Carlos Carcione
Veintiocho mineros masacrados. Once cadáveres encontrados por el Ministerio Público. Tres declaraciones contradictorias de la principal autoridad política del Estado Bolívar en una semana. Un puñado de oro en una mina seca. Y la vida que no vale nada. Como no valdrá nada el agua después de que se contamine y luego se seque, ni la biodiversidad cuando sea exterminada, ni la belleza ancestral cuando se evapore, en una nube de polvo, el macizo más antiguo que la humanidad recuerde, el macizo de Guayana con su salto Ángel incluido. Pero por allí quedará, se dice, el Arco Minero.
Enfrentamiento entre bandas, Jefes mafiosos, Paramilitares, una Fiscal General y un General de Brigada, actual gobernador y un “Topo”. Transnacionales depredadoras auspiciadas por el Banco Mundial y su centro de supuesto arbitraje el CIADI. Miserables 2.000 millones de dólares por la segunda y la tercera reserva de oro del planeta ubicada en el paraíso o muy cerca de él. La vuelta triunfal de la misma empresa que fue echada por daños al ambiente convirtiendo ese paraíso en un infierno.
Veintiocho mineros masacrados. Once cadáveres encontrados por el Ministerio Público. Tres declaraciones contradictorias de la principal autoridad política del Estado Bolívar en una semana. Un puñado de oro en una mina seca. Y la vida que no vale nada. Como no valdrá nada el agua después de que se contamine y luego se seque, ni la biodiversidad cuando sea exterminada, ni la belleza ancestral cuando se evapore, en una nube de polvo, el macizo más antiguo que la humanidad recuerde, el macizo de Guayana con su salto Ángel incluido. Pero por allí quedará, se dice, el Arco Minero.
Enfrentamiento entre bandas, Jefes mafiosos, Paramilitares, una Fiscal General y un General de Brigada, actual gobernador y un “Topo”. Transnacionales depredadoras auspiciadas por el Banco Mundial y su centro de supuesto arbitraje el CIADI. Miserables 2.000 millones de dólares por la segunda y la tercera reserva de oro del planeta ubicada en el paraíso o muy cerca de él. La vuelta triunfal de la misma empresa que fue echada por daños al ambiente convirtiendo ese paraíso en un infierno.
Veintiocho familias que sólo reclamaban los cuerpos de los asesinados para darles cristiana sepultura. Que fueron acusadas de mentirosas por el General que, comentan en la zona, tiene tratos con los que mandan en ese infierno, porque él ahí no manda, al menos, no solo.
Un presidente del Banco Central de Venezuela que sostiene sin ruborizarse que la minería a cielo abierto es amigable con el ambiente. Un presidente de la petrolera estatal que afirma que: ahora sí, los inversionistas extranjeros verán que buenos cumplidores son los jefes de ese gobierno. Un gobierno que descubrió, 400 años después, la localización de El Dorado.
Y las Venas Abiertas, y Galeano que triste se revuelve de arrechera. Un presidente del país, desorientado, que confunde ecocidio con ecosocialismo. Un puñado de dólares para que los buitres cobren los intereses de unos papeles que merecen ser investigados. Y Chávez que había pedido: "que eso (el oro y el resto) se quedé allí donde está, debajo de la tierra”.
Tumeremo es el oro y la miseria, la sangre y la violencia, el crimen y el castigo. Tumeremo es Iguala. O al menos esta en el mismo camino. Tumeremo es el adelanto de lo que viene cuando la Gold Reserve termine de desembarcar. Y asociada a un Estado ausente de todo ausentismo, utilice a la Fuerza Armada Nacional, para proteger sus emprendimientos de las Brisas y las Cristinas, de los “indeseables” que se juegan la vida por un cochano de algunos gramos de oro, como los mineros masacrados en Tumeremo.
En quince días se mintió y se ocultó una masacre, se firmó un acuerdo despreciable, que compromete el futuro. En quince días volvió triunfal Gold Reserve sobre las políticas de Chávez y quedó develada una de las tragedias cotidianas que provoca “la fiebre del oro”.
En quince días se ha cruzado un Rubicon. Una línea roja que no debería haber sido traspasada. Quince días que mostraron que el vestido del rey no es de oro.
Y que ese vestido, que no es de oro, no puede ocultar el nombre de la infamia: Tumeremo.
[Tomado de http://www.aporrea.org/actualidad/a224701.html.]