Domingo Alberto Rangel
[Nota previa de El Libertario: Este texto es la introducción al libro del mismo autor, titulado ¡Qué Molleja de Huelga! editado por la Universidad del Zulia, Maracaibo, en el año 2007. Fue publicado además como una Recensión de dicha obra en la revista Espacio Abierto vol. 17 # 1, Maracaibo, enero-marzo 2008.]
[Nota previa de El Libertario: Este texto es la introducción al libro del mismo autor, titulado ¡Qué Molleja de Huelga! editado por la Universidad del Zulia, Maracaibo, en el año 2007. Fue publicado además como una Recensión de dicha obra en la revista Espacio Abierto vol. 17 # 1, Maracaibo, enero-marzo 2008.]
La huelga petrolera de 1936- 37 es uno de los grandes acontecimientos escondidos de la vida nacional. Cada familia, cada nación, cada clase social y cada sistema político tienen algo que esconder. Por lo general se esconden dos tipos de sucesos. El primero es aquel que constituya un desafío violento al orden. El segundo es el que induzca a la desobediencia, así sea subjetiva, de la ley, la cual siempre reflejará algún grado de opresión social. Una huelga revolucionaria es, por antonomasia, uno de esos sucesos ocultados o escamoteados por prudencia de clase. En casa de ahorcado no se menciona la soga y en casa de herrero, azadón de palo, dicen los refranes cargados de sabiduría.
Es natural que las clases dominantes de Venezuela no mencionen jamás aquella huelga ni menos la exalten como hito luminoso. Ni Fedecámaras, ni los partidos, ni el Ejército invocan el ejemplo de la huelga petrolera. Pero tampoco la recuerdan, y aquí hay algo insólito, las izquierdas convencionales de elección, los radicales de cafetín o los intrigantes que son capa correosa. Ni siquiera el movimiento sindical de izquierda observa alguna vez que aquí hubo una huelga petrolera que debería ser lección de libro abierto casi todos los días. La huelga petrolera de 1936-37 ha terminado por convertirse en la gran escamoteada de nuestra historia. Prolijas investigaciones se emprenden entre nuestros historiadores de izquierda para determinar si a Zamora lo mató Guzmán Blanco, pero no se arroja ni siquiera una mirada a la huelga del petróleo.
Esa huelga fue un milagro. Sin tradiciones de lucha, sin un medio político que sirviera de estímulo u orientación, frente a un gobierno represivo y a un ambiente no todo lo propicio que era deseable, los obreros petroleros del Zulia desataron la huelga. ¿Quiénes, o mejor, cuáles fueron los factores que propiciaron aquel brote milagroso? En el plano internacional la situación no era tan sombría. Es verdad, que en Europa tendía a imperar la tiranía nazi, pero en Norteamérica, Franklin Roosevelt, presentaba en ese momento una resistencia timorata y vacilante que, sin embargo, a la larga fue formidable. En América Latina sonaba la hora de la espada, es decir, la de los muchos y reiterativos tiranos militares que nos han azotado, la cual era sólo contrarrestada por el gobierno de Lázaro Cárdenas en México.
En lo interno, hay un factor que no se menciona en los pocos análisis que se hacen de la huelga. Entre los trabajadores petroleros había algunos de nacionalidad norteamericana que habían recibido en los inicios de su vida laboral la influencia del International Workers of the World, sindicato radical que en los Estados Unidos de principios del siglo XX levantó banderas de combate en defensa de los trabajadores. Había también otros obreros extranjeros que habían militado en sindicatos, no tan radicales, pero inmersos en el espíritu de la lucha de clases, como las Trade Unions de Inglaterra o la CGT de Francia.
Sin embargo, la influencia más determinante para crear una atmósfera propicia a la huelga fue el clima implantado en el país por la muerte de Juan Vicente Gómez. El año 1936 es clave en la historia venezolana tanto como lo fueron 1811 o 1830. Aquel clima, en el área específica de los trabajadores petroleros, tuvo como foco, en los propios campamentos de las empresas a aquellos empleados y obreros de la Shell o de la Standard que tenían más conciencia de lucha, por razones accidentales en ciertos casos o derivada de su largo trabajo en otros. La huelga, por el propio ambiente del país ante la muerte de Gómez, ya estaba madura. En Cabimas, Mene Grande y Lagunilla habían empezado al unísono los preparativos del conflicto.
Dos hombres tuvieron señalada influencia o decisiva intervención en el perfeccionamiento o clarificación completa de la atmósfera propicia y luego en los preparativos concretos y en el desencadenamiento de la huelga. Valmore Rodríguez e Isidro Valles. Ambos habían vivido, durante la dictadura gomecista, fuera de Venezuela y, como obreros accidentales o como periodistas, participaron en sonados conflictos contra el gran capital imperialista tanto en Estados Unidos como en América Central.
A ellos tocó la iniciativa en lo teórico y la preparación en lo práctico. Crearon los dos el comité, o su equivalente, en Maracaibo y, viajando ambos todas las semanas a la Costa Oriental del Lago, organizaron allí los centros de dirección que resultaban indispensables y a los cuales, durante la emergencia les tocó papel protagónico. Si la huelga pudiera asignarse como fruto a la acción de dos personas, ellas serían Isidro Valles y Valmore Rodríguez.
En Maracaibo, desde meses atrás a la iniciación de la contienda, trabajaron muchas gentes en la promoción del ambiente y en el emplazamiento de los órganos de conducción. Redactores y colaboradores del diario “Panorama”, estudiantes del Liceo Baralt y dirigentes de otros sindicatos constituyeron círculos de iniciativa y acción. La huelga, en resumidas cuentas, fue obra de un esfuerzo colectivo en Maracaibo y en la Costa Oriental del Lago, que no ha tenido imitadores o encontrado parodia en los setenta años ya largos que han transcurrido desde 1936. El éxito de la huelga, al estallar el día acordado y arrastrar a todos los trabajadores y mantenerse durante meses sin parpadeos ni acobardamiento, fueron el premio al esfuerzo de los organizadores y promotores.
Sin embargo, lo más hermoso o conmovedor fue la solidaridad del país. Toda Venezuela y sobre todo el occidente contribuyeron a sostener la huelga mediante dádivas y óbolos que eran recogidos en cada ciudad o pueblo. De muchas regiones enviaron a los campamentos del petróleo víveres y otros elementos para sostener a los huelguistas. En Tovar recogí con una bolsa, siendo escolar aún, contribuciones de “a locha pa’arriba” durante varios días. Dos hechos marcaron en Tovar la calidad de la campaña. Don Daniel Morales, avaro como todos ricos del pueblo en aquella época, colaboró con un bolí- var, cuota asombrosa en él por la cuantía e insólita por lo espontánea. El otro hecho fue la llegada de don Bernardo Noguera, latifundista del café El Pregonero, a la casa donde sesionaba el comité local de solidaridad con una carga de café como contribución suya al conflicto.
La verdad es que aquel conflicto no fue una huelga petrolera, fue la huelga de Venezuela entera.
[Tomado de http://produccioncientificaluz.org/index.php/espacio/article/view/1211/1213 .]
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