en 1956, y cuyo testimonio fue un "regalo" para el final de "155".
Alberola, que ha estado en Barcelona para la presentación de la obra, reconoce que aunque se le mezclan recuerdos de su relación con Radowitzky, muy enfermo ya de la tuberculosis que arrastró desde joven, no ha podido olvidar "su gran humanidad" y recalca que el asesinato de Falcón que le llevó a la cárcel y marcó el resto de su vida "no fue el acto de un vengador", sino el de alguien que quería evitar que los crímenes de aquel sistema represivo quedaran impunes.
Comotto, autor de varios libros de ilustración, en especial para el público infantil, le ha cogido gusto a la memoria histórica y se encuentra preparando otra obra, aunque en este caso más cercana a sus vivencias, la dictadura militar argentina de los años setenta.
Pero, advierte, no será desde un prisma personal: "no tengo esa frialdad del médico que opera, me haría daño, lo voy a contar desde los costados, con otras voces".
[Tomado de http://www.lavanguardia.com/vida/20161113/411827841061/una-novela-grafica-recupera-el-mito-del-anarquista-solidario-simon-radowitzky.html.]
Simón Radowitzky, el anarquista judío que hizo de su vida un campo de batalla contra los totalitarismos, también en las trincheras de la guerra civil española, pasó 21 años en la cárcel argentina de Ushuaia, donde fue el preso 155, número que da nombre a la novela gráfica que ha publicado Agustín Comotto.
Radowitzky (1891-1956) es todo un mito de la lucha libertaria de las convulsas primeras décadas del siglo XX, cuando ya desde niño tomó conciencia de las humillaciones con las que el yugo de los zares sometía a las clases más humildes, especialmente a las comunidades judías, víctimas favoritas de los cosacos que arrasaron su aldea en Galitzia (hoy Ucrania).
Es precisamente en ese punto donde Comotto (Buenos Aires, 1969), hijo de exiliados de la dictadura argentina, arranca la historia de "155" (Nordicacómic), que se despliega y recoge como una matrioska de recuerdos del pasado -'flashbacks'- y ensoñaciones del protagonista, una obra ampliamente documentada a la que el autor ha dedicado seis años, explica a Efe.
Comotto, que se define también como anarquista, utiliza el presidio de Ushuaia, -"la cárcel del fin del mundo" donde Radowitzky fue recluido en 1909 tras atentar contra Ramón Falcón, jefe de policía y sanguinario represor de los movimiento obreros- como símbolo de la resistencia de un hombre que logró salir de aquella jaula gracias a campañas públicas de apoyo en América y Europa, convertido así en un mito incómodo para cualquier gobierno.
"La novela es un corte en diagonal y desordenado del siglo XX, nace en una revolución fallida como fue la rusa de 1905, se traslada a los movimientos sociales en Argentina, habla de la contralucha de los afectados por el progreso, habla del encierro de Simón, que, tras 21 años de cárcel siente la llamada de la solidaridad de un pueblo que está luchando contra el fascismo, agarra otro barco y se viene a España a pelear para que la libertad no se hunda", comenta el autor.
Comotto ha sido muy riguroso con la documentación sobre este terco anarquista obtenida en archivos a la hora de componer la novela, y de hecho muchos de los momentos de "155" están basados en cartas del propio Radowitzky.
"La única licencia que me he tomado es la necesaria para que la historia no sea un tostón", argumenta, en especial sobre los pasajes en torno a Lyudmyla, un amor de juventud cuyas brasas le mantienen lúcido en los peores momentos del encierro, y personaje creado tan sólo a partir de unas citas.
"Fue un hombre coherente y consecuente con sus ideales, que luchó siempre por ser una persona de a pie, como cualquiera; me interesaba ese lado humano, más que cualquier otra cosa, entender por qué alguien se traga tantos años de cautividad por una idea", recalca el autor acerca de este anarquista nacido, como muchos revolucionarios, en un entorno judío.
"La Torá tiene un principio básico de cuidar al prójimo y de la pureza del ideal, ese instinto revolucionario tiene que ver con un pueblo terriblemente culto, inteligente y que duda todo el tiempo", afirma el escritor y dibujante de "155".
Comotto, que lleva 17 años viviendo en Barcelona, señala que el trabajo de investigación de los movimientos obreros, que incluye la revisión también de numeroso material gráfico, fue una caja de sorpresas.
"Me encontré con testigos directos de todo esos procesos, y con un mundo enorme, inmenso, invisible para el sistema, que luchó por un montón de cosas que a la gente ahora le parecen absolutamente normales, como las ocho horas laborales; estos son mis héroes, personas sufridas y luchadoras que pelearon a lo largo del siglo XX para que el mundo sea un poquito mejor", resume.
Entre las fuentes consultadas, el historietista habló con Octavio Alberola, un exiliado antifranquista que a sus 88 años reside en Perpinyà y una de las pocas personas vivas que se sabe conocieron directamente a Radowitzky en su exilio final en México, donde murió en 1956, y cuyo testimonio fue un "regalo" para el final de "155".
Alberola, que ha estado en Barcelona para la presentación de la obra, reconoce que aunque se le mezclan recuerdos de su relación con Radowitzky, muy enfermo ya de la tuberculosis que arrastró desde joven, no ha podido olvidar "su gran humanidad" y recalca que el asesinato de Falcón que le llevó a la cárcel y marcó el resto de su vida "no fue el acto de un vengador", sino el de alguien que quería evitar que los crímenes de aquel sistema represivo quedaran impunes.
Comotto, autor de varios libros de ilustración, en especial para el público infantil, le ha cogido gusto a la memoria histórica y se encuentra preparando otra obra, aunque en este caso más cercana a sus vivencias, la dictadura militar argentina de los años setenta.
Pero, advierte, no será desde un prisma personal: "no tengo esa frialdad del médico que opera, me haría daño, lo voy a contar desde los costados, con otras voces".
[Tomado de http://www.lavanguardia.com/vida/20161113/411827841061/una-novela-grafica-recupera-el-mito-del-anarquista-solidario-simon-radowitzky.html.]
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