Pelao Carvallo
Me ilusionó el sí en Colombia pese a que la idea de plebiscitar la paz me parece (y me parecía) una estrategia equivocada, tanto en lo coyuntural como en el largo plazo. Esto porque cualquier propuesta de paz debe implicar también deshacerse de la lógica de guerra que tanto favorece a los militaristas de toda orientación ideológica.
El camino electoral reproduce la misma lógica binaria del militarismo; ganadores v/s perdedores, victoria v/s derrota. Esto fue posible porque solemos olvidar que el acuerdo de paz es producto de la negociación entre dos actores armados (las FARC –EP, fuerzas armadas revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo y el gobierno colombiano) quienes aún mantienen lógicas de guerra tanto para entender el conflicto como para diseñar estrategias de salida a él.
Me ilusionó el sí en Colombia pese a que la idea de plebiscitar la paz me parece (y me parecía) una estrategia equivocada, tanto en lo coyuntural como en el largo plazo. Esto porque cualquier propuesta de paz debe implicar también deshacerse de la lógica de guerra que tanto favorece a los militaristas de toda orientación ideológica.
El camino electoral reproduce la misma lógica binaria del militarismo; ganadores v/s perdedores, victoria v/s derrota. Esto fue posible porque solemos olvidar que el acuerdo de paz es producto de la negociación entre dos actores armados (las FARC –EP, fuerzas armadas revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo y el gobierno colombiano) quienes aún mantienen lógicas de guerra tanto para entender el conflicto como para diseñar estrategias de salida a él.
La paz es una construcción estratégica de desmilitarización social que implica no reproducir esas lógicas. Esto es claro para quienes dan cuerpo y voz al antimilitarismo latinoamericano y del caribe, pero no es así para quienes van construyendo este proceso en Colombia. El proceso de paz, como ha sido planteado, es también una demostración de fuerza política y en ese sentido es que se plebiscitó este acuerdo.
La paz es demasiado importante como para reducirla a un resultado plebiscitario. Eso lo entendió el pueblo colombiano desde hace mucho tiempo y viene realizando varias experiencias constructoras de paz sin esperar a un acuerdo de las partes belicistas en pugna. Esas experiencias de paz en un contexto de guerra no han sido gratuitas y han debido pagar un costo en vidas humanas y bienes materiales que no es poco. De esto saben en San José de Apartadó, en el pueblo Nasa, en las iniciativas feministas, populares, afrocolombianas de paz. Lo saben también los y las objetoras de conciencia.
Al mismo tiempo que esa construcción social de paz se viene haciendo en distintos lugares y momentos en Colombia, los 50 años de guerra -con mucho más actores que las farc-ep y el gobierno colombiano- han creado tanto un mercado como una cultura que se imponen incluso en las lógicas del proceso de paz. Hay muchos intereses a favor de la guerra, intereses muy concretos y materiales, a quienes una paz, y una paz participativa y de derechos, caerían muy mal. Desde el antimilitarismo es evidente que una de las medidas centrales de este (y otros) procesos de paz es estar atento a eso para evitar sus trampas.
Estas trampas forman parte de la historia cercana, de la memoria social colombiana, porque ya ha habido otros procesos de paz, porque ya se han rotos otros acuerdos de paz, y no es tan fácil, ni bueno, creer de buenas a primeras que un pacto entre solo dos de las partes en conflicto va a ser la paz.
Tanto las farc-ep, como el gobierno y los paramilitares son poderes reales en el día a día colombiano y la gente ha aprendido a sobrevivir entre y contra esas fuerzas en pugnas. El no expresa -también y no solo- esa sobrevivencia. Como el sí expresó una esperanza.
Quienes son responsables del fracaso que constituye el triunfo del NO son quienes han convertido a la paz en un dramático tema electoral. La paz no necesita de drama, sino de respuestas racionales a preguntas estratégicas sobre cómo será esa paz. Por eso parece muy contradictorio apostar todo un proceso de paz a un plebiscito.
Tienen la responsabilidad de subsanar todo esto quienes asumieron la responsabilidad de arriesgar un proceso de paz sometiéndolo a una consulta. La situación post NO, abre un escenario que podría permitir ampliar tanto la discusión como la propuesta de paz, recogiendo y reconociendo las experiencias locales de paz, así como interlocutando con otros actores involucrados, especialmente aquellos actores que asisten a la guerra sin armas ni provecho económico, sino aportando cuerpos y muertes.
Como antimilitarista latinoamericano, espero que la apuesta por la paz que buena parte de la sociedad colombiana ha hecho no se vea afectada por el humor belicista de la otra parte, pequeña, pero poderosa.
[Tomado de http://venezuela-centro.contrapoder.org.ve/spip.php?article83.]
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