Humberto Decarli
El 19 de abril se cumple un aniversario
más de los acontecimientos de esa fecha en el año 1810 cuando el ayuntamiento
caraqueño depone a Vicente Emparan y nombra una Junta para restablecer los
derechos de la monarquía española, a la sazón sin funciones por la invasión
francesa a España. La historiografía tradicional ha insistido en la expresión anecdótica
de esos sucesos como por ejemplo la actitud de Vicente Salias cuando detuvo a
Emparan para regresarlo a la sesión y a Cortés de Madariaga gesticulando a la
gente reunida en el cabildo para negar el mando a dicho funcionario. Forma
parte de una postura conservadora de interpretar hechos históricos.
Sin embargo, el acta suscrita en esta
importante fecha fue el paso iniciático para formular el proceso de secesión
del imperio español cuya formalidad se suscribió un año más tarde, el 5 de
julio de 1811, cuando se declaró formalmente la independencia dando pie a todo
un andamiaje de hechos generadores de una guerra entre venezolanos con altísimo
niveles de crueldad, pasando por lo que los historiadores han denominado las
tres repúblicas y la creación de la República de Colombia integrada por tres
excolonias (Venezuela, Quito y Nueva Granada incluyendo a Panamá).
Algunos han inventado una Cuarta
República, abarcante desde la separación de Colombia en 1930 hasta el último
gobierno puntofijista en 1997. Además, a partir del deceso de la democracia
populista hablan de una Quinta República comprendida con la experiencia cuasiperonista
de Chávez y herederos en los últimos diecisiete años.
Coyuntura apropiada
Definitivamente la ocupación de la
península ibérica por Napoleón Bonaparte, presidida por su hermano José llamado
por los españoles “Pepe botella” por su adicción alcohólica, fue la
circunstancia que acicateó a las élites criollas en Latinoamérica para tomar el
poder político porque ya sustentaban el económico y social. Mientras España
estuviera invadida se creaba una minusvalía de la metrópolis respecto de sus colonias
y esa acefalía permitió abreviar la descolonización, que más temprano que
tarde, se iba a producir.
Hasta la llegada de los diez mil
soldados comandados por Pablo Morillo, la guerra fue una confrontación entre
los mantuanos y el pardaje. Este último estamento fue afecto a la causa
realista, mas luego de la muerte de José Tomás Boves se incorporó a las huestes
de José Antonio Páez. Mientras tanto el acta de defunción del imperio español
estaba en curso porque era muy gravoso desde todo punto de vista su mantenimiento.
Deformación basada en el militarismo
El relato oficial de nuestra historia
se fundamenta en una epopeya militar. Es la épica del combate y las batallas.
Pareciera que ese proceso fue extremadamente castrense para darle un sentido de
inmensidad y estridencia. Los valores de la nacionalidad se reducen a la
simbología de los administradores de la violencia del Estado. Inés Quintero
publicó un texto, Más allá de la guerra,
donde narra lo acontecido durante el lapso de 1810 hasta 1830 en las universidades,
la iglesia, los tribunales y la sociedad civil, trascendiendo los campos de
confrontación. La resultante de este estudio es aterrador y marca el inicio de
un Estado nuevo.
La identidad de la élite
La clase gobernante era la mantuana,
blanca, propietaria de los bienes y servicios y descendiente de los
peninsulares. Para asumir la dirección del país fue necesaria la ruptura con
España y en este sentido Simón Bolívar, en múltiples documentos y discursos,
fue radical en el enfrentamiento. El Decreto de Guerra a Muerte, los discursos
en Angostura y la Convención de Ocaña, la respuesta normativa a la insurrección
en el Cauca y las distintas apreciaciones sobre la realidad sociopolítica de la
nación, fueron testimonios de ese distanciamiento.
Ángel Bernardo Viso, en su libro Identidad y ruptura, hace énfasis en esa
separación con el pasado colonial cuando la conducta mantuana era en muchos
casos peor que la hispana. Además, el problema suscitado era la condición de
esta clase social, racista, eurocéntrica y clasista, lo cual delataba su
formación ideológica en el viejo continente. Muy diferente a lo ocurrido en
Haití donde una insurrección de esclavos africanos estatuyó un punto de
inflexión sobre los valores europeos, mostrando una diferencia con Europa y su
cultura.
Ciertos episodios expresan de alguna
manera la exclusión ejercida por los criollos. La ejecución de Piar y la
entrega de Miranda fueron manifestaciones de esa actitud porque al primero se
le condena a muerte por mantener ideas extrañas habida cuenta de su experiencia
en Haití y al Precursor por ser descendiente de un blanco de orilla porque su
padre, isleño y no peninsular, había sido protestado por las principales
familias caraqueñas al ser designado jefe de la policía de Caracas.
El bolivarianismo
Germán Carrera Dama, en una interesante
obra denominada Bolivarianismo
militarismo, una ideología de reemplazo, preconiza la existencia de una
visión totalitaria de Simón Bolívar para justificar la actitud de los
gobernantes, desde José Antonio Páez, pasando por Guzmán Blanco, Juan Vicente
Gómez, Eleazar López Contreras, Marcos Pérez Jiménez, el puntofijismo hasta el
chavismo. Es, a juicio del autor, el culto a Bolívar la segunda religión
nacional. Además, ha cumplido un rol fundamental para llenar vacíos ideológicos
y en especial luego de la caída del Muro de Berlín, cuando emergió la orfandad
en el marxismo y la izquierda en general.
En el caso de la Escuela marxista de la
historia hubo de resolver la problemática causada por las opiniones del pensador
de Tréveris quien en un trabajo suyo con una ligereza asombrosa lanzó denuestos
contra Bolívar. Asimismo, fue necesaria la conciliación con su naturaleza de
clase mediante subterfugios bien edulcorados, otorgándole a posteriori una condición revolucionaria mediante la reducción al
absurdo.
Todo ese devenir concluyó en un
patrioterismo cursi estimulante de ideas cuasifascistas y chauvinistas como
fórmula de identidad nacional. Hasta Simón Rodríguez tuvo la sinceridad de expresar:
”no hay cosa más patriotia que un tonto”, equivalente a lo dicho por Samuel
Johnson: “el patriotismo es el último recurso de los imbéciles” que en el filme Senderos de Gloria, se perifraseo
así: “la patria es el último refugio de los canallas”.
Balance acumulado
En perspectiva del 19 de abril podemos
concluir que Venezuela actualmente se encuentra, mutatis mutandi, bajo mayor dependencia del exterior porque la
soberanía estatal está en un estado deplorable. No hay necesidad de la
presencia de marines para pensar en una invasión porque en estos tiempos la dependencia
se expresa de otras maneras.
Esta sujeción se manifiesta de
múltiples maneras: una, el país se encuentra en una adicción tecnológica importada
porque no se genera acá; dos, los pocos rubros económicos rentables se han
entregado a las transnacionales como el energético a través de empresas mixtas,
la minería operada por corporaciones de allende las fronteras y el sector
telecomunicaciones y el financiero tienen fuerte presencia extranjera; tres, la
deuda externa es descomunal con pagos hechos puntualmente para no perder la
capacidad crediticia; cuatro, las reservas en oro se están trasladando como
garantía de préstamos para cubrir gasto corriente; cinco, Venezuela dejó de tener
voz cantante en la OPEP; seis, es público el seguimiento a las iniciativas
cubanas en materia de seguridad, médica y militar; siete, los compromisos con
China lleva a condicionar las compras nacionales de bienes a ese país; ocho,
los únicos clientes de relevancia en materia petrolera son los Estados Unidos y
la India, con lo cual estamos atrapados ante tan pocas opciones.
Podemos
concluir que a 206 años del primer escalón para la emancipación de España somos
una nación hundida en la mayor supeditación ante tantos factores internacionales
y no hemos trascendido de cumplir el rol asignado por los agentes mundiales de
poder, vale decir, ser unos proveedores de fuente energética fósil para el
mundo de desarrollo sostenido.
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