Humberto Decarli
Sobre el llamado Caracazo ha habido suficiente información y detalles acerca de este relevante acontecimiento durante el declive del puntofijismo a finales de los años ochenta del pasado siglo. Ya el populismo había manifestado su fracaso cuando ocurrió el viernes negro donde una devaluación de la moneda con fines fiscales delataba la pésima situación sucedida no obstante las bonanzas petroleras despilfarradas por los adecos, copeyanos y sus partidos comodines.
Del infausto hecho podemos inferir varios aspectos en estricto sentido conceptual sin entrar en episodios ni anécdotas. En este sentido, concluimos en los siguientes temas a enfocar:
Primero, el genocidio más grande cometido en la historia venezolana. Segundo, la aplicación de un programa económico de rescate sin consulta democrática y donde el peso del sacrificio se estableció en quienes menos responsabilidad tenía en el trágico desenlace del rentismo, las grandes mayorías. Tercero, se desnudaba le ineficacia de la democracia populista.
EL GENOCIDIO
El país, en medio de una historia signada por la violencia más ostensible, había sido pasto de matanzas indiscriminadas. Basta con recordar las atrocidades cometidas por José Tomás Boves, el primer líder popular como acertadamente lo asevera Francisco Herrera Luque, en los albores de la denominada Segunda República. La ejecución del Decreto de Guerra a Muerte causó igualmente grandes asesinatos motivado a una exacerbación del odio.
La guerra federal también constituyó otro escenario de ejecuciones reiteradas sobre la población civil. De la misma manera las operaciones de Juan Vicente Gómez para acabar con las montoneras y fundar el horrendo Estado contemporáneo fue otra muestra de esta anomalía.
La democracia clientelar también aportó muchos sus occisos colectivos como fueron los casos de Cantaura, los Amparitos y El Amparo, donde demostraron la catadura moral de unos administradores de la violencia del Estado actuando sin escrúpulos y formados para torturar en la tristemente recordada Escuela de las Américas.
Sin embargo, ninguno de ellos se compara en envergadura con el “Sacudón” donde se fulminó a un pueblo sin armas y que solo actuaba en el contexto de la mayor desesperación por un paquete de medidas capaces de generar más hambre. Extraoficialmente se estima en más de tres mil los fallecidos aunque las cifras oficiales solo admiten poco más de trescientas personas. Se supo debido a las denuncias del sector La Peste del Cementerio General del Sur porque había sido escondido.
A pesar de este pogromo, como en Cantaura, los Amparitos y El Amaro de la Cuarta República y la Paragua y Llano Alto de la Quinta, ha reinado la impunidad. Es pública y notoria la responsabilidad de las fuerzas armadas en este aciago acontecimiento pero no hay imputados. Es el sello característico del devenir venezolano: la existencia de delitos sin delincuentes.
Ni la Cuarta ni la Quinta república han respondido con la sanción correspondiente a los genocidas del “Sacudón”. Apenas si algunos organismos defensores de los Derechos Humanos, como la Comisión Interamericana, la cual fue denunciada como tratado por esta administración para evadir las responsabilidades penales de las múltiples matanzas.
Este genocidio es un estigma para las fuerzas armadas quienes emplearon las armas no para defender la soberanía sino para aplastar la popular. Los asesinos están libres porque realmente tienen una patente de corso para ello.
EL PAQUETE ECONÓMICO
C.A. Pérez había gobernado en su primera experiencia con una gran comodidad derivada de la mayor, a la sazón, bonanza petrolera cuasi sextuplicando el presupuesto nacional de un año para otro gracias al embargo petrolero árabe luego de la guerra del Yom Kippur.
Los gobiernos que le sucedieron, presididos por Luis Herrera Campins y Jaime Lusinchi, terminaron de quebrar al país e incluso este último aseveró que la banca internacional lo había engañado. Ante el colapso económico arrojado por estas dos administraciones surgía la interrogante de cómo recuperarse de las consecuencias del despilfarro y la corrupción. La respuesta la encontraron en acudir a los organismos multilaterales para que la economía nacional fuera intervenida pero hubiera estabilidad económica.
Pérez de nuevo fue candidato, mas aunque el pueblo imaginaba una nueva coyuntura de entrada de dinero, la situación era otra. Los entes nacidos en Bretton Wood procedieron a establecer un programa de medidas drásticas y aceptaron apoyar al liderazgo del reo de la Ahumada colocando en el gabinete un grupo de tecnócratas en perjuicio de sus compañeros adecos. Pensaron que el carisma del andino era suficiente para introyectar este fuerte paquete.
El resultado, apenas a pocos días de la “coronación” de Pérez, fue una insurrección popular por el aumento de la gasolina. Este hecho marcó el estereotipo de este gobierno y terminó a la postre con la destitución presidencial. El menú de opciones del exterior no pudo llevarse a cabo por su imposibilidad.
EL FRACASO DE LA DEMOCRACIA POPULISTA
El modelo económico impuesto por el pacto nacido posterior a la caída de la dictadura perezjimenista probó ser un desastre. Dos hiperingresos petroleros, en 1973 y 1978, fueron gastados en el entorno de una gran corrupción y despilfarro. El equivalente a varios planes Marshall fue dilapidado y poco sedimento quedó en beneficio de la población. Solo mendrugos de pan y programas asistencialistas generadores de una subjetividad social parasitaria.
El Caracazo fue una secuela del viernes negro y precedió a las asonadas golpistas del año 92, sucesos que delataron la frustración de una nación con hiperingresos que demostraron la imposibilidad de despegue con el solo simple factor financiero. Hemos tenido una élite de espaldas al país.
Se perdió realmente una oportunidad histórica para iniciar nuevos caminos hacia estadios socio-económicos capaces de elevar la calidad de vida de la gente y lo más grave, se preparó al país para el surgimiento y entronización de un liderazgo mesiánico encarnado en un militar que terminó de diluir al país a través de un gobierno totalitario cuyos resultados estamos presenciando.
SIGNIFICADO DEL CARACAZO
Será evocado como una tragedia en nuestro devenir. Es el asesinato en masa más grande conocido por el país sin sanción para quienes lo ejecutaron. Fue un acto vil y pusilánime utilizado por el chavismo como pretexto para centrar en Pérez la responsabilidad por ordenar su materialización pero obvian a los efectivos castrenses quienes lo cometieron y por razones de tiempo gobiernan en la actualidad.
Estas muertes de indefensos han quedado hasta ahora impunes por el militarismo reinante en Venezuela cuya máxima presea es la mortandad provocada por la ausencia de medicamentos y la hambruna cada vez más acentuada por el desabastecimiento y la escasez. Definitivamente el autoritarismo es la peor expresión del poder.
Sobre el llamado Caracazo ha habido suficiente información y detalles acerca de este relevante acontecimiento durante el declive del puntofijismo a finales de los años ochenta del pasado siglo. Ya el populismo había manifestado su fracaso cuando ocurrió el viernes negro donde una devaluación de la moneda con fines fiscales delataba la pésima situación sucedida no obstante las bonanzas petroleras despilfarradas por los adecos, copeyanos y sus partidos comodines.
Del infausto hecho podemos inferir varios aspectos en estricto sentido conceptual sin entrar en episodios ni anécdotas. En este sentido, concluimos en los siguientes temas a enfocar:
Primero, el genocidio más grande cometido en la historia venezolana. Segundo, la aplicación de un programa económico de rescate sin consulta democrática y donde el peso del sacrificio se estableció en quienes menos responsabilidad tenía en el trágico desenlace del rentismo, las grandes mayorías. Tercero, se desnudaba le ineficacia de la democracia populista.
EL GENOCIDIO
El país, en medio de una historia signada por la violencia más ostensible, había sido pasto de matanzas indiscriminadas. Basta con recordar las atrocidades cometidas por José Tomás Boves, el primer líder popular como acertadamente lo asevera Francisco Herrera Luque, en los albores de la denominada Segunda República. La ejecución del Decreto de Guerra a Muerte causó igualmente grandes asesinatos motivado a una exacerbación del odio.
La guerra federal también constituyó otro escenario de ejecuciones reiteradas sobre la población civil. De la misma manera las operaciones de Juan Vicente Gómez para acabar con las montoneras y fundar el horrendo Estado contemporáneo fue otra muestra de esta anomalía.
La democracia clientelar también aportó muchos sus occisos colectivos como fueron los casos de Cantaura, los Amparitos y El Amparo, donde demostraron la catadura moral de unos administradores de la violencia del Estado actuando sin escrúpulos y formados para torturar en la tristemente recordada Escuela de las Américas.
Sin embargo, ninguno de ellos se compara en envergadura con el “Sacudón” donde se fulminó a un pueblo sin armas y que solo actuaba en el contexto de la mayor desesperación por un paquete de medidas capaces de generar más hambre. Extraoficialmente se estima en más de tres mil los fallecidos aunque las cifras oficiales solo admiten poco más de trescientas personas. Se supo debido a las denuncias del sector La Peste del Cementerio General del Sur porque había sido escondido.
A pesar de este pogromo, como en Cantaura, los Amparitos y El Amaro de la Cuarta República y la Paragua y Llano Alto de la Quinta, ha reinado la impunidad. Es pública y notoria la responsabilidad de las fuerzas armadas en este aciago acontecimiento pero no hay imputados. Es el sello característico del devenir venezolano: la existencia de delitos sin delincuentes.
Ni la Cuarta ni la Quinta república han respondido con la sanción correspondiente a los genocidas del “Sacudón”. Apenas si algunos organismos defensores de los Derechos Humanos, como la Comisión Interamericana, la cual fue denunciada como tratado por esta administración para evadir las responsabilidades penales de las múltiples matanzas.
Este genocidio es un estigma para las fuerzas armadas quienes emplearon las armas no para defender la soberanía sino para aplastar la popular. Los asesinos están libres porque realmente tienen una patente de corso para ello.
EL PAQUETE ECONÓMICO
C.A. Pérez había gobernado en su primera experiencia con una gran comodidad derivada de la mayor, a la sazón, bonanza petrolera cuasi sextuplicando el presupuesto nacional de un año para otro gracias al embargo petrolero árabe luego de la guerra del Yom Kippur.
Los gobiernos que le sucedieron, presididos por Luis Herrera Campins y Jaime Lusinchi, terminaron de quebrar al país e incluso este último aseveró que la banca internacional lo había engañado. Ante el colapso económico arrojado por estas dos administraciones surgía la interrogante de cómo recuperarse de las consecuencias del despilfarro y la corrupción. La respuesta la encontraron en acudir a los organismos multilaterales para que la economía nacional fuera intervenida pero hubiera estabilidad económica.
Pérez de nuevo fue candidato, mas aunque el pueblo imaginaba una nueva coyuntura de entrada de dinero, la situación era otra. Los entes nacidos en Bretton Wood procedieron a establecer un programa de medidas drásticas y aceptaron apoyar al liderazgo del reo de la Ahumada colocando en el gabinete un grupo de tecnócratas en perjuicio de sus compañeros adecos. Pensaron que el carisma del andino era suficiente para introyectar este fuerte paquete.
El resultado, apenas a pocos días de la “coronación” de Pérez, fue una insurrección popular por el aumento de la gasolina. Este hecho marcó el estereotipo de este gobierno y terminó a la postre con la destitución presidencial. El menú de opciones del exterior no pudo llevarse a cabo por su imposibilidad.
EL FRACASO DE LA DEMOCRACIA POPULISTA
El modelo económico impuesto por el pacto nacido posterior a la caída de la dictadura perezjimenista probó ser un desastre. Dos hiperingresos petroleros, en 1973 y 1978, fueron gastados en el entorno de una gran corrupción y despilfarro. El equivalente a varios planes Marshall fue dilapidado y poco sedimento quedó en beneficio de la población. Solo mendrugos de pan y programas asistencialistas generadores de una subjetividad social parasitaria.
El Caracazo fue una secuela del viernes negro y precedió a las asonadas golpistas del año 92, sucesos que delataron la frustración de una nación con hiperingresos que demostraron la imposibilidad de despegue con el solo simple factor financiero. Hemos tenido una élite de espaldas al país.
Se perdió realmente una oportunidad histórica para iniciar nuevos caminos hacia estadios socio-económicos capaces de elevar la calidad de vida de la gente y lo más grave, se preparó al país para el surgimiento y entronización de un liderazgo mesiánico encarnado en un militar que terminó de diluir al país a través de un gobierno totalitario cuyos resultados estamos presenciando.
SIGNIFICADO DEL CARACAZO
Será evocado como una tragedia en nuestro devenir. Es el asesinato en masa más grande conocido por el país sin sanción para quienes lo ejecutaron. Fue un acto vil y pusilánime utilizado por el chavismo como pretexto para centrar en Pérez la responsabilidad por ordenar su materialización pero obvian a los efectivos castrenses quienes lo cometieron y por razones de tiempo gobiernan en la actualidad.
Estas muertes de indefensos han quedado hasta ahora impunes por el militarismo reinante en Venezuela cuya máxima presea es la mortandad provocada por la ausencia de medicamentos y la hambruna cada vez más acentuada por el desabastecimiento y la escasez. Definitivamente el autoritarismo es la peor expresión del poder.