J. E. González Vargas
"Si algunas personas interpretan siniestramente mi modo de pensar, me es bien sensible pero inevitable; con mi nombre se quiere hacer el bien y el mal y muchos lo involucran como el texto de sus disparates".
Simón Bolívar
Por varios días la sociedad venezolana se paralizó por una discusión. ¿Fue por la falta de alimentos? ¿La ya eterna preocupación por la inseguridad? ¿La constitucionalidad y la separación de poderes? No, para nada. El gran debate nacional trataba sobre una sola cosa: el cuadro. El cuadro de Bolívar. Bueno, de hecho, las imágenes retratadas de Bolívar y Chávez, pero Chávez en este caso parece un polizonte intentando aferrarse al culto bolivariano para salvar un legado que cada vez se siente más precario.
"Si algunas personas interpretan siniestramente mi modo de pensar, me es bien sensible pero inevitable; con mi nombre se quiere hacer el bien y el mal y muchos lo involucran como el texto de sus disparates".
Simón Bolívar
Por varios días la sociedad venezolana se paralizó por una discusión. ¿Fue por la falta de alimentos? ¿La ya eterna preocupación por la inseguridad? ¿La constitucionalidad y la separación de poderes? No, para nada. El gran debate nacional trataba sobre una sola cosa: el cuadro. El cuadro de Bolívar. Bueno, de hecho, las imágenes retratadas de Bolívar y Chávez, pero Chávez en este caso parece un polizonte intentando aferrarse al culto bolivariano para salvar un legado que cada vez se siente más precario.
Pero el problema no se trata del cuadro y nunca se trató del cuadro. El problema se trata de la apropiación política de los símbolos patrios nacionales y la idea de un grupo de poder que, al hacer suyos estos símbolos, los autoproclama como poseedores de más derechos o privilegios, ungidos así como defensores de la ortodoxia tradicional que estos símbolos representan. Esto no es nada nuevo, pero revela faltas graves dentro de la sociedad.
La apropiación de símbolos históricos es algo bastante común ya que apela entre los ciudadanos a un sentido generalizado de identidad y unión para estrechar los lazos de una sociedad. En la historia republicana de Venezuela, los liberales tildaron a los conservadores de "godos" (insulto usado a los realistas) y traidores de Bolívar. Siguiendo este argumento, Guzmán Blanco, quien era de los liberales, hizo el Panteón Nacional siguiendo el ejemplo de "culto republicano" de Francia y, algunos cuentan, llegó de brazos con la Negra Matea cuando éste se inauguró.
Luego, cuando el gomecismo, se usó la coincidencia de los cumpleaños de Bolívar y Gómez para igualar ambas figuras. La frase "Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro" justificó todo tipo de vejaciones antidemocráticas durante la dictadura. Es más, gran parte del razonamiento para justificar las dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez era que Venezuela, a juro, necesitaba de un líder fuerte y sabio que estableciera la paz, el orden y el progreso en la república.
Finalmente, en la actualidad, muchos parcen haber olvidado que cuando se sacaron los restos de Bolívar para investigación, se buscaba comprobar las teorías fetiches de muchos en las cuales Bolívar fue asesinado por colombianos -a pesar de que el examen revela un cuadro de tuberculosis crónica- y, por otro lado, que el Libertador era más moreno que blanco -y por ende, más cercano al pueblo-. Sobre lo anterior nunca hubo respuesta científica concluyente pero el retrato tridimensional parece hablar por sí solo sobre la resolución del evento. A pesar de que el Bolívar dado como resultado de estas investigaciones no difiere enormemente de la "imagen clásica", su uso como estandarte de la Revolución Bolivariana es bastante claro.
Y es allí donde yace la verdadera razón del Bolívar tridimensional: esta imagen del Libertador no es más que es una cosa de mercadeo, una extensión del máximo fanatismo al culto estatal que ha visto el país nombrando y renombrando cosas en su honor, repitiendo sus glorias en salones de clases, entregando ofrendas florales. El Bolívar 3D no es diferente que una gorra tricolor con el 4-F bordado a un lado. Algo conocido dado su vuelta para ser reclamado por un grupo. La discusión del cuadro, entonces, no es más que la disputa por si prefieres el logo original de Tito Salas o el makeover hecho por un español para el bicentenario. Chávez, por su lado, no es más que el Tribilín de este Mickey Mouse. Otro individuo convertido en logo como marca registrada por la alegre familia de la Revolución Bonita (tm).
Lo peor de este ritualismo es que al hacer la palabra de Bolívar sagrada, convertir sus objetos en reliquias religiosas y hacer su rostro de libre y pública adoración, se pierde cualquier posibilidad de discutir a Bolívar, su obra y pensamiento, de manera realista y contextualizada a su época. Bolívar erró, tuvo prejuicios, perdió batallas, le faltó visión y, junto lo anterior, todas las míticas blasfemias bolivarianas que se vuelven meritorias de castigos al estilo de la Santa Inquisición. La idea de El Libertador es entonces un mito religioso e inflexible y su figura, excelsa, es ajena a la realidad resultando no más que en la representación gráfica de la vieja y desagradable idea venezolana de que "somos los más arrechos".
Hasta que Venezuela pueda quitarse ese yugo mental de hacer dioses de sus líderes y hacer líderes de cualquier cosa que tenga a la mano, nunca se podrá manejar de manera clara y objetiva las graves realidades que la sociedad enfrenta ya que mientras un lado u otro siga viéndose como "los elegidos" para salvar la patria nunca podrán manejarse como verdaderos iguales.
[Tomado de http://www.acracia.com.ve/2016/01/sobre-el-culto-la-imagen-la-apoteosis.html.]
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