Marcelo Sandoval
La autogestión tiene el merito de haber existido en estado de esbozo, de proyecto racional o de movimiento revolucionario.teor
René Loura
Cómo podemos situarnos desde el anarquismo en la vida cotidiana. Y esto cómo logra convertirse en formas de organización y prácticas políticas que esboce proyectos de autogestión colectivas y encarnadas territorialmente. Cómo rompemos con la prisión del pensamiento y de la práctica anarquista en el presente, donde prima la repetición y la inmovilidad. Cómo logramos ser consecuentes con lo que recupera Christian Ferrer cuando nos recuerda que “el anarquismo no constituy un modo de pensar la sociedad de la dominación sino una forma de existencia contra la dominación” (2006: 19). Cómo evitar caer en el fetiche de la ideología anarquista, convertida en vanguardismo y encubierta con una retorica del radicalismo o de un estilo de vida individualista.
A diferencia de otros movimientos que dicen que debemos esperar hasta un supuesto “triunfo” para cambiar las condiciones de existencia mientras siguen reproduciendo en la política y la organización las relaciones jerárquicas y coercitivas contra las que dicen luchar; que llaman a dejar para un futuro la abolición del patriarcado y el colonialismo, del desprecio y el racismo, del autoritarismo y el protagonismo, es vital una ruptura con toda fe en el progreso, sí como poner en práctica en el mismo instante de lucha, en cada proceso de auto-organización y en cada proyecto, las prácticas que tratan de hacer emerger, en el aquí y ahora, otras condiciones de existencia, otra sociabilidad. La revolución social es una pluralidad de actos de rebelión, donde cada “acción revolucionaria es cualquier acción colectiva que rechace, y por tanto confronte, cualquier forma de poder o dominación y al hacerlo, reconstituya las relaciones sociales bajo esa nueva perspectiva [...] dentro de la colectividad” (Graeber, 2011: 55).
En un esfuerzo donde la apuesta está por vivir en el ahora de la lucha bajo otros modos, desde otras relaciones sociales, es pertinente recordar palabras como las
de Piotr Kropotkin cuando nos dice que aquello que se construya producto de la resistencia en el día a día, tiene que valer la pena defenderse, también, en el día a día; no sólo de los ataques del Estado y el capital, sino del peligro permanente de que vuelvan a reproducirse jerarquías o situaciones de explotación y opresión.
La autogestión tiene el merito de haber existido en estado de esbozo, de proyecto racional o de movimiento revolucionario.teor
René Loura
Cómo podemos situarnos desde el anarquismo en la vida cotidiana. Y esto cómo logra convertirse en formas de organización y prácticas políticas que esboce proyectos de autogestión colectivas y encarnadas territorialmente. Cómo rompemos con la prisión del pensamiento y de la práctica anarquista en el presente, donde prima la repetición y la inmovilidad. Cómo logramos ser consecuentes con lo que recupera Christian Ferrer cuando nos recuerda que “el anarquismo no constituy un modo de pensar la sociedad de la dominación sino una forma de existencia contra la dominación” (2006: 19). Cómo evitar caer en el fetiche de la ideología anarquista, convertida en vanguardismo y encubierta con una retorica del radicalismo o de un estilo de vida individualista.
A diferencia de otros movimientos que dicen que debemos esperar hasta un supuesto “triunfo” para cambiar las condiciones de existencia mientras siguen reproduciendo en la política y la organización las relaciones jerárquicas y coercitivas contra las que dicen luchar; que llaman a dejar para un futuro la abolición del patriarcado y el colonialismo, del desprecio y el racismo, del autoritarismo y el protagonismo, es vital una ruptura con toda fe en el progreso, sí como poner en práctica en el mismo instante de lucha, en cada proceso de auto-organización y en cada proyecto, las prácticas que tratan de hacer emerger, en el aquí y ahora, otras condiciones de existencia, otra sociabilidad. La revolución social es una pluralidad de actos de rebelión, donde cada “acción revolucionaria es cualquier acción colectiva que rechace, y por tanto confronte, cualquier forma de poder o dominación y al hacerlo, reconstituya las relaciones sociales bajo esa nueva perspectiva [...] dentro de la colectividad” (Graeber, 2011: 55).
En un esfuerzo donde la apuesta está por vivir en el ahora de la lucha bajo otros modos, desde otras relaciones sociales, es pertinente recordar palabras como las
de Piotr Kropotkin cuando nos dice que aquello que se construya producto de la resistencia en el día a día, tiene que valer la pena defenderse, también, en el día a día; no sólo de los ataques del Estado y el capital, sino del peligro permanente de que vuelvan a reproducirse jerarquías o situaciones de explotación y opresión.
Kropotkin se asoma en el ahora, para increparnos la fe en el progreso y en el futuro con la que seguimos cargando. Y nos recuerda que las personas no viven “solamente de grandes ideales, elevados y elocuente discursos [...] para que la revolución sea algo más que una palabra [...] es preciso que la conquista del día valga la pena de ser defendida, que el miserable de ayer no sea hoy miserable” (Kropotkin, 2001: 302-303). El sentido de este modo de pensar y actuar la revolución social, no tiene que ver con una cuestión utilitarista, es una ruptura con la pretensión de creer que la revolución está en un futuro, en algún lugar cercano o lejano; es una ruptura con las formas de pensar la revolución como etapas o como un proceso transitorio, lo cual contiene una fe en el progreso encarnada, aunque se disfrace de una retorica de la vida cotidiana y de una idealización de lo pequeño.
Plantear la necesidad de que en la lucha diaria podamos ya vivir de otra manera, conlleva la posibilidad de que es, también, en la resistencia que nos recreamos como personas, impulsamos un proceso de subjetivación desde otro imaginario, tratamos de obstruir nuestra miseria capitalista, estatal, patriarcal y colonial. Dejamos de pensar en un aquí y ahora abstracto, le damos materialidad pues lo encarnamos en la vida, a través de la organización, de la rebeldía y de la construcción de lo colectivo.
No es posible pensar y construir una sociedad libre y autogestionaria si no se destruye desde un principio y permanentemente las jerarquías. No es posible pensar y actuar en el sentido de la emancipación si no obstruimos la relaciones de mando-obediencia. Los leninistas arrepentidos –maoístas, trotskistas, etc.– de toda índole, como recurso retorico para evitarse una autocrítica honesta, desarrollan un enredo economicista de la situación existente para justificar, basado en el supuesto modo como está organizado el mercado en la globalización neoliberal, que ya no se puede aspirar a la toma del poder estatal, pues ya no depende de los Estado-nación la forma como se instituye el mundo actual.
En sus complejísimos análisis obvian, como lo han hecho siempre, una postura contra las jerarquías, de la relación dirigentes-dirigidos, pues no lo ven siquiera como problema, o al menos ocupa un lugar marginal dentro de sus críticas del capitalismo. La necesidad de un cuestionamiento del Estado y del esfuerzo por abolirlo no se corresponde sólo al periodo neoliberal, es una necesidad, desde que surge el Estado mismo, no es posible liberarnos de la dominación si existe el Estado como relación social, lo mismo que si se mantiene en pie el capitalismo, el patriarcado y el colonialismo. Cada uno se fortalece y depende de los demás, por tanto, para destruir cualquiera de esas formas de dominación tendrán que destruirse todas las demás.
La creación de un boceto de formas de hacer política y organización en el sentido de la autogestión anarquista tiene como clave tres nociones-prácticas: la coherencia medios-fines, la acción directa y la construcción de lo colectivo. De lo que se trata es de que en el día a día tengan la capacidad de actualizarse cada vez, de recrearse permanentemente y de saberse mover desde el conflicto social, generando tensiones y obstrucciones en las relaciones de dominación. De esa manera es posible plantearnos un proyecto abierto y multiforme. El cual de provocación puede asomarse en la siguientes tesis, que aunque son generales, están inspiradas en la propia experiencia de fracasos, frustraciones, en las tentativas en marcha y en las por-ser-hacer.
1.La autogestión es una práctica revolucionaria. No es una alternativa sólo para sobrevivir dentro de este mundo capitalista. Es la negación del capitalismo, es
la obstrucción de toda relación de dominio.
2.No es una salida al trabajo asalariado. Es la abolición del trabajo alienado y la puesta en marcha de un hacer lúdico, de la creación social.
3.La autogestión tiende a la generalización, a la inversión total de perspectiva. No se puede aprisionar en un proyecto individual para la subsistencia.
4.La autogestión no es autocomplacencia narcisista. No nos hace mejores que los demás.
5.Si las prácticas autogestivas dejan de moverse o dejan de orientarse hacia la integralidad de la vida, se mueren, se frustran en la repetición.
6.La autogestión es incompatible con las jerarquías y con la explotación del trabajo de otros, con las formas de representación y mediación.
7.La autogestión es un horizonte político-organizativo anticapitalista y antiestatal. No es el cooperativismo ni puede ser una empresa con un dueño buena onda.
8.La autogestión es dar rienda suelta a la imaginación y a la creatividad para hacer nacer un mundo nuevo.
9.Es hacernos responsables de nuestra propia vida, de nuestras necesidades e intereses. Es negarnos a entregar nuestra capacidad de decidir sobre el rumbo de la colectividad a unos jefes o a una abstracción.
10.La autogestión habita en la vida cotidiana, no debemos permitir que sea recuperada hacia la sociedad del espectáculo, con acciones para adquirir protagonismo
y prestigio revolucionario.
11.Los proyectos de autogestión no pueden decaer en formas de propiedad privada o en acumulación de capital.
12.La autogestión requiere del apoyo mutuo, la libre iniciativa y el libre acuerdo. Tiende a imposibilitar la represión y la servidumbre.
13.La autogestión es incompatible con la homogenización y la unificación. Tiende al encuentro y a la solidaridad en alteridad.
14.La autogestión es una deriva hacia el despliegue de lo cualitativo. Vive en antagonismo con la dictadura de lo cuantitativo.
15.La autogestión no es inmediatista ni posibilista. Tampoco está ubicada en el día después de un supuesto triunfo revolucionario. Es prefigurativa, conlleva
vivir otra existencia en el mismo instante en que la ponemos en marcha.
16.La autogestión no es transición, es practicar otras relaciones aquí y ahora.
17.La autogestión no puede coexistir armónicamente con el capitalismo y el Estado. La emergencia de la autogestión es intempestiva y ha implicado en la historia, en cada irrupción una guerra abierta y a muerte con los dominadores.
18.La autogestión en el mundo actual es desafío, contradicción. Es dolorosa, conflictiva. Es incompatible con el equilibrio, la pasividad, el optimismo, el voluntarismo, el asistencialismo y el paternalismo.
19.La autogestión no la hacen expertos ni profesionales.
20.La autogestión es el fin de la separación y dominio de la ciudad sobre el campo. Es la desaparición de lo que hoy conocemos como campo y ciudad, es la creación de una nueva territorialidad, de una nueva geografía que es, también, el final de la separación entre el ser humano y la naturaleza.
21.La autogestión es la abolición del tiempo del reloj. Del tiempo vacío y homogéneo de la cronología lineal de la historia. Es la condensación del presente, pasado y
futuro en una pluralidad de tiempos vividos.
22.Para que la autogestión se generalice no basta la apropiación de los medios de producción y de la tierra. Es necesaria la creación de una nueva subjetividad y la construcción de lo colectivo.
23.La autogestión es más de que lo que la noción significa. Alcanza prácticas, proyectos e historias que no caben dentro de está noción.
24.La autogestión no es una práctica que se piense desde una supuesta pureza. Es abigarrada, contradictoria y antagónica.
Bibliografía
Ferrer, Christian (2006). Cabezas de tormenta. Buenos Aires: Libros de Anarres.
Graeber, David (2011). Fragmentos de antropología anarquista. Bilbao: Virus.
Kropotkin, Piotr (2001). Palabras de un rebelde. Barcelona: Edhasa.
[Publicado originalmente en la revista Verbo Libertario # 6, Guadalajara, junio-septiembre 2015. Número completo accesible en https://saccoyvanzetti.files.wordpress.com/2015/11/verbo-libertario-6.pdf.]
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