Gustavo Godoy
El extraordinario escritor inglés Lewis Carroll, cuyo verdadero nombre era Charles Dodgson, vivió en Inglaterra durante el siglo XIX. Fue un profesor de matemáticas en Oxford. Era un tipo sumamente peculiar. Le gustaba coleccionar juguetes y objetos extraños. Sufría de tartamudez, sordera parcial, epilepsia y un extraño síndrome que afectaba su capacidad para percibir el tamaño real de los objetos. Lewis Carroll escribió la obra Alicia en el País de la Maravillas, una de los clásicos más importantes de la literatura, así como también escribió su continuación A través del Espejo y lo que Alicia encontró allí . Sin duda alguna, es una obra fascinante.
El extraordinario escritor inglés Lewis Carroll, cuyo verdadero nombre era Charles Dodgson, vivió en Inglaterra durante el siglo XIX. Fue un profesor de matemáticas en Oxford. Era un tipo sumamente peculiar. Le gustaba coleccionar juguetes y objetos extraños. Sufría de tartamudez, sordera parcial, epilepsia y un extraño síndrome que afectaba su capacidad para percibir el tamaño real de los objetos. Lewis Carroll escribió la obra Alicia en el País de la Maravillas, una de los clásicos más importantes de la literatura, así como también escribió su continuación A través del Espejo y lo que Alicia encontró allí . Sin duda alguna, es una obra fascinante.
En ese primer libro, Carroll nos relata el viaje de Alicia, una pequeña niña, por el país de las maravillas. Un día Alicia ve a un conejo blanco, vestido elegantemente, hablando solo y usando un reloj que miraba constantemente mientras caminaba a toda prisa. Curiosa, ella decido seguirlo. Finalmente, entra por un agujero que la conduce al país de las maravillas, un mundo fantástico.
En el país de las maravillas, Alicia encontró un mundo lleno de frustración, confusión y sinsentido. En el relato dominan los juegos de palabras, las paradojas, las parodias, los poemas y divertidos problemas matemáticos. Durante su aventura, la joven protagonista se encuentra con diversos personajes: La reina de corazones, el sombrerero loco, el gato Cheshire, la liebre de marzo, y la oruga azul, para mencionar lo más destacados. Estos son seres dictatoriales, ilógicos e irracionales que siempre están imponiendo sus caprichos a Alicia. Todos la criticaban constantemente. Siempre dando órdenes insensatas, siempre sermoneándola con discursos absurdos. “Nunca he recibido tantas ordenes en toda mi vida” dijo Alicia frustrada.
La obra de Carroll nos plantea una temática muy interesante: Los padres y el mundo infantil. La obra es mucho más que mero entretenimiento. En el fondo es una dura crítica al mundo de los adultos. Tiene mucho de sátira social con planteamientos muy similares a los realizados por Kafka varios años después. El mundo de los adultos desde la mirada de los niños resulta un completo absurdo debido a sus injusticias e ironías.
En el mundo de hoy, sobre todo según la moral de la clase media, los niños están sujetos a dos actitudes muy desiguales. Por un lado, los niños son vistos con seres angelicales y frágiles que deben ser protegidos todo el tiempo. Es importante no conversar algunos temas frente a ellos y nunca exponerlos a ciertas situaciones consideradas peligrosas. Se les debe ocultar información omitiendo así elementos básicos de la vida como el sexo, la muerte y los defectos de la sociedad, incluyendo los defectos de sus padres. Como es natural, los niños crecen desconfiando de los adultos porque saben muy bien que esos mienten todo el tiempo. En muchos casos, los niños son tratados con condescendencia, sarcasmo, e ironía. Rara vez son escuchados con respeto.
Por otro lado, la infancia pareciera que consiste en seguir órdenes. Todo gira en torno a la obediencia. Algo así como un cuartel: horarios, normas, y deberes. Reglas, reglas y más reglas. Y aunque el discurso formal declara que todo es por el bien de los niños, eso en muchos casos no es convincente. A veces parece que los niños son presionados para compensar las frustraciones y los complejos de los padres. Frases frecuentes como “No quiero que cometas los mismos errores que yo cometí”, o “Estudia para que seas mejor que yo “son muy reveladoras.
Por supuesto que estas actitudes no aplican en todos los casos, y tampoco aplican todo el tiempo. Son tendencias más que realidades universales. Sin embargo, es un asunto para una profunda reflexión.
Los niños no son trofeos, o nuestros súbditos. Son individuos con gran potencial que necesitan creer a su propio ritmo y según su propia singularidad. Seres pensantes con criterio, profundidad, dignos de ser escuchados, y con la capacidad de comprender temas complejos. Crecen mejor jugando libremente que obedeciendo “sabias” instrucciones.
Debemos olvidarnos de imponer tanto nuestras expectativas a los niños y empezar a aprender más de ellos. Este mundo sería mucho mejor, si todos dejáramos de ser tan adultos.
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