Rubén
Hernández
En
días pasados alguien advirtió al autor de este artículo que los CLAP tienen
como meta atender apenas al 10 por ciento de la población, cantidad que
correspondería supuestamente a los ciudadanos más pobres de Venezuela. Y puede
que tenga razón el sujeto en cuestión, pero no porque los CLAP deban abastecer
solamente unapequeña porción del pueblo venezolano, muy inferior a la totalidad
de pobres en la nación suramericana; simple y sencillamenteel Estado ya no
destinarárecursos suficientes paraseguirsosteniendo el subsidioalimentario con
la magnitud que lo venía haciendo. Reducciónsubsidiaria justificada en buena
parte, por el pago constante de la
enorme deuda externacontraída para intentar subsanar las dificultades
originadas por el notabledescenso de las reservas internacionales y del PIB del
país caribeño. Para colmo la corrupción reinante en el seno de los mercados “casa
por casa”, se manifiesta en el desvío de alimentos a la red privada y a
revendedores, privando a miles de la comida prometida por el Gobierno.
Tristemente
la crisis económica nacional, debida en gran parte a la “crisis” global del capitalismo, ha golpeado duro a una
Venezuela capitalista-rentista-extractivista, y llevó al Gobierno dizque revolucionario de Maduro,
a tomar una serie de medidas contrarias al socialismo tan vociferado por
algunos dirigentes gubernamentales. Medidas que a todas luces han favorecido al
gran capital local y foráneo, y en resumen han buscado estimular y proteger a
un oligopolio venezolano y transnacional, mientras que la mayoría empobrecida ha sido perjudicada
mediante la reducción y/o eliminación progresiva de los subsidios, los recortes
sociales y laborales, y el encarecimientobrutal
de la vida. Y lo peor es que este trágico panorama ha afectado a Venezuela sin
que ésta haya podido alcanzar la soberanía agropecuaria e industrial, obligando
al empleo de abundantes divisas en importar alimentos que bien pueden ser producidos en cantidades
suficientes en territorio nacional, hasta para su exportación y su uso con
fines no alimentarios. Naturalmenteel volumen de estas importaciones ha
descendido, y por tanto el acceso de los venezolanos a los alimentos
subsidiados.
ElGobierno
de Maduro demuestra una vez más que es procapitalista hasta los tuétanos, pues en
medio de la crisis económica que azota a Venezuela, adoptómedidas que favorecen
al gran sectorprivado, y a su vez perjudican notablemente a las masas. Típica
receta capitalista-neoliberal, que aún disfrazan como socialismo del siglo XXI
algunos “izquierdistas” al servicio gubernamental. En este sentido no se
aprecian diferencias significativas respecto a gobiernos claramente
identificados como de derecha, a los que tanto se critica desde las altas
esferas del poder en Venezuela: se prioriza el pago de la deuda externa y se
apoya y estimula en todo sentido al alto sector privado interno y global. Para
Maduro, así como para Macri, Peña Nieto y el resto de los líderespolíticos
latinoamericanos, por ejemplo, el gran capitalista es fundamental para generar
riqueza, bienestar y progreso; mientras que la pobreza, la miseria, el
desempleo y la mala calidad de vida permanentes de millones de individuos, son
considerados daños colaterales inevitables, que medio pueden ser atendidos por
medio de dádivas. Replicaránalgunos que es falso que Maduro apoye al gran
capital, pero son más que evidentes las alianzas del Gobierno “revolucionario”
con la élite económica, ¿acaso las corporaciones involucradas en los negocios petrolero y
minero en Venezuela son socialistas y estáninteresadas en el bienestar social?
Lo
cierto del caso es que la patética realidad económica venezolana expone que la disponibilidad
de alimentos subsidiados es cada vez menor, en el marco de la aplicación de un
paquetazo neoliberal progresivo y disimulado, justo cuando el índice de pobreza
es cada vez mayor, muy por encima del 50 por ciento de la población de
Venezuela. Y evidentemente la molestia popular es creciente, con protestas violentas
y saqueosfrecuentes, y un saldo de numerosos detenidos, heridos y muertos en
centenares de localidades. Ante esto, elGobiernonacional ha respondido con
violencia desmedida, exactamente como mandan los “cánones” del capitalismo para
proteger y perpetuar a este perverso sistema económico: usar legalmente las
fuerzas armadas para vigilar, controlar, amedrentar, reprimir, torturar y
asesinar a los descontentos y rebeldes.
No
hay marcha atrás,y los pobres en Venezuela seguirán alzando su voz contra una
nueva versión de la tiranía del capital en la nación caribeña, y generarán una
mayor presión en las calles no sólo contra Maduro y su gabineteseudoizquierdista,
sino contra la MUD y el miserable sector empresarial, hambreador permanente del
pueblo humilde. Y ladizque oposición debe tener bien claro que una posible
llegada al poder nacional de algunodesus miembros, no impedirá que los pobres
continúenprotestando por su mala condición de vida gracias a la democracia
burguesa.
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