Capi Vidal
Como es sabido (o debería serlo), los términos "izquierda" y "derecha", provienen de la primera Asamblea Constituyente tras la Revolución francesa. A la derecha del presidente se sentaron los partidarios del antiguo régimen y a la izquierda, los del nuevo. De esta manera, nacieron estas denominaciones políticas, que hoy parecen en decadencia.
Gran parte de la gente, no se considera ni de izquierda, ni de derechas, aunque definirse como "de centro" resulte de una ambigüedad más bien conservadora. Es posible que, históricamente, se haya abusado de dicho dualismo, cayendo no pocas veces en un maniqueísmo atroz, pero hay que decir que el propio lenguaje resulta esclarecedor a priori: lo diestro alude a algo correcto y positivo, miento que lo siniestro evoca lo perverso y diabólico. En cualquier caso, a las concepciones y actitudes políticas, siempre variables en el tiempo, es necesario darles un contenido sólido, ya que, a menudo, estas etiquetas sirven para enmascarar la realidad.
Para concretar, podemos hablar de actitudes progresistas, que corresponderían a la izquierda, que desean los cambios sociales. Las derechistas serían las partidarias del orden establecido, las que se muestran conformes con las instituciones y con la sociedad establecida. Por supuesto, esta definición, de una generalización excesiva, no puede satisfacer sin más.
Como es sabido (o debería serlo), los términos "izquierda" y "derecha", provienen de la primera Asamblea Constituyente tras la Revolución francesa. A la derecha del presidente se sentaron los partidarios del antiguo régimen y a la izquierda, los del nuevo. De esta manera, nacieron estas denominaciones políticas, que hoy parecen en decadencia.
Gran parte de la gente, no se considera ni de izquierda, ni de derechas, aunque definirse como "de centro" resulte de una ambigüedad más bien conservadora. Es posible que, históricamente, se haya abusado de dicho dualismo, cayendo no pocas veces en un maniqueísmo atroz, pero hay que decir que el propio lenguaje resulta esclarecedor a priori: lo diestro alude a algo correcto y positivo, miento que lo siniestro evoca lo perverso y diabólico. En cualquier caso, a las concepciones y actitudes políticas, siempre variables en el tiempo, es necesario darles un contenido sólido, ya que, a menudo, estas etiquetas sirven para enmascarar la realidad.
Para concretar, podemos hablar de actitudes progresistas, que corresponderían a la izquierda, que desean los cambios sociales. Las derechistas serían las partidarias del orden establecido, las que se muestran conformes con las instituciones y con la sociedad establecida. Por supuesto, esta definición, de una generalización excesiva, no puede satisfacer sin más.
Personas que se definen de izquierdas, cuando los suyos están al frente de las instituciones, suelen tener una actitud tremendamente conservadora (es decir, derechista). Tenemos ya un matiz importante, para tener una actitud verdaderamente progresista (izquierdista, si se quiere) es necesaria una permanente actitud de crítica al poder establecido y a las instituciones en general. No, todavía no llegamos al anarquismo. Si retomamos esa definición maniquea de izquierda y derecha, es necesario emplear bastantes matices. Probablemente existe, aunque no la hemos visto apenas, al menos en España, una derecha liberal e ilustrada, que puede ser partidaria de ciertas reformas y de cierto progreso social. Esa condición liberal, incluso, puede hacerles mantener una crítica al poder. Ya digo que, no digo que esto no exista, sino que es difícil verlo más allá de ciertas actitudes individuales. El Partido Popular, por sus orígenes franquistas, renunció prácticamente al término "derecha", ya que se identificaba con lo más autoritario y cavernícola (lo cual viene a ser el enmascaramiento al que aludíamos al principio, ya que se corresponde bastante con la realidad), y otras fuerzas políticas directamente se definían de centro. Los nuevos partidos, por su parte, poseen una calculada estrategia de ambigüedad, conforme a los nuevos tiempos que corren.
La derecha, por lo tanto, puede dividirse en liberal, con sus matices, y en conservadora, con los suyos (por ejemplo la actitud reaccionaria, que desea, no ya conservar, sino volver a una sociedad antigua). Qué ocurre con la izquierda, a la que hemos definido de forma generalizada como partidaria del progreso y del cambio social. En alguna ocasión, he escuchado a personas que, con cierto orgullo, manifiestan estar a "la izquierda de", algo que descoloca. Es decir, ¿cómo se establecen esos grados? Tal vez es más fácil en la derecha, pero en la izquierda, cómo colocamos en una línea horizontal al anarquismo, el comunismo o a la socialdemocracia. Podemos decir, en la teoría, que el comunismo es más radical que la política socialdemócrata. No obstante, el deseo de la izquierda marxista de volver a una praxis, que se ha dado ya en muchas sociedades, les convierte técnicamente en reaccionarios. En cuanto a los socialdemócratas, puede ser una actitud aparentemente progresista que confía en cierto proteccionismo del Estado dentro de la democracia liberal y capitalista. Más allá de un asistencialismo puntual, que no suele cuestionar las estructuras de forma radical, ¿supone un verdadero cambio social? No parece fácil identificar, entonces, a ciertas definiciones de izquierda con un verdadero cambio social.
Como dijimos al principio, muy a menudo las autodefiniciones sirven para maquillar o enmascarar la realidad. ¿Qué ocurre con el anarquismo? A algunos anarquistas no les gusta etiquetarse de izquierdistas, algo que hay que diferenciar de cierta actitud conservadora, e incluso reaccionaria, que niega la distinción con la derecha. Particularmente, puede ser acertado identificar el anarquismo con una actitud izquierdista, si estamos hablando de un verdadero progreso social. Y el auténtico cambio social es apostar porque sea la sociedad, sus miembros de forma libre y solidaria, los que gestionen sus problemas y se den sus propias normas. Potenciar la sociedad, apostando por el apoyo mutuo y por el enriquecimiento cultural, frente al Estado y el capitalismo. Ciertas actitudes izquierdistas, que solo observan la conquista del poder político, como concepción de una determinada sociedad, parecen abiertamente reaccionarias si se esfuerzan en engordar el Estado. Ciertas actitudes derechistas, que se consideran liberales e inclusos progresistas, no cuestionan en última instancia el poder político ni económico.
En la sociedad posmoderna, la de una modernidad líquida (es decir, sin grandes asideros ni ideologías), parece tenderse a la negación entre izquierda y derecha. Si bien, como hemos dicho, resulta confuso establecer una concepción simplista y definitiva de ambos términos, aun con sus matices, esa tendencia resulta falaz. Sin caer en el maniqueísmo habitual, es necesario otorgar un contenido histórico y político a los conceptos. Desgraciadamente, es un bagaje cultural que no interesa que las personas tengan. Es posible que una mezcla de desconocimiento político, propio de una sociedad de la apariencia, junto a la continua decepción de partidos supuestamente progresistas en el poder, haya llevado a ese estado de cosas. El anarquismo, moderno o posmoderno (una tensión entre ambas épocas es lo adecuado, en nuestra opinión), es históricamente de izquierdas, ya que apuesta por el verdadero cambio social basado en la liberación de la tutela estatal y en la abolición de la explotación capitalista en base a profundos valores humanos. Es socialista, porque considera que hay que socializar (y autogestionar) los medios económicos para disfrute del conjunto de la sociedad. Tiene una condición también liberal, ya que confía plenamente en la libertad individual (pero de una forma bien diferenciada del liberalismo). El anarquismo es, entonces, la síntesis entre las dos grandes corrientes políticas de la modernidad.
[Tomado de http://reflexionesdesdeanarres.blogspot.com/2016/11/izquierdas-y-derechas-y-anarquismo.html.]
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