Inés Morales (periódico Diagonal, Madrid)
En el mes de diciembre de 2008 la ciudad de Atenas pasó un episodio de insurrección que tuvo como epicentro el barrio “autónomo” de Exarchia, centro de la vida política e intelectual de Atenas, pero que se extendería y multiplicaría por otros barrios y ciudades, dando lugar posteriormente a un gran movimiento de resistencia y creatividad. El asesinato el 6 de diciembre del joven anarquista Alexis Grigoropoulos por un policía en este barrio, y el grave deterioro de las condiciones de vida, generados por la intensificación de la neoliberalización de la ciudad con sucesos como las Olimpiadas de 2004 y la crisis financiera de 2008, despertó un sentimiento de rabia y rechazo hacia el Estado.
Este sentimiento derivó en la explosión creativa de diversos procesos de autonomía que pretenderían crear prácticas radicales de reconstrucción y recreación de la existencia día a día al margen de un Estado, de un sistema neoliberal que les negaba su espacio de existencia. Procesos en los que, como comenta Katerina, participante en las revueltas, “se creó un espacio y un tiempo que eran totalmente diferentes a lo que habíamos vivido antes. Sentíamos y podíamos intervenir en la realidad de manera más directa. Podíamos resolver los problemas de la ciudad”.
En el mes de diciembre de 2008 la ciudad de Atenas pasó un episodio de insurrección que tuvo como epicentro el barrio “autónomo” de Exarchia, centro de la vida política e intelectual de Atenas, pero que se extendería y multiplicaría por otros barrios y ciudades, dando lugar posteriormente a un gran movimiento de resistencia y creatividad. El asesinato el 6 de diciembre del joven anarquista Alexis Grigoropoulos por un policía en este barrio, y el grave deterioro de las condiciones de vida, generados por la intensificación de la neoliberalización de la ciudad con sucesos como las Olimpiadas de 2004 y la crisis financiera de 2008, despertó un sentimiento de rabia y rechazo hacia el Estado.
Este sentimiento derivó en la explosión creativa de diversos procesos de autonomía que pretenderían crear prácticas radicales de reconstrucción y recreación de la existencia día a día al margen de un Estado, de un sistema neoliberal que les negaba su espacio de existencia. Procesos en los que, como comenta Katerina, participante en las revueltas, “se creó un espacio y un tiempo que eran totalmente diferentes a lo que habíamos vivido antes. Sentíamos y podíamos intervenir en la realidad de manera más directa. Podíamos resolver los problemas de la ciudad”.
Se creó un movimiento de resistencia y radicalización en el que no había demandas. “Queríamos todo ahora y no tenemos límites en nuestra acción”, dice Katerina. Nacieron espacios abiertos, que se fueron definiendo por la recreación de principios y prácticas como la autogestión, la democracia directa, el rechazo de jerarquías y prácticas no sexistas. “La gente común se acercó a las prácticas del movimiento anarquista, más directas”, explica esta activista, y estos espacios se fueron multiplicando.
Según Giorgos, integrante de la asamblea del Parque-Huerto Comunitario Navarinou, en Exarchia, “la ocupación de lo que anteriormente era un párking y su transformación en un espacio abierto fue posible gracias al movimiento que surgió en diciembre. La gente estaba agitada, activa y muy creativa, con gran entusiasmo. En las primeras asambleas había más de 200 personas. Era extremadamente caótico y de manera espontánea se decidió transformar el espacio en un parque”. Su ocupación el 7 de marzo de 2009 fue el último de los sucesos de la revuelta de diciembre, pero la primera de las prácticas radicales que junto con la creación de la cocina colectiva en el Centro Social Autonomus Steki, también en Exarchia, iniciarían un proceso de recuperación y creación de nuevos espacios desde donde crear colectivamente “futuros en el presente” y desde donde se iniciaría un proceso de recreación de la autonomía alimentaria en Atenas.
Huertos comunitarios, cocinas colectivas y la creación de redes de semillas se multiplicaron por toda la ciudad como prácticas espontáneas de construcción de autonomía a nivel local. La influencia de colectivos existentes antes de diciembre de 2008, como centros sociales con bases anarquistas o libertarias, ayudaron a inspirar sus pilares organizativos y relacionales; y otros colectivos como Sporos, de comercio justo y solidaridad con movimientos autónomos en Latinoamérica; la red de conservación de semillas tradicionales Peliti, o el movimiento ecologista, ayudaron a radicalizar y multiplicar estas prácticas, incluyendo criterios como el respeto a la naturaleza y la solidaridad con otras culturas y formas de vida en el campo.
Emergencia alimentaria
El agravamiento de la crisis a partir de 2010 con la implementación de las medidas de austeridad, aumentó las contradicciones en esta ciudad elevando el desempleo y exclusión en el acceso a necesidades básicas como la alimentación, y convirtiendo estos espacios en lugares de reaprendizaje para reproducir la propia existencia y dar respuesta a la inminente emergencia alimentaria.
Las cocinas se transformaron en espacios de trabajo colectivo donde facilitar comidas a precios justos. En los huertos “aprendimos a cultivar. Necesitábamos retomar el contacto con la tierra”, dice Elli, del Parque Navarinou. Se convirtieron en “bibliotecas de semillas”, desde donde producir y repartir semillas y plántulas para transformar las terrazas de la ciudad en huertos urbanos. “No podíamos dar comida a la gente, pero les dábamos la posibilidad de tener comida”, añade Basilis, de Peliti.
Los procesos de autonomía alimentaria se fortalecieron al converger la crisis de la ciudad con la crisis del campo y crearse movimientos de solidaridad que aproximaron y resolvieron conflictos entre ambas realidades y espacios. La dificultad de acceso al mercado de los agricultores griegos tras la crisis global creada por la especulación con materias primas de 2008, junto con el aumento del desempleo en la ciudad y la dificultad de acceso a la alimentación, provocó la emergencia de tres movimientos: el Movimiento de la Patata, que facilitó la creación de redes de venta directa entre agricultores y consumidores; el Movimiento de Vuelta al Campo, por el que jóvenes, principalmente de la ciudad de Atenas, se desplazaron al campo para incorporarse a la actividad agrícola, muchos de ellos a través de proyectos colectivos y con prácticas de manejo como la agricultura ecológica, y el Movimiento de Economía Social y Solidaria, por el que se crearon nuevas cooperativas de trabajadores que a través de prácticas radicales facilitaron el acceso a la alimentación en Atenas.
Mercados sin intermediarios (Laikis tis Platias), redes y cooperativas de productores (Agronaftes, Periboli Korinthos, Rizari), cooperativas de consumidores (Svoura, Syn_zo, Sesoula), cooperativas de comercio justo y alimentación (Syn Allois, Lacandonas) o bancos de alimentos autogestionados (Trofo Seleptes) son algunas de las nuevas prácticas radicales que configuraron durante estos siete años la geografía de autonomía alimentaria en Atenas.
El sentimiento actual generalizado de “depresión” no permitirá insurrecciones, pero, como indica Giannis, del Huerto Comunitario del barrio de Nikeas, creado en septiembre, un mes después de la aceptación del tercer memorándum de la troika por el Gobierno de Syriza: “Ahora es el momento perfecto para que la gente se una para hacer cosas junta. A través de la preservación de las semillas tradicionales y de la producción de comida conseguimos autonomía y autosuficiencia”. Así parece, nuevos procesos se activan en el cálido invierno que irán recreando una nueva geografía de la autonomía alimentaria a través de prácticas radicales en Atenas.
[Tomado de https://www.diagonalperiodico.net/28598-calido-invierno-autonomia-alimentaria-grecia.html.]
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