Rafael Uzcátegui
Durante la década de los 80´s, muchos países de América Latina estaban gobernados por dictaduras militares o sufrían las consecuencias de la guerra civil en sus territorios. Eran tiempos de la Guerra Fría, por lo que Estados Unidos consideraba a la región como zona de su influencia, un “patio trasero”. Su traumática y progresiva democratización tuvo como contraparte que en amplios sectores de su juventud se desarrollara un sentimiento antimilitarista, que comenzó a tener expresiones organizativas y políticas.
Durante la década de los 80´s, muchos países de América Latina estaban gobernados por dictaduras militares o sufrían las consecuencias de la guerra civil en sus territorios. Eran tiempos de la Guerra Fría, por lo que Estados Unidos consideraba a la región como zona de su influencia, un “patio trasero”. Su traumática y progresiva democratización tuvo como contraparte que en amplios sectores de su juventud se desarrollara un sentimiento antimilitarista, que comenzó a tener expresiones organizativas y políticas.
Una iniciativa de inspiración religiosa, el Servicio Paz y Justicia (SERPAJ), que nació en 1974 en Colombia, fue la responsable de promover, en varios países latinoamericanos, valores como la noviolencia activa, la cultura de paz y la objeción de conciencia (OC) como un derecho que debía, y podía, ser exigido a las autoridades. Varias de sus oficinas, como las de Ecuador, Colombia, Chile y Argentina, fueron el impulso para iniciar movimientos locales de OC, pero fue en Paraguay donde más se desarrolló y obtuvo avances significativos: En 1992 lograron que la Constitución paraguaya reconociera formalmente la OC en uno de sus artículos. Al año siguiente las primeras personas se declaraban como objetores, logrando la atención de los medios de comunicación y la difusión de su propuesta. En 1994 La Asunción fue la sede del primer encuentro latinoamericano de OC, donde se acuerda la creación de la Red de Objeción de Conciencia Latinoamericana y del Caribe (ROLC), que antes de internet logró coordinar actividades en varios países y editar la revista “Objetando”. Los diferentes grupos que se incorporaron a la ROLC ampliaron la temática de la OC a una crítica más amplia al militarismo, por lo que con el tiempo la red se transformó en la Coordinadora Latinoamericana de Objeción de Conciencia (CLAOC), la cual existió hasta el año 2004. Varias razones explican este declive. El primero que varios países, paulatinamente, hayan prohibido el reclutamiento forzoso –el principal enemigo contra el que se movilizaban los activistas- y aprobado la OC en diferentes leyes. El segundo, la autonomía que la CLAOC deseaba respecto a las Organizaciones No Gubernamentales tuvo, como consecuencia, menos recursos económicos para realizar campañas y organizar encuentros. Desde el año 2005 la Internacional de Resistentes a la Guerra ha intentado promover, con relativo éxito, una red antimilitarista en América Latina, estimulando encuentros, declaraciones conjuntas y capacitaciones en acción directa noviolenta.
Dentro del movimiento de OC en Latinoamérica se desarrollaron tres grandes tendencias: La religiosa, la anti-imperialista y la anarquista. De la primera es representante Serpaj y otras ONGs de derechos humanos que participaron, así como el conjunto de iniciativas influenciadas bajo la “teología de la liberación” para los cuales la OC era una obligación moral derivada del mandamiento “No matarás”. La tendencia anti-imperialista era conformada por grupos cercanos al marxismo que rechazaban tácticamente el servicio militar obligatorio (SMO), pero estaban tanto a favor de un ejército “patriota” y “popular” como de las luchas de liberación nacional que protagonizaban las guerrillas. Estos grupos eran particularmente activos en denunciar la presencia de bases militares norteamericanas y la Escuela de las Américas, sitio dentro de Estados Unidos donde se formaban buena parte de los mandos de los ejércitos “sudacas1”. En tercer lugar, menos numerosos en cantidad pero con un análisis integral sobre las consecuencias del militarismo, estaban los anarquistas, quienes rechazaban la propuesta de un servicio alternativo al Estado, pero que aceptaban ser parte de las coaliciones locales que enfrentaban algunas de las expresiones concretas del militarismo en la vida cotidiana de la gente. Como parte del grupo de los anarquistas se encontraban los punks, cuyas bandas y fanzines ayudaron a difundir el movimiento.
Los debates entre anarquistas y anti-imperialistas, según los contextos, fueron tensos y conflictivos dentro del movimiento de OC. Algunos temas polémicos eran el gobierno cubano, el sostén –o el impedimento de la crítica, que también es una forma de apoyo- a guerrillas como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Sendero Luminoso y el Frente Sandinista de Liberación Nacional, así como la relación con los partidos políticos de izquierda. En 1994 la aparición del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional en México introdujo el debate sobre dicotomía noviolencia-lucha armada. Los anarquistas rechazaban que el único militarismo “malo” provenía de Estados Unidos, antepuesto a un militarismo potencialmente “bueno” de izquierda. Al contrario, afirmaban que el ejército, por su propia naturaleza, era una síntesis de los valores negativos que rechazaban (obediencia a la autoridad, verticalismo, xenofobia, machismo, homofobia, culto a la fuerza, etc). Es por ello que cuando un militar “de izquierda”, Hugo Chávez en 1999, tras asumir la presidencia de Venezuela se convierte en referente del anti-imperialismo latinoamericano, la comunicación entre ambos grupos se dificultó mucho más. Por otra parte hoy, un sector del anarquismo latino si bien sigue siendo antimilitarista, cuestiona la cultura de paz del movimiento de OC y apuesta por la “violencia espontánea” y la “guerra social” del llamado “insurreccionalismo”.
[Tomado de http://www.wri-irg.org/en/node/26119.]