Sigfrido Lanz
* El siguiente texto ha sido extraido de un trabajo mas extenso disponible en http://www.aporrea.org/tiburon/a225149.html.
El 3er ciclo de producción en las minas de oro de Guayana (1970-2015)
En 1970, con participación conjunta de inversionistas privados nacionales y extranjeros y del Estado venezolano, a través de la Corporación Venezuela de Fomento, se creó la Compañía General de Minería de Venezuela, C.A, (CVG-MINERVEN), que inició su producción en 1981, procesando esa vez unas 77.520 toneladas de material aurífero para producir 334,3 kgs., de oro. Desde entonces la empresa ha estado activa hasta hoy. En 1982 produjo 2 toneladas de oro; en 1983 la producción subió a 6 toneladas; en 1984 siguió su línea ascendente hasta alcanzar 9,5 toneladas, en 1985 llegó a 12, en 1986 alcanzó 15 toneladas y en 1987 se situó en 16 toneladas. (Ricardo Sarti: http://ricardosarti.com.ve/).
* El siguiente texto ha sido extraido de un trabajo mas extenso disponible en http://www.aporrea.org/tiburon/a225149.html.
El 3er ciclo de producción en las minas de oro de Guayana (1970-2015)
En 1970, con participación conjunta de inversionistas privados nacionales y extranjeros y del Estado venezolano, a través de la Corporación Venezuela de Fomento, se creó la Compañía General de Minería de Venezuela, C.A, (CVG-MINERVEN), que inició su producción en 1981, procesando esa vez unas 77.520 toneladas de material aurífero para producir 334,3 kgs., de oro. Desde entonces la empresa ha estado activa hasta hoy. En 1982 produjo 2 toneladas de oro; en 1983 la producción subió a 6 toneladas; en 1984 siguió su línea ascendente hasta alcanzar 9,5 toneladas, en 1985 llegó a 12, en 1986 alcanzó 15 toneladas y en 1987 se situó en 16 toneladas. (Ricardo Sarti: http://ricardosarti.com.ve/).
Para el momento de la creación de la compañía MINERVEN Venezuela había recorrido 150 años de historia republicana, contando a partir de 1830. En este siglo y medio de tiempo la cantidad total de oro producido en las minas de Guayana, cifra certificada en los documentos oficiales, suma la formidable cantidad de 192.162 kilos (López, V. 1981, M.E.M.). Para tener una imagen de lo que tal cifra representa diremos que para 1983 se pagaba en Venezuela el Kilo de oro a Bs. 173.672, mientras que en 1988 el precio era de 467.632 (Álvarez y Rodríguez. El Libro del Oro. 2010: P.342). Calculado a precio de 1983, la suma en bolívares de esas 192 toneladas de oro da como resultado varios miles de millones de bolívares, una cantidad astronómica, gigantesca, descomunal. Coincide esta fecha con el final del período de gobierno de Luis Herrera Campins, cuando los precios del petróleo se habían deprimido y Venezuela amasaba una deuda externa gigantesca. En razón de ello los ingresos fiscales del país ese año fueron de 13,5 millardos de dólares, cuando en 1981 habían sido de 19,3 millardos. (Agencia Venezolana de Noticias. 30/12/2010 http://www.avn.info.ve/contenido/venezuela-saudita-venezuela-hipotecada).
En la última década del siglo XX, a pesar de la convulsiva situación política del país, la producción de oro arrojó buenos resultados. En 1990 se obtuvieron 14 toneladas; en 1995 subió a 17 toneladas; en 1997 alcanzó las 19 toneladas; y en 1998 bajó a 14 (Sánchez Navarro. El Libro del Oro. 2010: P. 453).
El siglo XXI se inaugura en Venezuela con cambios en su modelo político. Los partidos del Pacto de Punto fijo son desplazados de Miraflores y su lugar será ocupado por una alianza de organizaciones políticas encabezadas por el Movimiento Quinta República y lideradas por Hugo Rafael Chávez Frías, quien será electo presidente el año 1999. El nuevo presidente dará un giro a la conducción del país, asumirá desde los primeros años de su mandato una política económica de carácter nacionalista y, en el caso de la minería aurífera, restringirá la presencia de empresas extranjeras. Precisamente, gracias a esa política restrictiva hacia la actividad empresarial extranjera en nuestro territorio, MINERVEN, una de las empresas cuya privatización el nuevo gobierno evitará cuando estaba a punto de concretase su venta, pasará a ser, desde el año 2011, la única compañía autorizada para producir oro e Venezuela.
Esos primeros años del gobierno de Hugo Chávez serán muy promisorios para el negocio aurífero, pues tanto los precios de venta como la producción tendieron a la alza esos tiempos. Evidencia de la buena situación fueron las 9,7 toneladas de oro obtenidas en 2005 y las 14,7 toneladas obtenidas en 2006. Pero hasta allí llegaron los buenos momentos del negocio. Se juntaron después de tal fecha, una serie de noticias adversas que trastocaron de ahí adelante la actividad áurea. Problemas técnicos, desinversión, corrupción gerencial, actividad ilícita, burocratismo, mafias sindicales, etc., generaron un cuadro de dificultades que afectaron mucho el desempeño de la empresa nacional. Desde entonces lo que vinieron fueron malas noticias para MINERVEN y para el país. La producción mermó así como las ganancias. El año 2007 apenas se registró una producción de 4.244 kgs., de oro, luego en 2008 se obtuvieron 4.263 kgs., en 2009 siguió la merma para quedar en 1.842 kgs., mientras que el año siguiente se obtuvieron 1.837 kg. (Fuente: entrevista a Luis Ramón Herrera Mendoza, Presidente de MINERVEN 2008-2011. Las verdades de Miguel. Edición 500. 23 de septiembre 2014).
Desde entonces hasta hoy la situación de la empresa ha empeorado y por tanto la producción de metal se ha reducido a mínimos niveles. El año 2011 el gobierno de Chávez nacionalizó la minería del oro en Venezuela. Con tal decisión esperaba mejorar la producción del oro así como corregir las irregularidades que se estaban presentando en ese momento con las empresas extranjeras activas en la zona. Según Rafael Ramírez, Ministro de Energía y Minas para ese momento, esas “empresas transnacionales que operan al sur del país de manera ilegal, están saqueando las riquezas naturales de oro del país (…) el Arco Minero de Guayana ha estado en manos, en la mayoría de los casos, de transnacionales que operan de distintas maneras, directamente, de manera encubierta, pero sobre todo operan al margen de la ley, y nos están saqueando nuestros recursos naturales (…) El oro en Venezuela se lo están llevando al exterior, lo están transando fuera del control del Estado venezolano, están transando fuera de cualquier tipo de aporte fiscal, lo están explotando con una tremenda depredación ambiental en todo lo que son las zonas de producción de oro de Guayana”.
Pero la nacionalización no produjo los resultados esperados por el gobierno. La tendencia a la baja de la producción más bien se intensificó. Según información emanada de la propia empresa MINERVEN, durante seis años consecutivos la producción de oro mantuvo un ritmo decreciente hasta llegar a niveles cercanos a cero. En 2013 se obtuvieron 1.691 kilos mientras que en 2014 esta cifra se redujo a la insignificante cantidad de 867 kilos. (Erika Hidalgo López.- Diario El Mundo, 27-01-2015). Es importante decir aquí que, de acuerdo con lo esperado, la empresa nacional MINERVEN debería haber producido cerca del 60% de todo el oro extraído de las minas de Guayana en esos años de actividad suya, mientras que el resto correspondería a los pequeños mineros y a las concesiones y áreas concedidas a empresas privadas por la CVG. Pero no fue así como sucedieron los acontecimientos en el mundo aurífero guayanés. Esas proporciones no fueron las que se registraron en los libros contables de la minería aurífera nacional. Lo sabido al respecto, aunque no se puede corroborar con datos precisos, es que alrededor del 60% del oro extraído realmente de las minas de Guayana fue saqueado y sacado del país por vía de contrabando.
Según vemos entonces, la minería ilícita ha sido un fenómeno constante en el negocio minero desde los orígenes mismos de tal actividad en suelo guayanés. Antes, en el siglo XIX, se presentaba el fenómeno en razón de las debilidades y carencias congénitas del Estado venezolano en ese tiempo; ahora, en el siglo XXI, ocurre el asunto por la corrupción del funcionariado gubernamental designado para vigilar y controlar el negocio aurífero. El funcionariado es connivente con el delito, y lo es porque una tajada del beneficio ingresa a sus bolsillos. Ese funcionariado lo integran empleados de la empresa MINERVEN, miembros de las fuerzas armadas nacionales y dirigentes políticos locales, regionales y nacionales. Es esta complicidad la que explica porqué, a pesar de disponer el Estado nacional de mejores y mayores recursos técnicos y militares para combatir y derrotar la minería ilícita, ésta se ha extendido e intensificado en los últimos años. Tan grave es la situación que hoy día es mucho mayor la cantidad de oro producido por los ilícitos que por parte de la empresa MINERVEN. Por mismas razones la cifra de mineros, nacionales y extranjeros, que extraen oro por cuenta propia en la zona aurífera de Guayana se ha incrementado en varios miles en la última década. De los extranjeros sobresalen en número los brasileños y los colombianos. Estos últimos tienen más de una década asentados en la zona minera y en su caso, se trata no de mineros estrictamente sino de paramilitares del vecino país trasegados a nuestro territorio como expresión de una política de la oligarquía colombiana dirigida a extender la violencia paramilitar hacia nuestro territorio, desestabilizar nuestras instituciones gubernamentales, facilitar el tráfico de drogas e imponer en el territorio nacional una situación parecida a la que presentan países como Honduras y México, donde grupos violentos fuera de la ley controlan con relativa autonomía focos de territorio en los cuales el Estado no penetra. En Venezuela, la manifestación más evidente de esa penetración paramilitar en las minas son los terribles delitos que ahora se contabilizan en la región y poblaciones aledañas, delitos muy propios del paramilitarismo colombiano, como son: la prostitución y el trabajo infantil, tráfico de drogas, crímenes recurrentes, desaparición de hombres y mujeres, secuestros, ejecuciones masivas de personas, cobro de vacuna, extorsión, y la formación de bandas armadas cuyos jefes fijan las normas a seguir en el territorio minero bajo su control. Se da ahora en el siglo XXI una situación bastante peor a la que predominó en las minas del Yuruari durante el siglo XIX cuando la presencia del Estado en el territorio minero era mínima. A este respecto se nota despreocupación del estado venezolano sobre lo que pasa con el oro del país; la institucionalidad estatal allí es mínima, sino inexistente. Tal vació lo han cubierto entonces las bandas armadas dirigidas por sicarios del vecino país. Ha aparecido allí un paraestado gobernado por paramilitares colombianos.
Ante tal indolencia gubernamental es legítimo mostrar preocupación por las recientes decisiones tomadas por el Ejecutivo nacional respecto a los recursos mineros de Guayana. El gobierno presidido por Nicolás Maduro, visto el colapso de los precios del petróleo, ha hecho pública su intención de negociar con empresas extranjeras el inmenso y por demás rico arco minero guayanés, un extenso espacio de territorio situado al norte del Estado Bolívar, que comprende unos 114.000 Kilómetros cuadrados, donde muy probablemente existan cuantiosas reservas de oro, diamante, cobre, coltán, granito, bauxita y otros minerales. Preocupa esa intención del gobierno nacional pues como hemos visto en el presente escrito se trata de un gobierno y de un Estado que hasta ahora ha fallado en la administración del negocio aurífero. Tanto ha fallado que esta actividad escapó de su control. Allí en la región minera de Guayana se da hoy una situación de anomia total. Entonces el proyecto dirigido a someter a explotación el Arco Minero, bajo una administración gubernamental tan ineficaz como la que gobierna nuestro país en la actualidad, comporta demasiados riesgos para los venezolanos. Nada garantiza que con las riquezas naturales del Arco Minero no se cometa otro saqueo a los venezolanos por parte de extranjeros, llámese empresarios, llámese delincuentes. Además, es pertinente añadir, la riqueza fundamental existente en ese extenso territorio no está constituida por los minerales y metales, sino por la biodiversidad y el agua. Ese lugar es un reservorio de vida principalmente. Por otro lado, allí se encuentran las principales cuencas hidrográficas de Venezuela, como son la del Caroní, del Cuyuní, del Caura, del Cuchivero, del Aro y del propio Orinoco, algunas de las cuales alimentan los embalses donde se genera buena parte de la electricidad que surte a Venezuela. Es decir, esa inmensa sección del Estado Bolívar es a todas luces demasiado importante para los venezolanos de ahora y del futuro, por cuya razón no debería ser objeto de negociación para someterla a explotación por parte de compañías extranjeras nada respetuosas del ambiente natural. Lo que allí acontecerá, de concretarse las negociaciones, será un ecocidio de proporciones gigantescas.
Pero el Gobierno presidido por Nicolás Maduro marcha a pasos acelerados a los fines de firmar acuerdos, en el menor tiempo posible, con las empresas interesadas en explotar esas riquezas naturales. Con tal premura rubricó hace pocos días el decreto para cuantificar y certificar las reservas contenidas en el Arco Minero del Orinoco. Luego, en un encuentro con 150 empresas nacionales e internacionales de 35 países, realizado en el BCV, ofreció facilidades para la extracción del oro, cobre, diamante, coltán, hierro, bauxita y otros minerales de alto valor industrial. Así mismo, dio instrucciones para proceder de inmediato a la firma del memorando de entendimiento con las empresas dispuestas a incorporarse a la exploración y explotación del Arco Minero.
En relación con el oro contenido en el territorio que se pretende negociar, los cálculos más optimistas estiman en 7.000 toneladas las reservas allí existentes, una cifra muy superior a la cantidad de oro extraído desde que se inició hace más de 150 años el aprovechamiento del metal dorado. Al precio de venta actual tal tonelaje representa un potencial financiero superior a los 200 mil millones de dólares, una inmensa suma que administrada con los mejores criterios económicos pudiera servir para establecer por fin en Venezuela un modelo de desarrollo autosuficiente, diversificado, industrializado, alimentado por la ciencia y técnica nacional, y por tanto divorciado del rentismo petrolero y minero. Pero para asumir este camino se requiere de una dirigencia nacional, política, empresarial y militar, guiada por principios, valores, intereses, conceptos, muy distintos a los que predominan en el cerebro de los grupos de poder que tradicionalmente han estado administrando los destinos del país. Estos sectores han demostrado concebir a Venezuela como una especie de tienda de piñatería, como si fuera su caja chica. Ganan dinero aquí pero inmediatamente lo repatrían, se lo llevan a bancos extranjeros, compran valores en la bolsa, adquieren bienes inmuebles en ciudades de otros países. Así mueven el dinero que obtienen aquí. Acumulan lejos las ganancias obtenidas en la patria de Simón Bolívar. Para ellos nuestro país es un lugar para hacer buenos negocios económicos, no más. Los dividendos de ese negocio siguen su camino y van a dar a su destino final allá lejos en tierras de otros continentes.
Como vemos, la nuestra es una historia un tanto desgraciada, es la historia de un país desangrado a cántaros larguísimo tiempo. Sus camarillas gobernantes le rasgaron sus venas, se las abrieron para que brotara a torrentes la maravillosa y variopinta enjundia formada durante milenios en su seno. Hoy se repite la trágica experiencia, pues todavía queda mucha enjundia en el subsuelo. En verdad que fue demasiado pródigo el Creador con este territorio ¿Pero hasta cuándo los venezolanos seguiremos viviendo de la divina renta que Dios nos dio?
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