Humberto Decarli
El oficialismo sacraliza al 4 de febrero como un hito estelar en la historia nacional. La tentativa golpista fracasada la presenta como el punto de inflexión entre las denominada Cuarta y Quinta Repúblicas dando una versión complaciente con los intereses del chavismo. Una óptica realizada con el tamiz de la crítica otorga otros ángulos para interpretar lo acontecido ese día del año 1992. Para ello hay que entender el contexto en el cual se materializa y poder colegir conclusiones. En todo caso, fue una fecha a tomarse en consideración por sus consecuencias como aventura putchista.
El oficialismo sacraliza al 4 de febrero como un hito estelar en la historia nacional. La tentativa golpista fracasada la presenta como el punto de inflexión entre las denominada Cuarta y Quinta Repúblicas dando una versión complaciente con los intereses del chavismo. Una óptica realizada con el tamiz de la crítica otorga otros ángulos para interpretar lo acontecido ese día del año 1992. Para ello hay que entender el contexto en el cual se materializa y poder colegir conclusiones. En todo caso, fue una fecha a tomarse en consideración por sus consecuencias como aventura putchista.
El fracaso del Puntofijismo
El acuerdo pactado por los tres líderes venezolanos en Nueva York presentaba un proyecto aplicado inmediatamente a la caída de la dictadura perezjimenista. Betancourt, Villalba y Caldera encabezaban el avenimiento de gobernabilidad donde se colocaba el énfasis en una pentarquía constituida por segmentos representando a cada factor: el militar con las fuerzas armadas; el empresarial con Fedecámaras; el religioso, el Alto Clero; el sindical, la C.T.V. y demás confederaciones; y el político, con A.D.y Copei esencialmente, acompañado de los comodines, U.R.D., el M.E.P., F.N.D., F.D.P. y otros.
La economía la centralizaron en el Estado y alrededor suyo se formaron muchos grupos de empresarios quienes obtuvieron ingentes dividendos logrados por la cercanía al poder. Venezuela seguía siendo un país rentista, destino diseñado desde la época del gomecismo donde los hidrocarburos fueron el alfa y la omega del devenir nacional. Hubo un empuje industrial y se practicó el plan de sustitución de importaciones recomendado por la CEPAL pero fue limitado. El país siguió el fatalismo de la enfermedad holandesa cumpliendo el designio de los factores mundiales de poder. Además, en el ámbito social surgió el clientelismo como modus operandi de la dialéctica de la distribución de la renta petrolera. El primer presupuesto del segundo gobierno de Rómulo Betancourt duplicó el gasto corriente del último año de la dictadura, circunstancia delatadora del proyecto populista en ciernes. Adicionalmente, el asistencialismo fue el eje de las políticas sociales.
Siendo un país dependiente y monoproductor su suerte estaba supeditada a un bajo precio del barril petrolero y se decantaba en situaciones de precariedad financiera pero un acontecimiento internacional donde Venezuela no tuvo incidencia cambió la situación. Me refiero a la guerra del Yom kippur en 1973 culminada, luego de la derrota egipcia y siria, con el embargo del oro negro a occidente que determinó un alza inusitada en más de cinco veces el precio del petróleo. El país se vio beneficiada por esa acción del mundo árabe aunque en la O.P.E.P. hizo pie juntillas con occidente y nunca ejerció el vehemente recorte que estremeció el mercado. El gobernante recién electo, C.A. Pérez, cambió su imagen de gendarme gracias a la hipertrofia petrolera cuyo mayor símbolo fue la Venezuela saudita, cognomento con el cual se conoció la cultura de la corrupción y el despilfarro.
Pérez, adelantándose a Chávez, practicó una diplomacia del petrodólar y tuvo delirios de gran líder internacional apuntalado por la chequera gubernamental. Sin embargo, su gestión fue pésima al indigestarse con tantos recursos financieros sin inversión eficaz con el manirrotismo en todos los niveles. Su conducta incidió en la pérdida de las elecciones de su partido A.D. porque en corto plazo el país conoció la época de las vacas flacas. Luis Herrera Campíns, su sucesor, también fue premiado por otra guerra, la de Irak e Irán, generadora de otro desproporcionado incremento del barril y de nuevo el país entró en bonanza. Sin embargo, esa coyuntura dineraria pronto se perdió por el desempeño del populismo y la faz del pacto de Nueva York se vio alterada cuando se produjo una devaluación monetaria, no por una estrategia especial, provocada por el déficit fiscal. Fue el viernes negro del año 1983 cuando sonó la alarma de una gran frustración.
Las dos subidas petroleras lograron la estabilidad del modelo político porque ese excedente permitió un amplísimo margen de maniobra. De no haber ocurrido, en Venezuela se hubiese reproducido las dictaduras del cono sur por la precariedad institucional existente. El reo de La Ahumada vuelve a triunfar en el año 1988 y antes de asumir la presidencia acontece un nuevo hecho denotativo del desastre del puntofijismo. No es otro que la convulsión social conocida como el “Caracazo” donde, de acuerdo a cifras internacionales, se produjo un genocidio con más de tres mil muertos aunque las cifras oficiales la calculan conservadoramente en poco más de trescientos.
Pérez en su segunda gestión no tuvo un plan populista sino buscó auxilio en los organismos multilaterales quienes le impusieron unas medidas draconianas para las grandes mayorías y para ello insertaron en el gabinete un conjunto de tecnócratas. Pero el resultado inmediato, con el aumento de la gasolina, generó esa gran perturbación popular, suceso que coloreaba más la ineficacia de la democracia clientelar en vigencia. Ulterior al sospechoso episodio de los tanques al final del gobierno lusinchista hubo una escalada de ruido de sables en los administradores de la violencia del Estado. Había una efervescencia en los cuadros medios y altos de las fuerzas armadas con resultado de múltiples conspiraciones que cuajaron con la insurrección del 4 de febrero. Acompañado a estos cantos de sirena hubo una expansión social traducida en un inmenso malestar en todos los estamentos e incluso se formaron grupos especiales de políticos, empresarios, sindicalistas, religiosos e intelectuales quienes asumieron una actitud crítica pública indetenible ante la crisis económica y moral.
Triunfo hipotético del golpe de Estado
Todos sabemos el pobre resultado del alzamiento pero es interesante pensar en el escenario de un triunfo de los golpistas. Su fracaso se debió a una peor ejecución motivada a los distintos intereses de los oficiales involucrados en la insurrección. Tuvo un apoyo descomunal en el seno castrense pero la contradicción de aspiraciones determinó su derrota. Fue una iniciativa totalmente militarista que de haber ganado el generalato se iba a combinar con próceres civiles para alcanzar un interinato y para ello manipularon a los oficiales intermedios y a ciertas organizaciones de izquierda de apoyo. La falta de presencia en los medios de difusión de masas, lo cual sí hizo Pérez, delataba el desprecio hacia la opinión pública. Además, se repartieron pocas armas a los civiles por la desconfianza obvia. Seguramente Chávez ni los comacates iban a presidir gobierno alguno al alcanzar la victoria.
Consecuencias de la realidad
Al ser abandonados por sus superiores, dejaron en manos de los oficiales medios la responsabilidad de la acción y Chávez, quien no logró nada en Caracas quizá por falta de experiencia de batalla, apareció como la persona que asumía el acto. Ese impulso mediático de segundos lo catapultó para convertir una derrota militar en una victoria política.
Adicionalmente, un político bien tradicional como lo era Rafael Caldera, fue quien obtuvo dividendos en lo inmediato y le permitió ganar las siguientes elecciones luego de la defenestración del caudillo de Rubio. Lo demás es asaz conocido porque vino el período chavista, simbiosis de peronismo con castrismo, cuyos infelices resultados estamos presenciando. Es la quiebra económica, social, cultural y por sobre todas las cosas, moral. Estanflación, escasez, desabastecimiento, corrupción, narcotráfico, inseguridad, debacle cualitativa de la educación, contrabando de gasolina, asalto de las divisas con las empresas de maletín y la realidad traducida en que el delito y los delincuentes son una expresión de las políticas del Estado.
Simbolismo del 4-F
Una nueva fecha aciaga en el devenir histórico venezolano. Junto al 23 de enero de 1958 se conjuga para expresar la victoria del poder sobre la gente. La huída de Pérez Jiménez resolvió un conflicto general a través de un reacomodo de las fuerzas armadas y el intento golpista de febrero dio las coordenadas para una regresión gomecista. El mesías sembrado por la ideología dominante en el pueblo lo encarnó Hugo Chávez; el gendarme necesario volvía para ratificar la tesis de Vallenilla Lanz y el presagio de Bolívar en la Carta de Jamaica.
El 4-F representa una actividad preparatoria del lapso chavista. Ha sido un gobierno autoritario como el que más porque incluso ganaba elecciones. El carisma de un oficial promedio se encargó de atrapar al país acompañado por la bonanza petrolera conocida. Esas dos condiciones, aunadas a la asesoría cubana, generaron el tiempo de vigencia del nasserismo más vinculado al neofascismo que a cualquier otro efluvio ideológico. Es una fecha para el olvido, excepto comprenderla como lo que nunca debió ocurrir pero la tragedia venezolana reside en la carencia de institucionalidad democrática permisiva del esquema neopatrimonialista significado por el gobierno militar actual.