Humberto Decarli
El reciente acuerdo firmado en la ciudad luz a inicios del mes de diciembre de 2015 sobre el ambiente y el clima revela, entre sus distintos puntos de avenimiento, la necesidad de ir avanzando sobre una reducción de los gases invernaderos y de las fuentes energéticas fósiles.
Esta importante decisión expresa de una manera diáfana la tendencia irreversible de la humanidad a disminuir la dependencia, en materia energética, del carbón, el gas y el petróleo por su ingente capacidad contaminante. Una postura en resguardo de prolongar el período de vida útil del planeta.
El tratado en mención es relevante para una nación como Venezuela altamente dependiente de los hidrocarburos. El petróleo ha sido el alfa y la omega del país desde la década de los veinte del pasado siglo. No tan solo por habernos convertido, desde la gestión de Juan Vicente Gómez, en monoproductores sino porque se ha formado una cultura del oro negro alrededor del alma nacional.
El reciente acuerdo firmado en la ciudad luz a inicios del mes de diciembre de 2015 sobre el ambiente y el clima revela, entre sus distintos puntos de avenimiento, la necesidad de ir avanzando sobre una reducción de los gases invernaderos y de las fuentes energéticas fósiles.
Esta importante decisión expresa de una manera diáfana la tendencia irreversible de la humanidad a disminuir la dependencia, en materia energética, del carbón, el gas y el petróleo por su ingente capacidad contaminante. Una postura en resguardo de prolongar el período de vida útil del planeta.
El tratado en mención es relevante para una nación como Venezuela altamente dependiente de los hidrocarburos. El petróleo ha sido el alfa y la omega del país desde la década de los veinte del pasado siglo. No tan solo por habernos convertido, desde la gestión de Juan Vicente Gómez, en monoproductores sino porque se ha formado una cultura del oro negro alrededor del alma nacional.
LA MENTALIDAD RENTISTA
Una circunstancia azarosa como es la de poseer grandes reservas de petróleo y demás hidrocarburos se ha convertido en una razón de ser, un orgullo nacional. Las voces más lúcidas alertaron sobre esta situación pero la élite de poder hizo caso omiso a estas predicciones y más bien ser orientó a profundizar la supeditación a la fosilidad energética.
La Venezuela saudita de la triste gestión de C.A. Pérez en su primer gobierno fue un efluvio de esta terrible apreciación. Pero Hugo Chávez llevó a niveles demenciales este sentimiento al preconizar con fuerza el detentar las reservas más grandes del mundo como si fuera motivo de orgullo tal coyuntura. Pura futilidad porque tener en el subsuelo esos recursos no tiene ningún valor si no se extraen y venden.
El país ha atravesado una trayectoria montado en la ergástula de la enfermedad holandesa, metáfora utilizada para denominar el inmediatismo y la miopía significada en la mirada de corto plazo así sea un mero espejismo.
LA FICCIÓN DEL PAÍS PODEROSO
Esas prácticas sociales estimuladas desde el poder para hacer creer en la existencia de un país rico porque tiene petróleo han incidido en el imaginario popular en aceptar la fantasía de nación potencia. Nada más fuera de la realidad porque ser extractivista demuestra poseer una economía primaria sin el valor agregado del trabajo además de ser poco valorable desde el ángulo económico y solo ciclos de escasez o algún factor desencadenante hicieron encarecer sus precios.
Además, las élites dominantes al nivel mundial han asignado a Venezuela el rol de proveedor de fuente energética fósil en la división internacional de producción de bienes y servicios. Es un apuntalamiento que ha contribuido sin dudas a la gestión fundada en estos cartabones.
Nos debemos orientar a considerarnos una nación pequeña con una economía elemental que puede entrar en metamorfosis para lograr resolver los problemas básicos de nuestra población. Hacer un inventario de las anomalías, es fácil: La vivienda, con un déficit de más de dos millones de unidades; la educación, cuya calidad ha disminuido ostensiblemente; la salud en un estado deplorable; la seguridad social en el suelo; la inseguridad personal instalada por su promoción por parte del Estado; la corrupción como elemento estructural; la carencia de institucionalidad democrática; y en general, los servicios colocados en los últimos peldaños de América Latina.
LA PERSISTENCIA DEL RENTISMO-EXTRACTIVISMO
No obstante, el esquema rentista y extractivista prevalece porque se trata de una postura tradicional y bien sedimentada en la simbología nacional. Simplemente la élite se ha limitado a discutir si lo más conveniente es producir más barriles o recortarlo para en el marco de la OPEP intentar incrementar los precios pero no se enfocan en el aspecto medular de la cuestión como es el modo de producción que ha asfixiado a Venezuela.
El pronóstico acerca de los precios del crudo son pesimistas aunque algunas fuentes señalan una posible recuperación de las economías chinas e india para elevarlos. No obstante, la tendencia mundial es a la caída del valor de los commodities, algo que afecta a los países básicos como los de América Latina. Además, la sobre oferta promovida por Arabia Saudita más el fracking empleado por los Estados Unidos no ha hecho otra cosa que ocasionar el descenso del petróleo como el caso venezolano rondando los treinta dólares el barril.
El chavismo ha demostrado hasta la saciedad ejercer una mentalidad rentista y ha llegado a colocar a Venezuela en una estricta sujeción al excremento del diablo cuando aproximadamente 97 de cada 100 dólares exportados provienen de los hidrocarburos. Su orientación es asaz tradicional y no posee ideas nuevas al respecto, consolidando al clientelismo como su principal iniciativa financiada con los petrodólares. La oposición tampoco contempla romper con este criterio y se limita a señalar el uso de un endeudamiento para poder subir la producción petrolera, estancada porque PDVSA dejó de ser una empresa petrolera para transformarse en el ministerio de las misiones.
El tándem gobierno-MUD no ofrece ninguna propuesta seria ante este karma perseguidor del país desde hace más de setenta años. Simplemente se habituaron a gobernar careciendo de ideas por no tener sentido de la historia e hicieron tangible la uniformidad de desempeño de gestión, seguir siendo monoproductores y dependientes.
PERSPECTIVAS
El anterior panorama es palmariamente nítido. El planeta marcha hacia la reducción de la emisión de los gases invernaderos para evitar el desarrollo de la entropía cuya expresión ha sido la elevación de las temperaturas para haberse calificado al año 2015 como el más caluroso desde la medición del clima. Y una de las grandes causas del efecto invernadero es el empleo de las fuentes energéticas fósiles. De allí la conclusión del acuerdo de París para desacelerar el uso del petróleo, el gas y el carbón como medios de generación de energía.
Una mirada hacia el futuro reside en transformar el eterno paradigma venezolano persistente desde los años veinte del siglo pasado traducido en dejar de ser extractivistas para convertirnos en una economía fundada en el esfuerzo y en el trabajo. Esa debe ser la proyección hacia el futuro inmediato y ha de estar acompañada de un cambio en la mentalidad popular de imputar a las personas como receptores de sinecuras del Estado a cambio de su pasividad.
Diversificar la economía no debe ser el único camino para reemplazar al existente. Chile lo hizo pero el cobre se ha recuperado y continúa siendo el rubro de mayor exportación. Se debe desarrollar toda la actividad que exprese esfuerzo y labor incluyendo la incursión en el negocio “aguas abajo” del petróleo como la industria petroquímica.
Mas lo definitivamente cierto es que entramos en una encrucijada, el punto de inflexión para dar un cambio de rumbo significativo, un salto cualitativo en la orientación económica del país y más allá, de la ruptura de una concepción instalada en la mente del pueblo y de las élites gobernantes.
Sin embargo, no hay un debate nacional sobre este trascendente tema por la inexistencia de una amplia discusión sobre esta coyuntura compleja y difícil. Ello pasaría por distanciarnos del IIRSA, pacto internacional que pone el acento en transformar la infraestructura de la región para facilitar la exportación de los minerales. Pero es bien difícil esta aspiración porque lo inmediato absorbe todo a pesar de constituir este asunto un eje fundamental del futuro de Venezuela y debería ser prioritario en la agenda de Venezuela.
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