Ángel Fariña
Desde hace ya unos 6 años, inicié mis investigaciones en una línea pionera en el país, que se basa en el rescate y la valoración del conocimiento ancestral que poseen nuestros pescadores artesanales sobre los peces. Paralelamente, llevo haciendo ciencia en el mar desde hace unos 24 años, y vinculado a este entorno toda mi vida. Unos 3 años atrás, con el apoyo de mi hermano, logramos adquirir un bote peñero con dos motores fuera de borda, con el que se repotenciaron exponencialmente mis tareas de investigación y docencia como Biólogo Marino y profesor de la Universidad de Oriente. Así, emprendimos varios trabajos de grado y proyectos de investigación, al igual que salidas de campo de mis asignaturas, en un esfuerzo por resaltar las maravillas del Parque Nacional Mochima y del mundo submarino, al igual que la loable labor de nuestros pescadores. En ese deambular por Las Caracas, La Morena, El Congrio, Islas Arapo, Paria, El Golfo de Cariaco y muchas localidades más del estado Sucre, un clamor, una tristeza y en ocasiones hasta un alarido, era el denominador común de todas las comunidades visitadas: "ya no se puede ir a la mar porque los piratas nos llevan azote".
Desde hace ya unos 6 años, inicié mis investigaciones en una línea pionera en el país, que se basa en el rescate y la valoración del conocimiento ancestral que poseen nuestros pescadores artesanales sobre los peces. Paralelamente, llevo haciendo ciencia en el mar desde hace unos 24 años, y vinculado a este entorno toda mi vida. Unos 3 años atrás, con el apoyo de mi hermano, logramos adquirir un bote peñero con dos motores fuera de borda, con el que se repotenciaron exponencialmente mis tareas de investigación y docencia como Biólogo Marino y profesor de la Universidad de Oriente. Así, emprendimos varios trabajos de grado y proyectos de investigación, al igual que salidas de campo de mis asignaturas, en un esfuerzo por resaltar las maravillas del Parque Nacional Mochima y del mundo submarino, al igual que la loable labor de nuestros pescadores. En ese deambular por Las Caracas, La Morena, El Congrio, Islas Arapo, Paria, El Golfo de Cariaco y muchas localidades más del estado Sucre, un clamor, una tristeza y en ocasiones hasta un alarido, era el denominador común de todas las comunidades visitadas: "ya no se puede ir a la mar porque los piratas nos llevan azote".
Hasta el mes pasado, fungí como espectador de estas quejas frecuentes, escuché sus dramas aporté mi apoyo en lo que pude. Me senté al lado de Chanicó el de Macuro, quien vivía de su bote y de pronto quedó sin el medio con el cual llevar sustento a su casa, y sin solución alguna. Igual que Nicolás el del Peñón, a quien a punta de pistola le llevaron su motor en plena faena. Ellos al menos viven para contarlo, otros no han tenido tal suerte. Ahora me tocó a mí, mis dos motores fueron sustraídos del pleno pueblo de Mochima, en donde cuentan por casi un ciento los casos similares al mío. Ya no habrá más trabajos de grado, más salidas de campo, ya no habrá más mar ni más pesca. Ya ese azul que bañaba de esperanza mis angustias se me ha ido lejos. Y es que ni siquiera puedo planificar salir en mi carro por las orillas del Golfo de Cariaco o ir a Los Hicacos, donde de niño acudía con mis padres, porque igual me expongo a que mientras veo el mar se lleven la batería, los cauchos o me quede sin carro.
Recientemente se creó el Ministerio de Pesca y Acuicultura ... Yo digo que no se gaste ni medio bolívar allí mientras no se garantice la seguridad en el mar, porque ese dinero irá a manos del hampa. La pesca ha descendido considerablemente y los precios del pescado han aumentado muchísimo ya que nuestros pescadores no están yendo al mar. Y no van al mar porque les robaron sus motores o porque no encuentran el repuesto o no pueden pagarlo. Y los que todavía poseen sus medios, no acuden a los placeres de pesca ni a las horas apropiadas por miedo a que los roben, lo cual repercute en menores capturas. Cualquier iniciativa en acuicultura cae en el mismo escenario porque la costa se ha vuelto territorio sin ley.
El año pasado ocurrió la Feria Internacional de Turismo de Venezuela en mi Cumaná querida. Allí se propusieron muchas cosas, se habló de la riqueza de nuestras costas y de los paradisíacos paisajes que nos rodean; de la necesidad de proyectar a Sucre y a Venezuela toda como una potencia turística. No hacen falta grandes inversiones para eso, basta con darle seguridad a la gente que nos visite y este país se vende solo. Mi tutor de doctorado vino de visita desde España en 2012 con su familia y me comentó que, a pesar de haber viajado mucho y conocido diversos países, nunca había visto un ambiente marino costero tan espectacular como las costas de Paria y Mochima. Este año pensaban venir y decidieron posponer el viaje por el tema de la inseguridad.
Anoche vino uno de mis estudiantes muy entusiasmado a pedirme una linterna submarina prestada porque iba a salir con unos buzos, en un emprendimiento que hacía poco llevaba con otro exalumno para promover esta actividad en el Parque Nacional Mochima. Le indiqué que tuviera mucho cuidado porque la situación estaba muy peligrosa, pero me contestó que igual iría ya que necesitaba el dinero que esa actividad le repararía y que el mar (al igual que para mí) representaba su vida. Hoy me entero que los robaron en ese inmenso y precioso mar que cautiva a gente de todas las latitudes, que les quitaron los equipos de buceo, celulares, carteras y hasta ropa, todo a plena luz del día y en una zona turística. Hoy el mar, ese azul infinito que me ha cautivado desde siempre, se me fue aún más lejos...
La inseguridad no solo acaba con vidas inocentes todos los días, sino que constituye uno de los principales impedimentos para que el desarrollo del país avance. Este debe ser un tema prioritario y ajeno a la diatriba política. Este debe ser un tema en el que todos nos involucremos para solucionarlo. Este es uno de los peores males que nos aquejan...
[Versión resumida de texto originalmente publicado en http://www.aporrea.org/regionales/a222813.html.]