Iker Dobarro Del Moral
La ciencia es algo más que los documentales sobre animales del Serengeti, más que el descubrimiento de una nueva estrella, más que lo que los libros de texto de nuestro maltrecho, manipulado, banal, embrutecedor sistema educativo nos muestran.
Hubo un tiempo en que la ciencia no era un saber humano parcelado, sino unido en estrecha comunión con los demás saberes. Era el tiempo en que un astrónomo como Kepler se permitía el lujo de encontrar los patrones que relacionaban las ecuaciones de las órbitas de los planetas con la música; en el que un tipo en Italia se dedicaba a
fabricar máquinas fantásticas observando el movimiento de los seres vivos, al mismo tiempo que intentaba desentrañar los misterios del cuerpo humano y los aplicaba a la pintura. Hoy se exige a los/las investigadores/as que se especialicen al máximo en una cuestión, obviando, no sólo el resto de los conocimientos humanos, sino los avances en otras áreas, a veces muy cercanas, de sus propias disciplinas científicas. El humanismo que inspiraba la investigación científica desde el mundo helénico ha desaparecido, dejando paso a una especialización profesional para resolver los problemas que interesan al Estado, al ejército y a las grandes corporaciones empresariales. Al/a la científico/a medio/a ya no le interesa desentrañar los misterios de la naturaleza y encontrar el lugar del ser humano en ella, sino conseguir lo más rápido posible una patente de un gen o publicar un artículo en una revista científica de impacto para seguir teniendo prestigio o presencia en la comunidad científica y para poder seguir obteniendo la financiación necesaria para continuar con su trabajo; se promueve la investigación aplicada antes que la básica; se han eliminado las relaciones entre conocimientos, lo que dificulta la elaboración de grandes teorías que intenten dar una explicación del mundo que nos rodea. En definitiva, la ciencia no avanza, sólo avanza la tecnología; el ser humano no avanza, se ha quedado estancado en la reproducción continua con distintos matices de
lo que ya conoce.
Por otro lado, la ciencia no tiene ninguna conexión con la fuente que la inspira y sostiene: la vida. Posiblemente nunca la tuvo, puesto que su nacimiento se dio en el
seno de las clases acomodadas y su desarrollo ha permanecido en ellas, únicas con posibilidad económica y temporal de disfrutar de esta dimensión humana. Fruto de la
herencia social que arrastra la investigación científica, la abstracción de la realidad para obtener patrones que está en buena parte de su esencia, la incomunica aún más con la vida. Esto es un freno para la superación basada en el conocimiento del ser humano, puesto que hay una amplia gama de fenómenos, de variables, de factores generados por la vida que la ciencia, en su proceso de abstracción, no tiene en cuenta. También el progreso social se ve afectado por el abismo entre la ciencia y la vida, puesto que los avances científicos pocas veces revierten de una forma real en la población, ni económica ni cognitivamente. Una de las principales funciones de un/a científico/a, después de la comunicación de sus trabajos a la comunidad científica, debiera ser la puesta a disposición de la sociedad sus resultados de una manera ya comprensible y fuera de los tecnicismos, útiles, por otra parte, para el desarrollo diario de su trabajo. Es decir, no existe divulgación real. Sólo existen unos pocos ejemplos dignos de divulgación en la comunidad científica, siempre generados por las pocas personas con una visión humanista de la ciencia y que ya no necesitan estar continuamente compitiendo con sus colegas de profesión, porque, la divulgación científica no se premia.
El anarquismo clásico se ocupó de la ciencia de una manera secundaria, puesto que era más inmediato establecer las bases de la teoría social que lo sustentara y discutir el modelo de gestión de los recursos naturales y económicos que proponía. También hay que recordar que el desarrollo de la filosofía de la ciencia se dio unos años después de que el anarquismo clásico ya estuviera bien definido, tanto en la teoría como en la práctica. Sin embargo, encontramos, por ejemplo, que Bakunin, en su obra "Dios y el Estado" (1970), durante su ataque al mito del cristianismo comienza a elaborar el esbozo de una teoría de la ciencia y su gestión. Bakunin comienza a atacar la idea de una sociedad regida por lo que llama "sabios", es decir, por una tecnocracia. Pero, más adelante estima la importancia de la existencia en la sociedad de un grupo de "sabios" o autoridades en materia científica. Pero Bakunin da un vuelco a la presencia e influencia que se supone deberían tener en la sociedad dichas autoridades: su aceptación social no sería por imposición, sino por un acto de aceptación racional individual. Esto es así, porque Bakunin considera que es imposible el saber absoluto, el ser humano que sepa de todo; es necesaria la división cognitiva del trabajo. Bakunin además estima el poder liberador de la ciencia frente a la superstición y la dominación. La ciencia para Bakunin es una fuerza humanizadora, que facilita al ser humano romper con las cadenas de los orígenes animales. Y, por último, Bakunin observa cómo la ciencia está íntimamente unida al Estado, por lo que su deseo es "poner a la ciencia en su lugar", aboliendo su estructura jerárquica y su desconexión con la vida social.
El príncipe y naturalista Piotr Kropotkin, utiliza una suerte de método científico para dar apoyo a la idea de apoyo mutuo. También considera que la ciencia debe ser participativa desde la base, que debe haber una organización popular y colectiva del trabajo científico. Ya no considera entonces la existencia de "sabios" o autoridades en ciencia, sino una participación directa en el trabajo científico de toda la sociedad. Feyerabend, por el contrario, vuelve a la idea de Bakunin en "La ciencia en una sociedad libre" (1978), instando a que la función de la sociedad, independientemente de sus conocimientos especializados, es la de la supervisión de la ciencia.
Hay todo un trabajo por hacer tanto teórico como práctico para arrebatar de las manos de los/las poderosos/as la gestión de la ciencia y ponerla en manos de sus legítimos/as propietarios/as: la humanidad. Se nos ha negado durante demasiado tiempo la oportunidad de decidir sobre cómo gestionar la ciencia y el acceso a sus resultados, como se nos ha robado la producción que creamos con nuestras manos, la gestión de las riquezas que generamos y la decisión sobre nuestras vidas.
[Fragmento tomado del folleto "Ciencia, Filosofía de la Ciencia y Anarquismo", que en versión completa es accesible en https://juventudeslibertariasmadrid.files.wordpress.com/2012/06/iker-1c2aapag-marrc3b3n.pdf.]
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