Luis E. Rubio
A Carlos Taibo, Jorge Riechmann y Florent Marcellesi
Con el objetivo de mejorar la comprensión y el análisis ideológico del ecologismo, en el presente artículo se realiza, en primer lugar, la distinción entre ecologismo y medioambientalismo; en segundo lugar, se muestran las diferencias básicas entre ecologismo y ecofascismo; en tercer lugar, se exponen una serie de principios fundamentales del ecologismo; en cuarto lugar, se presentan brevemente las que, a juicio del autor, son las corrientes principales del ecologismo; y, por último, se realiza una propuesta terminológica: ecologismo libertario como sinónimo de ecología política.
A Carlos Taibo, Jorge Riechmann y Florent Marcellesi
Con el objetivo de mejorar la comprensión y el análisis ideológico del ecologismo, en el presente artículo se realiza, en primer lugar, la distinción entre ecologismo y medioambientalismo; en segundo lugar, se muestran las diferencias básicas entre ecologismo y ecofascismo; en tercer lugar, se exponen una serie de principios fundamentales del ecologismo; en cuarto lugar, se presentan brevemente las que, a juicio del autor, son las corrientes principales del ecologismo; y, por último, se realiza una propuesta terminológica: ecologismo libertario como sinónimo de ecología política.
I. Diferencias entre ecologismo y medioambientalismo
Se ha de resaltar la diferencia entre ecologismo y medioambientalismo para entender adecuadamente el primero y que éste no quede reducido meramente a asuntos medioambientales. Uno de los principales teóricos del ecologismo, Andrew Dobson, en el Prólogo a la Edición española de su obra de referencia Pensamiento político verde (Barcelona: Paidós, 1997), señala que existen diferencias importantes entre medioambientalismo y ecologismo: “El primero se refiere a aproximaciones administrativas, técnicas y poco sistemáticas a la hora de afrontar problemas medioambientales, mientras que el segundo hace referencia a los profundos cambios que los ecologistas políticos consideran necesarios en el ámbito de la organización social y de las actitudes respecto al mundo natural no humano”.
Para aumentar la claridad de esta distinción, Dobson señala en el mismo prólogo que “[e]l medioambientalismo es compatible con otras ideologías políticas en una forma en que el ecologismo no lo es, puesto que el segundo pone en tela de juicio muchos de los presupuestos fundamentales de la conocida lista de ideologías. Es muy fácil ser medioambientalista y liberal, por ejemplo, pero mucho más difícil ser capaz de concebir la idea de un ecologista liberal”.
Según señalan los autores del libro Produire plus, polluer moins: l’impossible découplage? [Producir más, contaminar menos: ¿el desacoplamiento imposible?], todavía no existe ningún ejemplo en el cual se haya producido un desacoplamiento absoluto entre el crecimiento de la economía y el crecimiento del consumo de recursos naturales. Por ello, toda política económica socialdemócrata o liberal que abogue por el “crecimiento verde” o “crecimiento sostenible” será productivista y seguirá consumiendo recursos por encima de los límites del planeta Tierra. Se puede afirmar así que no existe un ecologismo socialdemócrata o un ecologismo liberal. La socialdemocracia y el liberalismo podrán pues incorporar un mayor o menor número de medidas medioambientalistas, pero, en ningún caso, serán ideologías dentro del marco del ecologismo. En España, por ejemplo, personas como Cristina Narbona (PSOE) y Carolina Punset (Ciudadanos) representarían, respectivamente, la socialdemocracia y el liberalismo social con tintes medioambientalistas; sin embargo, ninguna de ellas podría ser considerada como ecologista.
II. Diferencias entre ecologismo y ecofascismo
Federico Ruiz, en su artículo “Ecofascismo” publicado en el nº 83 de El Ecologista, definía el ecofascismo como el “régimen autoritario que posibilita que cada vez menos personas, las que tienen poder económico y/o militar, sigan sosteniendo su estilo de vida acaparando recursos a costa de que mucha más gente no pueda acceder a los mínimos materiales de existencia digna”. De esta manera, dichos sistemas tendrían como objetivo fundamental “asegurar durante el colapso y el postcolapso la supervivencia de sus élites y el mantenimiento, en la medida de lo posible, de sus suntuosas condiciones de existencia material”. Se crearía así lo que Jean Gadrey, en su Adiós al crecimiento, denomina el apartheid ecológico: “confrontados a la marea humana de los refugiados climáticos, de los refugiados de la escasez de agua y tierras, de los refugiados de la miseria, los más ricos buscarán, apoyados por la policía y las fuerzas armadas, reservarse un espacio ecológico de calidad en donde sea posible, rodeándose de muros de todo tipo”.
Por otro lado, como señala Federico Ruiz en el artículo mencionado: “hasta hace unos pocos años el término ecofascismo era utilizado principalmente por los media de derecha ultraliberal como arma de combate ideológico contra uno de sus enemigos naturales, los ecologistas. Se trataba de desprestigiar unos planteamientos que, hasta en sus versiones más moderadas, siempre postulaban algún tipo de regulación contraria a la pretensión extremo-liberal de dotar al capital de una absoluta libertad de actuación, y por tanto, afectaba a los intereses de algunos de sus patrocinadores, grandes empresas a las que cualquier reglamentación ecológica suponía una merma de beneficios. La idea era asociar el fascismo con el ecologismo de tal modo que sugiriese una tendencia necesaria de este hacia aquél”. Sin embargo, dos de los valores esenciales del ecologismo son tanto la democracia como la redistribución justa de los recursos, ya sean éstos económicos o naturales. Por ello, el ecofascismo y el ecototalitarismo [2] no tienen cabida dentro del marco ideológico del ecologismo; sus marcos sí son, respectivamente, el fascismo y el totalitarismo.
III. Principios del ecologismo
El marco ideológico del ecologismo posee, al menos, y a juicio del autor, diez principios fundamentales:
1. Democracia. El ecologismo defiende formas de organización democrática no sólo en el ámbito político (ej. democracia directa, líquida y participativa), sino también, y al menos, en el ámbito económico (ej. cooperativismo) y social (ej. democracia interna en sindicatos, ONGs y movimientos sociales). Como referencias teóricas en el ámbito político cabrían ser destacadas: en relación con la democracia directa, la obra La apuesta municipalista. La democracia empieza por lo cercano del Observatorio Metropolitano de Madrid; en relación con la democracia líquida, y como introducción a la misma, el artículo “Los límites de la representatividad política y las alternativas de la democracia líquida” de Jorge Francisco Aguirre Sala; en relación con la democracia participativa, la obra coordinada por Boaventura de Sousa Santos Democratizar la democracia. Los caminos de la democracia participativa.
2. Ética Pública Universal. El ecologismo defiende la existencia de una ética pública universal manifestada, al menos, en una serie de derechos y deberes humanos; deberes tanto para con el resto de seres humanos, como para con la naturaleza y el resto de seres vivos. En este sentido, la naturaleza y el resto de seres vivos poseen determinados valores específicos. Dichos valores, así como las exigencias éticas que se derivan de los mismos, se encuentran formulados, de diferentes maneras, en, al menos, cuatro propuestas teóricas principales: el antropocentrismo moderado de Hans Jonas en El principio de responsabilidad; la ecología profunda de Arne Naess en Ecology, Community and Lifestyle; el biocentrismo de Peter Singer en Liberación animal; y el ecocentrismo de Lawrence Johnson en A Morally Deep World.
3. Sostenibilidad. Los ecologistas son conscientes de que el planeta Tierra es finito y de que, por lo tanto, no es posible defender un crecimiento material infinito como sostiene el capitalismo; crecimiento que nos podría llevar incluso hasta el colapso. Por ello, abogan por una economía ecológica donde, entre otros muchos postulados, se apuesta por una reducción de la producción (antiproductivismo) y del consumo material en la mayoría de sectores, por un modelo energético basado 100% en energías renovables, por una gestión óptima de los residuos, y por una reducción de la población. Al respecto de la economía ecológica, destacan las obras La Ley de la Entropía y el proceso económico de Nicholas Georgescu-Roegen, las sucesivas ediciones del informe colectivo Los límites del crecimiento, Steady-State Economics de Herman Daly, Economía ecológica y política ambiental de Joan Martínez Alier y Jordi Roca Jusment, La apuesta por el decrecimiento de Serge Latouche y Prosperidad sin crecimiento de Tim Jackson.
4. Trabajar Todos, Trabajar Menos, Vivir Más. Para el ecologismo el disfrute de la vida, en detrimento del trabajo, representa uno de los principios esenciales que la sociedad debe favorecer. Por este motivo, defiende el reparto del trabajo; un reparto que conllevaría que, al tener más tiempo libre y de mayor calidad, un número más elevado de personas podrían dedicar una parte de él, no sólo al ocio, la familia y los amigos, sino también a los asuntos públicos. De esta manera, una menor jornada laboral, podría mejorar también la calidad de la democracia. Como referencias al respecto cabrían ser destacadas: el Elogio de la ociosidad de Bertrand Russell, y las obras El derecho a la pereza de Paul Lafargue y Metamorfosis del trabajo y Miserias del presente, riqueza de lo posible de André Gorz.
5. Justicia Global. Los ecologistas defienden, en diferentes grados, una redistribución justa de los recursos, tanto naturales como económicos, a nivel global. La teorización de dicha propuesta se puede encontrar de manera destacada tanto en Political Theory and International Relations de Charles Beitz como en La pobreza en el mundo y los derechos humanos de Thomas Pogge.
6. Ecofeminismo. Si bien hay diferentes tendencias ecofeministas (ej. esencialista, espiritualista y constructivista), todas ellas tienen en común la descripción de una realidad donde, en primer lugar, la estructura de dominación de la naturaleza está ligada al paradigma patriarcal, y, en segundo lugar, la naturalización de la mujer es así uno de los mecanismos de legitimación del patriarcado. De esta manera, el ecofeminismo aboga por el fin de la sociedad patriarcal con el objetivo de acabar tanto con la estructura de dominación de la naturaleza como con la superioridad del hombre sobre la mujer. Dentro de la tendencia constructivista del ecofeminismo, destacarían las obras Ecofeminismo para otro mundo posible de Alicia Puleo y Feminism and the Mastery of Nature de Val Plumwood.
7. Respeto de la Diversidad Sexual y de Género. El ecologismo respeta y valora positivamente la diversidad sexual y de género de los seres humanos. En este sentido, y como señala Marc Gómez Olabarría en su entrevista a Ulrike Lunacek: “el ecologismo es una de las ideologías más abiertamente defensoras de las identidades no normativas tanto por sexo (intersexualidad) como por orientación sexual (homosexualidad, bisexualidad, pansexualidad, asexualidad) o identidad de género (identidad transexual, transgénero, intergénero, genderqueer…), pero su relación aún permanece poco desarrollada [a nivel teórico]”.
8. Cosmopolitismo. El ecologismo, en primer lugar, respeta y valora positivamente la diversidad étnica y cultural que existe en la mayoría de sociedades contemporáneas, siempre que dicha diversidad no sea utilizada como justificación de una vulneración de los derechos y deberes humanos. Y, en segundo lugar, el ecologismo sostiene que los seres humanos no sólo somos integrantes de una determinada cultura, más o menos homogénea, sino que también pertenecemos a la comunidad humana. Es decir, el ecologismo aboga por un cosmopolitismo que hace complementario, y no excluyente, el sentimiento de pertenencia a una determinada comunidad particular y el sentimiento de pertenencia a la comunidad humana. Como apuntaría Javier Muguerza en este sentido, cada ser humano tiene alas y raíces, “las alas nos permiten sobrevolar los particularismos e instalarnos en una dimensión universal, mientras que las raíces nos permiten dar arraigo en el aquí y el ahora de una comunidad” [3]. A nivel teórico cabrían ser destacadas las obras Cosmopolitismo de Kwame Anthony Appiah y Las reivindicaciones de la cultura de Seyla Benhabib.
9. Pacifismo. El ecologismo defiende la no violencia y el desarrollo de una cultura de paz y cooperación no sólo entre los Estados, sino también dentro de las propias sociedades y entre los individuos. En este sentido, se deberían destacar las obras Teoría e historia de la revolución noviolenta de Jesús Castañar y Razones jurídicas del pacifismo de Luigi Ferrajoli.
10. Estrategia multidimensional y multinivel. En primer lugar, la estrategia multidimensional se refiere a que el ecologismo, para lograr sus objetivos, debe pensar y actuar sobre las distintas dimensiones del poder, entendiendo por éstas cada una de las dimensiones del poder que de manera autónoma disponen de la capacidad para influir sustancialmente en la sociedad. En este sentido, cabría sostener la existencia de, al menos, nueve dimensiones del poder: los tres poderes clásicos (legislativo, ejecutivo y judicial), el poder económico-financiero (empresas financieras y no financieras), el poder comunicativo (medios de comunicación), el poder social (sindicatos, ONGs y movimientos sociales), el poder espiritual (religiones), el poder intelectual (ideas) y, por último, el poder armado (fuerzas armadas, fuerzas y cuerpos de seguridad, servicios de inteligencia, corporaciones militares privadas, empresa de seguridad privadas, mafias, grupos terroristas, guerrillas y grupos paramilitares) [4]. En segundo lugar, la estrategia multinivel se refiere a que el ecologismo, para lograr sus objetivos, debe pensar y actuar sobre las distintas dimensiones del poder en todos los niveles territoriales, desde lo local hasta lo global, pasando por el nivel comarcal, provincial, “autonómico”, estatal y regional. Teniendo en cuenta así la realidad compleja e interconectada del siglo XXI, se hace pues necesario, si se pretende lograr los objetivos del ecologismo, actualizar el lema que René Dubos creó en 1981 y que se convirtió en la estrategia principal para la mayoría de los ecologistas en el mundo durante estos últimos 35 años: “pensar globalmente, pero actuar localmente”.
A juicio del autor del presente artículo, dicho lema/estrategia habría pues de actualizarse y formularse, como propuesta, de la siguiente manera: “pensar y actuar en cada nivel territorial sobre cada una de las dimensiones del poder”. Esta nueva estrategia sería así la fusión de dos estrategias: en primer lugar, “pensar y actuar en cada nivel territorial, desde lo local hasta lo global”; y, en segundo lugar, “pensar y actuar sobre cada una de las dimensiones del poder, desde la dimensión legislativa, ejecutiva y judicial hasta la dimensión económico-financiera, comunicativa y armada, pasando por la dimensión social, espiritual e intelectual”.
Estos diez principios serían así comunes a las diversas corrientes del ecologismo. No obstante, cada una de ellas desarrolla de manera particular dichos principios.
IV. Corrientes principales del ecologismo
En el ecologismo, y a juicio del autor, se pueden distinguir tres corrientes ideológicas principales: la ecología social o ecoanarquismo, el ecosocialismo y la ecología política. Se procederá a continuación a señalar únicamente los principales referentes de cada una de ellas, ya que, habiendo ya expuesto los principios comunes en el apartado anterior y lejos de tener la voluntad de realizar un análisis detallado sobre de sus diferencias, se pretende meramente poner en contexto la propuesta terminológica que se realizará en el apartado V.
En primer lugar, la ecología social o ecoanarquismo tendría como referentes teóricos principales a Murray Bookchin (1921-2006), Janet Biehl y Carlos Taibo. Sus ideas se pueden encontrar de manera resumida en la ponencia de Murray Bookchin Nosotros los verdes, nosotros los anarquistas, y, de manera más extensa, en su libro La ecología de la libertad. También caben ser destacados dos contenidos audiovisuales: la charla The Forms of Freedom de Murray Bookchin (23 de marzo de 1985, San Francisco) y la charla Decrecimiento: una alternativa al modelo de Desarrollo de Carlos Taibo (29 de octubre de 2014, Bilbao).
En segundo lugar, el ecosocialismo tendría como referentes teóricos principales a Michael Löwy y Jorge Riechmann. Sus ideas se pueden encontrar de manera resumida en el Manifiesto ecosocialista de Joel Kovel y Michael Löwy y en Para una categorización del ecosocialismo en diez rasgos de Jorge Riechmann; y, de manera más extensa, en el libro El socialismo puede llegar sólo en bicicleta de Jorge Riechmann. También caben ser destacados dos contenidos audiovisuales, que se corresponden con dos charlas de Jorge Riechmann: Explorando las sociedades pospetróleo bajo las amenazas del colapso: tentativa hacia algunas conclusiones (4 de septiembre de 2015, Madrid) y ¿Cómo pensar las transiciones poscapitalistas (16 de julio de 2013, Madrid). Por otra parte, en España, el ecosocialismo es la corriente defendida principalmente por colectivos como FUHEM Ecosocial (revista Papeles) y por partidos como ICV; esto no quiere decir que dichas organizaciones no sean diversas y que dentro de las mismas no existan también integrantes que se sientan más cercanos a otra corriente.
Por último, la ecología política, tendría como referentes teóricos principales a André Gorz (1923-2007) y Andrew Dobson. Sus ideas se pueden encontrar de manera resumida en el artículo Ecología Política: génesis, teoría y praxis de la ideología verde de Florent Marcellesi [5] y, de manera más extensa, en el libro Pensamiento político verde de Andrew Dobson. También caben ser destacados dos contenidos audiovisuales: la charla de Carlos Merenson Ecología política: la historia retoma su camino (17 de abril 2012, Buenos Aires) [6] y la charla de Florent Marcellesi Europa post-crecimiento (14 de noviembre de 2013, Bruselas). Por su parte, la ecología política es la corriente defendida principalmente por colectivos como la Fundación ENT (revista Ecología Política) y EcoPolítica (Club de Lectura “Petra Kelly” y Grupo de Lectura “Cornelius Castoriadis”) y por partidos como EQUO (España), LIVRE (Portugal) [7] y HDP (Turquía) [8]: al igual que en el caso anterior, esto no quiere decir que dichas organizaciones no sean diversas y que dentro de las mismas no existan también integrantes que se sientan más cercanos a otra corriente.
V. Ecologismo libertario
Debido (a) a la influencia sustancial de algunos postulados anarquistas en el núcleo esencial de la ecología política, (b) a la dificultad comunicativa y comprensiva que lleva presentando el término ecología política durante décadas y (c) a la voluntad de mejora de la claridad expositiva de las diferentes corrientes del ecologismo, propongo que el término ecologismo libertario sea utilizado como sinónimo de ecología política, al igual que, a nivel ideológico, el término ecoanarquismo se utiliza como sinónimo de ecología social. Para tal consideración me baso en dos argumentos principales:
En primer lugar, parto de las palabras que Rui Tavares, escritor, antiguo eurodiputado y co-fundador de LIVRE, manifestó en una entrevista a los pocos días de celebrarse las últimas elecciones legislativas de Portugal. En dicha entrevista, en relación con el ideario de LIVRE, Rui Tavares señalaba: “Temos o nosso espaço político, espaço de una esquerda libertária, cosmopolita e ecológica”.
En segundo lugar, me baso en la diferencia que propone Carlos Taibo entre los términos “anarquista” y “libertario” en el primer capítulo de su libro Repensar la anarquía: “parece que el primero, anarquista, incorpora una carga ideológica y doctrinal mayor que la que arrastra el segundo, libertario”. En este sentido, Taibo continúa señalando: “Alguien es anarquista -cabe suponer- porque ha leído a Bakunin, a Kropotkin y a Malatesta, y se adhiere, en un grado u otro, a las ideas expresadas por estos autores. La vena ideológica y doctrinal se desvanece un tanto, en cambio, con el adjetivo libertario, que tiene una dimensión identitaria menor y que, al respecto, permite referirse sin más a personas que declaren creer en la democracia directa, en la asamblea y en la autogestión sin ser necesariamente anarquistas”. De esta manera: “no todos los libertarios son al mismo tiempo anarquistas, pero son manifiesta mayoría los anarquistas que, por lógica y por consecuencia, asumen las reglas del juego de la práctica libertaria”.
Teniendo en cuenta lo anterior, en el ecologismo habría así, por una parte, una corriente anarquista representada por la ecología social o ecoanarquismo, donde el acento se pone en el sustantivo “anarquismo” y cuyo complemento es el prefijo “eco”. Y, por otra, una corriente libertaria, la ecología política o ecologismo libertario, donde la fuerza principal recae sobre el sustantivo “ecologismo” y el adjetivo es representado por la palabra “libertario”. En virtud de ello, se pueden observar tanto una serie de semejanzas como de diferencias fundamentales entre los ecoanarquistas y los ecologistas libertarios:
Por una parte, hay, al menos, cuatro semejanzas principales: a) coincidencia en numerosos elementos de la crítica a la sociedad actual; b) propuesta de dejar atrás el capitalismo; c) en relación con la autogestión, ambos abogan por el desarrollo de una economía ecológica, social y solidaria, así como por el fomento de la soberanía energética y de la soberanía alimentaria; d) en relación con la acción directa, ambos defienden el impulso de iniciativas como las monedas sociales, los bancos del tiempo, los huertos urbanos, la resistencia pacífica activa, los boicots a empresas que vulneran derechos humanos o no respetan el medio ambiente, etc.
Por su parte, el ecologismo libertario y el ecoanarquismo se diferencian principalmente en, al menos, dos asuntos: en primer lugar, el ecologismo libertario defiende la participación política en las instituciones de todos los niveles territoriales (desde lo local hasta lo global, incluyendo pues también al Estado), mientras que Carlos Taibo renuncia a la participación electoral en todos los niveles territoriales y Murray Bookchin únicamente apoya la misma en el nivel local. Y, en segundo lugar, el ecologismo libertario defiende una democracia líquida y participativa, complementaria, y no excluyente, a la democracia directa, para todos los asuntos y niveles territoriales en los que ésta última no sea viable en la práctica.
Por otro lado, y en base a la estrategia multinivel y multidimensional del ecologismo, los ecologistas libertarios, además de su apuesta por la participación política en todos los niveles territoriales, apoyarían, y verían como complementaria, la creación de “una organización libertaria y global” propuesta por Carlos Taibo y encaminada, principalmente, al ámbito social.
Por último, y debido a su relevancia, se considera necesario incluir en este apartado, y no relegado a una nota al final del artículo, la distinción entre el término “libertario” y el de “libertariano”. El término “libertario” fue utilizado por primera vez por anarquistas franceses (libertaire) a mediados del siglo XIX como sinónimo de anarquista y, desde entonces, su uso se extendió con dicho significado. Por su parte, y si bien inicialmente el término inglés libertarian era también sinónimo de anarquista, a partir de mediados del siglo XX empieza a utilizarse de manera general en Estados Unidos para hacer referencia a ultraliberales como Friedrich Hayek (autor de Camino de servidumbre), Robert Nozick (autor de Anarquía, Estado y Utopía) o Milton Friedman (asesor económico de Augusto Pinochet, Ronald Reagan y Margaret Thatcher, entre otros). De esta forma, mientras (a) en las lenguas romances el término “libertario” sigue siendo sinónimo, por lo general, de anarquista, (b) en inglés, el término “libertarian” es sinónimo, de manera general, de ultraliberal. Por este motivo, y para evitar en castellano, y también en las lenguas romances, la apropiación del término “libertario” por parte de los ultraliberales, se defiende la distinción entre (a) “libertario” como sinónimo de anarquista (con los importantes matices señalados por Carlos Taibo a los que ya se ha hecho referencia), y (b) “libertariano” (etimológicamente más cercano a “libertarian”) como sinónimo de ultraliberal [9].
Conclusión
Se ha comenzado el artículo destacando la importancia de distinguir entre ecologismo y medioambientalismo y explicando el porqué, en base a dicha distinción, ni la socialdemocracia ni el liberalismo pueden incluirse dentro del marco ideológico del ecologismo, por muchas medidas medioambientalistas que adopten. En el segundo apartado se ha indicado que el ecofascismo tampoco puede ser incorporado al marco ideológico del ecologismo ya que este último tiene como valores esenciales tanto la democracia como la redistribución justa de los recursos. A continuación, se han expuesto los principales principios que forman la esencia del ecologismo. En el cuarto apartado, se han presentado cuales son, a juicio del autor, las tres corrientes principales del ecologismo. Tras ello, se ha argumentado a favor de utilizar el término ecologismo libertario como sinónimo de ecología política, de la misma manera en que el término ecoanarquismo es utilizado como sinónimo de ecología social. Por último, se ha defendido la importancia de distinguir entre los términos libertario y libertariano para lograr evitar una apropiación del lenguaje por parte del ultraliberalismo. Con todo ello, se espera haber cumplido el objetivo principal de este artículo: mejorar la comprensión y el análisis ideológico del ecologismo.
Para finalizar, se ha de destacar que el presente artículo ha puesto de manifiesto la amplia variedad interna del marco ideológico del ecologismo; variedad que ha de ser puesta en valor y que, por ello, debe animar permanentemente a buscar puntos de encuentro con el objetivo de unir luchas y fuerzas entre las diferentes corrientes. Dada la debilidad proporcional de fuerzas con las que cuenta actualmente el ecologismo a nivel mundial, parece pues que sólo mediante esos encuentros entre las diferentes corrientes habría, al menos, alguna posibilidad de lograr cambiar el mundo. En nuestras manos está.
¡Piensa y actúa en cada nivel territorial sobre cada una de las dimensiones del poder!
Notas
[1] Luis Esteban Rubio es doctorando en Derecho por la UC3M, coordinador de EcoPolítica e integrante del Club de Lectura “Petra Kelly”.
[2] En la nota nº 2 del artículo mencionado de Federico Ruiz se matiza la distinción entre ecofascismo y ecototalitarismo: “el término fascismo tomado como algo más que una invectiva, incluye unos rasgos propios que no tienen por qué presentarse –y seguramente algunos no lo harán– en este futuro imperfecto que se columbra; así, un exacerbado nacionalismo xenófobo y etnicista, anticomunismo, antiliberalismo, culto a la violencia, ideologización extrema, etc. El moderno concepto de totalitarismo no incluye como esenciales esos atributos y sí, entre otros, los de control exhaustivo físico y mental de las poblaciones. (…) Sin embargo, no hay que dejar de tener en cuenta que ecofascismo es hoy mucho más potente comunicativamente que ecototalitarismo, y que puede ser conveniente supeditar el rigor teórico a la eficacia en la contienda cultural”.
[3] MUGUERZA, Javier. “Ética pública, derechos humanos y cosmopolitismo”. En: GÓMEZ, Carlos y MUGUERZA, Javier. La aventura de la moralidad. Madrid: Alianza, 2007, p. 541. Muguerza realiza esta metáfora tomando prestado el título de un libro del filósofo peruano Miguel Giusti: Alas y raíces. Ensayos sobre ética y modernidad. Lima: Universidad Católica de Perú, 1999.
[4] Se podría caracterizar el poder armado como aquél poder que tiene capacidad, legítima o no, para usar la fuerza y producir conflictos, como mínimo, de baja intensidad. El poder armado se considera un poder independiente ya que, por un lado, y a lo largo de la historia, los tres primeros grupos mencionados (fuerzas armadas, fuerzas y cuerpos de seguridad y servicios de inteligencia) han demostrado sobradamente su autonomía respecto al poder legislativo y ejecutivo en caso de que así lo decidieran. Por otro lado, los seis grupos restantes (corporaciones militares privadas, empresas de seguridad privada, mafias, grupos terroristas, guerrillas y grupos paramilitares), han demostrado también su autonomía y resistencia precisamente respecto a los tres primeros grupos armados mencionados.
[5] El presente artículo no comparte la estructura dada por Marcellesi para explicar el marco ideológico del ecologismo. Marcellesi defiende la existencia de un marco que se denominaría ecología política, dentro del cual considera que existirían corrientes como el ecosocialismo, la ecología social pero también el ecofeminismo, el ecopacifismo. Es decir, a diferencia del presente artículo, Marcellesi mezcla en su artículo las corrientes del ecologismo con los principios del ecologismo, y al marco lo denomina ecología política.
[6] Con Carlos Merenson el presente artículo no estaría de acuerdo en su afirmación de que la ecología política es “total y absolutamente diferente a cualquiera de las ideologías tradicionales de izquierdas y de derechas”. Como se observa en el presente artículo, la ecología política, al contrario de lo que señala Merenson, tiene muchos elementos en común con otras ideologías.
[7] Véase la “Declaración de Principios de LIVRE” (traducido por el autor del presente artículo para EcoPolítica): https://ecopolitica.org/declaracion-de-principios-de-livre/
[8] Véase el “Llamamiento para una nueva vida” de su co-portavoz, Selahattin Demirtaş (traducido por el autor del presente artículo para EcoPolítica): https://ecopolitica.org/llamamiento-para-una-nueva-vida/
[9] De esta manera, y respecto a este asunto, el presente artículo se opone a lo establecido por Roberto Gargarella en su obra Las teorías de la justicia después de Rawls (Barcelona: Paidós, 1999, página 45, nota nº 2). y, sin embargo, apoya la traducción al respecto que se realiza en La pobreza en el mundo y los derechos humanos de Thomas Pogge (Barcelona: Paidós, 2005, páginas 89-93).
[Tomado de http://www.decrecimiento.info/2016/06/sobre-el-ecologismo-libertario.html.]
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