David
Whitehouse
* Versión resumida de charla presentada en
Chicago, junio 2012.
En Inglaterra y en EE.UU. la policía
apareció en el intervalo de unas pocas décadas, aproximadamente entre 1825 y
1855. La nueva institución no era una respuesta al aumento de los delitos, y en
realidad no supuso nuevos métodos para tratar de hacer frente al crimen. La
manera corriente que tenían las autoridades para resolver un crimen, antes y
después de que surgiera la policía, era la delación.
Aparte de esto, el delito es un acto
individual, y las élites dirigentes que inventaron la policía estaban tratando
de responder a los desafíos que planteaba la acción colectiva. En pocas
palabras, las autoridades crearon la policía para hacer frente a unas masas
amplias y desafiantes, como era el caso de las huelgas en Inglaterra, los
disturbios en el norte de Estados Unidos y la amenaza insurreccional de los
esclavos en el Sur de ese mismo país. Por lo tanto, la policía es una respuesta
a las masas, no al crimen.
Me centraré en quiénes eran estas masas,
y cómo llegaron a ser una amenaza. Veremos que una de las dificultades a las
que se enfrentaban los dirigentes, aparte del desarrollo de la polarización
social en las ciudades, fue la descomposición de los antiguos métodos de
supervisión personal de la población trabajadora. En aquellas décadas, el
Estado intervino para enmendar esta fractura social.
Veremos cómo, en el Norte, la invención
de la policía no fue sino una parte del esfuerzo estatal para controlar y
modelar a la fuerza de trabajo de manera cotidiana. Los gobiernos también
extendieron sus sistemas de beneficencia para regular el mercado de trabajo,
desarrollando el sistema de la educación pública para controlar la mentalidad
de los trabajadores. Relacionaré estos puntos con el trabajo de la policía más
tarde, pero esencialmente me centraré en cómo se desarrolló la policía en
Londres, Nueva York, Charleston (Carolina del Sur) y Filadelfia.
***
Para hacernos una idea de lo que
significa la moderna policía hay que hablar de la situación existente cuando el
capitalismo estaba en sus inicios. Concretamente, vamos a ver cómo eran las
ciudades comerciales del último período medieval, hace unos mil años.
La clase dominante de la época no
residía en las ciudades. Los señores feudales se asentaban en el campo. No
disponían de policía. Podían reunir fuerzas armadas para aterrorizar a los
siervos, que eran semi-esclavos, o podían guerrear contra otros nobles. Pero
estas fuerzas no eran profesionales, ni lo eran a tiempo completo.
La población de las ciudades eran
principalmente siervos que habían comprado su libertad, o simplemente habían
escapado de sus señores. Eran conocidos como burgueses, o residentes en las
ciudades. Fueron los pioneros en poner en marcha las relaciones económicas que
mas tarde fueron conocidas como capitalismo. Para el propósito de nuestra discusión,
digamos que un capitalista es alguien que usa el dinero para hacer más dinero.
Al principio, los capitalistas dominantes eran mercaderes. Un mercader usa el
dinero para comprar mercancías con el objetivo de venderlas por más dinero. Hay
también capitalistas que tratan solo con dinero, los banqueros, que prestan una
cierta suma con el objetivo de conseguir una mayor.
También podían ser artesanos, que
compran materiales y hacen algo, por ejemplo zapatos, para venderlos por más
dinero. En el sistema de gremios, un maestro artesano supervisaba y trabajaba
con obreros y aprendices. Los maestros se aprovechaban de su trabajo, así que
había explotación, pero los trabajadores y los aprendices tenían razonables
esperanzas de llegar a ser ellos también maestros. Por ello, las relaciones de
clase en las ciudades eran bastante fluidas, especialmente en comparación con
las relaciones entre nobles y siervos. Además, los gremios operaban bajo formas
que limitaban la explotación, por lo que eran los mercaderes los que acumulaban
realmente capital en la época.
En Francia, durante los siglos XI y XII,
estas ciudades eran conocidas como comunas. Se incorporaban al estatus de
comuna bajo ciertas condiciones, a veces con el permiso de un señor feudal,
pero en general eran contempladas como entidades autogobernadas o, incluso,
como ciudades-estado.
Pero no disponían de policía. Tenían sus
propios tribunales, y unas pequeñas fuerzas armadas formadas por los propios
vecinos. Estas fuerzas no se encargaban de acusar a nadie. Si se robaba o se
sufría un ataque, o se era estafado en un negocio, entonces el ciudadano, como
víctima, planteaba las acusaciones.
Un ejemplo de esta justicia
do-it-yourself, un método que duró siglos, era conocido como el griterío. Si se
estaba en un mercado y se veía a alguien robando, se suponía que el testigo
gritaría « ¡Al ladrón, al ladrón!», persiguiéndole. La costumbre era que la
gente que lo veía se sumara al griterío y corriera también tras el ladrón.
Las ciudades no tenían policía, porque
en ellas existía un alto grado de igualdad social, que daba al pueblo una
sensación de responsabilidad mutua. Con los años, los conflictos de clase se
intensificaron en las ciudades, pero aun así permanecieron unidas, gracias al
antagonismo común contra el poder de los nobles, y continuaron con sus lazos de
responsabilidad mutua.
Durante siglos, los franceses
mantuvieron e idealizaron el recuerdo de estas tempranas ciudades comunas,
comunidades autogobernadas de iguales. Por lo que no es sorprendente que en
1871, cuando los trabajadores tomaron París, lo bautizaran como la Comuna. Pero
hemos dado un salto histórico demasiado grande para el tema que nos ocupa.
***
El capitalismo fue experimentando
importantes cambios a medida que fue creciendo en el seno de la sociedad
feudal. En primer lugar, el tamaño de la propiedad del capital creció.
Recordemos que esta es la cuestión: convertir pequeños montones de dinero en
montones más grandes. El volumen de los capitales comenzó a crecer de forma
astronómica durante la conquista del continente americano, a medida que el oro
y la plata se saqueaba del Nuevo Mundo y los africanos eran secuestrados para
trabajar en las plantaciones.
Cada vez se producían más cosas para su
venta en los mercados. Los perdedores en la competición mercantil comenzaron a
perder su independencia como productores y tuvieron que emplearse como
asalariados. Pero en lugares como Inglaterra, la fuerza que impulsaba a la
gente a buscar trabajo asalariado era el Estado, que trataba de expulsar a los
campesinos de la tierra.
Las ciudades crecieron, a medida que
esos campesinos llegaban desde el campo como refugiados, mientras la
desigualdad crecía en las ciudades. La burguesía capitalista se convirtió en
una capa social aun más distinta de los trabajadores de lo que solía ser. El
mercado causaba un efecto corrosivo sobre la solidaridad de los gremios, algo
que trataremos con más detalle cuando hablemos sobre Nueva York. Los talleres
eran más grandes que nunca, y un jefe inglés podía tener a su mando docenas de
trabajadores. Ahora estamos hablando de un periodo en torno a mediados del
siglo XVIII, el período inmediatamente anterior al principio de la auténtica
industrialización.
Aún no había policías pero las clases
ricas empleaban cada vez más violencia para suprimir la población pobre. A
veces se ordenaba al ejército disparar contra las masas rebeldes, y a veces los
jueces locales arrestaban a los líderes y les colgaban. La lucha de clases
comenzaba a intensificarse, pero las cosas empiezan a cambiar realmente con el
despegue de la Revolución Industrial en Inglaterra.
***
Paralelamente, Francia atravesaba su
propia revolución política y social, que empieza en 1789. La respuesta de la
clase dirigente británica fue de pánico por si los trabajadores ingleses
seguían el camino francés. Ilegalizaron los sindicatos y las reuniones de más
de 50 personas. Sin embargo, los trabajadores ingleses participaron en
manifestaciones y huelgas cada vez más extensas entre 1792 y 1820. La respuesta
de la clase dirigente fue el envío del ejército. Pero el ejército solo puede
hacer dos cosas, y ninguna buena. Pueden negarse a disparar, y las masas
seguirán haciendo lo que vinieron a hacer. O pueden disparar a la muchedumbre y
producir mártires obreros.
Es exactamente lo que sucedió en
Manchester en 1819. Los soldados fueron enviados contra una muchedumbre de
80.000, hiriendo a centenares de personas y matando a once. En vez de someter a
las masas, estos sucesos, conocidos como la Masacre de Peterloo, provocaron una
ola de huelgas y protestas.
Incluso el clásico remedio de colgar a
los líderes del movimiento comenzó a tener repercusiones negativas. Una
ejecución podía ejercer un efecto intimidante sobre cien personas, pero ahora
los reunidos para apoyar al condenado eran cincuenta mil, y las ejecuciones les
animaban a la lucha. El crecimiento de las ciudades británicas, y el
crecimiento dentro de ellas de la polarización social (es decir, dos cambios
cuantitativos), comenzaron a producir explosiones de lucha cualitativamente
diferentes.
La clase dirigente necesitaba nuevas
instituciones para poder controlar esto. Una de ellas fue la policía de
Londres, fundada en 1829, solamente diez años después de Peterloo. La nueva
fuerza policial fue específicamente diseñada para aplicar violencia no letal
contra las masas, para romperlas y evitar deliberadamente que surgieran
mártires. Ahora bien, cualquier fuerza organizada para desplegar violencia de
forma rutinaria matará alguna vez. Pero por cada asesinato policial, hay
centenares o miles de actos de violencia policial que no son letales,
calculados y calibrados para producir intimidación y evitar una respuesta
colectiva furiosa.
Cuando la policía de Londres no estaba
concentrada en escuadrones para controlar a la multitud, se dispersaba por la
ciudad para controlar la vida cotidiana de los pobres y de la clase
trabajadora. Aquí se reúnen ya las funciones de la moderna policía: la forma
dispersa de vigilancia e intimidación, llamada lucha contra el crimen, y la
forma concentrada de actividad contra huelgas, disturbios y grandes
manifestaciones.
Esto último es para lo que fueron
creados, para enfrentarse a masas, pero lo que vemos la mayor parte del tiempo
es la presencia del guardia. Antes de hablar sobre la evolución de la policía
en Nueva York, quiero explorar las conexiones entre estas dos formas de trabajo
policial.
***
Comenzaré con el tema general de la
lucha de clases en torno al uso del espacio público. Es un tema con mucha
relevancia para los trabajadores y los pobres. Los espacios abiertos son
importantes para los trabajadores:
- para trabajar
- para divertirse y entretenerse
- para vivir, si no se tiene una casa y
- para la política
En primer lugar, el trabajo. Mientras
los mercaderes prósperos pueden controlar espacios cerrados, los que no tienen
medios son vendedores callejeros. Los comerciantes asentados los veían como
competidores y llamaban a la policía para expulsarles.
Los vendedores callejeros son también
activos proveedores de mercancías robadas, por su movilidad y su anonimato. No
solo utilizaban a los vendedores callejeros los carteristas y los rateros. Los
criados y los siervos de la clase dominante también robaban a sus dueños y
pasaban los bienes a los vendedores locales. (Por cierto, en Nueva York hubo
esclavitud hasta 1827). La sustracción de riquezas de los confortables hogares
de la ciudad es otra razón por la cual la clase burguesa pedía acciones contra
los vendedores callejeros.
La calle era también ese lugar en el que
los trabajadores pasaban su tiempo libre, porque sus hogares no eran cómodos.
Era el lugar en el que se desarrollaba la amistad y se podía encontrar
diversión gratuita, y, dependiendo de la época y del lugar, podrían tomar
contacto con la disidencia política o religiosa. El historiador marxista E.P.
Thompson resumía todo esto, cuando escribía que la policía del siglo XIX era:
«[…] imparcial, intentando retirar de
las calles con ecuanimidad a traficantes callejeros, mendigos, prostitutas,
artistas de calle, piquetes, niños que jugaban al fútbol y oradores
socialistas. El pretexto muy a menudo era una denuncia por interrupción del
comercio recibida de un tendero.»
En ambos lados del Atlántico, la mayoría
de los arrestos estaban relacionados con delitos sin víctimas, o delitos contra
el orden público. Otro historiador marxista, Sidney Harring destaca: «La definición
criminológica de ‘delitos de orden público’ se acerca peligrosamente a la
descripción que hace el historiador de las ‘actividades de la clase trabajadora
en su tiempo libre’.»
La vida al aire libre era (y es)
especialmente importante para política de la clase obrera. Los políticos del
sistema y los empresarios pueden reunirse en locales y tomar decisiones que
tienen grandes consecuencias porque están al mando de burocracias y de
plantillas. Pero cuando los trabajadores se reúnen y toman decisiones sobre
cómo cambiar las cosas, normalmente no tiene mayor repercusión a menos que
puedan reunir seguidores en la calle, ya sea para una huelga o una
manifestación. La calle es el campo de pruebas para buena parte de la política
obrera, y la clase dirigente lo sabe muy bien. Por eso colocan a la policía en
la calle como contrapeso, cuando la clase trabajadora demuestra su fuerza.
Podemos ver ahora la relación que existe
entre las dos principales formas de actividad policial, las patrullas
rutinarias y el control de masas. La patrulla callejera acostumbra a la policía
a usar la violencia y la amenaza de violencia. Ello les prepara para la
represión a gran escala, que es necesaria cuando los trabajadores y los
oprimidos se levantan en grupos más grandes. No es solo cuestión de coger
práctica con las armas y la táctica. El trabajo de la patrulla callejera es
crucial para crear un estado mental en la policía que les haga asimilar que su
violencia es por un bien superior.
El trabajo callejero también permite a
los oficiales descubrir qué policías se encuentran más cómodos provocando daño,
asignándolos a las primeras líneas cuando hay enfrentamientos. Al mismo tiempo,
el “policía bueno” con el que nos cruzamos lleva a cabo una labor esencial de
“relaciones públicas” para encubrir el trabajo brutal que tiene que ser
efectuado por los “policías malos”. El trabajo callejero también es útil en
períodos de agitación política, porque la policía ya ha estado en los barrios
intentando identificar a los líderes y a los radicales.
***
El próximo punto trata sobre algo que
todos sabemos, y que es lo siguiente: una cosa es la ley, y otra lo que hace la
policía.
Lo primero, algunas palabras sobre la
ley. A pesar de lo que podamos haber aprendido en clase, la ley no es el marco
en el cual opera la sociedad. La ley es producto de la manera en que funciona
la sociedad, pero no te dice cómo funcionan las cosas en realidad. La ley
tampoco es el marco en el que la sociedad debería funcionar, pese a que algunos
tengan esta esperanza.
La ley es en realidad una herramienta
más en manos de aquellos que disponen del poder para usarla, para cambiar el
curso de los acontecimientos. Las corporaciones tienen poder para usar esta
herramienta porque pueden contratar abogados caros. Políticos, fiscales y la
policía también pueden usar la ley.
Ahora algunos detalles sobre los
policías y la ley. La ley tiene muchos más recursos de los que ellos usan en la
práctica, por lo que el cumplimiento por su parte es siempre selectivo. Esto
significa que la policía está siempre seleccionando qué parte de la población
es su objetivo y escogiendo qué clase de comportamiento quieren modificar. Esto
también significa que los policías tienen continuamente oportunidad de
corromperse. Si tienen capacidad para decidir quien es acusado de un delito,
también pueden pedir una recompensa por no acusar a alguien.
Otra forma de ver la brecha que existe
entre la ley y lo que hace la policía es examinar la idea común de que el
castigo comienza con una sentencia tras un juicio. El tema es que cualquiera
que haya tenido tratos con la policía os dirá que el castigo comienza cuando te
ponen sus manos encima. Pueden detenerte y meterte en la cárcel incluso sin
cargos. Esto es un castigo y ellos lo saben. Por no mencionar el abuso físico
que puedes sufrir o los problemas que te pueden causar aunque no te detengan.
Así, la policía controla a la gente a
diario sin mandamiento judicial, y castigan a la gente a diario sin una
sentencia. Obviamente, algunas de las funciones sociales clave de la policía no
están escritas en la ley. Forman parte de la cultura policial que aprenden unos
de otros con el apoyo y la dirección de sus mandos.
Esto nos remite a la cuestión con la que
hemos comenzado. La ley trata de delitos, y son individuos a quienes se acusa
de delitos. Pero en realidad la policía fue inventada para tratar con lo que
los trabajadores y los pobres se llegan a convertir sus expresiones colectivas:
la policía trata con muchedumbres, vecindarios, seleccionando a la población;
todos son entidades colectivas.
Pueden usar la ley para hacer esto o
aquello, pero sus principales directivas les llegan de sus mandos o de su
propio instinto como policías con experiencia. Las directrices policiales
tienen frecuentemente una naturaleza colectiva, como por ejemplo, cómo hacerse
con el control de un barrio rebelde. Ellos deciden lo que hay que hacer y
después eligen qué leyes emplear.
Este es el significado de “tolerancia
cero” y de “ventanas rotas”, orientaciones que, en el pasado, podrían haber
sido denominadas perfectamente políticas contra la “chulería negra”. El
objetivo es intimidar y ejercer control sobre una masa de gente, actuando sobre
unos pocos. Esas tácticas han sido construidas sobre el trabajo policial desde
el mismo principio. La ley es una herramienta para usar sobre los individuos,
pero la meta real es controlar el comportamiento de masas más grandes.
***
Usaré mis últimos minutos para hablar
sobre algunas alternativas. Una de ellas es el sistema judicial existente en
los Estados Unidos antes de la aparición de la policía. Está bien documentado
en Filadelfia, que es el sitio del que hablaremos. La Filadelfia colonial
desarrolló un sistema denominado juicios menores, en los que tenían lugar la
mayoría de las acusaciones. El alcalde y un concejal ejercían de jueces, de
magistrados. La gente pobre ahorraba dinero para pagar una tasa al magistrado
que atendía su caso.
Entonces, como ahora, la mayoría de
delitos eran cometidos por gente pobre contra gente pobre. En estos juicios, la
víctima del asalto, robo o difamación actuaba como fiscal. Intervenía un agente
para traer al acusado, pero no tenía nada que ver con un policía efectuando una
detención. Toda la acción estaba dirigida por la voluntad de la víctima, no en
función de los objetivos del Estado. El acusado podía también demandar a su
vez. No había abogados involucrados en las partes, por lo que el único gasto
era la tasa al magistrado. El sistema no era perfecto, porque el juez puede ser
corrupto, y la vida del pobre no deja de ser miserable por ganar un caso. Pero
el sistema era bastante popular y continuó funcionando por algún tiempo,
incluso mientras el sistema de la policía moderna y los fiscales del Estado se
desarrollaba en paralelo.
El ascenso de la policía, que vino
acompañado del auge de los fiscales, implicaba que el Estado dejara su huella
en la jerarquía judicial. En el tribunal, uno puede esperar que le traten como
inocente hasta que se pruebe la culpabilidad. Antes de llegar al juicio, sin
embargo, se pasa por las manos de la policía y de los fiscales que,
ciertamente, no te tratan como si fueras inocente. Tienen oportunidad de
presionarte o torturarte para confesar, incluso antes de llegar ante el
tribunal.
Injusto como era este sistema dominado
por policías y acusadores, los juicios menores habían demostrado a los
filadelfios que había una alternativa más cercana a una resolución entre
iguales.
Esta es la clave. Podemos hacer de nuevo
factible una alternativa si abolimos las relaciones sociales de desigualdad
para cuya defensa fue inventada la policía. Cuando los trabajadores de París
tomaron la ciudad por dos meses en 1871, establecieron un gobierno bajo el
viejo nombre de Comuna. Los principios de la igualdad social en París
eliminaron la necesidad de la represión y permitieron a los comuneros el
experimento de abolir la policía como fuerza estatal separada, al margen de la
ciudadanía. El pueblo elegía a sus propios funcionarios de seguridad pública,
escogidos por los electores y sujetos una inmediata destitución.
Nunca llegó a ser una rutina
establecida, porque la ciudad estuvo asediada desde el primer día, pero los
comuneros estaban en la vía correcta. Para superar un régimen de represión
policial, el trabajo esencial era defender los principios de la Comuna, es
decir construir una comunidad autogobernada de iguales. Y esto es lo que hoy en
día nosotros debemos conseguir.
Bibliografía
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[Extraído de la traducción accesible en http://elsalariado.info/2015/07/06/los-origenes-de-la-policia.]
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