Grupo Estudiantil Anarquista
Finalmente, la jornada del plebiscito le paso la cuenta de cobro al proceso de paz entre el gobierno y las FARC-EP, y las contradicciones que lo caracterizaron. A pesar del grueso y la heterogeneidad de actores que se unieron en la campaña por el SI, esta fuerza resultó ser insuficiente para ganarle a los sectores que logró movilizar la bancada del NO, encabezada por el Centro Democrático y la figura del expresidente Álvaro Uribe Vélez, el ex procurador Alejando Ordoñez, entre otros actores de la extrema derecha, quienes parecen ser los mayores beneficiados de este resultado, ya que han demostrado (contrario a lo que pensaban algunos sectores de izquierda) que aún siguen siendo una fuerza vigente con capacidad de influencia en la población colombiana.
Finalmente, la jornada del plebiscito le paso la cuenta de cobro al proceso de paz entre el gobierno y las FARC-EP, y las contradicciones que lo caracterizaron. A pesar del grueso y la heterogeneidad de actores que se unieron en la campaña por el SI, esta fuerza resultó ser insuficiente para ganarle a los sectores que logró movilizar la bancada del NO, encabezada por el Centro Democrático y la figura del expresidente Álvaro Uribe Vélez, el ex procurador Alejando Ordoñez, entre otros actores de la extrema derecha, quienes parecen ser los mayores beneficiados de este resultado, ya que han demostrado (contrario a lo que pensaban algunos sectores de izquierda) que aún siguen siendo una fuerza vigente con capacidad de influencia en la población colombiana.
A raíz de las discusiones que teníamos como grupo, nuestra lectura era que el SI, iba a ganar por la cantidad de actores que se habían sumado en esta campaña y el impulso del gobierno santista que había demostrado tener un “amplio” respaldo electoral, al que además se le sumarían diversos sectores de izquierda, nuevamente en coalición por la paz, en contraposición al modelo guerrerista de Uribe. Esto, a pesar de todos los cuestionamientos que se podían desprender del proceso, por supuesto desde una lectura crítica y emancipadora de la realidad como organización anarquista que somos. No obstante, lo ocurrido nos deja algo desconcertados, ya que el proceso significaba reparación para algunas de las víctimas del conflicto y lograba visibilizar algunas banderas de lucha, pero nos reafirma en algunas críticas que teníamos respecto al proceso y a raíz de ello, nos surgen algunas reflexiones tanto respecto a lo ocurrido como a lo que será el panorama nacional futuro, las cuales expondremos en breve.
El proceso no logró convocar a un amplio sector de la sociedad, porque la realidad del país estuvo enmarcada en una dinámica de guerra social que se vio reflejada en diversos matices: por un lado, la proliferación de estructuras paramilitares, el asesinato a líderes sociales, la reconfiguración del conflicto con el ELN y otros hechos bélicos; así como por otro lado, los problemas estructurales de siempre: un salario mínimo paupérrimo, educación en crisis, salud deplorable, venideras alzas de impuestos, represión estatal, nuevos marcos jurídicos que agudizan el conflicto en los territorios urbanos y rurales (ley Zidres, nuevo código de policía, ampliación del fuero penal militar, reforma tributaria y un largo y preocupante, etc.) que muestran la falta de voluntad de paz en el Estado y los sectores oligárquicos del país, que sólo ven o veían en los Acuerdos una oportunidad para desarmar a la insurgencia e integrarla en una institucionalidad (de la que las FARC siempre habían renegado) que no se ve alterada, buscando de esa forma crear un consenso respecto al modelo político y económico que no se negoció. En resumen, una forma de cooptar la cúpula de la insurgencia y así desquebrajar el pleno de la organización sin transformar de fondo ninguna de las condiciones que dieron origen al conflicto y limitándose a garantizar a los excombatientes un estilo de vida llevadero dentro de la sociedad civil.
Es lógico y entendible que el pueblo no haya sentido transformaciones en su modo de vida que las llevaran a respaldar el susodicho proceso, y no las sintieron porque las transformaciones no estaban allí, los acuerdos no tocaban la cotidianidad violenta de los colombianos, no transformaban en nada estructural el modelo económico político y social del país; a las personas no se les puede llegar con un proceso terminado de la noche a la mañana y esperar que por arte de magia se coman el cuento de que allí radica la base para la construcción de una sociedad en paz, por más que la ignorancia aflore, las personas entienden cuáles son sus problemas de facto.
Por su parte, la izquierda parlamentaria enfocó sus fuerzas a la propaganda, dejando de lado el quehacer eficaz, como lo es el trabajo de base, -y así lo ha sido siempre, como participes de la democracia liberal-. No buscamos generar malos entendidos, buscamos generar reflexiones a la altura del momento. El activismo social debe aprender de las experiencias amargas y reconocer los errores y equivocaciones que el entusiasmo pudo encubrir.
Los niveles de abstención fueron los mismos que se manejan en una jornada electoral ordinaria (alrededor del 60 %). En nuestra óptica, lo que esto demuestra es que el grueso de la población colombiana ya no cree en la podredumbre institucional a la que se le llama a legitimar con su voto, (lo cual no significa que se rebelen contra ella) y por tanto la izquierda debe reinventar sus métodos de acción política. Esto se enmarca en la caída de los progresismos a lo largo y ancho de América Latina; el poder estatal en el marco de la democracia burguesa, manejada por los grandes corporaciones trasnacionales, se desdibuja como método de alcanzar las transformaciones sociales, precisamente porque estos gobiernos no lograron transformar el rol de América latina dentro del capitalismo global como exportadora de materias primas, y sumado a eso, los niveles de corrupción que se acrecentaron puesto que son inherentes a las estructuras burocráticas, por tanto al Estado mismo. La respuesta a este problema es clara: la alternativa se construye desde abajo y al margen del Estado, y la invitación que hacemos es precisamente a retomar esos planteamientos teóricos, (dentro de los que cabe el anarquismo), que plantean formas de lucha autónomas y en oposición a la estructura estatal.
A raíz de lo anterior, la reflexión, crítica y autocrítica deben ser duras y superar los clichés de “país de mierda” o “los colombianos merecen su futuro” etc. Posturas que se han asumido desde muchos sectores de la población que están en contra de la guerra y su negocio. Esta coyuntura nos invita a entender que la paz tiene que ir de la mano con las luchas y exigencias de los sectores olvidados y explotados (esas que no tuvieron lugar en el proceso de forma amplia). Tiene que ir a la par con transformaciones en nuestro modo de vida que se consiguen al calor de la lucha, es decir, que la paz se construye a la par que se apoyan las protestas campesinas, sindicales, estudiantiles y de todos los sectores en resistencia, pues la participación de éstos es determinante en un conflicto que no solamente es armado, sino que tiene expresiones políticas y sociales que en últimas, son las que dan origen a la confrontación bélica, por eso esperamos que todas las organizaciones sociales que centraron su actividad política en hacerle campaña al voto por el “SI” dejando de lado las dinámicas inmediatas de sus espacios de trabajo, reenfoquen rápidamente sus esfuerzos a las banderas de lucha que cuestionan de fondo este modelo económico, político y social que no es otra cosa que la institucionalización de la guerra.
Nuestra lectura de la situación es que, aunque los pronunciamientos de las dos partes implicadas en el Acuerdo: el Gobierno Nacional anuncia que hasta el 31 de Octubre continuará el cese al fuego, las FARC-EP parecen no tener marcha atrás, retomando la vía del proceso, dirigiendo la atención a los debates para la renegociación, es un escenario complicado ya que lo que los sectores ultraderechistas exigen -lo que fundamenta su posición por el NO-, son puntos en los que la insurgencia no va a ceder ni tiene por qué hacerlo, es decir, el endurecer las condenas contra los ex combatientes y negarse a participar políticamente, lo cual significaría una derrota tras 50 años de combate armado, y eso seguramente no ocurrirá; por tanto, y aunque duela admitirlo, uno de los panoramas posibles es el retorno a una guerra sin tregua. Otra posibilidad, es que se realice una renegociación donde tenga cabida directa el uribismo y los representantes del sector del NO, y se llegue a otro acuerdo que resulte aún menos beneficioso para las clases populares y para la insurgencia, escenario que también vemos poco probable y/o deseable. Vale tener en cuenta para esto último, que uno de los sectores del NO, movidos por la desinformación, han sido grupos religiosos en contra del enfoque de género adoptado en los Acuerdos, aunque le desconozcan, lo que supone un enrevesado debate para la renegociación.
Nuestra posición a corto plazo es la de lanzarnos de la mano con las expresiones de movilización popular que se están dando en respaldo a una solución negociada al acuerdo, pero por supuesto con una mirada crítica, pues, aunque no vemos en él un gran cambio estructural ni considerable en el engranaje político y económico del país y creemos que es necesario cuestionarlo de fondo, sí consideramos que si las víctimas del conflicto exigen ponerle fin al enfrentamiento entre estos dos actores que se da en su territorio, aún a costa de los vacíos y posibles escenarios de choques violentos que se puedan volver a presentar, los sectores de la sociedad donde no se siente la guerra, no pueden negarles esa decisión, y el acuerdo puede ayudar a posicionar ciertas banderas de lucha. Por tanto, nuestra invitación es a salir a las calles, a exigir la solución negociada pero también siendo conscientes de que no se puede centralizar en la reconciliación de una burguesía fragmentada; si se da una renegociación, hay que exigir la participación del pueblo y sus demandas y esto se logra con una organización y movilización fuerte y constante para que la decisión no quede en manos de la oligarquía reconciliada.
Pero más allá del acuerdo e independientemente de las movidas que dé el país en los meses y años que vienen, y más allá de pasar del triunfalismo anticipado al derrotismo exagerado, tenemos certeza de que sólo hay un camino a seguir, estamos convencidos de que como hubiera dicho nuestro compañero anarquista argentino Alberto “Pocho” Mechoso: “Hay un solo camino, una sola forma de vivir: PELEANDO”. Entonces, a seguir organizándonos, a seguir fortaleciendo nuestros procesos de base en barrios, espacios de trabajo, campos, universidades y todos los lugares que habitamos, para poder conquistar nuestra paz que es la que viene caminando de la mano con la justicia social. Comencemos ya, porque el capitalismo no da tregua, aquí hay una guerra y tú ponte como quieras.
[Tomado de https://grupoestudiantilanarquista.wordpress.com/2016/10/06/del-triunfalismo-anticipado-al-derrotismo-exagerado.]
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