Milagros Ortiz
Joshep Joel Hernández, quizás su nombre en un principio no les dice nada más allá, pero para mí lo es todo. Él era el segundo de mis hijos. Sin embargo, hoy forma parte de una estadística, un número difícil y doloroso. Una cifra, uno de tantos desaparecidos que hay en Venezuela.
A pesar de todo, era mi mejor hijo. Él era un joven de 19 años, tenía un año graduado de Bachiller en el Colegio Unidad Educativa Anzoátegui ubicado en El Paraíso. En una oportunidad, abandonó sus estudios regulares para ponerse a trabajar en una frutería en El Paraíso. Nos sorprendió con la noticia que su novia de siempre, la que tenía desde el colegio, cuando estaban en 4to año del Ciclo Diversificado salió embarazada y él quería cumplir con el compromiso de ser padre de una niña llamada “Kamila”, quien hoy tiene 5 años.
La relación entre él y la mamá de Kamila se terminó y el tomó la decisión de irse a Cumaná a estudiar Derecho en una nueva sección que abriría la UNNMA.
Joshep Joel Hernández, quizás su nombre en un principio no les dice nada más allá, pero para mí lo es todo. Él era el segundo de mis hijos. Sin embargo, hoy forma parte de una estadística, un número difícil y doloroso. Una cifra, uno de tantos desaparecidos que hay en Venezuela.
A pesar de todo, era mi mejor hijo. Él era un joven de 19 años, tenía un año graduado de Bachiller en el Colegio Unidad Educativa Anzoátegui ubicado en El Paraíso. En una oportunidad, abandonó sus estudios regulares para ponerse a trabajar en una frutería en El Paraíso. Nos sorprendió con la noticia que su novia de siempre, la que tenía desde el colegio, cuando estaban en 4to año del Ciclo Diversificado salió embarazada y él quería cumplir con el compromiso de ser padre de una niña llamada “Kamila”, quien hoy tiene 5 años.
La relación entre él y la mamá de Kamila se terminó y el tomó la decisión de irse a Cumaná a estudiar Derecho en una nueva sección que abriría la UNNMA.
En diciembre de 2011 se traslada a Caracas a comprar ropa y estar unos días con su abuela, quien vive en la Av. José Ángel Lamas sector “Los Bueyes”. Mi hijo tenía 7 meses de haber llegado de Cumaná directo a la casa de su abuela, ya que la casa materna no le sentaba bien por los recuerdos de su papá, quien fue -además de un excelente padre-, un insigne y honrado Oficial egresado del IUPM y, uno de los fundadores de la Policía del Estado Vargas.
En esos 7 meses, él me ayudaba a gerenciar una pequeña cooperativa de turismo que manejaba como un negocio familiar. Él llevaba los pagos, hacia los depósitos, se entrevistaba con el personal. Nos ayudábamos mutuamente.
Tenía una gran sonrisa. Mi hijo era cariñoso, alegre, muy querido por toda la familia y allegados.
Pero su sonrisa se esfumó. Él desapareció el 21 de agosto del 2012, aproximadamente entre las 9:30 a 10:30 p.m. Esa noche no llegó a dormir y su abuela me llama el día siguiente para decirme que Joseph no volvió. Desde ese momento comenzó mi odisea. Comencé la búsqueda en hospitales, morgues de todos los estados, a pegar afiches por toda Caracas, Valencia, Cumaná, Maracay, Miranda. De pronto, un primo de mi hijo junto con una vecina de su abuela manifestaron que él había bajado a comprar pan a la Avenida San Martín, en compañía de otro joven, Yeinderson Gutiérrez, quien también fue desaparecido, dicen los vecinos que bajaron en una moto.
Inicié mi búsqueda y al preguntar por la Av. San Martín, donde está una panadería adyacente al Farmatodo. Allí me informaron que por los lados de la Maternidad Concepción Palacios, había ocurrido un hecho donde, presuntamente, se escucharon unas detonaciones por arma de fuego. Caminé toda la parte posterior a la emergencia de la Maternidad, desde el Mercado pasando por el IUTON hasta llegar a la emergencia de ese centro asistencial. Consulté a los comerciantes informales que hacen vida comercial nocturna y, efectivamente, me afirmaron que sí había ocurrido algo con unos carros y una pareja a bordo de una moto. Posteriormente, logro hablar con una persona que presenció muy cerca lo que aparentemente, había sucedido. Me comentó que vio una camioneta que embistió a una pareja que iba a bordo de una moto. Luego, se bajaron unas personas y los obligaron a montarse dentro de la camioneta y de allí, se baja uno de los funcionaros, agarra la moto y emprende veloz huida detrás de la camioneta y otros vehículos.
Me dirigí en dos oportunidades al CICPC a formular la respectiva denuncia y no me la aceptaban, alegaban que mi hijo tenía muy poco tiempo desaparecido. Nunca deje de buscar a mi hijo, solo que ahora considero, no lo estaba haciendo en el lugar correcto.
Recibí mensajes supuestamente de mi hijo, hasta el día 29 de agosto, eran confusos con palabras que no utilizaba mi hijo. Lo conozco. Apenas conversaba con él lo primero que hacía era pedirme la bendición. Mi respuesta fue: “¡Tú no eres mi hijo!”.
Pero todo cambió, puesto que en septiembre de 2012, aproximadamente a las 11:00 a.m. o 12.00 m., recibo una llamada a mi celular de un hombre quien en principio, se identificó como un funcionario del CICPC de Parque Carabobo, un funcionario que había subido al piso 8, donde funciona la División de Extorsión y Secuestro. Me realizó una serie de preguntas, las cuales eran ciertas, una de ellas era si yo tenía un familiar desaparecido, le dije que sí, que era mi hijo. que mi hijo le había dado mi número en un descuido de los funcionarios. Relató que él mismo había visto como los torturaban tanto a mi hijo como a otro joven. Agregó que estaban muy delgados y que había escuchado que los iban a matar.
A partir de estas llamadas comencé a construir un caso. Me convertí en una madre que busca a su hijo con desesperación. Formulé mi denuncia al Ministerio Público y consigné ciertos elementos de convicción que hacían presumir que había ocurrido una desaparición forzada.
Agoté todas las instancias, realicé cuanta diligencia se me ocurría, colaboré 100% con la Unidad de Criminalística, a la cual le estoy muy agradecida y elevo un saludo al investigador Arnaldo Quintero, quien fue tenaz, certero y comprometido con su trabajo. Pero, ¿qué perseguía? Mi objetivo desde el principio, ha sido obtener la verdad. Y hoy, más que nunca, que se cumplen tres años de la desaparición forzada de Joshep y que además, próximamente, el 30 de agosto será el Día de las Víctimas de Desaparición Forzada de acuerdo con la Organización de Naciones Unidas (ONU), elevo mi voz exigiendo la verdad, pidiendo justicia. Al igual que muchas madres venezolanas, estoy agotada de tanta impunidad.
Por supuesto, que hay un antes y después, luego de la desaparición forzada de mi hijo, por parte de funcionarios del CICPC. Mi hijo desapareció en extrañas circunstancias y con muchas irregularidades por parte de personas garantes de la seguridad de los ciudadanos. Como madre y víctima directa necesito saber la verdad, tengo derecho a saber que pasó, por que pasó. Si mi hijo estaba siendo investigado o estaba cometiendo algún delito no me dieron tiempo de saberlo, de poderlo ayudar pero, sobre todas las cosas de él defenderse, de darle un juicio justo, un debido proceso. No se puede tomar la justicia por sus propias manos, todos somos inocentes hasta que se pruebe lo contrario, eso lo estipula nuestra Constitución.
¿Qué si sigo creyendo en la justicia? Sí, sigo creyendo y tengo fe que este sistema de justicia hará lo propio: ejercer la acción penal, en procura de castigar a los culpables sin mirar la investidura. La justicia tiene un pañuelo en los ojos en señal que el deber ser es la imparcialidad, la igualdad y equidad. Yo confío en que esa justicia llegará. Confió en la labor del Ministerio Público y de los Fiscales que llevan el caso.
Quiero dejarles claro que mi hijo no es un número, no es una tasa ni una estadística. Mi hijo es una historia real con nombre y apellido: Joseph Joel Hernández Ortiz.
El dolor tiene la particularidad de cortarnos las alas e impedirnos volar. Por mi parte, decidí continuar mi vuelo, puesto que represento a una familia que aún lo espera, una familia llena de incertidumbre. Joshep era mi hijo amado. Me atrevería a asegurar que el duelo más doloroso es el de decir adiós a un hijo, es aterrador. Si eres padre o madre entenderás aún más lo que digo, es un sentimiento que te desgarra el alma todos los días.
Este 21-08-2015 se cumplen tres años que no está conmigo y siento un dolor tan grande, que no lo puedo explicar con palabras. Mi corazón cada vez se hace más pequeño y poco a poco siento cómo se va desgarrando dentro de mí. Como quisiera saber dónde está para ir corriendo y salvar su vida.
Como abogada alego que mi hijo fue desaparecido forzadamente, violándose todos los derechos y garantías. Y este escrito no es solo para contar la historia de mi hijo o mi desesperación como madre y cabeza de familia. Esto lo hago para exigir justicia, para elevar mi voz en representación de tantas madres, esposas, familias enteras que dejaron de ver a su familiar, quien fue víctima de una desaparición forzada. Las familias venezolanas no nos merecemos esto, las estadísticas de este tipo de casos hablan por sí solas. Ayúdenme a sensibilizar a la sociedad, esto puede pasarle a cualquiera.
¡Ni un desaparecido más en manos de cuerpos policiales del Estado!
[Relato tomado de https://dolartoday.com/desapariciones-forzadas-en-venezuela-la-desgarradora-historia-de-una-madre-en-busqueda-de-su-hijo-secuestrado-por-la-policia. Más información sobre este caso en http://www.ruptura.info/ddhh/una-doble-desaparicion-forzada-sera-llevada-a-instancias-internacionales-sandra-guerrero/.
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